Este texto no tiene mayor pretensión que expresar brevemente una reflexión para -y en- este tiempo y coyuntura, en que la editora plantea de manera oportuna y pertinente qué hacer frente a las propuestas del neoliberalismo extremo, que se presenta como tal en una oferta electoral que convoca adhesiones en amplios sectores de la sociedad. Estas políticas las hemos padecido en otras oportunidades, pero la novedad es que ahora son un debate público “aceptable”. En nuestra historia se han ejecutado programas de esta índole -incluso más crueles económica y humanitariamente-, pero rara vez se los anunció previamente con tanta claridad y extremismo. Por momentos no podemos evitar la sensación de que estamos inmersos en un círculo del que no podemos salir y debemos volver a discutir cosas que entendíamos saldadas.
En respuesta a estas iniciativas, se observan desde nuestro ámbito académico interpelado, al menos, dos reacciones automáticas:
1. La reacción defensiva, esto es sumarse a la discusión que nos plantean e intentar destacar lo que hacemos y hemos hecho en pos del desarrollo nacional y la justicia social. Cosa que increíblemente pareciera que está en debate luego de más de 100 años de la Reforma Universitaria, más de 70 de la gratuidad y cinco premios Nobel formados en la educación pública de nuestro país.
2. Por otro lado, se manifiesta una exagerada modestia de la autocrítica, acerca de que “tal vez” debamos reflexionar sobre nuestros roles, nuestra eficacia, eficiencia y sostenibilidad. Tarea que hacemos permanentemente más allá de los factores de agresión externos. No necesitamos atentados contra nuestro sistema científico para autoevaluarnos y perfeccionarnos.
Una oferta electoral que convoca adhesiones en amplios sectores de la sociedad. Estas políticas las hemos padecido en otras oportunidades, pero la novedad es que ahora son un debate público ‘aceptable’.
En particular, me cuesta adherir a cualquiera de las dos. Evitemos desviarnos de nuestro proyecto colectivo en la búsqueda de soluciones a las demandas de nuestra sociedad, como reducir la inequidad social, así como promover un desarrollo nacional desde la investigación, la formación y la transferencia. No hay mayor acelerador de la cohesión social que un proyecto común de futuro, y no hay espacio más propicio para eso que nuestro sistema de educación pública, laica, gratuita y de calidad. Entiendo que ahí, es donde nos necesitamos más que nunca.
Específicamente, respecto a quienes nos dedicamos a promover el acceso justo al hábitat, podemos reconocer que la “cuestión de la vivienda” en nuestro país, más allá de las intermitencias de los gobiernos de turno, modelos socio-económicos, características institucionales y programas específicos, es una constante en la agenda pública de nuestra nación y una política de Estado de más de 100 años. Sin embargo, en el decenio intercensal 2001-2010, 6 de cada 10 nuevos habitantes residen en villas y asentamientos (por describir sólo una de las maneras de hábitat subóptimo). Es decir, la tasa de crecimiento de la población en situación de vulnerabilidad es mayor a la tasa de crecimiento poblacional general. ¿Esto implica que la política de vivienda y hábitat debe abandonarse? Por el contrario, debemos aumentar los esfuerzos y miradas interdisciplinares, acelerar procesos acertados, aumentar la inversión, perfeccionar políticas y programas y, sobre todo, construir nuevos estándares de demanda social que sólo el Estado puede garantizar.
Debemos aumentar los esfuerzos y miradas interdisciplinares, acelerar procesos acertados, aumentar la inversión, perfeccionar políticas y programas y, sobre todo, construir nuevos estándares de demanda social que sólo el Estado puede garantizar.
Podemos decir, en términos de Rita Segato, que hay dos proyectos históricos, (1) el proyecto de las cosas y (2) el proyecto de los vínculos, el primero es funcional al capital y produce individuos que a su vez se transformarán en cosas; el proyecto de los vínculos anima la reciprocidad, que produce comunidad.
La destrucción creativa sólo deja destrucción. Construyamos vínculos y redes, construyamos comunidad.
FAV
El autor es Arquitecto (2009), Especialista y Magíster en Planificación Urbana y Regional de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. Doctorando UBA. Docente en las materias Proyecto Urbano y Proyecto Arquitectónico de final de carrera de la FADU UBA. Profesor adjunto interino de Arquitectura 2 del Taller Forma y Proyecto. Investigador del Instituto de la Especialidad Humana (UBA), integrante del Laboratorio del Hábitat Argentino.