Sesenta años después de haber sido escrita, sigue vigente esta página inicial de La ciudad en la historia, su mirada a la vez histórica, lúcida y prospectiva (MC).
¿Qué es la ciudad? ¿Cómo se originó? ¿Qué procesos promueve, qué funciones desempeña, qué propósitos cumple? No hay definición única que se aplique a todas sus manifestaciones y una sola descripción no puede abarcar todas sus trasformaciones, desde el núcleo social embrionario hasta las formas complejas de su madurez y la desintegración corporal de su senectud. Los orígenes de la ciudad son oscuros, gran parte de su pasado está enterrado o borrado de modo tal que resulta irrecuperable y es difícil apreciar sus perspectivas en el futuro.
¿Desaparecerá la ciudad o el planeta entero se convertirá en una vasta colmena humana? (lo que sería otro modo de desaparición). ¿Las necesidades y los deseos que han movido a los hombres a vivir en ciudades pueden recuperar, en un nivel aún más elevado, todo lo que Jerusalén, Atenas o Florencia otrora parecieron prometer? ¿Hay una opción viva a mitad de camino entre Necrópolis y Utopía, es decir, la posibilidad de edificar un tipo nuevo de ciudad que, liberada de contradicciones internas, positivamente enriquezca y promueva el desarrollo humano?
Si queremos echar nuevas bases para la vida humana debemos comprender la naturaleza histórica de la ciudad y distinguir entre sus funciones originales las que han surgido de ella y las que aún pueden manifestarse. Sin un prolongado envión en la historia no llegaremos a tener el ímpetu necesario, en nuestra conciencia, para dar un salto suficientemente atrevido hacia el futuro; pues gran parte de nuestros actuales planes, sin excluir muchos que se vanaglorian de ser "avanzados" o "progresistas", son monótonas caricaturas mecánicas de las formas urbanas y regionales que se hallan hoy potencialmente a nuestro alcance. Puesto que ha llevado más de cinco mil años llegar a lo que sólo es una comprensión parcial de la naturaleza y el drama de la ciudad, tal vez reclame un lapso aún más largo la empresa de agotar sus potencialidades todavía no realizadas. En la aurora de la historia la ciudad es ya una forma madura. En nuestro intento por llegar a una mejor visión del estado actual de la ciudad debemos atisbar por encima del horizonte histórico a fin de detectar las confusas huellas de estructuras anteriores y de funciones más primitivas. Tal es nuestra primera tarea. Pero no abandonaremos esta pista hasta que no la hayamos seguido hacia adelante, con todos sus recados y retrocesos, a través de cinco mil años de historia escrita, hacia el futuro que despunta.
Cuando por fin lleguemos a nuestra época, comprobaremos que la sociedad urbana ha llegado a un punto en que los caminos se separan. Entonces, con una conciencia más aguda de nuestro pasado y con una visión más nítida de decisiones tomadas largo tiempo atrás, y que a menudo nos rigen todavía, estaremos en condiciones de examinar la decisión que ahora enfrenta la humanidad y que, de uno u otro modo, en última instancia la trasformará, a saber, la de si se consagrará al desarrollo de su propia esencia más profunda o bien si se rendirá a las ya casi automáticas fuerzas que ella misma ha puesto en movimiento, cediendo el lugar a su otro yo deshumanizado: el "hombre post-histórico". Esta segunda opción llevaría aparejada una paulatina pérdida de sentimientos, de emoción, de audacia creadora y, por último, de conciencia.
Muchas ciudades, muchas instituciones educativas y organizaciones políticas existentes han aprisionado ya al hombre post-histórico. Esta obediente criatura no tendrá necesidad de la ciudad: lo que alguna vez fue una ciudad se reducirá a las dimensiones de un centro subterráneo de control, pues, en beneficio del control y del automatismo, todos los demás atributos de la vida serán revocados. Antes de que la mayoría de la humanidad derive hacia la aceptación de esta perspectiva, atraída por mezquinas promesas de "goce neumático" que echan una cortina de humo sobre la amenaza global, no estará de más echar nuevamente un vistazo al desarrollo histórico del ser humano, según lo ha configurado y moldeado la ciudad. A fin de alcanzar la suficiente perspectiva en cuanto a las tareas urgentes del momento, me propongo remontarme a los comienzos de la ciudad. Necesitamos una nueva imagen del orden, que incluya lo orgánico y lo personal, y que llegue a abarcar todos los oficios y funciones de la humanidad. Sólo si podemos proyectar dicha imagen estaremos en condiciones de hallar una nueva forma para la ciudad.
LM
Lewis Mumford (NY, 1895-1990) fue sociólogo, historiador, “filósofo de la tecnociencia”, filólogo y (en un sentido amplio) urbanista. Entre sus obras destacan Técnica y civilización (1934) y La cultura de las ciudades (1938). Tuvo alguna esperanza (desmedida) en la visión regional de Frank Lloyd Wright y fue objeto de las críticas (algo injustas) de Jane Jacobs.
De La ciudad en la historia. Sus Orígenes, Transformaciones y Perspectivas (1961) hemos trascripto la sección primera del capítulo I: Santuario, Aldea y Fortaleza. Utilizamos la traducción de Enrique Luis Revol para la edición española de Pepitas de calabaza.
En Youtube están disponibles los capítulos 1 a 6 de su documental The city, producido para la agencia nacional de cine de Canadá.