Todo devenir histórico se comporta a la manera de un péndulo. Podemos imaginarlo gráficamente como a un uno que va y que viene y que en escasos momentos pasa por un breve período de equilibrio. Nos encontramos nuevamente en ese extremo que nos obliga a demostrar el valor de la construcción del conocimiento como base para la edificación de una sólida cultura. Nos vemos obligados además a recorrer espacios ya transitados no hace mucho y en los que, como comunidad educativa, salimos a manifestarnos en favor de una universidad pública que promueva la investigación científica y la producción de conocimiento, ambos como valores estratégicos que todo Estado debe poseer, promover y controlar.
Discutir entonces sobre si la ciencia es una moneda de cambio más entre todas aquellas que regulan el funcionamiento del mercado es atrasar el reloj de la Historia, devolviéndoles el poder a aquellos que sólo quieren saldos visiblemente positivos al cierre de cada ciclo. Cuando se pone en duda el valor de la ciencia sin resultados medibles según los miopes parámetros que ofrece esa economía de mercado, la producción de conocimiento desde el amparo de las ciencias sociales se convierte en un necesario resultado que haga al estudio de la comunicación como eje fundamental para su búsqueda y su abordaje. Hoy más que nunca se hacen imprescindibles, por poner el ojo, por poner el eje crítico en una discusión cuyo único beneficio palpable sea el de acompañarnos en la reflexión, una que se oriente hacia el valor de una identidad fortalecida en su carácter, por encima de los modelos hegemónicos impuestos. Una reflexión que nos permita reconstruirnos como sujetos culturalmente autónomos y valiosos y que este valor sea validado según variables propias y no desde esquemas impertinentes.
Nos vemos obligados además a recorrer espacios ya transitados no hace mucho y en los que, como comunidad educativa, salimos a manifestarnos en favor de una universidad pública que promueva la investigación científica y la producción de conocimiento
No vamos aquí a embanderarnos sólo en favor de las ciencias sociales, pero son ellas las que están hoy en el eje de la discusión, por ser en apariencia las menos productivas, las menos beneficiosas para la construcción de una sociedad pujante, sólida e igualitaria, en donde toda persona tenga acceso a los mismos bienes y a los mismos servicios. Sin embargo, son ellas las que representan sin duda la garantía de una equitativa distribución de los bienes culturales producidos por el trabajo de nuestras científicas y científicos, por ser el reservorio para las discusiones necesarias a la hora de edificarnos como sociedad, pero una que jamás resulte en anónima.
(…) son ellas las que están hoy en el eje de la discusión, por ser en apariencia las menos productivas, las menos beneficiosas para la construcción de una sociedad pujante, sólida e igualitaria, en donde toda persona tenga acceso a los mismos bienes y a los mismos servicios.
Todo grupo social se estructura desde el consenso y se fractura en el disenso y aquellos tienen que ver con el consentir, sentir con los otros, explorando acuerdos posibles de ser hallados en la infinita trama de los discursos personales. Es así que todo el producto conceptual en el marco de la academia revalida el peso fundamental que esos discursos tienen en cualquier comunicación cultural. El discurso es el refugio para nuestros conceptos y estos conceptos son el enclave de nuestras ideas, unas que sean el fundamento para la autonomía ideológica. Un pueblo autónomo ideológicamente es un pueblo soberano sin más reglas ni tradiciones que las genuinamente propias. Poner en jaque a los modelos impuestos es sólo posible desde una discusión teórica amparada y promovida por las ciencias sociales. Las ciencias sociales nunca serán productivas económicamente, sino a largo plazo y es este un plazo que toda sociedad merece darse para poder edificarse como cultura genuina, como sociedad valiosa y alejada del anonimato.
JMA
El autor es arquitecto y Magister en Docencia Universitaria. Es Profesor Titular de la Cátedra de Historia del Diseño Industrial I en la FAUD-UNC.