La Horqueta fuori le mura
Durante la Semana Santa de este 2009, la Municipalidad de San Isidro (el más rico y elegante de los distritos que constituyen el Area Metropolitana de Buenos Aires) intentó cercar con un muro parte de su límite con el vecino partido de San Fernando, de manera de cortar la comunicación entre el próspero barrio de La Horqueta y la humilde vecindad de Villa Jardín, al otro lado de la fronteriza calle Uruguay. Según el Intendente de San Isidro, Gustavo Posse, la “obra” fue planificada por pedido de algunos vecinos del lado sur de la calle, ante la sucesión de hechos delictivos perpetrados por individuos que la usarían para escapar hacia “el condado vecino” (como se dice en las traducciones de las series policiales norteamericanas).
A diferencia de otros muros de la vergüenza, el Muro de La Horqueta no se distinguía por la solidez constructiva ni por la sofisticación tecnológica. Los organismos técnicos encargados de su diseño y construcción previeron un simple dispositivo de parapetos de hormigón premoldeado y alambrados superiores, modulados entre postes metálicos. En la práctica, el pretendido Muro no alcanzó para contener la furia de los vecinos que, indignados por la segregación a la que se los pretendía someter, se encargaron de demoler (literalmente) una política pública de “seguridad” a golpes de maza y empujones colectivos. ¡Sic transit gloria mundi!
La Horqueta in my mind
El nombre del barrio La Horqueta se debe a la particular forma que adquiere en planta la bifurcación de la autopista Panamericana, entre sus respectivos ramales a Tigre y a Escobar y Pilar, inmediatamente al norte del cruce con la Avenida Márquez (o Camino de Cintura). La Horqueta se encuentra entonces claramente delimitada por estos dos brazos de la autopista. Hacia el norte el tejido urbano está cortado por una serie de equipamientos deportivos y recreativos (Boulogne Golf Club, San Isidro Club), fábricas, barrios privados y terrenos ferroviarios en el límite entre los municipios de San Isidro y San Fernando: de este modo, la calle Uruguay y el Camino Real Morón – San Fernando constituyen el borde norte del barrio. Estos límites duros y bien consolidados generan un carácter de cluster cerrado, con muy pocos accesos desde el exterior: solo se ingresa a La Horqueta por los cruces viales de Sucre, Int. Tomkinson, José Ingenieros y Uruguay, desde el este, y Capitán Juan de San Martín y Camino Real, desde el oeste.
A fines de los años ’50, con la construcción de la autopista, la zona se consolida como un área de casas quintas y, en su extremo norte, establecimientos industriales (Osram, Avon y otros), que paulatinamente van remplazando a las antiguos usos rurales intensivos: chacras, criaderos y viveros (de los cuales muy pocos persisten). Con el tiempo, las casas quintas van transformándose, de segunda residencia o vivienda de fin de semana, en residencia principal de sus moradores, y las nuevas edificaciones se construyen con dicho propósito. La Horqueta se consolida así, en especial en el último cuarto del siglo XX, como un área residencial para sectores de ingresos medios altos y altos, uso hegemónico que solo se interrumpe en la implantación de la sede del Colegio Goethe y en el eje comercial de la calle Blanco Encalada.
El uso residencial se caracteriza por la marcada homogeneidad social de los pobladores. Los principales atractivos del barrio para estos sectores parecen ser la fuerte segregación espacial que originan las barreras constituidas por ambos ramales de la Autopista Panamericana, las calles arboladas y de poco tránsito y las excelentes conexiones vehiculares que brindan ambos ramales de la Autopista Panamericana.
Si bien el barrio carece de adecuados equipamientos comerciales, recreativos, educativos, de salud, administrativos, etc., la señalada conexión vehicular permite el rápido acceso a esas funciones en automóvil privado. Claro está que esto restringe la posibilidad de residir en el barrio a familias cuyos ocupantes dispongan de al menos uno o dos automóviles particulares, en una relación cercana a uno por cada integrante adulto. De esta forma, los habitantes de la Horqueta tienen un acceso relativamente rápido y sencillo a equipamientos comerciales como el Unicenter-Jumbo o el Shopping Soleil-Carrefour, a los centros de salud ubicados entre la avenida Márquez y la avenida de la Unidad Nacional, a los centros educativos privados del municipio de San Isidro y, a través de la Avenida Márquez, a los equipamientos del centro de San Isidro. Pero al tenerlos en el exterior de su barrio, a la vez se aseguran condiciones de “tranquilidad” y disfrute de la naturaleza propios de la baja densidad suburbana.
Como contrapartida, el barrio carece de espacios públicos o privados representativos y aglutinadores de la comunidad, con la sola excepción del mencionado eje comercial sobre la calle Blanco Encalada, casi en la intersección de las bisectrices del triángulo sobre el que se ubica el barrio. Este es un centro caracterizado por algunos comercios diarios y periódicos, la galería Las Brujas (a partir de la cual se originó dicho centro comercial, y de la cual se dice que fue creada por vecinas del lugar cansadas de la falta de lugares de reunión en el barrio) y algunos establecimientos gastronómicos, bancarios, etc. La saturación de las plazas de estacionamiento en el área indican que la forma predominante de acceso a este eje comercial es el automóvil privado, a pesar de que por su ubicación estratégica ya mencionada, el lugar es fácilmente accesible a pie o en bicicleta desde casi toda La Horqueta. Este déficit puede atribuirse a razones culturales (excesiva dependencia del automóvil privado por parte de residentes que, como ya hemos dicho, basan su movilidad en dicho medio de transporte), pero también en el inadecuado diseño de las calles (hostiles al tránsito peatonal y ciclístico) y, no menos importante, en la sensación de inseguridad reinante en nuestra sociedad a partir de las sucesivas crisis económicas y sociales que caracterizaron los últimos 30 años. La misma inseguridad a la que el municipio quiso responder con el malhadado muro.
La imagen del barrio se caracteriza por las calles arboladas y la edificación de baja altura y densidad, en general con construcciones de tipo chalet de tejas o similar. En los últimos años, la consolidación de la Autopista Panamericana como eje de comunicación metropolitano, y del barrio como área residencial de prestigio, aumentaron la demanda de vivienda en el área y así estimularon la aparición de varios emprendimientos del tipo “dúplex”, que en general reproducen las características paisajísticas ya mencionadas.
A pesar de la fuerte separación de La Horqueta respecto al mundo exterior y sus “peligros”, la percepción de la tribu residente es precisamente la contraria: la de vivir en un barrio excesivamente vulnerable a la intención de acceder en la que insisten, porfiados, los forasteros. Ya en los ’80, La Horqueta fue dotada de unos estratégicos canteros de ladrillo, ubicados en medio de algunas esquinas para dificultar el acceso de ómnibus escolares al Colegio Goethe. Y según algunos vecinos, el pedido del muro se originó en la intención de disminuir de 30 a 10 los accesos externos al barrio (las cifras están tomadas de un informe periodístico y no disponemos de fuentes sobre sus fundamentos).
La arquitecta Alejandra Potocko, conocedora del barrio, sostiene que “esta iniciativa tiene antecedentes en el barrio. Se discutió muchos años sobre la posibilidad de colocar garitas con barreras en los accesos desde Panamericana y Acceso Norte, con la intención de evitar “fugas” si sucedía algún hecho delictivo. También se han cerrado con esa modalidad calles cortadas, permitiendo sólo el acceso de los residentes, todoesto con seguridad privada. Por suerte estas medidas duraron poco tiempo, gracias a la queja de otros vecinos”.
Según razona Eduardo Reese en una entrevista en Página 12, “lo interesante es que la gente de La Horqueta puede venir a pasear por la puerta de mi casa, pero no puedo ir yo a pasear por la puerta de su casa”…
El huevo de la serpiente…
Entre profesionales, funcionarios, técnicos y académicos del urbanismo, el episodio de La Horqueta generó la misma unanimidad (en este caso, más previsible) que en el conjunto de la sociedad civil, que tanto en San Isidro como en otros sitios rechazó y ridiculizó la propuesta del muro. La lista de correo electrónico Política Urbana Argentina recogió por ejemplo la opinión de Celina, arquitecta: “como el intendente Posse, lamentablemente siempre van a existir quienes en el ejercicio del poder tengan excelentes “ideas”, rápidas, de intolerancia y “solución final” para actuar en realidades urbanas y sociales complejas, cuando la tensión llego al máximo. Por supuesto, para que prosperen deben tener el consenso de todos nosotros. Como profesionales que de distintas maneras hacemos, pensamos y creamos ciudad tenemos la obligación de no permitir por apoyo o omisión que se levanten estos muros -aun en el ámbito de las ideas-, porque sino cada vez será mas remota la posibilidad de tener una sociedad democrática y ciudadana”.
Jorge , que trabaja como consultor auxiliar urbano para el PROMEBA (Programa de Mejoramiento de Barrios) de San Fernando, refiere que “el lunes y martes pasado vimos atónitos cómo se colocaba el muro y el enrejado. Los vecinos se manifestaron pacíficamente. Hasta los vecinos de San Isidro están en contra de la medida y obviamente es repudiada desde todos los sectores del Municipio de San Fernando, que realizó un recurso de amparo. Propongo que quienes podamos, desde el puesto de dirigentes, académicos, docentes, profesionales o simplemente como ciudadanos, tratemos de contribuir dando a conocer esta noticia y tratando de explicar el grave error que esto reviste desde el punto de vista tanto urbanístico como social y humano. Por mi parte, junto con mi equipo de trabajo organizamos talleres de capacitación y concientización ciudadana regularmente en el barrio y vamos a proponer nuevas instancias a raíz de lo sucedido”.
A Raúl Fernández Wagner no lo sorprende la decisión de construir el muro. “Es más”, sostiene, “creo que está bien, no el hecho, sino que haya tomado tanta difusión, y esté generando un creciente rechazo. Hoy es el muro, así como antes fue la “operación abanico” (que se aplicó en “la Horquilla”, la villa de la Horqueta) que significaba expulsar (¿dispersar en abanico, quizás?) a los pobladores de las villas, y la mas reciente ordenanza -que extiende dicha “operación”- para limitar las condiciones de acceso a las viviendas del Plan Federal, con lo que se interviene en la urbanización de las villas y se expulsará mas población. En fin, estemos atentos, porque en el marco de la “campaña destituyente” (para mi mucho más que del actual gobierno)- se viene echando una sombra sobre las garantías y derechos de la democracia. Por eso este rechazo que provoca “el muro” -que espero sea generalizado- puede aportar un aire fresco, pues pareciera que esa población, “meloneada” por los medios con discursos xenófobos, se encontraría no obstante dispuesta a pelear por la ciudad abierta, en contra del ghetto. Si después podemos sostener y relacionar esto con un sentido más amplio de derechos, donde podamos enmarcar la lucha social por la ciudad en una lucha por el derecho a la ciudad, habremos avanzado”.
Para Laura, arquitecta y ex concejal, “los derechos de acceso a espacios públicos van desapareciendo. A mi entender, enfrentamos algunas cuestiones que se vienen arrastrando históricamente: la apropiación de los espacios públicos como plazas y parques y aún la vía pública, que va siendo “cercada” por el supuesto de la inseguridad, o la limitación del acceso a los cursos de agua”.
Fuera del ámbito técnico, otros sanisidrenses ven con preocupación la iniciativa del muro. Santiago, empresario e integrante de la ONG Inicia, dice querer “puentes y no muros; este año organizaremos una maratón en el partido de Vicente López (vecino a San Isidro) justamente para construir puentes de inclusión”. Ricardo, que es abogado, cree que el muro “es un bochorno; no tiene nombre; es tan brutal y pelotudo que todo el mundo se opone. Pero quisiera saber cuantos de los que rechazan el muro estarían de acuerdo con erradicar La Cava y otras villas del partido”.
También Laura vincula el imaginario acerca de la villa con el episodio de La Horqueta: “San Isidro tiene más muros que el de la calle Uruguay, como por ejemplo el que divide La Cava de sus vecinos acomodados”. Y para Fernández Wagner, “este muro es el corolario de una acción que viene de muchos años y que pudimos ver entre 2003 y 2005 trabajando en La Cava. El intendente Posse siempre quiso sacar las villas de San isidro. La tierra vale mucho. Pero no pudo. El trabajo de la comisión de tierras y los vecinos de La Cava, las acciones del CELS y del COHRE (con amparos incluidos) impidieron las acciones. Siempre la salida fascista estuvo presente. Discriminación, estigmatización y criminalización (“pobres igual a delincuentes”) siempre formaron parte de su discurso. Incluso, cuando justifico el muro en un reportaje dijo algo así como que las villas “ya las tienen controladas”; este era el paso siguiente. Este es solo un punto más. Posse siempre procedió así. Aprietes (a nosotros nos interpeló un trabajador social-matón cuando fuimos a La Cava… a ver que queríamos) y tampoco nadie me saca de la cabeza que la abrupta salida del cura (progresista) que por años había trabajado en la villa se debió al acuerdo entre Posse y el Obispo Casaretto. Había que abrir el camino…”.
La fórmula del crimen y algo que ya sabíamos
En su artículo Crime and punishment: an economic approach, publicado en 1968 en el Journal of Political Economy N. 76, Gary Becker desarrolló un modelo matemático que pretendía explicar la tendencia de un potencial delincuente a cometer actos ilícitos a partir del análisis económico de costos y beneficios del acto delictivo. Becker propuso una fórmula:
BN= (1-P) Pu – c – W
Donde:
BN: es el beneficio neto pecuniario y no pecuniario del acto delictivo
1-P: es la probabilidad de no ser atrapado por el sistema policial y judicial (siendo P la posibilidad de serlo)
Pu: es la pena en caso de ser atrapado
c: otros costos para llevar a cabo el delito
W: wages, salarios perdidos debido a disponer del tiempo de trabajo en la economía legal para en cambio planificar y cometer el delito
El informe El Desorden Urbano – Los problemas locales de la calidad de vida y el crecimiento (FIEL, 2007), del cual referimos este modelo, explica que la persona cometerá el delito si BN>0 y si BN>m, siendo m una suerte de “umbral moral”, determinado, influido o modificable a través de la cultura y la educación. Con convicciones morales firmes, un sujeto no se quedará con una valija llena de dinero encontrada en la calle, mientras que otro que carezca de ese “umbral” podrá matar a un niño indefenso para robarle un par de zapatillas.
La fórmula de Becker tiene la virtud de desacomodar el diálogo de sordos entre “fachos” y “garantistas” ingenuos. Para estos, resulta difícil digerir el plus pro-delictivo de una baja penalidad esperada; sin embargo, nótese que según esta fórmula un código de penas tan severo como el cubano no resultaría temible para un delincuente que confiara en no ser atrapado por deficiencias o connivencias del sistema policial (una “maldita policía”) o judicial. La baja en los ingresos salariales de los trabajadores (“W”) o su ausencia por una alta tasa de desempleo (en especial cuando ésta se focaliza en ciertos núcleos sociales y/o territoriales) y la amplitud de la brecha entre riquezas ajenas y salario razonablemente esperable en el mercado legal son, como es evidente para cualquiera que no esté cegado por anteojeras ideológicas, un factor exponencial de crecimiento del delito. No (como dice creer la derecha que creemos los socialdemócratas) porque la gente que es despedida de su trabajo y no obtiene otro tome automáticamente el camino del delito, sino porque largas décadas de desempleo y exclusión generan el campo ideal para que el crimen sea considerado una forma eficaz de sostenerse en la vida.
Este modelo de Becker no hace otra cosa que confirmar lo que ya sabíamos: una Argentina donde el sector más pobre de la población no tiene otra salida que su talento para el fútbol o para el delito, será necesariamente más insegura que la Argentina de mediados del siglo XX. Pleno empleo y las instituciones del Estado de Bienestar son la clave de cualquier política de seguridad a largo plazo. Cualquier político, periodista o personaje público que diga estar preocupado por la “inseguridad” y no aclare esto, es un ignorante o está engañando a su auditorio. También está mintiendo si, para el corto plazo, no menciona la necesidad de bajar radicalmente los índices de corrupción policial y del sistema penitenciario.
Otros huevos: los de la concordia
Mientras tanto, el sábado 11 de abril una nota de Gabriel Di Nicola en La Nación informa que “un abogado que vive en La Horqueta, en San Isidro, regaló una caja de huevos de Pascua a un comedor de un barrio humilde de San Fernando, que iba a quedar detrás del polémico muro que levantaba el intendente Gustavo Posse”. El gesto de Alberto La Cámera hacia los niños del comedor Coco Guzmán, del barrio Villa Jardín, tiene para el titulero de La Nación un valor más trascendente: “Los vecinos lograron unir lo que el muro de Posse dividió”…
No tan convencido de esta tesis mitrista, Eduardo Reese sostiene en la mencionada entrevista que “la fragmentación social, la desigualdad y la segmentación han sido el núcleo duro de la herencia del menemismo y la dictadura, que desde el 2003 no se pudo romper: los indicadores sociales han mejorado, pero la desigualdad no se modificó, igual que la informalidad en el acceso a la tierra. Y ahora la fractura social está concretada en la pared de Posse. Es preciso pensar esto desde la política social, la política urbana, trabajar sobre un mejor reparto de los beneficios del desarrollo urbano”. Reese, para quien “en Argentina es posible tocar 20 millones de cosas, menos la renta de la tierra” recuerda también que “en la dictadura, Cacciatore echaba a los pobres diciendo que para vivir en Buenos Aires había que merecerlo. Posse hace el muro y dice que quiere proteger a los vecinos de La Horqueta. ¿Cuál es la diferencia, si en los efectos sociales resulta igual?”.
Otro urbanista, Rodolfo Macera, opina en una nota publicada en el Diario de Arquitectura de Clarín que hay sólo dos caminos a seguir: “Uno, apostar por la concentración de la riqueza, la fragmentación, la sofisticación de los sistemas represivos y el levantamiento de muros cada vez más altos. El segundo, es volver a intentar transcurrir un nuevo proceso histórico de inclusión promoviendo una redistribución más justa de la riqueza. En el territorio implica apostar por la inversión en educación y salud pública, las políticas activas de generación de empleo, la integración y urbanización de las áreas urbanas degradadas, la expansión de las redes de infraestructura, el derribamiento de muros, la apertura de calles, y la generación de espacio público de calidad y seguro”. A este segundo camino, según Macera “le debemos todo lo bueno que somos, por mucho o poco que esto sea. Es un camino largo, difícil y conflictivo, pero el único que al cabo puede llevarnos a volver a ser una Nación digna y respetada en el mundo. No es ciencia ficción, supo ser la Argentina”.
Idas y vueltas de un heredero
Lo más positivo que nos ha dejado el episodio de La Horqueta fue constatar que el pedorro sentido común de TN y la derecha argentina tiene (al menos por el momento) alguna oposición infranqueable en el imaginario de las mayorías ciudadanas. La casi unánime reacción negativa de la “opinión pública” y sus formadores es un dato positivo, porque demuestra que la paranoia inducida por los medios no es un dato inevitable de la realidad y que hay espacio para otras formas de comunicación. Sin embargo, es muy probable que si en el futuro mediato o inmediato se produjera un asalto o un crimen en La Horqueta, el resultado más previsible sería una avalancha de reivindicaciones para la idea del muro.
Para Raúl Rizzardi, abogado residente en San Isidro, lo que ha ocurrido es que “las clases acomodadas del municipio y en general la derecha argentina han tenido la desagradable sensación de ver su cara reflejada en el espejo y que se les apareciera un monstruo… Se repliegan, pero ya recuperarán fuerzas para avanzar con estos delirios”. El diario La Nación, que calificó de “oprobioso” al muro, introdujo también la idea de que “la violencia llegó antes que la ley”, al referirse a la demolición del muro con anterioridad al conocimiento del fallo judicial que ordenó la suspensión de la obra. Una idea semejante expresó Gustavo Posse, que también acusó de “violentos” a quienes derribaron el muro. En la marcha atrás del Intendente pueden imaginarse motivos puramente coyunturales y no una revisión de sus ideas sobre la seguridad vecinal.
Al respecto, resulta revelador sobre el confuso momento político que vive la Argentina (más allá de San Isidro) repasar la reciente trayectoria política-partidaria del Intendente. Su padre, Melchor Posse, gobernó San Isidro entre 1958 y 1962 y retomó el poder en 1983, con el retorno a la democracia, para entregarlo a su propio hijo en 1999. Fue un líder muy popular entre las clases medias y obreras del municipio, pero tardó años en ser aceptado por los sectores acomodados que residen en la zona más cercana al Río de la Plata. Poco tomó Gustavo del desarrollismo populista de Melchor; su idea de gobierno se ubica en cambio en un programa de eficiencia y pragmatismo orientado a consolidar la matriz de clase media alta sanisidrense. Sin embargo, esto no ha sido obstáculo para un manejo oportuno de sus alianzas partidarias, habiendo apoyado en las elecciones de 2007 la propuesta de “transversalidad” del matrimonio Kirchner. Ese giro centro-izquierdista resultaba muy poco verosímil y bastó la aparición de señales de agotamiento en la popularidad del actual gobierno para que Posse comenzara un callado alejamiento. Actualmente, se menciona su probable incorporación a la alianza “pan-radical” que en la Provincia de Buenos Aires están gestando la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica de Elisa Carrió y Margarita Stolbizer.
Las idas y vueltas definen el estilo político de Posse; la permisividad de distintos liderazgos políticos para incluirlo en sus armados, en cambio, habla de lo relativas que pueden ser las banderas políticas (sea el “proyecto nacional” de redistribución de la riqueza o la mística “republicana” de combate al clientelismo y la exclusión) en la sociedad argentina. Muchas cartas de lectores y llamadas a las radios de los días posteriores al episodio de La Horqueta señalaron al respecto la existencia de otro muro de la vergüenza (en este caso, un enrejado) en la propia sede del gobierno que tan convencido está de su compromiso popular: el que corta la calle Balcarce frente a la Casa Rosada, dispuesto como un discreto freno a las manifestaciones populares que frecuentan la Plaza de Mayo.
CR y LMA
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I), en el número 70.
Nacida en Olivos, Lucila Martínez Acassuso vive en San Isidro, es etnóloga y preside la Delegación Becar de la Asociación de Amigos de la Línea Retiro-Tigre, con sede en Victoria.
Ver el artículo Un muro para reflexionar, de Rodolfo Macera, en el Diario de Arquitectura de Clarín, y la entrevista de Soledad Vallejos a Eduardo Reese, publicada como “Fractura social” en Página 12 del 9 de abril.
Sobre San Isidro, ver también entre otras notas del número 48 de café de las ciudades:
Número 48 I Lugares
San Isidro, año 300 I Una historia desordenada y personal de mi ciudad. I Marcelo Corti
Sobre muros de la vergüenza, ver también en café de las ciudades:
Número 49 I Mensajes al café
Más sobre Tenerife, distintos tipos de cafés y un muy buen texto de Fernando Diez sobre la cuestión de los muros.
Número 19 I Tendencias – Política
Favelas en la ciudad: articular, no separar I Los muros de la vergüenza (II). I Jorge Mario Jáuregui
Número 15 I Mensajes al Café
Las más bonitas postales digitales para el 2004, comentarios sobre Muros de la Vergüenza y los situacionistas, y una generalizada indignación con Juan Carlos De Pablo.
Número 14 I Tendencias
“Muros de la vergüenza” I Berlín, barrios privados, Palestina. I Marcelo Corti
Sobre la derecha argentina, ver el primer prólogo de:
Número 15 I Política
Las 10 boludeces más repetidas sobre los piqueteros y otros personajes, situaciones y escenarios de la crisis argentina I Con un prólogo sobre la derecha, otro sobre Jauretche, y un epílogo sobre la consigna más idiota de la historia. I Carmelo Ricot
Sobre el enrejado de la Plaza de Mayo, estas notas de julio de 2003:
Número 9 I Lugares
La transformación del espacio representativo I Plaza de Mayo (I), Buenos Aires, Argentina. I Adriana Ciocoletto I
Número 9 I Lugares
Mi Buenos Aires querido… (cuando yo te vuelvo a ver) I Plaza de Mayo (II): las palmeras quemadas. I Mariela Iglesias
Y sobre el Informe de FIEL El Desorden Urbano:
Número 58 I Economía de las ciudades
El “desorden’’ urbano, según FIEL I Los problemas locales de la calidad de vida y el crecimiento en las ciudades argentinas I Marcelo Corti
Glosario de argentinismos:
Facho: Aunque la palabra deriva de fascista, se la usa para nombrar distintas versiones locales de la derecha autoritaria, más que a la ideología fascista de Mussolini propiamente dicha (para la cual, como para la sostenida por Franco o en general a sus simpatizantes, se usa simplemente el vocablo “fascista”).
Garantista: Apelativo que utilizan algunos sectores, generalmente “fachos”, para menospreciar las posturas personales de aquellos que reclaman por el respeto a las garantías legales y los derechos humanos en la acción de combatir el delito, en especial si se trata de jueces.
Melonear: Trabajar sobre el “melón” (forma popular de referirse a la cabeza). Influir, persuadir.
Pedorro: Vocablo vulgar, referido a aquel que se excede en el lanzamiento de gases y ventosidades. Por extensión, se aplica a algo banal, poco elaborado, de baja calidad, ordinario.
Pelotudo: Tonto, idiota, imbécil, estúpido, gilipollas, majadero, comemierda, huevón. A diferencia de “boludo”, que en contextos insultantes o agresivos tiene el mismo significado, la palabra no es usada como apelativo amistoso.
TN: canal de televisión por cable Todo Noticias, dedicado como su nombre lo indica a la transmisión exclusiva de noticias. Integra el Grupo Clarín.