Sobre fin de año, dos desastres de diverso origen y magnitud conmocionaron al mundo: el maremoto del Pacífico y el incendio de la discoteca República Cromagnon, en Buenos Aires. Cientos de miles de muertos en el primer caso, 192 en el segundo.
Omito, para evitar redundancias, los comentarios sobre el dolor de las familias destruidas, la injusticia implícita en la muerte de inocentes, el horror por la muerte de niños y adolescentes, la tortura de las esperanzas y desesperanzas, la extrema vulnerabilidad de la condición humana. Sobre las consecuencias políticas y económicas, las respuestas éticas y culturales, las mezquindades, las grandezas y solidaridades, sobre todos los contextos imaginables, es posible informarse y reflexionar en otros medios, a los cuales remitimos.
Me centraré en algunos aspectos relativos a la gestión del riesgo y la seguridad en la ciudad y el territorio contemporáneos. Eventualmente, podrá aparecer en estos razonamientos algún comentario vinculado a los temas que mencioné en el párrafo anterior.
¿Era posible escapar del maremoto?
En Página 12 del domingo 9 de enero, el poeta y periodista argentino Juan Gelman formula “una ola de preguntas” (tal el título de su nota) respecto al maremoto que afectó el pasado 26 de diciembre a 11 países del sudeste asiático y de Africa. Gelman cita al economista Michel Chossudovsky, quien formula “preguntas inquietantes” acerca del tema en un boletín del Centro de Investigaciones sobre la Globalización, con sede en Montreal: “las fuerzas armadas y el Departamento de Estado de EE.UU. recibieron una alerta temprana. La base naval norteamericana de la isla de Diego García en el océano Indico fue notificada. ¿Por qué los pescadores de la India, Sri Lanka y Tailandia no recibieron el mismo aviso que la Marina y el Departamento de Estado de EE.UU.? ¿Por qué el Departamento de Estado silenció la existencia de una catástrofe inminente? Contando con un moderno sistema de comunicaciones, ¿por qué no salió la información, por e-mail, teléfono, fax, satélites de TV?”. El profesor concluye: “Se podría haber salvado la vida de miles de personas“. Tad Murty, de la Universidad de Manitoba, señala que “no hay razones para que una sola persona muera a consecuencia de un tsunami, en la mayoría de las zonas (devastadas) hubo lapsos de 25 minutos a 4 horas antes de que la ola golpeara“. La senadora republicana Olympia Snowe “investiga por qué la NOAA (administración nacional estadounidense en materia oceánica y atmosférica; a dicho organismo pertenecen los científicos que trabajan en el Centro de Alerta de Tsunamis en el Pacífico), con sede en Hawai, fue incapaz de proporcionar a las 11 naciones afectadas esa información valiosa que hubiera salvado vidas“. Gelman continúa su nota con hipótesis acerca de una posible especulación político-militar en estas supuestas negligencias.
Ignoro si era realmente factible avisar del maremoto y así mitigar el impacto, especialmente en lo que respecta a vidas humanas. Pero parece razonable que la formidable capacidad tecnológica y la velocidad de la información que caracteriza a nuestra época, podría y debería utilizarse prioritariamente en la detección y prevención de este tipo de desastres naturales.
La cultura de la autodestrucción
La causa directa de la tragedia de Cromagnon fue el incendio de un cielorraso acústico improvisado con material de alta toxicidad, por el lanzamiento de pirotecnia durante un recital del grupo de rock Callejeros, y la extrema dificultad que tuvo el público para salir del lugar ante la clausura de las puertas de emergencia.
De esta causa efectiva se derivan tres responsabilidades, cada una dentro de sus propios y más amplios contextos. Son, sin que el orden de enunciación sea jerárquico:
- la irrresponsabilidad de los dueños o administradores del local (veremos luego que la distinción no es secundaria), que admitieron una cantidad de público 3 veces mayor a la habilitada, que acondicionaron el local con materiales prohibidos, y que bloquearon las salidas;
- la imprudencia de un sector del público (no solo el que arrojó pirotecnia, sino el que consintió y hasta festejó esa modalidad celebratoria);
- la negligencia y, eventualmente, corrupción de los funcionarios comunales encargados de realizar el control del local, y de clausurarlo cuando correspondiera.
Sociedad, Mercado, Estado: tres responsabilidades diversas, con diversos niveles y ramificaciones de culpabilidad. Por supuesto, con castigos distintos y desproporcionados para cada una de las partes. La culpa es un problema judicial, hablaremos de las (ir)responsabilidades.
Desde muchos ámbitos se ha hablado de la cultura autodestructiva de cierto sector del rock. Es cierto: solo una tremenda pena y una rabia infinita pueden justificar la afirmación de que la pirotecnia no mató a los pibes, como sostiene la consigna más escuchada en las manifestaciones posteriores. Pero las conductas irresponsables y autodestructivas de la sociedad argentina y de los contenidos culturales de la comunicación masiva no se limitan a la juventud rocanrolera. Veamos algunos casos:
- Un aviso publicitario que actualmente se emite en televisión muestra a una muchacha muy delgada acercándose a su novio para robarle un frasco de mermelada light, con la excusa de acariciarlo (de paso: el mensaje de la simulación afectiva como instrumento para conseguir objetivos materiales…). Perseguida por su novio, la chica escapa pasando su delgado cuerpo por entre los barrotes de una reja. Celebración de un modelo del cuerpo absolutamente artificial, irreal; celebración de la anorexia, que consume las vidas de centenares de adolescentes. Cito este anuncio casi al azar, porque lo vi hace muy poco tiempo; podría citar decenas.
- Siguiendo con la publicidad: casi todos los anuncios de automóviles exaltan criterios de manejo y velocidad absolutamente desaprobados por las normas de tránsito, para no hablar del sentido común. En la Argentina, la tasa de accidentes y muertes en accidentes automovilísticos son más elevadas que en países de similar grado de motorización y pautas culturales. Pero toda campaña de multas, o de cascos, o de cinturones de seguridad, es vista por la sociedad y los medios como una excusa recaudatoria, cuando no como una intromisión del Estado en la libertad individual (volveremos sobre esto). Analizando el exceso de accidentes por encima de la media, seguramente nos encontraríamos con otros Cromagnones cotidianos. Cromagnones “en cuotas”, tragedias individuales que en pocas horas salen de los medios.
- No es seguro que los sistemas de recolección de residuos domiciliarios en Buenos Aires puedan resistir más de 3 años sin colapsar. Ningún debate serio se escucha en los medios sobre el tema. Solo los distintos discursos sobre los cartoneros. Ningún intento serio de reducir la cantidad de residuos producidos, y mucho menos, de reciclarlos.
¿Cuánto de las fallas en la cantidad y la calidad de las inspecciones puede vincularse al discurso antiestatal, a la cultura antiregulatoria? Un discurso y una cultura que, vale aclarar, no es solamente de la derecha. Todavía después de la tragedia se publicaron cartas de lectores, en algunos diarios, que proponían remplazar los controles por la obligación de los “boliches” de poseer seguros de distinto tipo: las empresas aseguradoras se ocuparían de controlar el cumplimiento de las medidas de seguridad… ¡Recordemos cuanto “contribuyó” a la seguridad de los trabajadores el sistema de aseguradoras de riesgo de trabajo, en cuanto mejoró las estadísticas de accidentes de trabajo!
La falta de controles no se limita a lo físico de los locales: al investigarse la composición societaria de República Cromagnon, se comprobó que estaban en manos de sociedades “fantasmas” registradas en paraísos fiscales…
La tragedia fue el resultado del encuentro desgraciado e imprevisto (aunque no imprevisible) de las fallas del estado, el mercado y la sociedad. Ni siquiera el cambio cultural que asegure un control más racional del riesgo compensaría esas muertes injustas. Pero vale la pena procurar ese cambio, para vivir en un contexto mejor, para recordar y homenajear en paz a los que sufrieron el infierno Cromagnon.
MLT
Sobre catástrofe y política ver la nota de Ignacio Ramonet en el café corto del número 17 de café de las ciudades.
Ver la página de la NOAA con las informaciones inmediatamente posteriores al maremoto.
Ver el boletín del Centro de Investigaciones sobre la Globalización, con sede en Montreal.
Ver la nota de la Psicóloga Eva Giberti en el diario argentino Río Negro.