Recientemente (26 de marzo de 2023) se publicó una nota periodística acerca de La ciudad que viene (…) –entrevista a Álvaro García Resta, secretario de desarrollo urbano de la ciudad de Buenos Aires– donde no se cuestiona ni pondera “la Ciudad que se va”. El estigma de “lo nuevo” como cambio o progreso no se puede compartir cuando dichos cambios no son democráticos ni atienden los procesos socioculturales locales, en tanto se otorga prioridad a los valores y prácticas de la globalización. La ciudad no es morfología, es comunidad.
Al recorrer la nota referida surgen una serie de conceptos que no son compatibles con la realidad social ni ambiental, ni con una economía de desarrollo local. Es decir, la referida nota es francamente insostenible y contraria a procurar mejoras ciertas. La visión adoptada, las ideas que se trasmiten tienen un aire marcadamente autoritario y unipersonal. Entre ellas, y a título de revisión no complaciente y crítica para superar el monólogo, se destacan:
Los eufemismos. La comunicación presupone mensajes con contenidos de verdad que, cuando se trata de anuncios expresados por autoridades públicas, además, deben ser responsables y verificables. No es este el caso de varias autoridades vinculadas al planeamiento urbano de CABA. Por casos, famosas expresiones como “demolición de tejidos blandos” para minimizar los efectos del trazado de las autopistas urbanas; o las famosas “caries” o los “edificios enanos” para promover el “enrase”, aunque, en realidad, se trataba de incrementar la capacidad constructiva en función de un criterio meramente morfológico. Actualmente sucede algo parecido con frases y conceptos que llevan a la insostenibilidad urbana y a justificar unidimensionalmente un crecimiento edilicio indebido.
Los Espacios Verdes. Se citan nuevos espacios verdes como si fueran respuestas a las demandas/necesidades barriales, cuando no lo son. Tal los declamados en localizaciones dispersas que no son demandas/necesarias como: Costa Urbana en la ex ciudad deportiva de Boca, la plaza en la calle San Isidro Labrador, la plaza en la ex sastrería militar, el Paseo Gigena, los bajo viaducto, el Parque del Vega, la Plaza AMIA, el plan de recuperación de la Costanera Norte, el Parque de la Innovación, una playa ubicada “al lado” de Ciudad Universitaria, los recortes verdes en Costa Salguero y en los Desarrollos Urbanísticos de las tierras públicas vendidas en el Norte sobre la costa Este de CABA. En 16 años, solamente se acordaron, previa demanda de los vecinos, el Parque de la Estación, la Manzana 66, la plaza en Villa Santa Rita y la Plaza Clemente, es decir, solo 4 espacios verdes de 4 de los 43 barrios.
Parque de la Estación. Fotografía: Javier Agustín Rojas
Las Barreras (urbanísticas). Merece especial consideración: la promoción de la “trama continua”, como visión de predictibilidad infinita del amanzanamiento, ansiada por los adictos al automóvil. Los grandes equipamientos, como toda actividad que se desarrolla en un predio, son un ámbito de convergencia según su función; evadirlos o conjurarlos con costosos pasajes viales dilapida los impuestos de los porteños. Cabe recordar que en el Diagnóstico del PUA 2020 se indican como “barreras urbanísticas” la Reserva Ecológica Costanera Sur, clubes, campos de deporte y parques. Ocultando que se promueve depararles un destino similar al del Tiro Federal –donde se vendió para construcciones la mayor parte de las 13 has de suelo absorbente forestado y se dejaron 2,5 has para espacios verdes. De igual modo el Riachuelo no es una barrera, por ahora es solo el emblema y acto continuo de contaminación, de centro insalubre. Podrá ser un curso de agua de integración metropolitana, cuando se descontamine, sea navegable y su costa sea accesible y limpia. La Av. Gral. Paz es una barrera para el escurrimiento de las aguas al no preverse las retenciones y/o canalizaciones adecuadas; las veredas rotas son barreras para el tránsito de las personas con discapacidad, los ancianos y los niños; las avenidas muy anchas para los peatones que no pueden llegar de extremo a extremo; los cientos de tipos de mobiliarios en las veredas. De esto no se habla.
Famosas expresiones como ‘demolición de tejidos blandos’ para minimizar los efectos del trazado de las autopistas urbanas; o las famosas ‘caries’ o los ‘edificios enanos’ para promover el ‘enrase’
La Vida Urbana. Incluso se avanza sobre algunas expresiones “filosóficas” que parecen de Friedrich Von Hayek, tal como “disfrutando de un espacio público a toda hora y todos los días de la semana, eso es la vida urbana, que es finalmente lo que atrae y genera mercado”. Ello implica un apoyo al consumismo insostenible y dar prioridad a un mundo tipificado, alejado de la convivencialidad, la economía social y voluntaria. Acaso donde no sucede, donde no hay usos mixtos ¿no hay “vida urbana”?
La Grieta. No hay grieta entre vecinos y desarrolladores, hay grieta entre vecinos y el Código Urbanístico. Es por la expulsión de vecinos al demolerse casas, ver la reconfiguración con mega edificios que al ocuparse generan déficits de servicios y más falta de espacios verdes barriales. La confrontación es concreta y se origina en normativas alejadas de mejorar las condiciones de habitabilidad en aras de dos falsos principios: donde hay lotes sin edificios “hay que generar ciudad” en lugar de orientarse como servicios ambientales, o donde hay casas “hay que densificar” sin atender los determinantes de la salud ni los nuevos desequilibrios en los barrios.
La Participación ¡esa es la cuestión! “No estoy a favor del populismo urbano”, en tanto confiesa que favorece los Convenios Urbanísticos como “excepciones” para grandes inversores. Son las que Carlos Grosso y Carlos Menem (1989/1992) alentaran y dieran lugar a que en la Constitución de la ciudad (1996) se introdujera la doble lectura de las leyes relacionadas con nuevas edificaciones. Pero fueron más que excepciones. Los Convenios fueron Inconvenientes para el mejor desarrollo de los barrios y con un tratamiento de aprobación legislativo a “mano armada”. Fueron tratados simultáneamente, en tiempo a “velocidad de la luz”, sin poder incluir ninguna modificación, sin participación durante su tratamiento en el Ejecutivo y con un artículo en la Ley como “Cheque Post Datado” que habilitaba a incorporar los Convenios Urbanísticos del sector Norte de CABA aunque, al momento de su aprobación en el Ejecutivo, el Código Urbanístico solo lo permitía en el Sur; incluso, soslayando observaciones en los expedientes del Ejecutivo que calificaban de inapropiados a muchos de ellos. También, se declara “Darle a la gente la urbanidad que no tiene”, –que pueden responder a “la demanda de vida urbana”. Cabe aclarar que uno de los valores centrales de la Sostenibilidad Urbana es la participación de sus habitantes –democracia participativa–, no el diseño urbano sin sociedad, así como la naturalización de la ciudad no se puede reemplazar artificializando para una rápida valorización económico-financiera. Con participación activa y naturalización “otra ciudad es posible” y vivible.
¿Derrame Inmobiliario? El crecimiento edilicio no genera “derrame” en otras áreas. Lo que sucede es que el crecimiento en algunos sectores implica, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, menos inversiones en mantenimiento o rehabilitación en áreas más antiguas, generalmente próximas, deprimiéndose el precio de la tierra y de sus mejoras. Al mejorar la economía general, en nuestro caso salir del COVID, es una oportunidad para que emprendedores de actividades, predominantemente, de servicios, se desarrollen por casos en Chacarita, sectores de avenidas, Devoto. En tanto, los servicios en el Área Central y otros sectores tradicionales aún no se han reactivado, al estar más vinculados al turismo. Está claro que “los proyectos urbanísticos reconocen el entorno como una oportunidad” al endeudar y distraer el presupuesto en ampliaciones o nuevas infraestructuras de las que carecen las tierras públicas calificadas de “innecesarias para la gestión” por el gobierno del PRO. Además, estos proyectos son de concentración, no de “derrame”, tampoco son producto del Código Urbanístico sino de imposiciones legislativas previas y “ad hoc”.
Donde hay lotes sin edificios ‘hay que generar ciudad’ en lugar de orientarse como servicios ambientales, o donde hay casas ‘hay que densificar’ sin atender los determinantes de la salud ni los nuevos desequilibrios en los barrios.
Inversión. “atraer inversión” no es rogar cual maná del cielo cualquier inversión, debe ser alentar todo aquello que mejore las condiciones de vida de los habitantes de los barrios sin desatender al resto de la comunidad ni del territorio. La inversión per se es mera acumulación que fagocita. Dar prioridad solo a los grandes capitales no es planificación democrática. Duele la invisibilización de las personas sin capital, que son quienes valorizan las periferias yermas al actuar en el corto plazo para tener una integración efectiva, beneficiando a los tenedores de suelo urbano. El Sur no debería ser visto como área de inversión sino como un nuevo estilo de desarrollo que haga efectiva su reparación histórica socioambiental. Dejar de ser área de degradación, contaminación del suelo y actividades contaminantes y población mal asentada con baja esperanza de vida y ausencia de equipamientos y servicios, así como de oportunidades equiparables al resto de la ciudad.
‘Atraer inversión’ no es rogar cual maná del cielo cualquier inversión, debe ser alentar todo aquello que mejore las condiciones de vida de los habitantes de los barrios sin desatender al resto de la comunidad ni del territorio.
La visión especulativa, que se apropia de bienes sociales y procura legalizar beneficios extraordinarios sin consenso social, subordina los efectos de largo plazo por representaciones de mediano plazo –sin fundamentos ni consulta pública–, en tanto redime el economicismo sin responsabilidad de los cambios indebidos efectivizados por sus decisores.
ML
Otoño 2023 en CABA
Niveles de CO2 en la atmósfera / Promedios semanales: 3 abril 2021: 421,21 ppm; hace 13 años: 386,86 ppm; nivel seguro: 350,00 ppm.
El autor es Planificador Urbano y Regional (UBA), especializado en Administración de Áreas Metropolitanas (FGB), con orientación en ecología, transporte no motorizado y espacios públicos. Profesor en las Maestrías de Ingeniería Sanitaria y Tecnologías Urbanas Sostenibles, FI-UBA. Ex Consejero del Plan Urbano Ambiental de CABA (1999-2007). Miembro de Encuentro Verde por Argentina (EVA).
De su autoría ver también Buenos Aires en liquidación. Extractivismo financiero y gentrificación residencial y laboral, en nuestro número 175.
Ver también los blogs La (re) verde y Otra Buenos Aires Es Posible.