N. de la R.: El texto de esta nota está basado en la presentación del autor en el Primer Foro Regional “Oportunidades y desafíos para el desarrollo de ciudades intermedias”, realizado en Goya, Corrientes, el pasado 26 de septiembre con presencia de numerosas delegaciones de la región litoraleña argentina. Participaron del mismo Daniel Frana, Javier Varani, Leopoldo Fidyka, Alejandro Naclerio, Elvira Balbo, Hugo Gorgone, Marcela Vío y Marcelo Corti. Fue coordinador del Foro el Secretario de Producción, Empleo y Desarrollo Sustentable de la Municipalidad de Goya, Contador Daniel Avalos. A él agradecemos la invitación y las atenciones recibidas, como asimismo al Intendente Municipal Lic. Francisco Osella y al Dr. Fabio Quertglas.
Según datos de 1991, aun no actualizados en la página Web del INDEC, la República Argentina cuenta con un total de 785 localidades, de las cuales 26 poseen más de 100.000 habitantes, 28 tienen entre 50.000 y 99.999 habitantes, 185 tienen entre 10.000 y 49.999 habitantes y 546 localidades tiene entre 2.000 y 9.999 habitantes.
El concepto de ciudades intermedias remite, en principio, a consideraciones demográficas y especialmente la cantidad de población. A los efectos de esta nota tomaré como tales a aquellas ciudades argentinas que no integran aglomeraciones metropolitanas y cuyo rango de población puede definirse en decenas de miles de habitantes, abarcando los dos rangos definidos por el INDEC entre 10.000 y 99.999 habitantes (podrían también considerarse aquellas que superan escasamente los 100.000 habitantes y que no son capitales provinciales). Este rango las ubica:
– por encima de las pequeñas poblaciones sin masa urbana, generalmente cabeceras de municipios en áreas rurales o muy despobladas, o integrantes secundarias de jurisdicciones municipales.
– por debajo de las ciudades integrantes de la red urbana principal: el AMBA, las ciudades y áreas metropolitanas de entre 500.000 y 1.000.000 de habitantes, y las ciudades de entre 200.000 y 400.000 habitantes que, en general, son capitales provinciales o importantes cabeceras de áreas estratégicas.
Las ciudades intermedias así definidas, según la misma fuente y censo, nucleaban en 1991 el 20,4% de la población argentina (algo menos de 6 millones de habitantes). Son en general cabeceras de un hinterland rural comprendido en un municipio o de áreas productivas, agropecuarias, portuarias, turísticas, etc. Si bien suelen ser cabeceras municipales, en general no son capitales provinciales ni sedes regionales para una serie de sistemas: judicial, universitario, eclesiástico, servicios empresariales, transporte, etc., lo cual las coloca en un nivel secundario como proveedoras de servicios respecto a las capitales provinciales y a las grandes metrópolis, (y a la vez les genera ciertas restricciones de financiamiento). Como atractivo de localización poblacional, tienen:
– La oferta de buenos standards de calidad de vida en términos de contacto y relación con la naturaleza, consumo de tiempo utilizado en viajes cotidianos, servicios y actividades recreativas, seguridad, integración comunitaria, etc.
– La existencia de actividades económicas generadoras de empleos (en ocasiones, conformando clusters empresariales).
– La creciente facilidad para la vinculación exterior a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Cabe señalar sin embargo que, aunque se han reconocido en algunas ciudades (el caso de Tandil) indicios sobre la existencia de un importante crecimiento migratorio post-crisis 2001/02, no es posible todavía corroborar esta posible tendencia con datos censales.
Las tareas de planeamiento urbano en estas ciudades intermedias son, en esencia, las mismas que en otras escalas de ciudades, pero sus particularidades demográficas y funcionales modifican o focalizan las prioridades a considerar por el planificador. Por ejemplo, respecto a las decisiones básicas del planeamiento físico:
– Asignación de usos del suelo
– Determinación de límites al crecimiento urbano
– Determinación de pautas para el crecimiento y la renovación urbanas
La planificación territorial debería así determinar sitios en los que resulta conveniente promover o admitir la expansión, identificar espacios de oportunidad para la renovación interior (áreas degradadas, antiguos cuarteles o espacios portuarios, áreas ferroviarias o fabricas desactivadas, etc.) y caracterizar las áreas aun no urbanizadas que deben seguir manteniendo un carácter de explotación rural o reserva natural, o en las que las condiciones ambientales hacen desaconsejable el asentamiento humano.
En particular, el planeamiento urbano de estas ciudades debe determinar pautas de localización de, por ejemplo:
– Parques industriales, si es que estos resultan adecuados como patrón de localización industrial.
– Edificios en altura, en particular los que procuran realizar en el territorio rentas extraordinarias (por ejemplo, de tipo agrario)
– Barrios de vivienda social, procurando evitar su localización inadecuada y generadora de sobrecostos de urbanización y de segregación urbana.
– Barrios cerrados y otros enclaves (parques temáticos, cementerios parque, etc.), decidiendo en principio la conveniencia de su localización y, solo posteriormente, el sitio más adecuado para la misma y los criterios de mitigación
– Equipamientos públicos y sociales, espacios verdes, espacio público
El planeamiento urbano debe también proponer criterios y espacios para la movilidad y el transporte y procurar la racionalización de redes y recorridos. Una cuestión recurrente en estas ciudades intermedias es el de la ubicación o reubicación de terminales de ómnibus y otros puntos de transferencia de transporte, etc. Suelen ser ciudades con dificultades para establecer sistemas de transporte público rentable, debido a la falta de una masa crítica de usuarios, pero en cambio pueden ser muy aptas para el uso de bicicletas y motos (debido a las cortas distancias, los climas benignos y las topografías más o menos llanas) y también para la cobertura mediante servicios de taxis y remises.
La cuestión ambiental, siempre transversal a las políticas urbanas, involucra distintos tipos de decisiones de planeamiento urbano:
– Redes de provisión de agua corriente y saneamiento cloacal.
– Sistemas de eliminación de residuos domiciliarios, disposición de plantas de disposición final, tratamiento, etc.
– Mitigación de impactos causados por actividades extractivas o productivas, o por el turismo masivo.
– Preservación de sistemas ambientales de calidad en el entorno natural.
El caso emblemático de Gualeguaychú remite a otra particularidad de las ciudades intermedias: su alta sensibilidad respecto al impacto territorial y ambiental de decisiones tomadas en otros niveles jurisdiccionales.
Otra familia de decisiones se relaciona con aspectos socioeconómicos:
– Búsqueda de cohesión socio-territorial, políticas contra la segregación territorial. Esto involucra, además de la consideración del espacio público como factor de equidad y convivencia (un tópico reiterado de los años recientes), la implementación de políticas urbanas que consideren en términos de igualdad a los distintos sectores de la ciudad y de políticas urbanas directas de inclusión territorial, políticas de inclusión digital, etc.
– Consideración del orgullo ciudadano como objetivo esencial de las políticas urbanas (más que la frivolidad del city marketing…), en especial las relativas a la conformación del paisaje urbano, políticas de preservación patrimonial, etc.
– Gestión de la competencia y, mejor que aquella, la solidaridad entre ciudades: establecimiento de redes en el territorio, complementación con ciudades y pueblos menores, sistemas trans-jurisdiccionales.
– Control de la renta urbana y financiamiento de las inversiones infraestructurales, obras públicas y fondos de compensación a partir de la captación de plusvalías y otros instrumentos de fortaleza fiscal.
Estas decisiones de planeamiento se materializan en instrumentos de gobierno urbano: normativa urbanística (códigos), normativa y gestión ambiental (en particular, evaluación y auditoría de impactos), espacios de participación institucionalizada, organismos y métodos de control, espacios de integración territorial, etc.
La repetición acrítica de modelos urbanos consagrados (la “franquicia” urbanística) no es aconsejable para ninguna ciudad, y mucho menos para estas ciudades intermedias argentinas donde la escasez de recursos económicos convive con un valioso capital social de calidad ambiental, redes comunitarias y patrimonio cultural y productivo. La fascinación por los modelos ajenos suele llevar a dos “modelos” de fracaso: el que proviene de repetir en forma inconsistente lo actuado en otras latitudes, el que resulta de la inacción como consecuencia de un sentimiento de inferioridad. Como alternativa, las ciudades pueden aprender sin prejuicios de los logros y los problemas de los modelos nacionales e internacionales, pero deben sobre todo preocuparse por su derecho y su deber a generar su propia agenda de desarrollo urbano. En esa agenda siempre serán aspectos prioritarios la consideración de la ciudad como instrumento de redistribución territorial de la riqueza, la idea de que la calidad urbana se define por la forma en que viven los sectores sociales más desfavorecidos, y la convicción para respetar el ayer, solucionar el presente y actuar para un mañana mejor.
MC
Sobre planeamiento urbano y territorial en la Argentina, ver también la nota La ausencia de una legislación territorial en la Argentina, en este número de café de las ciudades.
Sobre el sistema ambiental y territorial del río Paraná, del cual forma parte la ciudad de Goya, ver también en café de las ciudades:
Número 47 I Lugares
Bigness Paranaensis I El agua que brilla, la Triple Frontera, la Tierra sin Mal. I Marcelo Corti
Ver la página de la Municipalidad de Goya en la Web.