Finalmente, la Gran Capital del Plata ha “resuelto” su conflicto político. Un heterogéneo grupo de legisladores, a los que la historia dio sus quince minutos de fama en un juicio político, resolvió destituir a Aníbal Ibarra; acto seguido, su compañero de fórmula Jorge Telerman asume la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires, para completar el mandato de Ibarra hasta el año próximo. Tiene un año y medio para consolidar su liderazgo, una disponibilidad presupuestaria envidiable (más de 3 mil millones de dólares) y la experiencia ajena de su antecesor para comprender que sin poder político expresado en la Legislatura ningún gobierno porteño se sostiene. Como contrapartida, no le faltan amenazas: el canibalismo instalado tras el affaire Cromagnon, la colosal fragmentación política de la ciudad (que algunos se empecinan en considerar como políticamente “lúcida” o, con cierta involuntaria precisión etimológica, “sofisticada”) y la esquizofrénica interna kirchnerista, que genera curiosidades como la de los tres votos diferentes (¿y un solo Kirchner verdadero?) en el juicio político.
El Gabinete de Telerman participa de estas heterodoxias porteñas, con sus sobrevivientes, sus caras nuevas y, por supuesto, sus perdedores. En el ámbito más tradicional del urbanismo, la escisión del transito y el transporte de la órbita del Planeamiento se agrega a las sucesivas mutilaciones que esta oficina sufrió desde la época de Enrique García Espil, donde se perdieron el manejo de la vivienda social, el patrimonio histórico y los espacios públicos. Como contrapartida, se intenta una diferenciación de la obra pública con respecto al mantenimiento, que pareciera una opción razonable para la ciudad.
A pesar de su brevedad, el nuevo Gobierno tiene oportunidades para resolver algunas cuentas territoriales pendientes: en especial, la puesta en marcha de la descentralización y el tratamiento y operación del demorado Plan Urbano Ambiental. Las Comunas (si son ámbito de democratización y no de apertura de nuevos nichos de desarrollo político) pueden promover un proceso participativo y eficiente en el desarrollo territorial. El PUA es el instrumento necesario para consensuar las grandes líneas de desarrollo público y privado, en un momento en que recrudece la presión inmobiliaria sobre Retiro y el Puerto y en que pareciera esbozarse una política proactiva hacia el Sur de la ciudad. Es también el paso previo para cambiar la normativa dela ciudad, hoy contenida en el anacrónico Código de Planeamiento Urbano (originado en 1977 e inspirado en el Plan Director de 1961).
Un dato significativo es el énfasis puesto por Telerman, en su discurso de asunción, sobre el bicentenario de la Revolución de Mayo a celebrarse en 2010. Estas festividades pueden usarse para los más diversos objetivos: ¿qué tal si Buenos Aires se propone resolver la contaminación de su Riachuelo para celebrar el “cumpleaños de la Patria”?
Mientras tanto, la Ciudad se consolida como uno de los más interesantes fenómenos de la urbanización contemporánea en el mundo (en el sentido de aquel supuesto proverbio chino que prevenía contra “los momentos interesantes de la historia” y, si se quiere, de lo que se oculta cuando a alguien le proponen una cita para conocer a una persona “muy interesante”). Por ejemplo, con los conflictos de Puerto Madero.
Un pillo comerciante se enoja porque se le exige restablecer el acceso público a la recova de un dock, como establece la normativa del área. En respuesta, le cede a un pillo “dirigente social” su local para instalar un comedor social, un ámbito que al menos, y frivolidades aparte, proveerá a Puerto Madero algo de la heterogeneidad social que tanto le falta. Y aquí entran los inefables, los que protestan o lamentan o temen por esta promiscuidad de turistas y ejecutivos con piqueteros y hambrientos. Los medios registran compungidos este escándalo; a nadie en cambio parece preocuparle que el barrio albergue a dos millonarios narcotraficantes serbios, alojados en una envidiable prisión domiciliaria. La conclusión es que en nuestra ciudad, en nuestros días, la mezcla social provoca más escándalo que la mafia…
Unas cuadras al oeste, el Bar Británico de Brasil y Defensa es motivo para otro conflicto porteño. Parece que sus dueños quieren renovarlo para que atienda solo a turistas convocados por su historia y por su estratégica ubicación frente al Parque Lezama, donde dicen que se fundó Buenos Aires en 1536. Con esto, quedarían excluidos los que frecuentan el bar y que hicieron su encanto: los viejos del barrio, los escritores ignotos, los borrachos inofensivos, los recolectores de basura que cierran su turno frente a una botella de Quilmes, los flânneurs y curiosos de San Telmo, los sabihondos y suicidas… Parece ser la contradicción insuperable de la urbanización contemporánea: la urbanidad genera experiencia atractiva para el mercado de los “intangibles”; esto atrae a los pudientes y turistas y eleva la rentabilidad, así se aumentan los precios y se expulsa a los artífices de esa urbanidad. Que lo digan si no los inquilinos de Buenos Aires, cuando tienen que renegociar sus contratos en un contexto de precios en alza y mercado en expansión.
Entre tanto, la ciudad se puebla de edificios “afrancesados”, como la Torre Grand Bourg de Palermo Chico. El revival parece doblemente anacrónico: no solo respecto al estilo original, sino respecto al post-modernismo arquitectónico de los setenta y ochenta, en cuyo auge esta movida historicista hubiera tenido al menos una referencia intelectual. Sin embargo, las reacciones de los arquitectos que protestan por estos engendros parecen en ocasiones tan superficiales como el objeto de su crítica, restringiendo la modernidad casi a una cuestión estética de té canasta. El neo-francés inmobiliario desnuda así el empobrecimiento intelectual de la disciplina; quizás la nueva etapa que inicia la Facultad de Arquitectura con el decanato de Jaime Sorín sea propicia para reiniciar un debate más estimulante.
Volviendo al sur, los vecinos de Boedo defienden la plaza Lorenzo Massa, uno de los pocos lugares remanentes del Viejo Gasómetro de San Lorenzo de Almagro. Carmelo Ricot, entre otros, ha escrito sobre la herida en la ciudad que significó el vaciamiento del club y la llegada de un trivial hipermercado (dicho sea de paso, prohibido en la normativa original) que hoy ocupa “tierra santa”. Ojalá que puedan recuperar un espacio público arrancado a la burocracia y los pillos en la última dictadura, mientras a otros clubes se les construían estadios y se les regalaban tierras.
Una dictadura, cuyo comienzo se recordó hace unos días, que dejó también su nefasta herencia urbana: autopistas salvajes, barrios destruidos, veredas angostas, industria expulsada. Y la idea, sobreviviente y triunfal en el pensamiento urbano, de que vivir en Buenos Aires “no es para cualquiera” y que ese privilegio hay que pagarlo.
MLT
De Mario L. Tercco, y también sobre la actualidad política de Buenos Aires y sobre la urbanización contemporánea, ver también sus notas recientes: Misteriosa Buenos Aires y Estructura, ecología, economía, ética, estética, erótica, en los números 41 y 40, respectivamente, de café de las ciudades.
Sobre Cromagnon, ver la nota Dos tragedias, en el número 28 de café de las ciudades.
Sobre el Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires, ver la nota de Rubén Gazzoli en el número 21 de café de las ciudades.
Sobre el Riachuelo, ver las notas La cuenca del Riachuelo y El Riachuelo recobrado, en los números 3 y 32, respectivamente, de café de las ciudades.
Sobre Puerto Madero, ver también la nota El impacto metropolitano de los grandes proyectos urbanos, en el número 26 de café de las ciudades.
Sobre los piqueteros, ver la nota Las 10 boludeces más repetidas sobre los piqueteros y otros personajes, situaciones y escenarios de la crisis argentina, de Carmelo Ricot, en el número 15 de café de las ciudades.
Sobre el Bar Británico, ver la descripción de la ronda de bares de cdlc 2005 en el número 38 de café de las ciudades, y el mensaje de German Rozo en este número.
Sobre la Torre Gran Bourg, ver la polémica registrada en Otras Publicaciones en el número 14 de café de las ciudades.
Sobre el Viejo Gasómetro, ver la nota Ocaso y renacimiento del Gasómetro, de Carmelo Ricot, en el número 12 de café de las ciudades