N. de la R.: Esta nota reproduce el Capítulo 2, Marco Conceptual, del libro Biodiversidad Urbana. Apuntes para un sistema de áreas verdes en la Región Metropolitana de Buenos Aires, de Diego Garay y Leonardo Fernández, publicado recientemente por la Editorial de la UNGS.
Si bien en la actualidad existe un interés creciente en las áreas verdes metropolitanas, expresado fundamentalmente en la opinión pública y en las ONG dedicadas a temas ambientales, prevalece la visión tradicional que se basa en un enfoque fragmentado de la temática, al extremo de leer cada espacio verde como una unidad carente de vinculación con el medio local y regional donde se inserta.
Dicha situación se agrava ante las grandes carencias que padecen numerosos municipios de la Región Metropolitana, que de manera equivocada, interpretan la temática de espacios verdes como no prioritaria.
Si entendemos que los espacios verdes, además de cumplir funciones ambientales, son ámbitos de sociabilidad, de representación, y constituyen elementos fundamentales en la construcción del paisaje de la Región, sin duda entonces, podríamos pensar en otra escala de valoración.
Algunos municipios han realizado experiencias en este sentido; sin embargo, se han encontrado con graves dificultades al momento de fijar políticas y estrategias de gestión para sus espacios verdes. Dificultades relacionadas con aspectos económicos, con la falta de acceso a la información en la temática, con un asesoramiento técnico insuficiente, y especialmente, la visión tradicional con la que son mirados estos espacios, lleva a una carencia de respuestas acorde a la realidad actual, en un marco de ausencia de una contraparte en la escala zonal y regional.
En esta propuesta de un Sistema de Áreas Verdes Metropolitano intentamos introducir un enfoque integral y sistémico de la temática, que permita comprender a las áreas verdes como partes interrelacionadas de un todo complejo, y que involucran en mayor o menor medida los diversos aspectos del planeamiento territorial, ambiental y del paisaje.
Tres conceptos, Sistema Complejos, Biodiversidad y Sostenibilidad, guían esta mirada, que tiene como principal objetivo instalar la temática de Áreas Verdes en la agenda de las políticas de la Región Metropolitana, en concordancia con las necesidades actuales y futuras de la región. La idea de sistema, que nos permite analizar la región desde una visión integral, la complejidad como característica propia de un sistema socioecológico, el concepto de biodiversidad, relacionado a la visión de los sistemas complejos, en cuanto a sus infinitas interrelaciones y como catalizador de las perturbaciones del sistema, y finalmente la idea de sostenibilidad, como guía en el diseño y gestión de las áreas verdes, serán los conceptos que abordaremos en este capítulo, intentando fijar el marco conceptual de esta propuesta.
1. Sistemas Complejos
El estudio de un ecosistema natural que ha sufrido la acción del hombre por medio de la explotación de sus recursos, renovables o no renovables (agrosistemas e industrias extractivas), o bien por la instalación de asentamientos humanos de diversos tipos, incluyendo las grandes urbanizaciones y las obras de infraestructura, supone la consideración del conjunto de los elementos que intervienen en tales procesos (y de los procesos sociales, económicos y políticos a ellos asociados), de sus partes o factores constitutivos, sus interrelaciones y sus interacciones con otros fenómenos o procesos. Es decir, supone concebir el objeto de estudio como un sistema complejo (García, Rolando, 2006, Sistemas complejos, Gedisa, Barcelona, p. 39).
Luego de treinta años de investigación, junto a Jean Piaget, y de la participación en grupos de estudio sobre las implicancias del cambio climático, entre otros estudios, Rolando García define con claridad el abordaje de este concepto. Entiende que un sistema complejo es una representación de un recorte de la realidad, comprendido como una totalidad organizada (un sistema) en las que sus componentes no son separables y deben ser estudiados interdisciplinariamente.
Los sistemas pueden ser descomponibles, es decir, se los puede comprender a partir de la separación de cada uno de los componentes que lo conforman, analizando las entradas y salidas en cada componente del sistema, o complejos, al estar formados por componentes heterogéneos, en permanente interacción con el medio que los rodea y entre ellos, donde será necesario para su comprensión, el estudio de sus interacciones.
“Los sistemas biológicos, ecológicos, sociales, son sistemas complejos” (Ibíd. anterior, p. 121).
Por lo tanto, si partimos de la base que el conjunto de las áreas verdes (cuando nos referimos a “áreas verdes”, consideramos al conjunto integrado por plazas, plazoletas, parques, reservas, arbolado urbano, jardines privados y públicos, espacios verdes colaterales, de las grandes infraestructuras de transporte y ríos y arroyos, y espacios de dominio público asilvestrados) de la Región Metropolitana es un subsistema de un sistema ecológico, podemos interpretar entonces, que para su comprensión el conjunto de la áreas verdes debería ser analizado en el marco conceptual de los sistemas complejos, mirada que nos permite acercarnos al objeto de estudio sin simplificaciones o mutilaciones.
Centrados en el conjunto de áreas verdes como objeto de estudio, lo analizaremos como un sistema complejo, cuyos componentes son: sus límites, sus elementos (subsistemas) y su estructura. Y entenderemos que estos componentes se encuentran insertos en una dinámica de procesos propios y externos, dada la característica abierta de los sistemas complejos.
1.1. Componentes del Sistema
1.1.1. Límites
Es necesario establecer un recorte para ayudar a definir el sistema. El recorte suele explicitarse físicamente, pero también se expresa en términos de procesos o flujos que intervienen desde dentro y fuera de los límites, estableciendo las condiciones de esos límites. Estos flujos pueden poseer una velocidad de cambio lento o significativo, modificando todo el sistema.
En nuestro caso de estudio, podemos fijar el límite físico del Sistema de Áreas Verdes Metropolitano (SAV), en los partidos que se encuentran sobre la Ruta Nº 6, que denominamos Área Rural, en el Río de la Plata y el Delta del Paraná, el conjunto de los tres grandes ecosistemas que rodean a la mancha urbana. Físicamente es clara su condición de borde, en tanto marcan el fin de la Región Metropolitana; sin embargo, los límites de un sistema complejo no deben igualarse al de los sistemas cerrados, porque en ellos tienen lugar procesos que inciden en su interior.
Por ejemplo, las reservas de Punta Lara y de Costanera Sur reciben la influencia del Delta y del Río de la Plata, y el Área Rural, como naciente de los tres grandes ríos y numerosos arroyos de la Región, define su subsistencia. Asimismo, cambios en la formas de producción agraria, por ejemplo, emprendimientos de agricultura orgánica, podrían disminuir la contaminación por agroquímicos en los cursos fluviales; en cambio, el aumento de la urbanizaciones, cavas y tosqueras, en el Área Rural, contribuiría a la impermeabilización y a la pérdida de suelo vegetal, entre otras alteraciones, que inciden en el funcionamiento de ríos y arroyos, y en su capacidad de corredores de biodiversidad.
1.1.2. Elementos
Los elementos del sistema no son independientes, poseen interrelaciones entre ellos, interactúan unos con otros, y a la vez cada uno forma una unidad, un subsistema del sistema. Su forma de organización determina también las condiciones del límite.
En el SAV los elementos son: los corredores de biodiversidad (fluviales, viales y ferroviarios), los nodos (plazas, parques y reservas) y los enlaces (zonas de conexión dadas por su valor ambiental y localización). Cada uno de ellos tiene su propio funcionamiento como subsistema, pero depende e influye en los otros. Los nodos contribuyen a los corredores como postas en el camino, y los enlaces, en muchos casos, vinculan los nodos con los corredores; sin embargo, la sostenibilidad de los nodos depende de la existencia de los corredores, que a su vez dependen de los grandes ecosistemas (límites) que vinculan.
Todos se vinculan en mayor o menor medida con los flujos de la urbanización. Las plazas, parques y enlaces, se encuentran insertos en un medio eminentemente antropizado, que provee de constantes perturbaciones al sistema verde, con incidencias de mayor o menor dimensión en los otros componentes del sistema.
1.1.3. Estructura
Los límites, elementos y sus interrelaciones determinan una forma de organización, que se denomina estructura. Esta es comprendida a partir del conocimiento de cada uno de los límites, elementos y sus relaciones, ya que estas, en conjunto, construyen la estructura del sistema. A su vez, la organización total del sistema impone sus leyes a los subsistemas o elementos. Las partes y el todo interactúan de manera dialéctica.
La estructura no es estática sino dinámica, fluctúa permanentemente, como las interacciones del sistema con el medio (en nuestro caso, por ejemplo, con el medio urbano) donde se inserta, lo que García denomina condiciones de contorno. Estas fluctuaciones pueden ser de pequeña escala y no modifican la estructura del sistema, otras, en cambio, exceden cierto límite y desorganizan la estructura total. Podríamos decir que el sistema natural original de la región ha sufrido fluctuaciones de tal magnitud que han dado origen a otro sistema.
La historia de un sistema informa sobre su estructura, ya que su historia “está constituida por una sucesión de estructuraciones y desestructuraciones” (García, Rolando, op. cit., supra, nota 9, p. 119).
1.2. Procesos y Dinámica
Los procesos que actúan en un sistema complejo pueden analizarse en tres niveles:
El primer nivel corresponde al nivel local, tiene relación directa con el objeto de estudio.
El segundo nivel, que García denomina metaprocesos, tiene que ver con aquellos procesos más generales, en términos prácticos se asocian a fenómenos de escala regional o nacional, e inducen cambios significativos en el primer nivel.
El tercer nivel son aquellos de escala nacional o internacional y determinan la dinámica de los procesos del segundo nivel.
Cada nivel tiene actores y dinámicas distintas; sin embargo, el tercer nivel explica al segundo y este último al primero.
Cambios en la economía mundial favorecen el desarrollo del monocultivo en el área rural, y provocan una disminución en los niveles de biodiversidad, disminuyendo el aporte de los corredores a los nodos y enlaces.
Al tratarse de un sistema abierto, dinámico, este recibe lo que se denomina perturbaciones que pueden ser exógenas, que actúan sobre las condiciones de contorno, o endógenas, que modifican alguna de las relaciones internas dentro del sistema. Estas perturbaciones pueden no alterar la estructura cuando son amortiguadas o incorporadas al sistema, presentando una situación estable a pesar que las relaciones entre sus elementos fluctúan. Cuando las perturbaciones no pueden ser absorbidas, el sistema se torna inestable, se reorganiza, hasta adoptar una nueva estructura.
2. Biodiversidad
El concepto de biodiversidad es por demás complejo, por lo tanto, su uso varía de acuerdo al tiempo, al contexto y a las disciplinas; a su vez, pertenece a un campo de estudio en construcción.
A comienzo de la década de 1980, el biólogo marino Eliot E. Norse planteó por primera vez el concepto de diversidad biológica, y en 1985, Walter G. Rosen utilizó la contracción “biodiversidad” aludiendo a la diversidad genética, al número de especies y a la variedad de comunidades ecológicas.
En 1992, la Convención sobre Diversidad Biológica, entendida como el primer tratado internacional sobre ambiente, con un amplio contenido social, definió el concepto como: “La variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otros, ecosistemas terrestres, marinos y otros ecosistemas acuáticos, y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad en cada especie, entre especies y de los ecosistemas” (Núñez, Irama y otros, 2003, “La Biodiversidad: Historia y Contexto de un Concepto”, en Interciencia, vol. 28, nº 7, Caracas, p. 390).
Como idea base, la biodiversidad es la propiedad de los sistemas vivos de ser distintos, diferentes entre sí. Esta propiedad, que nace luego de largos procesos, trae aparejada una serie de ventajas al ser humano, a partir de su relación con otros seres vivos.
La dependencia del ser humano con los diversos sistemas biológicos representa una lista larga de beneficios, como son: la degradación de desechos orgánicos, la formación de suelo y el control de la erosión, la fijación de nitrógeno, el incremento de los recursos alimenticios y su producción, el control biológico de plagas, la polinización de plantas, la regulación del clima, los productos farmacéuticos y naturistas, el secuestro de dióxido de carbono, entre otros. A pesar de estos beneficios, en la actualidad existe un marcado agotamiento y creciente degradación de los sistemas biológicos y de su diversidad.
Si bien la actividad humana ha contribuido a mantener especies y ayudado a la diversidad genética a partir de la domesticación de vegetales y animales, sin embargo, el crecimiento poblacional y la agricultura tecnificada han restado valor a la flora y fauna nativa, y han promovido una menor variedad de cultivos junto al uso intensivo de plaguicidas, riego y fertilizantes.
Por otra parte, la alteración y sobreexplotación de especies y sus hábitats, la introducción de especies exóticas invasoras y los procesos que alientan el cambio climático (según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, IPCC–UN, las causas del cambio climático se deben en gran parte a la actividad humana, sobre todo, al sector energético y la deforestación) han disminuido la diversidad biológica de escala regional, incidiendo en aspectos de la cultura local y potenciando los efectos negativos de la globalización.
La actividad humana ha afectado a la biodiversidad del planeta, y tanto es así, que sobre un total de 1.589.361 especies conocidas, 16.306 especies presentan amenaza de extinción (según la “Lista Roja”, año 2007, de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza y Recursos Naturales, IUCN).
Dado el impacto en la reducción de especies por la actividad humana, que simplifica la estructura biótica, el estudio de la biodiversidad se ha convertido en el parámetro de medición del efecto directo o indirecto de la actividad humana en los ecosistemas y mide la heterogeneidad de un sistema biológico (Halffter, Gonzalo y Exequiel Ezcurra, 1992, “¿Qué es la biodiversidad?”, en Halffner, Gonzalo, compil., La diversidad biológica de Iberoamérica, Instituto Nacional de Ecología, Secretaría de Desarrollo Social, Volumen Especial, Acta Zoológica Mexicana, Zalapa, México). Podríamos decir que a mayor variedad de especies, los ecosistemas poseen mayores posibilidades de supervivencia y presentan mayor información para su conocimiento. En este sentido, Salvador Rueda acota: “Y al igual que los humanos, el resto de los seres vivos son también portadores y transmisores de información”.
La perturbación de la actividad urbana en los procesos naturales ha generado una selección de organismos que aún dentro de la ciudad subsisten, y es lo que Rueda denomina biodiversidad urbana. Estos organismos se desarrollan dentro de la mancha urbana y en su hinterland o entorno de abastecimiento, de donde la ciudad extrae recursos para su existencia.
Por tal motivo, el análisis del crecimiento de la ciudad y su área de influencia, en base a la medición de la reducción de la biodiversidad dentro y fuera de la ciudad, cumple un rol protagónico.
Se debe controlar procesos, ya que no es solo la variedad lo que importa, sino los sistemas orgánicos y su relación entre sí. El medio natural, o naturalizado, siempre garantiza una cierta continuidad de los sistemas y la sostenibilidad dentro de un medio antrópico.
El crecimiento difuso que muchas ciudades presentan actualmente, como la región metropolitana que nos ocupa, fragmenta el territorio generando manchas con reducida biodiversidad. Estudios norteamericanos indican que bosques disminuidos a menos de 50 has. reducen la biodiversidad de aves en un 50% (Rueda, Salvador y otros, 2006, Libro Verde de Medio Ambiente Urbano, Ministerio de Medio Ambiente, España).
La heterogeneidad de ambientes es funcional a las necesidades de varias especies que requieren zonas distintas para cubrir diversas funciones, como refugio, alimentación, descanso y reproducción, situación que suele agravarse cuando condiciones climáticas o plagas anulan la capacidad de algunos de estos ambientes.
Por otra parte, a mayor cantidad de espacio habitable para flora y fauna, mayor es el número de especies. El avance de la impermeabilización del suelo, su esterilización y la construcción de barreras ambientales, producen la “banalización” de la flora y la fauna, con el consiguiente deterioro del sistema hasta su desaparición.
Sin embargo, el medio urbano tiene una estructura heterogénea que permite la existencia de un variado mosaico de biotopos dispersos, encontrándose gran variedad de especies que han sabido adaptarse a las zonas urbanas y perirubanas. Estos no constituyen un fenómeno aislado y sus estudios indican una importante relación con los hábitats no urbanos, razón por la cual la aplicación de los indicadores de biodiversidad en estos ámbitos ayuda a comprender tanto cambios ambientales, como sostenibilidad y calidad de los sistemas (Boada, Marti y Laia Capdevila, 2000, Barcelona Biodiversitat urbana, Editorial Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona, p.16).
Por tanto, aumento de las superficies verdes y hábitats acuáticos, corredores de conexión (fluviales, ferroviarios y viales), permeabilización de barreras ambientales, protección y manejo ambiental de áreas rurales y de sus penetraciones en la mancha urbana, protección del verde urbano existente y de los ecosistemas naturales, son acciones básicas para garantizar y promover la diversidad de ambientes, de especies y genética.
En este sentido, cabe señalar algunas medidas introductorias que tienen por objetivo reconocer el valor de la biodiversidad en el funcionamiento de un sistema de áreas verdes:
– Reconocer la matriz natural y su proceso de transformación por efectos de la antropización.
– Determinar cuáles son los causantes de la reducción de la biodiversidad.
– Elegir los métodos más adecuados a cada ecosistema para la medición de la biodiversidad.
– Identificar nodos, áreas y conectores con marcada diversidad biológica.
– Definir criterios de manejo y protección en ámbitos de diversidad biológica.
– Generar nuevos nodos y conectores de biodiversidad.
– Enmarcar las investigaciones, planes y acciones dentro de una visión ecosistémica.
– Promover la investigación, educación y divulgación, de las ventajas de la biodiversidad.
3. Sostenibilidad
En 1972, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, se aprueba la Declaración de Estocolmo, que introduce por primera vez a nivel internacional la dimensión ambiental como condicionadora y limitadora del modelo tradicional de crecimiento económico y del uso de los recursos naturales.
En 1987 se presenta ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el llamado “Informe Brundtland”, con el título “Nuestro Futuro Común”, elaborado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, presidida por Gro Harlem Brundtland, entonces primera ministra de Noruega.
El informe plantea la necesidad de un cuestionamiento al modelo de desarrollo de los países desarrollados y su imitación por parte de los países en desarrollo, señala la incompatibilidad entre los modelos de producción y consumo, el uso racional de los recursos naturales y la capacidad de soporte de los ecosistemas, y define el desarrollo sostenible como: “Es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
La utilización del vocablo “sustentabilidad” se encuentra por primera vez en la Declaración de Cocoyot (Naciones Unidas, México, 1974), y es publicada en 1980 por la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN) con el título “Estrategia Mundial de la Conservación”. A su vez, en 1986 la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, define y difunde el concepto “desarrollo sostenible”.
“Su raíz latina proviene de sustinere que significa ‘sostener, mantener, sustentar’, aunque la influencia del vocablo inglés sustainable añade a estos significados otros como ‘soportar y tolerar’, de ahí que se haya impuesto el epíteto de ‘sostenible’, en lugar de ‘sustentable’” (Luffiego García, Máximo y Jose María Rabadán Vergara, 2000, “La evolución del concepto de sostenibilidad y su introducción en la enseñanza”, en Enseñanza de las ciencias: revista de investigación y experiencias didácticas, vol. 18, nº 3, España, p. 474).
Dado que en la actualidad el uso del concepto es muy variado y muchas veces degradado, utilizaremos el análisis y la clasificación que proponen autores como Gilberto Gallopín. Gallopín, desde una perspectiva sistémica, plantea la diferencia entre sostenibilidad y desarrollo sostenible de un sistema (Gallopín, Gilberto, 2003, “Sostenibilidad y desarrollo sostenible: un enfoque sistémico”, en Serie Medioambiente y desarrollo, nº 64, Naciones Unidas/CEPAL, Chile). Desarrollo sostenible implica cambio en el sistema, y por otra parte, sostenibilidad alude al mantenimiento del sistema.
En este sentido, podemos encontrar:
– Sostenibilidad del sistema humano únicamente
Donde la economía es lo que importa y la naturaleza se relega a la función de proveedora de recursos y servicios naturales y a sumidero de los desechos producidos por la actividad humana. Se orienta a reemplazar lo natural por lo artificial, principio de sustituibilidad, donde la tecnología será la solución al agotamiento de los recursos naturales. Los sistemas ecológicos solo están en función de la sostenibilidad del componente humano. Es la que se denomina sostenibilidad muy débil. Responde a la visión antropocéntrica extrema.
– Sostenibilidad del sistema ecológico principalmente
Se opone a la anterior, privilegiando la sostenibilidad ecológica por encima de los aspectos económicos y sociales. Es la denominada “verde a ultranza” o sostenibilidad muy fuerte, anhela la preservación del ambiente desde una mirada biocéntrica.
– Sostenibilidad del sistema socioecológico total
A partir de reconocer las importantes vinculaciones entre sociedad y naturaleza, se entiende al sistema como un todo y no como dos sistema separados (hombre – naturaleza).
Desde un punto de vista, se inscribe dentro de la idea de sostenibilidad fuerte, desde la que se comprende a los recursos naturales como insumos esenciales de la producción económica, del consumo y del bienestar general del sistema, y no deben reducirse, porque la pérdida de muchos de ellos afectaría a procesos ecológicos y bioquímicos, tornándolos irrecuperables. “Se ha calculado que la especie humana consume el 40% de la producción neta vegetal continental (Vitousek et al., 1986), lo cual es evidentemente insostenible” (Rueda, Salvador y otros, op. cit, supra, nota 19).
También puede ser inscripta desde la sostenibilidad débil, ya que determinado capital manufacturado puede reemplazar a algún capital natural, sin afectar procesos ecológicos más allá de ciertos límites.
En este sentido, Gallopín señala: “Considerando los argumentos sobre la inconmensurabilidad del capital ecológico y manufacturado, uno de los problemas importantes que se plantea es la elección de criterios, para asignar un valor a los activos ecológicos […] Pero es demasiado lo que no sabemos y en esta situación hay que aplicar el principio precautorio”.
Veremos entonces cuáles son las propiedades fundamentales, según Gallopín, para la sostenibilidad de un sistema socioecológico total:
– Disponibilidad de recursos de todo tipo, naturales y socioeconómicos, del sistema.
– Adaptabilidad y flexibilidad, capacidad de reconocer los cambios en el ambiente y adaptarse a la nueva situación.
– Homeostasis general, capacidad del sistema de mantener el equilibrio, su estructura, frente a los cambios.
– Capacidad de respuesta ante los cambios, capacidad “de hacer” frente a ellos, saber cambiar las estrategias con autodependencia, ejercer control sobre sus propias interacciones, y empoderamiento, propiedad solo aplicable al subsistema humano, referida a la capacidad de innovar e inducir el cambio.
El concepto de desarrollo sostenible se diferencia del de sostenibilidad, en cuanto es opuesto a la idea de mantener, sostener; este, necesariamente, implica cambio.
Se busca hacer sostenible el proceso de mejoramiento del sistema, evitando el crecimiento indefinido y cuantitativo del consumo de energía y materiales. En este sentido, frente a los importantes cambios que se producen en el planeta, se hace necesario redefinir la idea de progreso. Plantea Salvador Rueda al respecto: Las armas ideológicas para repensar la ciudad provienen de un concepto relativamente nuevo: el desarrollo sostenible. Un pensamiento todavía adolescente y, por tanto, sin una personalidad del todo definida, pero que crece día a día y que ya acumula la suficiente fortaleza para inspirar la toma de decisiones. El biólogo y comunicador ambiental Ramón Folch, ha escrito que “la sostenibilidad no es un valor en sí misma. Ni siquiera es un objetivo claro y bien definido. La sostenibilidad es un proceso, o mejor dicho una declaración comprometida de intenciones, orientada a superar las disfunciones del actual modelo socioeconómico. Ello exige una revisión previa de la estrategia socioecológica dominante, razón que explica por qué la reflexión sobre la sostenibilidad surgió entre las filas del ecologismo. Pero la sostenibilidad trasciende la dimensión ambiental para instalarse en el siempre vaporoso territorio de los comportamientos humanos, porque, además de tomar medidas, comporta cambiar actitudes”.
La pregunta, entonces, se refiere a sobre qué es lo que ha de sostenerse y qué es lo que hay que cambiar. Frente a ello, Gallopín propone:
– Eliminar las rigideces y obstáculos acumulados;
– Identificar y proteger la base de conocimiento y experiencias acumuladas que son importantes como los cimientos para avanzar;
– Sostener las bases sociales y naturales de adaptación y renovación, e identificar y acrecentar la capacidad necesaria de renovación que se ha perdido;
– Estimular la innovación, la experimentación y la creatividad social (Ibíd. anterior, p. 22).
El Sistema de Áreas Verdes Metropolitano deberá enmarcarse claramente en la idea del desarrollo sostenible, ya que si el objetivo central es cambiar y mejorar la situación actual de los espacios verdes, esto solo será posible, en la medida en que sean entendidos en el marco de un sistema complejo, como subsistema del sistema socioecológico, donde los conceptos de biodiversidad y desarrollo sostenible deberán guiar su comprensión, su puesta en práctica y su gestión, única manera de garantizar su sostenibilidad.
A la luz del marco conceptual, tendremos, así, un sistema socioecológico que contiene a un subsistema ambiental, que implica los subsistemas de cuencas, residuos y áreas verdes (Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda- DPOUT, 2007, Lineamientos Estratégicos para la Región Metropolitana de Buenos Aires, Buenos Aires).
El SAV tendrá por componentes: los límites, el Delta del Paraná, el Río de la Plata y el Área Rural, los elementos, que son los corredores de biodiversidad, los nodos y los enlaces, y la estructura, que surge de las interrelaciones entre los límites y los elementos.
Este subsistema abierto y dinámico desarrollará procesos internos y externos, a partir de las relaciones con los otros subsistemas y con el sistema sociecológico.
Frente a las perturbaciones que pueden modificar al subsistema, los parámetros de biodiversidad informarán sobre las incidencias menores o darán el alerta sobre incidencias mayores, y los criterios de desarrollo sostenible redefinirán el plan de acción, tanto para el mantenimiento del subsistema, como para realizar los cambios necesarios que la situación demanda.
DG y LF
Diego Garay es Arquitecto especializado en ordenamiento territorial y planificación del paisaje. Graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), completó estudios de posgrado en Paisaje Cultural (UPC-Barcelona) y de maestría en Paisaje (UNLP). Se desempeñó como especialista en temas de planificación urbana y territorial, tanto en la Secretaría de Planeamiento de la Ciudad de Buenos Aires, como en la Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires.
Leonardo Fernández es Ecólogo urbano y urbanista graduado en la Universidad Nacional de General Sarmiento de la República Argentina (UNGS). Es investigador-docente del Instituto del Conurbano de la UNGS a partir de 2002. Tiene estudios de master en Desarrollo urbano y territorial (Barcelona, España). Fue profesional de la Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires y consultor en temas territoriales a nivel nacional, provincial y municipal.
Biodiversidad Urbana. Apuntes para un sistema de áreas verdes en la Región Metropolitana de Buenos Aires. Diego Garay y Leonardo Fernández, UNGS, 2013, Los Polvorines, 144 ps. ISBN: 978-987-630-148-0
Sobre Leonardo Fernández, ver también en café de las ciudades:
Número 74 | Ambiente
“De los ríos no me río” | Ana Carolina Herrero y Leonardo Fernández investigan (seriamente) las cuencas metropolitanas de Buenos Aires | Marcelo Corti
subsistema de un sistema ecológico: Como contracción se utiliza la palabra ecosistemas” y estos se caracterizan por: “1) ser sistemas abiertos; 2) estar formados por elementos tanto bióticos como abióticos; 3) poseer componentes que interaccionan estableciendo mecanismo de retroalimentación; 4) presentar interacciones que establecen redes tróficas (alimenticias) e informacionales; 5) estar estructurados jerárquicamente; 6) cambiar en el tiempo y 7) poseer propiedades emergentes”. Maass, José Manuel y Angelina Martinez Yrizar (1990), “Los Ecosistemas: definición, origen e importancia del concepto”, en Revista Ciencia, Especial, 4, Centro de Ecología UNAM, México, p.14.
biodiversidad urbana: “Si existe un rasgo que define la riqueza y la complejidad de una ciudad es el contacto, el intercambio, la comunicación entre los portadores de información. Y al igual que los humanos, el resto de los seres vivos son también portadores y transmisores de información. De este modo, una ciudad rica y compleja es un entorno denso en información, por lo que la pérdida de diversidad biológica, también cultural y social, empobrece la cartografía vital de cualquier sistema urbano”. Rueda, Salvador, Los principios de la sostenibilidad, Agència d’Ecologia Urbana, Barcelona.
“Biotopo: Término que en sentido literal significa ambiente de vida y se aplica al espacio físico, natural y limitado, en el cual vive una biocenosis. La biocenosis y el biotopo forman un ecosistema. La noción de biotopo puede aplicarse a todos los niveles del ecosistema […]. Biocenosis: Término que engloba el conjunto de las comunidades vegetales (fitocenosis), animales (zoocenosis) y de microorganismos (microbiocenosis), que se desarrollan en un biotopo determinado” (Encarta).
Sobre el uso “muy variado y muchas veces degradado” del concepto “sostenibilidad”, ver también en café de las ciudades:
Número 51 | Ambiente y Economía de las ciudades
Sobre el origen el uso y el contenido del término sostenible | Demandas de operatividad sobre un concepto ambiguo | José Manuel Naredo
principio precautorio: Gallopín, Gilberto, op. cit., supra, nota 23, pp. 17 y 14. El principio precautorio de La Declaración de Río sobre Medio Ambiente y el Desarrollo, de las Naciones Unidas, de 1992, lo define de la siguiente manera: “Ante la amenaza de daños irreversibles, la falta de conocimientos científicos no debe ser excusa para postergar la adopción de medidas efectivas para prevenir la degradación ambiental”.