Las grandes movilizaciones iniciadas en el mes de junio, por un lado en Estambul y por otro en San Pablo, Río de Janeiro y decenas de ciudades brasileñas, tienen una gran cantidad de interpretaciones posibles desde una mirada política o sociológica. En el caso turco es posible identificar componentes clásicos de reivindicación laicista o liberal (que sin embargo no agotan la pluralidad de los sectores movilizados ni la diversidad de sus motivos para movilizarse). Las protestas brasileñas, en cambio, desorientan tanto a los gobernantes progresistas del Partido de los Trabajadores como a los políticos y medios de comunicación de la derecha, que primero aplicaron sus reflejos contrarios a la exteriorización callejera de los pueblos y solo después vieron la oportunidad de llevar agua para su molino. Sin embargo, no es nuestro objeto centrarnos en esos abordajes, sino analizar lo que ambas situaciones tienen en común: su origen en la defensa colectiva de atributos que forman parte del derecho a la ciudad.
Los indignados protestaron en la Plaza del Sol o en la Plaza de Cataluña en un contexto de crisis económica; en la primavera árabe se reclamaban derechos de ciudadanía frente a gobiernos dictatoriales. En Estambul y en Brasil no solo se marcha en la ciudad, se marcha por la ciudad. En un caso, la defensa del espacio público más significativo de la capital turca, la Plaza Taksim (una plaza que “es como el Zócalo, allí pasa todo, ignorando u omitiendo las obvias diferencias de calidad del espacio”, según dice Carmelo Ricot que le dijeron cuando llegó), amenazada por la insólita privatización del parque Gezi.

En el otro, el disparador es un aumento en el precio del transporte, pero el contexto viene condicionado por el malhumor social acerca de los gastos en la Copa Confederaciones, el Mundial 2014 y las Olimpiadas de 2016 (hemos analizado en la presentación de este número la crisis por hartazgo de una de las estrategias más recurrentes en el urbanismo de las últimas décadas, el recurso del gran acontecimiento). Rápidamente, los reclamos se amplían y dispersan, pero toman fuerza aquellas demandas relativas al uso de los recursos públicos en la ciudad y a la provisión de equipamientos e infraestructuras decisivos para la calidad de vida de la población. En una de sus primeras reacciones frente a las grandes marchas, el gobierno de Dilma Rousseff envía al parlamento brasileño un proyecto de ley que destina las regalías petroleras a financiar los presupuestos federales de salud y educación (también en Chile, en los mismos días y con un gobierno de otro signo político, se pide en las calles por la educación pública y se agudiza el conflicto estudiantil).

La fuerza y la debilidad de la protesta es su carencia de encuadramientos. Estas movilizaciones se suceden periódicamente en las plazas y en las calles del mundo, con diversos actores, orígenes de clase, reclamos y demandas, afinidades ideológicas; su mayor coincidencia parece ser, justamente, la ocupación del espacio público y su reivindicación como lugar de la ciudadanía en acción. Una concepción bien distinta a la del espacio público como representación del poder o, más reciente (y como perversión de las operaciones de acupuntura urbana y recuperación ciudadana del espacio público en el último cuarto del siglo XX) banalizado como instrumento del city marketing. Con su habitual agudeza, Saskia Sassen ha postulado la idea de una Calle Global, “calle como espacio indeterminado e impreciso donde todos aquellos que no tienen voz ni poder pueden hacerse visibles”.
Sobre el malestar por los gastos y las políticas urbanas asociadas al Mundial y las Olimpíadas en Brasil, ver la presentación y las notas Ciudad Maravillosa, Ciudad Olímpica, Ciudad Negocio y La fiesta de la FIFA en este número de café de las ciudades.
Un punto de vista interesante sobre la protesta brasileña, en la entrevista a Joao Pedro Stédile, integrante de la directiva del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil de Fato y en La Jornada del martes 25 de junio.
Sobre Estambul, ver también en café de las ciudades:
Número 64 | La mirada del flâneur (II)
Beyond Beyoglu | Tajos, cuestas y contrafrentes | Carmelo Ricot
Y sobre las movilizaciones de los indignados:
Número 104 | Política de las ciudades (II)
El Estado del Sol | 15 M: la rebelión de los indignados | Fernando Carrión Mena
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja