En un bello texto, Eric Hobsbawm recorrió la historia de Inglaterra desde el siglo XIII hasta el XX para exponer como los derechos políticos y sociales para todos habían sido conquistados gradualmente por las luchas de las clases populares, subordinadas y explotadas por los dueños de los bienes productivos y por la mayoría de los gobernantes.
Marx y Engels proclamaron “socialismo o barbarie” en el siglo XIX y vieron en la burguesía a los protagonistas de una revolución industrial que enriquecía a una minoría y mantenía en la pobreza a la gran mayoría. Pero la resistencia de los trabajadores les convertía en la fuerza civilizatoria portadora de más libertad e igualdad. Más tarde, en América Latina, Sarmiento retomó y modificó la consigna, “civilización o barbarie”. Percibió en la sociedad urbana, el Estado democrático y la educación pública la victoria sobre la barbarie. El llamado Estado del Bienestar fue un avance popular y ciudadano que esbozaba una síntesis de ambas proclamaciones. Pero los progresos fueron precarios y las crisis cíclicas provocaban regresiones de los derechos sociales y políticas en detrimento de las clases populares y medias.
Henri Lefebvre (profesor de la Sorbonne de Paris, filósofo y sociólogo marxista y ex comunista, uno de los fundadores de la “sociología de la vida cotidiana y que renovó la sociología urbana con sus obras escritas a finales de la década de los 60, especialmente El derecho a la ciudad y La revolución urbana) dio un nuevo paso adelante y planteó la identificación entre el capitalismo postindustrial y la urbanización del conjunto de la sociedad. Su propuesta, “la revolución será urbana o no será” ha sido recuperada en los últimos años por pensadores de la ciudad y de la urbanización sin ciudad, como David Harvey (nos parece significativo que los dos “cientistas sociales” probablemente más citados en el mundo sean Hobsbawm y Harvey, ambos británicos y marxistas; de Harvey ver Ciudades rebeldes, Akal, Madrid. 2013).
Actualmente vivimos un cambio de época. La llamada “globalización”, en su dimensión financiera, ha estimulado la economía especulativa, la urbanización sin ciudad, la dualización social y la subordinación corruptora de los gobiernos a los mecanismos ciegos e invisibles de los mercados. El resultado ha sido la crisis de la economía productiva, la precarización y la reducción de la masa salarial, el descrédito de las instituciones políticas y de los gobernantes y el gradual desmoronamiento del “estado del bienestar”. Las ciudades, ámbito por excelencia de la organización del trabajo y de la reproducción social, son el escenario de la crisis y del conflicto. La democracia nació en las ciudades, su degradación se vive y se hace más visible en el espacio público urbano y la resistencia social se expresa en este mismo espacio político y físico.
El marco legal establecido, denominado erróneamente “Estado de derecho”, se ha convertido en muchos casos como Estado contra los derechos. En estos momentos históricos de cambio la democracia se enfrenta con el Estado y los poderes económicos dominantes. Las clases populares, víctimas de los gestores del cambio, son también las fuerzas de resistencia y la esperanza de una alternativa. La cuestión de los derechos está hoy en el centro del conflicto social y de la naturaleza del Estado.
La reacción de los gobiernos evidencia que la bandera de la democracia no reside en el Estado sino en la sociedad política movilizada y principalmente en las clases populares. Los gobernantes y los mercados tienden a fragmentar, precarizar y excluir a los trabajadores, criminalizan los conflictos sociales, modifican las leyes para facilitar la represión, promueven el miedo como instrumento de generar un consenso pasivo y resignado y en nombre de la seguridad aplican el terrorismo de Estado y degradan la justicia institucional mediante la arbitrariedad clasista. En España a lo largo de la última década se han modificado varias veces el código penal y muchos ayuntamientos gobernados tanto por el PP (derecha) como por el PSOE (socialistas) han aprobado normas de civismo propias de la extrema derecha. Para colofón hace unos días la mayoría conservadora ha aprobado en el Congreso de los Diputados una “ley de seguridad ciudadana” que inmediatamente se ha hecho famosa como “ley mordaza”. Una ley que criminaliza la expresión de los conflictos en el espacio público y que de facto permite reprimir cualquier manifestación crítica contra las instituciones políticas y las entidades económicas.
Un aspecto especialmente perverso es la aplicación de sanciones pecuniarias enormes a los promotores y convocantes, y también a los que han apoyado públicamente o a los participantes de actos en los espacios o en los edificios públicos, o ante la entrada de instituciones, empresas o residencias de dirigentes políticos o económicos. Se penalizan las manifestaciones, concentraciones, ocupaciones pacíficas, “escraches”, piquetes informativos, resistencia a la policía (no mostrar el carnet de identidad, haber grabado a un agente, etc.). Y se aumentan las sanciones si se trata de sedes y dirigentes de instituciones o partidos políticos y de grandes empresas o bancos. Es suficiente la palabra de un policía como prueba. Y es suficiente que un pequeño grupo de provocadores o infiltrados cometa algún acto de violencia para sancionar a cualquiera que haya promovido o participado en un acto. Las sanciones que se aplican son administrativas, las aplica el ministerio del Interior al margen de la judicatura. Las multas pueden llegar a 600.000 euros y en la mayoría de los casos son de bastantes miles de euros. Por ejemplo grabar la intervención policial en el espacio público se multa con 30.000 euros. Las personas que sufren estas sanciones pueden quedar gravemente afectadas, pues pueden perder su vivienda u otros bienes, ser deudores durante muchos años, etc. Es decir, discapacitarles como ciudadanos. Se trata de una forma de terrorismo de Estado especialmente perversa, arbitraria e injusta. Una forma de represión propia de las tiranías absolutas; no hay delito, las penas no se derivan de un juicio promovido por la judicatura, las sanciones no son recurribles frente a una institución que no sea la que las ha impuesto, los represores son los que aplican la pena al margen de testigos neutrales, se sancionan no conductas concretas de individuos sino la mera presencia o apoyo en un acto masivo. Es el retorno al “Estado absoluto” anterior a las revoluciones democráticas de los siglos XVIII y XIX. Es el caso del Estado español y del gobierno del PP (ver “La bestia sin bozal” de Jaume Asens y Gerardo Pisarello , Editorial Catarata, Madrid, 2014). La barbarie hoy procede del Estado, la ciudadanía se conquista y se ejerce en el espacio público en defensa de las libertades. La democracia se defiende frente a unos gobiernos que han pervertido el derecho.
JB
Diciembre 2014
El autor es geógrafo y urbanista. Actualmente dirige el Master en Gestión de la Ciudad en la UOC. Entre 1983 y 1995 formó parte del Gobierno de la ciudad de Barcelona como Teniente de Alcalde, responsable de descentralización y participación, director ejecutivo del área metropolitana, delegado de Relaciones Internacionales y presidente de la ponencia redactora del proyecto de ley especial para la ciudad. Es autor, además, de los libros Global y Local (con Manuel Castells), Espacio público, ciudad y ciudadanía, La ciudad conquistada, Luces y sombras del urbanismo de Barcelona, Ciudades, una ecuación imposible (con Mireia Belil y Marcelo Corti) y Revolución urbana y derechos ciudadanos, estos tres últimos editados en Argentina por café de las ciudades.
De su autoría o sobre su trabajo, ver también en café de las ciudades:
Número 2 | Tendencias
Jordi Borja: La Ciudad Conquistada | “La ciudad es el desafío a los dioses, la torre de Babel, la mezcla de lenguas y culturas, de oficios y de ideas. Sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia”. | Jordi Borja |
Número 15 | Política
“Tendencia no es destino” | Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja. | Marcelo Corti |
Número 21 | Política
Barcelona y su urbanismo | Exitos pasados, desafíos presentes, oportunidades futuras. | Jordi Borja
Número 31 | Tendencias
La Revolución Urbana (I) | Las ciudades ante la globalización: entre la sumisión y la resistencia. | Por Jordi Borja
Número 32 | Tendencias
La Revolución Urbana (II) | De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades, peligros y abusos. | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades (I)
“El circulo vicioso de la marginación” | Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París. | Jordi Borja
Número 42 | Política de las ciudades (I)
Espacio público, condición de la ciudad democrática | La creación de un lugar de intercambio. | Jordi Borja
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La izquierda errante en busca de la ciudad futura | Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes | Jordi Borja
Número 81 | Cultura de las ciudades (I)
François Ascher | Pensamiento crítico y acción en la sociedad hipermoderna | Jordi Borja
Número 87 | Política de las Ciudades (I)
Siete líneas para la reflexión y la acción | Después de la “burbuja” inmobiliaria en Barcelona | Jordi Borja
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja
Número 108 I Urbanidad contemporánea
Ciudades del mañana I Derecho a la ciudad y democracia real I Por Jordi Borja
Número 115 I Política de las ciudades (I)
¡Devuélvannos lo que es de ustedes! I Repsol y la expropiación de YPF en Argentina I Por Jordi Borja
Número 120 | Política de las ciudades (I)
Cómo hacer de la ciudad una ecuación posible | Las visiones de David Harvey y Jordi Borja sobre el derecho a la ciudad | Beatriz Cuenya
Número 120 | POSICiones cordobesas
Algunas reflexiones después de la visita de Jordi Borja | Cómo producir ciudad en el nuevo contexto | Carola Inés Posic
Número 133-134 I Urbanidad contemporánea
Ciudades inteligentes o cursilería interesada I ¿Hubo alguna vez ciudades tontas? I Por Jordi Borja
Número 137 I Política de las ciudades
La calle y su propiedad I ¿Quién hace la calle, quién la usa, para qué sirve? I Por Jordi Borja
Número 141 I Política de las ciudades
Sobre la Revolución urbana I Urbanismo ciudadano o urbanismo globalizado I Por Jordi Borja
Número 142-143 I Urbanidad contemporánea y Política de las ciudades
Borja en el Borges y el vacío porteño I La presentación de Revolución urbana y derechos ciudadanos, en Buenos Aires I Por Marcelo Corti
un bello texto: La clase obrera y los derechos humanos, conferencia de E.J. Hobsbawm en Emory University, Atlanta, 1982.
Sobre las ciudades como escenario de la crisis y del conflicto, ver también del autor su Revolución urbana y derechos ciudadanos.