Introducción
Los procesos masivos de urbanización en curso tienen inevitablemente una importancia central para el futuro del medio ambiente. Es especialmente a través de las ciudades y las grandes aglomeraciones urbanas que la humanidad se manifiesta en el planeta y es a través de ellas que median su relación con los flujos y reservas de capital ambiental. Las regiones urbanas eran antes zonas geográficamente limitadas, pero hoy son zonas globalizadas. Con la expansión de la economía global, hemos aumentado nuestra capacidad de anexar porciones cada vez mayores de la Tierra para sostener un número limitado de industrias y lugares. Aquí abordo la temática del carácter multiescalar de las ciudades: los diversos terrenos y dominios, muchos de ellos no urbanos, en donde se proyectan y se manifiestan sus efectos y de donde se satisfacen sus necesidades. Y abordo el carácter ecológico de las ciudades: los múltiples mecanismos y bucles de realimentación que articulan los procesos urbanos y sus consecuencias y, además, las articulaciones emergentes entre las ecologías urbanas y las ecologías de la naturaleza.
La necesidad de distinguir el formato del contenido
La urbanización, como un fenómeno enormemente diverso, está modificando en la actualidad un abanico creciente de ecologías naturales, desde el clima hasta la diversidad biológica y la pureza de los océanos. Dicho fenómeno de urbanización también está generando nuevas condiciones ambientales (islas de calor, agujeros en la capa de ozono, desertificación y contaminación hídrica). Hemos comenzado una nueva etapa: por primera vez, los seres humanos son el principal consumidor en todos los ecosistemas significativos. Y los procesos de urbanización han tenido un papel destacado en esta transformación de los patrones de consumo. En la actualidad, hay un conjunto de condiciones ecológicas globales sin precedentes. Ciudades importantes se han convertido en sistemas socio-ecológicos distintos, con alcance planetario. Las ciudades tienen un impacto tremendo en las economías rurales tradicionales y su antigua adaptación cultural a la diversidad biológica. Las poblaciones rurales se han convertido en consumidores de productos producidos en la economía industrial, que a su vez tiende a ser menos sensible a la diversidad biológica. La condición rural se ha desarrollado en un nuevo sistema de relaciones sociales que no funciona adecuadamente respecto a la diversidad biológica. Estos cambios indican que la condición urbana es un factor importante en cualquier futuro ambiental. La suma de los cambios equivale a una transformación radical en la relación entre los seres humanos y el resto del planeta.
¿Pero es la urbanización en sí o más bien los tipos particulares de sistemas urbanos y procesos industriales que hemos instituido? Es decir, ¿es el formato urbano caracterizado por las aglomeraciones y las densidades o el contenido que hemos generado histórica y colectivamente, en parte por procesos de dependencia que eliminaron opciones mientras avanzábamos? ¿Son estas condiciones ecológicas globales el resultado de la aglomeración urbana y la mayor densidad o son el resultado de los tipos de sistemas urbanos específicos que hemos producido para el transporte, la gestión de residuos, la edificación, la calefacción y refrigeración, el abastecimiento de alimentos y todos los procesos industriales por los cuales extraemos, cultivamos, producimos, envasamos, distribuimos y gestionamos la totalidad de los alimentos, servicios y materiales que usamos?
Es, sin duda, lo último -los sistemas urbanos específicos que hemos generado. Uno de los rasgos sobresalientes que uno ve hoy cuando examina una variedad de ciudades importantes es la gran variación en la sustentabilidad ambiental de las mismas. Esta variación resulta de la diversidad de políticas públicas, bases económicas, actividades culturales, etc. Existen algunos condicionantes fundacionales que dominan crecientemente nuestra forma de vivir. Uno de ellos es el hecho de que todos los flujos de energía y material en la economía humana vuelven en forma de contaminación y residuos a la biosfera. La ruptura en el fondo de este conjunto de flujos es producida y puede, por ende, ser revertida -y algunas ciudades están trabajando en este propósito. Esta ruptura está presente en casi todos los sectores económicos, urbanos y no urbanos. Pero es en las ciudades donde se manifiestan sus interacciones y efectos acumulativos más complejos. Esto hace que las ciudades sean la fuente de la mayor parte del daño ambiental y de algunas de las condiciones más inextricables que alimentan al daño ambiental. Sin embargo, la complejidad de las ciudades es también parte de la solución (el hecho de que no es la urbanización per se la que es dañina, sino el modo de urbanización, es señalado también por la adopción de procesos productivos que dañan al medio ambiente por sociedades rurales pre-modernas: hasta recientemente dichas sociedades tenían prácticas económicas ecológicamente sustentables, tal como la rotación de cultivos y fertilizantes y pesticidas naturales; por lo demás, nuestra forma de capitalismo extremo ha producido pobreza rural, especialmente en el Sur Global, la cual ha impulsado a los habitantes rurales a recurrir por primera vez a prácticas ecológicamente destructivas, muchas veces provocando la desertificación).
Es ahora urgente asegurar que las ciudades y la urbanización son parte de la solución: tenemos que utilizar y mejorar aquellas características urbanas que puedan reorientar las ecologías materiales y organizacionales hacia interacciones positivas con las ecologías naturales. Estas interacciones y la diversidad de dominios que cubren son en sí mismas un sistema socio-ecológico emergente que vincula las ecologías urbanas y naturales. Una parte del esfuerzo es maximizar las posibilidades de tener resultados ambientales positivos como parte de este proceso. Algunas características urbanas específicas que ayudan a esto son las economías de escala, la densidad y el potencial asociado para una mayor eficiencia en el uso de recursos y redes de comunicación densas que pueden facilitar la institución de prácticas ecológicamente sustentables en las ciudades. Más teóricamente, se puede decir que las ciudades contienen las posibilidades transformadoras puesto que se constituyen por procesos que producen espacio, tiempo, lugares y naturaleza. Por ejemplo, la dimensión temporal es fundamental para las iniciativas ecológicamente sustentables: la economía ecológica nos permite reconocer que lo que se considera ineficiente o de valor decreciente según los criterios del mercado con estructuras de evaluación de corto plazo puede ser positivo y de valor creciente según los criterios ecológicos.
La complejidad y la proyección global de las ciudades
Desde hace mucho tiempo y como se ha documentado bien, las ciudades han sido sitios de innovación y de institución de sistemas organizacionales complejos. Es dentro de la complejidad de la ciudad que debemos encontrar las soluciones a gran parte del daño ambiental, así como las formulas para reconfigurar el sistema socio-ecológico de ciudades. Las ciudades contienen redes y bucles de información que pueden facilitar la comunicación, la información y la persuasión de familias, gobiernos y empresas para apoyar y participar en programas de sensibilidad ambiental y en la construcción radicalmente transformadora de instituciones.
Los sistemas urbanos también implican sistemas de relaciones sociales que sostienen la actual configuración. Más allá de la adopción de prácticas como el reciclaje, será necesario un cambio en este sistema de relaciones sociales para poder lograr mayor sensibilidad ambiental y eficiencia. Por ejemplo, un tema crucial es la enorme inversión realizada en todo el mundo para la realización de proyectos gigantescos que dañan al medio ambiente. Deforestación y construcción de grandes represas están quizás entre los casos más conocidos. La escala y el carácter crecientemente global y privado de dichas inversiones sugieren que los ciudadanos, gobiernos y ONGs no tienen el poder de modificar estos patrones de inversión. Sin embargo, existen hoy plataformas estructurales para actuar e impugnar a estos actores empresariales poderosos (Sassen 2005). La geografía de la globalización económica es estratégica y selectiva y esto es especialmente así en cuanto a la gestión, la coordinación, la provisión y la financiación de actividades económicas globales. El hecho de que dicha geografía sea estratégica es significativo al analizar las posibilidades de regular y gobernar la economía global. Existen sitios en esta geografía estratégica -la red de ciudades globales- donde la densidad de transacciones económicas y funciones de gestión de alto nivel convergen y representan a su vez una geografía estratégica de la toma de decisiones. Y también podemos verla como una geografía estratégica para reclamar la rendición de cuentas con respecto al daño ambiental. Es justamente porque el sistema económico global está caracterizado por la concentración enorme de poder en una cantidad limitada de grandes empresas multinacionales y mercados financieros globales que hay sitios concentrados (ya no dispersos) para la rendición de cuentas y para modificar los criterios de inversión. Interpelar y negociar con las sedes es muy diferente a tener que interpelar y negociar con miles de minas y de fábricas y con los millones de puntos de venta de dichas empresas globales. Pedir la rendición de cuentas se facilita hoy debido a reconocimiento de una crisis ambiental por parte de consumidores, políticos y medios de comunicación. Seguramente existen millones de pequeñas empresas locales que son responsables de mucho daño ambiental, pero dichas empresas se pueden controlar más fácilmente por las normas nacionales y el activismo local.
Un tema crucial que se desprende de todo lo dicho es la cuestión de las escalas en las que el daño ambiental se produce y en las que la intervención o el cambio deberían realizarse. Dichas escalas pueden ser diferentes a los niveles y sitios de la responsabilidad y la rendición de cuentas. La ciudad es una entidad enormemente compleja. Las ciudades son sistemas multiescalares donde muchas de las dinámicas que generan daño ambiental se constituyen y, a su vez, constituyen lo que llamamos la ciudad, y donde se implementan distintos niveles de políticas, desde el supranacional al subnacional. Además, las redes específicas de ciudades globales también constituyen una pieza clave de la escala global y, por ende, pueden ser pensadas como redes de sitios para la rendición de cuentas de los actores económicos globales.
La complejidad y diversidad urbana se incrementan por el hecho de que la sustentabilidad de las ciudades requiere abordar los sistemas legales y las lógicas de ganancias que subyacen en ellas y que posibilitan muchos de los aspectos ecológicamente dañinos de nuestras sociedades. La cuestión de la sustentabilidad de las ciudades no se puede reducir a algunas intervenciones modestas que poco afectan a estos sistemas importantes. Y las características de dichos sistemas varían según los países y también por la división Norte-Sur. Mientras en algunos dominios ambientales sí se puede limitar el tratamiento del tema al conocimiento científico, esto no es así en las ciudades. Algunos elementos no científicos tienen un papel crucial: cuestiones de poder, pobreza, desigualdad, ideología y preferencias culturales, son parte de la cuestión y de la solución. Una de las dinámicas principales de la actualidad es la globalización y la propagación de los mercados a más y más ámbitos institucionales. Las cuestiones de la política y las posibilidades de participación proactiva son una dimensión crucial del tratamiento de la sustentabilidad urbana, sea el apoyo y la participación ciudadana en el reciclaje y la gestión de residuos o los reclamos de rendición de cuentas a las grandes empresas globales conocidas por sus procesos productivos ecológicamente dañinos.
Adecuación de escalas
Las condiciones ambientales relacionadas con las ciudades operan en una variedad de escalas geográficas. En gran medida, las ciudades incorporan un rango de escalas en que funcionan las condiciones ecológicas y, en este sentido, se hace visible la adecuación de escalas. Además, las ciudades hacen que la característica multiescalar de los sistemas ecológicos esté presente y sea reconocible por sus habitantes. Esta capacidad urbana de generar visibilidad debería ser desarrollada y fortalecida, porque será crecientemente importante para las políticas públicas, no sólo para las ciudades sino también para los niveles regional, nacional y global. Para la mayoría de aquellos que escriben acerca de la gestión ambiental y la gestión urbana, la escala estratégica es la escala local (Habitat II; Local Agenda 21). Otros han argumentado desde hace mucho tiempo que la gestión urbano-ambiental no se puede separar de las cuestiones de gobierno global (Low, 2000); este argumento se ha utilizado en muchos análisis generales y no urbanos acerca de “la economía y el medio ambiente” (por ejemplo, Etsy, 1998; 1999).
Más allá de la regulación, la ciudad ofrece también una escala clave para la implementación de un abanico de políticas ambientales y es además un sitio de luchas relacionadas a la calidad ambiental que gozan o sufren diferentes clases socioeconómicas. La contaminación sonora, del aire y del agua se puede abordar parcialmente dentro de la ciudad, aún cuando las políticas relevantes sean de nivel nacional o regional. Miles de ciudades han promovido políticas ambientales que van más allá de las políticas nacionales y que a veces se oponen a las políticas nacionales; esto no es por ideales sino para enfrentar los potenciales impactos inmediatos, como la contaminación del aire y las inundaciones.
La gravedad de los desafíos ambientales a nivel urbano se ha incrementado por el proceso actual de globalización económica, que presiona directamente a las ciudades. Un ejemplo de dicha presión es la demanda empresarial global por un tipo extremo de ambiente construido (el paradigma del cual es Dubai) y la mayor demanda por insumos, transporte e infraestructura para la movilidad: la demanda enorme por madera, cemento, energía no renovable, transporte aéreo, camiones, buques, etc. Otro factor que la economía empresarial global ha conllevado es la subordinación de normas ambientales a los supuestos “requisitos” para el “libre” comercio global por parte de la Organización Mundial de Comercio. Finalmente, la privatización y la desregulación disminuyen el papel de los gobiernos, especialmente a nivel nacional, debilitando así sus poderes con respecto a la gestión ambiental.
La ciudad es un espacio estratégico para el encuentro directo y brutal de fuerzas extremadamente dañinas para el medio ambiente con las cada vez más agudas necesidades de viabilidad socio-ambiental. Mucho de lo que describimos como desafíos ambientales globales se materializa y se hace urgente en las ciudades. Los estándares nacionales e internacionales probablemente tienen que implementarse y aplicarse a la escala urbana (algunos tipos de acuerdos internacionales son cruciales -por ejemplo, cuando definen límites operacionales al consumo de recursos escasos por parte de cada sociedad nacional y su uso del mundo como un basurero global; otros acuerdos son problemáticos, especialmente el mercado de carbono, que tiene incentivos negativos: las empresas no tienen que modificar sus prácticas sino sólo pagar a otros por hacerse cargo de su contaminación). Existen límites a nivel local, especialmente en el Sur Global, donde los gobiernos locales tienen pocos fondos para actuar efectivamente, pero al mismo tiempo lo local es una escala en donde es posible lograr muchos objetivos concretos. Las autoridades locales están en una posición ventajosa para perseguir los objetivos de desarrollo sustentable como prestadores directos o indirectos de servicios, reguladores, líderes, socios y en algunos casos movilizadores de recursos comunitarios (por ejemplo, instituir una lógica de consumo sustentable se puede facilitar a través de zonificación y división, normas, códigos edilicios, planificación para transporte, agua y la gestión de residuos, recreación y expansión urbana, financiación -impuestos ambientales- y a través de la introducción de factores ambientales en el diseño de presupuestos, compras, licitaciones y contratos -ver el trabajo de Satterthwaite y otros investigadores para una base de datos globales muy completa con respecto a estos temas). Cada ciudad tiene un conjunto único de tales elementos y también lo es su modo de inserción dentro de los ecosistemas locales y regionales. Esta especificidad de las ciudades implica conocimiento local, lo cual debería contribuir a la comprensión de las condiciones globales. El caso del agujero en la capa de ozono ilustra bien este fenómeno: el daño se produce localmente (debido a los autos, casas, fábricas, etc.) pero sus impactos se hacen visibles y mensurables en los polos del planeta (donde no hay autos ni edificios).
Existe un debate acalorado, que surgió en el comienzo de los ´90 y permanece irresuelto, que posiciona la escala global contra la local como la escala más estratégica para abordar la gestión ambiental. Redclift (1996) argumentó que no podemos gestionar el medio ambiente a nivel global. Los problemas globales se generan por la acumulación de procesos de producción y consumo, muchos de los cuales se concentran dentro de los centros urbanos del mundo. Para Redclift, primero tenemos que lograr la sustentabilidad a nivel local; él argumenta que los acuerdos y organismos internacionales tienen poca relación con (y por ende, conocimiento de) los procesos por los cuales se está transformando el medio ambiente. Pero no todos están de acuerdo. Satterthwaite (1999) ha argumentado hace mucho tiempo que necesitamos responsabilidades globales y no podemos tenerlas sin acuerdos internacionales. Low (2000) ha argumentado que tenemos un sistema global de relaciones empresariales en el cual las autoridades municipales se encuentran crecientemente involucradas. Este complejo sistema transnacional es crecientemente responsable por la salud y la destrucción del planeta. Los procesos de desarrollo actuales ponen en foco la cuestión de la justicia ambiental a nivel global, algo que si hubiese surgido anteriormente se hubiese manifestado a nivel nacional durante las primeras etapas de la industrialización.
Aquí se deberían hacer dos observaciones. Una, que aquello que referimos como el nivel local puede implicar más de una escala. Por ejemplo, las actividades de una empresa multinacional de minería o manufactura involucran múltiples localidades, esparcidas por el mundo. Estas localidades integran un nivel de organización superior que emerge como escala global de actividades. Una gran parte del trabajo de saneamiento y prevención será necesario para cada conjunto de daños ambientales producido localmente, pero será necesario también abordar la estructura organizacional global de las empresas responsables. Así también, el enfoque en la competitividad de ciudades individuales en una economía global ha impedido que los líderes políticos y los analistas comprendan cabalmente hasta que punto la economía global requiere redes de ciudades y no solamente una ciudad global “perfecta”. Por consiguiente, las redes de ciudades específicas son plataformas naturales para el desarrollo de alianzas transnacionales de ciudades que pueden hacer frente a las demandas de las empresas globales. Un beneficio clave que brindan los acuerdos internacionales es que previenen que algunos países o ciudades se aprovechen de aquellas que implementan políticas ecológicamente sustentables. Implementar tales políticas probablemente implica costos, por lo menos en el corto plazo, lo cual puede disminuir la competitividad de aquellas ciudades y países que las implementan, aún si tales políticas incrementan la competitividad en el largo plazo. Las ciudades que logran implementar tales políticas no deberían pagar los costos de la ausencia de semejantes políticas en otras ciudades, a nivel nacional o internacional. Esto hace necesario a veces aplicar políticas que restrinjan el traslado de los costos ambientales a otras localidades (por ejemplo, los incendios producidos para deshacerse de enormes extensiones de bosque en Indonesia para desarrollar la agricultura industrial -en este caso, plantaciones de aceite de palma para abastecer al mercado global- han producido regularmente espesas mantas de humo sobre Singapur, un estado-ciudad que ha implementado normas de control de contaminación de aire que suelen implicar mayores impuestos para sus habitantes y empresas).
La segunda observación es que la mayor parte de la literatura acerca de la sustentabilidad urbana ha enfocado su atención a los impactos ambientales de las prácticas de consumidores y familias. Cuando se mide la performance de las ciudades, inevitablemente los individuos y las familias resultan ser unidades de análisis muy útiles. Sin embargo, este enfoque conlleva problemas. Para las políticas, dicho enfoque suele enfatizar actividades domésticas de separación y reciclaje de residuos, sin prestar atención al tema fundamental de cómo un sistema económico valoriza modos de producción no ecológicamente sustentables. Así, un enfoque exclusivamente urbano puede fácilmente ignorar los sistemas económicos y ecológicos globales involucrados que no se pueden abordar desde el nivel de las familias y las empresas individuales. Por ejemplo, aquellos que insisten en que las emisiones de gases de efecto invernadero se tendrán que controlar al nivel local tienen parcialmente la razón, pero estas emisiones también se tendrán que controlar a los niveles macro de nuestros sistemas económicos.
Conclusión: hacia un análisis ecológico urbano multiescalar
Estas múltiples cuestiones se pueden concebir analíticamente como cuestiones de escala. La adecuación de escalas se puede ver como una manera de abordar lo que ahora suele verse como dicotomías: local o global, mercado o estado, ecologismo verde o marrón. He encontrado algunos trabajos analíticos escritos por ecologistas acerca de la adecuación de escalas, muy iluminadoras en su conceptualización de la ciudad en este contexto. La noción de que los sistemas complejos son sistemas multiescalares más que multiniveles y que la complejidad reside precisamente en las relaciones entre escalas es especialmente relevante. “Cuando los acontecimientos globales parecen estar estrechamente relacionados con los detalles, un sistema requiere ser tratado como un sistema complejo”. Estos autores argumentan que la tensión entre escalas geográficas es una característica de los sistemas ecológicos complejos y dicha tensión indudablemente existe en las ciudades. La comprensión de cómo las tensiones entre escalas operan en el contexto de la ciudad podría mejorar el análisis de los daños ambientales asociados con la urbanización y de las maneras por las cuales las ciudades pueden ser una fuente de soluciones. “Hasta que los ecologistas comprendan mejor el tema de las escalas, la disciplina quedará limitada a descripciones detalladas a un nivel. Tratar de abordar todo a apenas un nivel es poco manejable y turbio”. Se podría argumentar esto fácilmente para el caso de ciudades, especialmente para enfatizar la escala local de la investigación e implementación.
La adecuación espacial y temporal del objeto de análisis es crucial. Esto implica la distinción del objeto de análisis y las variables contextuales, las cuales en el caso de las ciudades podrían ser población, economía, etc. La ejecución de estas prácticas analíticas nos ayudaría evitar la falacia de culpar a la ciudad por el daño ambiental. La eliminación de las ciudades no resolvería la crisis ambiental. Tenemos que comprender las posibilidades de modificar sistemas específicos de poder, sistemas económicos, sistemas de transporte, etc., que implican modos de uso de recursos no sustentables ecológicamente. La aglutinación de estos variados sistemas en formaciones urbanas es una condición analíticamente distinta de los sistemas involucrados. La distinción entre sistemas específicos y variables contextuales también nos ayuda a evitar la falacia de concebir a la ciudad como una unidad limitada y cerrada. En mi investigación de ciudades y globalización, conceptualizo a la ciudad como un sistema multiescalar a través del cual circulan múltiples circuitos económicos transnacionales altamente especializados. Este concepto se puede aplicar a las ciudades y a la dinámica ambiental. En este caso, la ciudad es un sistema multiescalar por el cual atraviesan múltiples circuitos socio-ecológicos específicos. No es un sistema cerrado. Las ciudades son aglutinaciones de múltiples circuitos de “daño”, “restauración” y políticas.
Hay un conjunto de temas específicos planteado por la investigación de sistemas ecológicos, que señalan estrategias analíticas posiblemente fructíferas para comprender a las ciudades y los procesos de urbanización en términos de condiciones ambientales y en términos de políticas. Una de las razones de dicha utilidad es que todavía luchamos para comprender y ubicar a los diversos tipos de dinámicas ambientales en el contexto urbano y cómo abordar las políticas. Con respecto a las políticas de remediación y de saneamiento el quehacer es más claro y fácil de comprender. Pero no es tan fácil comprender a la ciudad como un sistema más amplio, justamente por las varias escalas que posee, tanto como sistema de capacidades distribuidas como en cuanto sistema político-económico y jurídico-administrativo. Es decir, cada familia o empresa puede reciclar sus residuos, pero no puede abordar efectivamente el tema más amplio del consumo excesivo de recursos escasos; el acuerdo internacional puede incluir medidas globales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero depende de países, ciudades, empresas y familias individuales para implementar los pasos necesarios; y el gobierno nacional puede aplicar normas ambientales, pero depende de sistemas de poder económico y sistemas de producción de riqueza. Un paso analítico clave es decidir cuáles de los abundantes procesos políticos, económicos, sociales y ecológicos y cuáles de las escalas se necesitan para explicar una condición ambiental específica (sea negativa o positiva) y para diseñar una acción o respuesta específica. Otro paso analítico es incorporar las escalas temporales de las variadas condiciones y dinámicas urbanas: ciclos del ambiente construido, de la economía, de las infraestructuras y de ciertos tipos de herramientas financieras. La combinación de estos dos pasos nos ayuda a deconstruir una situación dada y ubicar sus condiciones constitutivas dentro de una amplia cuadrícula de escalas espaciales, temporales y administrativas.
La conexión entre escalas espaciales y temporales, evidente en los procesos ecológicos, puede ser útil analíticamente para abordar algunas de estas cuestiones de las ciudades. Lo que parece negativo en una escala espacial o temporal pequeña, puede resultar positivo en una escala más grande. Para un conjunto dado de perturbaciones, los ecosistemas pueden responder de maneras diferentes en escalas espaciales y temporales diferentes. Por ejemplo, podemos decir que las extensiones individuales de un bosque vienen y van pero que el volumen total del bosque puede mantenerse relativamente constante. Este ejemplo nos lleva a preguntar si una ciudad requiere un sistema más grande que pueda neutralizar el impacto de grandes perturbaciones. Un resultado de la investigación por parte de los ecologistas en este dominio es que los movimientos a través de escalas suscitan cambios que son el proceso dominante: no es sólo una cuestión de mayor o menor escala sino que el fenómeno en sí cambia. Sistemas inestables se hacen estables; sistemas de control desde abajo hacia arriba se convierten en sistemas de control desde arriba hacia abajo; la competencia se vuelve menos importante. Esto también nos ayuda a reflexionar acerca de las ciudades como la solución para muchos tipos de daño ambiental: cuáles son las escalas donde podemos comprender a la ciudad como una fuente de soluciones a la crisis ambiental.
Un tema importante, suscitado por la adecuación de escalas dentro de la investigación ecológica, es la confusión frecuente entre niveles y escalas: lo que se presenta como un cambio de escalas es en realidad un cambio de niveles. Un cambio de escala resulta en nuevas interacciones y relaciones, muchas veces una organización distinta. Un nivel, por otro lado, es una posición relativa en un sistema organizado jerárquicamente. Por lo tanto, un cambio en niveles implica un cambio de cantidad o tamaño más que la formación de una entidad diferente. Un nivel de organización no es una escala, aún si puede tener una escala o estar en una escala. Escala y nivel son dimensiones diferentes.
Relacionar algunas de estas distinciones analíticas al caso de las ciudades nos sugiere que una manera de conceptualizar a la ciudad como multiescalar es comprender que algunas de sus características, especialmente la densidad, modifican la naturaleza de un acontecimiento. El acontecimiento individual es distinto de su resultado total; no es apenas la suma de acontecimientos individuales, es decir, una cantidad mayor de acontecimientos. Es un acontecimiento distinto. La ciudad contiene ambas cosas, y así se puede describir como materializando un abanico amplio de daño ambiental que puede involucrar escalas y orígenes muy diferentes pero que se constituye en términos urbanos: emisiones de CO2 producidas al nivel micro por autos y edificios se convierten en una contaminación de aire masiva que cubre toda la ciudad, con efectos que van más allá que la emisión de CO2 en sí. Microbios del agua y del aire se materializan como enfermedades en la escala de la casa y el cuerpo de un individuo y se materializan como epidemias que prosperan por los efectos multiplicadores de la densidad urbana y que son capaces de desestabilizar a las actividades de empresas cuyas maquinas no tienen ninguna sensibilidad intrínseca a la enfermedad.
Una segunda manera por la cual la ciudad es multiescalar es en la geografía de los daños ambientales que produce. Algunos daños son atmosféricos, algunos son internos al ambiente construido de la ciudad, como podría ser el caso de residuos o enfermedades, y algunos daños se manifiestan en lugares lejanos en el mundo, como es el caso de la deforestación.
Una tercera manera por la cual la ciudad se puede ver como multiescalar es que su demanda por recursos puede implicar una geografía de extracción y procesamiento que atraviesa todo el planeta, aunque lo atraviesa en la forma de un conjunto de sitios individuales limitados pero distribuidos por el mundo. Esta geografía mundial de extracción se materializa en formas específicas y particulares (por ejemplo, muebles, joyería, maquinaria, combustible) dentro de la ciudad. La ciudad es un momento (el momento estratégico) en esta geografía global de extracción y es diferente de la geografía en sí.
Una cuarta manera por la cual la ciudad es multiescalar es que materializa una variedad de niveles políticos. Es uno de los sitios claves donde un abanico amplio de políticas (supranacionales, nacionales, regionales y locales) se materializa en procedimientos, normas, sanciones, formas de cumplimiento y tipos de violación específicos. Estos resultados específicos son diferentes que las políticas mismas porque las políticas se diseñan e implementan en otros niveles de gobierno.
También es importante la necesidad de considerar la posibilidad de conflictos en y entre escalas espaciales. Los ecologistas pueden operar en escalas espaciales y temporales amplias, observando los efectos de actividades locales en condiciones de nivel macro como el calentamiento global, la formación de lluvia ácida y el saqueo global de los recursos naturales. Los ecologistas que tienen un enfoque de gestión muchas veces tienen que operar en escalas temporales pequeñas y niveles limitados, buscando medidas de restauración y saneamiento para una localidad particular, las cuales pueden tener poco impacto en la condición más amplia involucrada y pueden llegar a disminuir la percepción de la urgencia de cuestiones más relevantes de consumo de recursos y así postergar las respuestas necesarias. Por otro lado, los economistas o las empresas tienden a enfatizar la maximización de ganancias en un sitio particular durante un período específico de tiempo.
Las ciudades son sistemas complejos en sus geografías de consumo y de producción de residuos y esta complejidad también hace que las ciudades sean cruciales para la producción de soluciones. Algunas de las geografías de prácticas ecológicamente sustentables en las ciudades operarán también a través de todo el mundo. La red de ciudades globales descrita en la sección anterior se convierte en un espacio de la escala global para la gestión de inversiones pero también (potencialmente) para la reconversión de inversiones de capital global ecológicamente destructivas en inversiones responsables. Dicha red contiene los sitios de poder de algunos de los actores más destructivos, pero también (potencialmente) los sitios para exigir la rendición de cuentas de tales actores. La escala de la red es diferente a la escala de las ciudades individuales que constituyen la red.
Todo lo anterior resalta las múltiples maneras en las cuales la escala de la ciudad se presenta. La ciudad es un sistema multiescalar en el doble sentido de lo que allí se materializa y de las distintas jurisdicciones políticas que operan en las ciudades (nacional, supranacional y subnacional). La lógica circular que los ecologistas quieren introducir en el funcionamiento de ciudades, es decir, la reutilización de materiales para minimizar los residuos, implicará circuitos espaciales que operan en distintas escalas. Algunos circuitos serán internos al ámbito de la residencia, otros operarán en toda la ciudad y otros circularán por todo el planeta.
SS
Traducción: Hayley Henderson
Saskia Sassen es Profesora de Sociología en la Universidad de Columbia. Es autora de varios libros, entre los que se destaca su ya clásico The Global City (traducido por EUDEBA, Buenos Aires: La Ciudad Global), de 1991, actualizado y reeditado en 2001.
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