Sucesivos paradigmas urbanos, reflejados en denominaciones más o menos marketineras, han sido impulsados desde las administraciones públicas y los programas académicos. La noción misma de Espacio Público es una incorporación relativamente reciente, como explica Manuel Delgado cuando se refiere a esta como ideología, abstracción conceptual en la cual se pretende materializar la democracia, la justicia espacial, la tolerancia entre las personas y la igualdad de derechos. El mismo autor alerta que el “sueño” de condensar en el Espacio Público todas estas premisas, se derrumba en cuanto este intersecta con la realidad de una sociedad desigual, injusta e intolerante con quienes no encajan en las ideas de civismo, también impulsadas desde los mismos dispositivos institucionales.
En esta línea también podemos encontrar a las ciudades “inteligentes”, que pretendían resolver las problemáticas urbanas a través del despliegue de la tecnología. Esta idea, a priori sensata, de desplegar el conocimiento científico – técnico al servicio de mejores infraestructuras, empieza a ser cuestionada en la medida que requiere de financiamiento y alianzas entre los gobiernos y las empresas (que no necesariamente tendrán los mismos objetivos), en relación también a cuán inclusivas podrán ser estas ciudades (que requieren de grandes inversiones en las viviendas, vehículos, equipamientos, etc.), y respecto a la incidencia de estas empresas y el Estado en la vida privada de las personas, en la medida que parte de su despliegue tecnológico consiste en recopilar gran cantidad de datos personales.
Más recientemente, el auge del concepto “Ciudad de los 15 minutos” (impronta diseñada originalmente para París que ahora se replica o intenta replicar en ciudades de todo el mundo) se difunde como la creación individual de Carlos Moreno, presentado como urbanista asesor en el marco de la gestión de gobierno de la alcaldesa Anne Hidalgo, iniciada en 2014. Este “nuevo” paradigma propone una ciudad policéntrica donde todas las necesidades de las personas (trabajo, educación, salud, cuidados, cultura) puedan resolverse en trayectos de 15 minutos de tiempo como máximo, con sus consecuentes mejoras sociales y ambientales, como la reducción de la contaminación en el aire y la reducción del consumo energético, entre otras.
Respecto a este paradigma, interesa entonces destacar que, más allá de la impostura cultural del “star system” (trasladada al ámbito del urbanismo y la arquitectura) de asignar autorías individuales a cada concepto, ni la Ciudad de los 15 minutos, ni ninguna otra concepción urbana es una creación individual.
En este caso particular, todas las partes que componen esta propuesta fueron impulsadas desde hace décadas por numerosos colectivos, y la noción es deudora a su vez de las geografías y activismos feministas, que vienen alertando sobre la necesidad de proximidad de los servicios y equipamientos de cuidados en las ciudades, de ubicar la Vida Cotidiana en el centro de los planes urbanos, de apuntar a la equidad en relación al uso del tiempo, entre otros grandes aportes, condensados a su vez en conceptos como el Urbanismo ecofeminista que promulgan Zaida Muxi y Yayo Herrero, la Ciudad Cuidadora que describe Blanca Valdivia, e incluso desde instituciones como la CEPAL/ONU, que desde Buenos Aires abrieron el debate en 2022 en el marco de las jornadas internacionales denominadas “La sociedad del cuidado”. En este sentido, el propio Carlos Moreno, si bien no reniega de la autoría personal del concepto, explica que en su desarrollo profesional se ha nutrido del trabajo de referencias de diferentes épocas y enfoques, como la “living city” de Jane Jacobs en los sesenta, la misma Ciudad inteligente, (que él mismo explica como “un fracaso”, ya que colaboró con su impulso a inicios de los 2000, y vio como 10 años después las empresas impulsoras de estas tecnologías retiraron sus inversiones), la necesidad inminente de afrontar las causas del cambio climático y sus efectos sistémicos, que son responsabilidad de los modos de producción a nivel mundial; la “ciudad sostenible”, a la que asocia con las ideas de Muhammad Yunus (economista, Premio Nobel de la Paz por la creación del sistema de microcréditos Grameen), entre otras.
Más allá de la impostura cultural del “star system” (trasladada al ámbito del urbanismo y la arquitectura) de asignar autorías individuales a cada concepto, ni la Ciudad de los 15 minutos, ni ninguna otra concepción urbana es una creación individual.
Como corolario además, en el caso de la Ciudad de los 15 minutos, este slogan, diseñado para comunicar con simpleza y claridad estas ideas sobre cómo debería transformarse la ciudad en clave ecológica y sostenible, se convierte paradójicamente en blanco de los movimientos de ultraderecha, que interpretan que la proximidad propuesta oculta en realidad ensayos de confinamiento forzoso de la ciudadanía. Esta descabellada distorsión de la idea original pone además a su “creador” en el blanco directo de amenazas personales, ubicándolo en un lugar análogo a lo que ocurre con los políticos.
El propio Carlos Moreno, si bien no reniega de la autoría personal del concepto, explica que en su desarrollo profesional se ha nutrido del trabajo de referencias de diferentes épocas y enfoques, como la “living city” de Jane Jacobs en los sesenta
Estos fenómenos dan lugar a su vez a pensar cuáles son los límites y desafíos para la disciplina urbanística y sus paradigmas teóricos, cuando se intenta incidir en las políticas públicas concretas y tangibles. ¿Cómo hacemos para comunicar estas ideas correctamente? ¿Replicar estas nociones de autorías individuales es positivo a tal fin? Los espacios de enseñanza y aprendizaje del urbanismo y las instituciones de la administración pública deberían doblegar esfuerzos para evitar reproducir esta idea del “urbanismo/arquitectura “de autorx”, que en realidad no existe ni existió nunca como tal. Sí lo personal es político, la ciudad, quizás el dispositivo colectivo más interesante y potente de la sociedad, es una creación colectiva y comunitaria.
AR
La autora es urbanista. Docente investigadora en la Universidad de Buenos Aires. Estudió planificación y gestión urbana en España y Argentina, y trabajó en proyectos y planes de ordenamiento urbano y territorial a escala local, municipal, y urbana.
Actualmente es Directora del proyecto de investigación El urbanismo feminista en la planificación urbana, en el marco de su doctorado en curso, y es asesora en el Ministerio de Obras Públicas argentino. Es una de las autoras del Glosario de las ciudades.
Sobre el tema, ver también en café de las ciudades las notas Las promesas de la ciudad de los 15’, de Artemio Abba, y Nuestra ciudad de los 13 minutos y medio, El maceterismo, enfermedad infantil del urbanismo táctico y La pulsión chiquitista, de Carmelo Ricot.