La urbanización de baja densidad, monofuncional y de escasos atributos ((lo que Jordi Borja define como “urbanización sin ciudad”, la città difusa de Indovina, el sprawl estadounidense, los archipiélagos periurbanos latinoamericanos) ha expandido las manchas urbanas de los cinco continentes desde hace ya 50, 60 o 70 años. Albergan la extrema miseria y la extrema opulencia en raros patchwork territoriales exentos del pudoroso gradiente social de la ciudad compacta. Son a la vez producto y retroalimentación de la difusión del automóvil privado como medio hegemónico de transporte, son a la vez consecuencia y causa de los cambios en las modalidades de la producción agraria, las crisis ambientales y las diversas utopías, distopías y privatopías sobre modos de vida y sobrevida. La pandemia introduce el riesgo de una nueva legitimidad para su desarrollo: el aislamiento social de base sanitaria, anclado en el recurso al teletrabajo.
La Nueva Agenda Urbana de ONU-Hábitat no tiene soluciones para esta no–ciudad de baja densidad; a lo sumo, recomendaciones para no expandirla, para contener el crecimiento desordenado de la ciudad existente. Los modelos urbanísticos en boga no aplican en este caso: la dispersión no permite agrupar en un radio de caminata o bicicleta los elementos de la “ciudad de 15 minutos”, las “supermanzanas” no funcionan en un contexto de casitas aisladas con jardín. El mandato de “densificar” para hacer más eficiente la prestación de servicios tiene una imposibilidad demográfica: estas configuraciones territoriales se caracterizan porque su extensión ha duplicado o triplicado según los casos los ritmos del crecimiento poblacional. No hay población disponible suficiente para compactar en un plazo razonable la superficie ya expandida.
Para encontrar propuestas razonables de regeneración en baja densidad hay que ir muy atrás en el tiempo, al sistema de Broadacre City propuesto por Frank Lloyd Wright en 1935 o, más cercana, la consigna barcelonesa de Oriol Bohigas para “esponjar el centro y monumentalizar la periferia”.
Así, el futuro de estas expansiones dispersas puede oscilar entre su evolución a sistemas rururbanos sostenibles de producción agraria intensiva en convivencia con una economía “creativa” de base doméstica y su completamiento con equipamientos y servicios diversos, a una escala que los habilite en términos cuantitativos y cualitativos y los independice de las áreas centrales consolidadas (o mejor dicho, que independice a estas de la demanda de movilidad de los suburbios y periurbios). ¿Qué estándares de calidad educativa podrán cumplirse en escuelas a las que pueda accederse a pie o en bicicleta en estos contextos? ¿Qué medios de saneamiento podrán ser alternativa a las grandes infraestructuras metropolitanas? ¿Qué encuentros serán posibles en qué clase de espacio público? ¿Cómo hacer barrio en la no-ciudad?
Sobre dispersión urbana, aglomeración sin ciudad y periurbanos, ver también en café de las ciudades:
Número 43 I Ambiente y Economía de las ciudades
¿Puede ser bueno el sprawl? I Los supuestos beneficios de la dispersión urbana. I Wayne A. Lemmon
Número 48 I Tendencias
"Y América, ¿qué?" I Claudio Caveri, del Ser al Estar, de San Isidro a Trujui. I Marcelo Corti
Número 65 I Arquitectura de las ciudades
Soleri, la ciudad del futuro remoto I Una alternativa al mercado, el consumo y el sprawl I Por Emanuele Piccardo
Número 99 | Cultura y política de las ciudades
Una producción solidaria y eficiente | Fragmento de Campos, fábricas y talleres (a partir de Piglia) | Piotr Kropotkin
Número 156 I Política, Economía
Sobre la propiedad en la filosofía política de Locke I “El pecado imperdonable es el del especulador o intermediario”. I Bertrand Russell
Número 160/1 I Proyectos
El Parque Agrario del Este de Córdoba I Una estrategia para el control del crecimiento en la transición urbana-rural. I Estudio Estrategias
Número 176 I Territorios Arquitectura
Nueva visita a Broadacre City I Una relectura ideológica por Jennifer Gray. I Marcelo Corti