¿Cómo influyen las propuestas políticas económicas del neoliberalismo extremo, en conjunto con el retraimiento de derechos, sobre las formas de organización productiva, la concepción de la ciudad y la vida social?
Las nuevas derechas, presentes actualmente en el escenario tanto regional como mundial, plantean un discurso extremadamente agresivo, que busca exacerbar la confrontación y profundizar “grietas”. Eso se logra a través de alegatos maniqueos y simplificadores, que pueden resultar atractivos para amplios sectores de nuestras sociedades que se sienten marginados de la participación en niveles de vida y de consumo o postergados en sus expectativas. Se canaliza, en fin, la disconformidad y el malestar social que emergen de problemas sociales reales.
Esa sensibilidad se manifiesta en un profundo escepticismo y descreimiento sobre la capacidad de la acción pública colectiva para transformar el estado actual de cosas, un profundo escepticismo sobre cualquier forma de planificación del desarrollo económico, social y cultural con un liderazgo público. En la medida en que los gobiernos y las instituciones públicas no den respuestas eficaces a algunas de las demandas sociales básicas, el retraimiento de derechos será cada vez mayor.
¿Qué hacer entonces?
No veo otra opción que una fuerte acción de reivindicación de la acción colectiva en el plano ideológico y cultural, como camino eficaz para la superación de las carencias y desigualdades.
Esa sensibilidad se manifiesta en un profundo escepticismo y descreimiento sobre la capacidad de la acción pública colectiva para transformar el estado actual de cosas, un profundo escepticismo sobre cualquier forma de planificación.
En esta línea de reivindicación de lo colectivo, entiendo que debemos jerarquizar el trabajo a nivel de los ámbitos educativos y en particular las universidades. En nuestra región, la Universidad pública, autónoma, cogobernada, gratuita y de libre acceso, es -junto a los movimientos sociales y las organizaciones políticas- una institución central de la acción pública y del cultivo de un pensamiento crítico, diverso y creador.
¿Qué acciones y practicas pueden contribuir a reconfigurar sentido en un proyecto inclusivo, que permita imaginar un futuro común?
No hay ciudad sin espacio público, ni espacio público sin ciudadanas y ciudadanos que lo habiten. La ciudad pública, la que conocimos hasta el último tercio del siglo XX, con sus luces y sombras, se organizaba en torno a las calles y las plazas, al comercio de cercanía, a la escuela y a la fábrica. Aún desigual, aún injusta, esa ciudad reflejaba el anhelo democrático que al menos desde la Revolución Francesa guió los grandes movimientos sociales de transformación hasta nuestros días.
Los cambios en el modo de producción y de consumo en las últimas décadas han golpeado y herido gravemente a esa ciudad pública, que está siendo sustituida por el autoencierro y la segregación residencial, el vaciamiento de las centralidades tradicionales y el abandono de sectores enteros de ciudad, la especialización funcional, la precarización del hábitat y un deterioro general del sentido de lo colectivo.
El desafío de recuperar las ciudades y los territorios para sus habitantes supone rescatarlas de las tendencias -aparentemente irrefrenables- de los vaivenes económicos y productivos que se manifiestan en el extractivismo urbano fuera de control. Retomar el camino de imaginar futuros y trabajar organizadamente y de forma colectiva para alcanzarlos. La esencia del proyecto es imaginar lo que aún no existe.
Aún desigual, aún injusta, esa ciudad reflejaba el anhelo democrático que al menos desde la Revolución Francesa guió los grandes movimientos sociales de transformación hasta nuestros días.
Esa imaginación creadora se cultiva de manera sistemática en nuestras disciplinas proyectuales, pero no es exclusiva de ellas; por ese motivo, es imprescindible trabajar para extenderla a la sociedad toda. Una sociedad que sea capaz de imaginar, de proyectar futuros, será una sociedad más libre y más justa.
En en esos términos que quiero volver a levantar la necesidad de contar con “proyectos de ciudad” (o de territorio si correspondiera): convocar a construir en forma participativa y democrática imaginarios colectivos que operen como incentivos para la acción pública. En ese camino nos podemos encontrar con experiencias de participación ciudadana, de co-diseño a escala de barrio y de comunidad, de cogestión de bienes comunes; son todos elementos que contribuyen a la posibilidad de pensar en un futuro en común.
No hay salvación si no es con todas y todos.
SS
El autor es Arquitecto y docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República, Uruguay. Fue Director Nacional de Vivienda.