Sin la difusión, la polémica ni el “prestigio” de otras experiencias barcelonesas, las intervenciones urbanísticas de integración social en el área de Nou Barris son una de las caras más saludables del urbanismo de la transición democrática. La dotación de equipamientos, la generación de espacio público y conectividad y, fundamentalmente, la visibilidad y calidad de las intervenciones, transformaron en unas pocas décadas este área anteriormente periférica y conflictiva del nordeste de Barcelona en un sector integrado al conjunto de la ciudad. El libro Gent de Nou Barris, recientemente editado por el Ayuntamiento de Barcelona, reconstruye la historia de la conformación, desarrollo, conflictos y transformaciones de este distrito.
Primitivamente un sector de labranzas y masías en las afueras de Barcelona, alrededor del acceso por la Avenida Meridiana, desde fines de siglo XIX el área comienza a asentar algunas pocas parcelaciones de quintas, autoconstrucción marginal, viviendas estatales de reubicación y un frustrado proyecto de Ciudad Jardín, permaneciendo con un crecimiento restringido durante la primera mitad de siglo XX. En la post Guerra Civil, buena parte del enorme flujo de inmigrantes peninsulares a Barcelona (llegados y llegadas de Murcia, Valencia, Extremadura, Andalucía) se establece en el sector, que pasa en poco más de una década, entre 1950 y 1963, de 100.000 a 220.000 habitantes. El desarrollo urbano que acompaña este crecimiento es de muy baja calidad, con déficits de equipamientos y servicios y nulo involucramiento de la administración comunal (en una forma muy similar a la de las periferias urbanas latinoamericanas). Barrios como Vilapicina, Roquetes, Verdún, Torre Baró, Vallbona, etc., crecieron a base de loteos puramente especulativos (sin servicios, sin espacios públicos, sin conexión con su área circundante), zonas de autoconstrucción marginal (en especial en zonas de pendientes escarpadas sobre el Collserola) y conjuntos de vivienda de bajísima calidad, privada o estatal (y en este caso, más apuntada a liberar sectores de chabolas para operaciones de prestigio en la ciudad formal o a liberar trazas de vialidades que a resolver el problema habitacional). Nou Barris contenía casi la cuarta parte del total de viviendas de Barcelona, pero tenía el porcentaje más bajo de usos no residenciales en toda la ciudad. Aun en 1969, el 13 % de las viviendas de Roquetes no tenía electricidad y el 63% carecía de agua corriente.
El alcalde franquista José María de Porcioles (ideólogo entre 1957 y 1973 de “la Gran Barcelona” y sus desarrollos inmobiliarios gigantescos y especulativos) superpuso a esta matriz de urbanización improvisada una sucesión de proyectos de vialidades y derribos de patrimonio construido. Paulatinamente, del aislamiento y la postergación los vecinos del área fueron pasando a la acción organizada, tanto en protesta contra las intervenciones más disparatadas del porciolismo como en reclamo por las reivindicaciones históricas de derecho a la ciudad. La Asociación de Vecinos de Nou Barris (Nueve Barrios, en catalán, tal la cantidad de vecindarios involucrada), constituida tanto por organizaciones surgidas simplemente de las comisiones de festejos barriales como por organizaciones de claro contenido militante, impulsó acciones como el secuestro de ómnibus para su ascenso a las zonas altas de Roquetes (de manera de demostrar la posibilidad de su funcionamiento normal), la férrea oposición a la demolición de las casas baratas de Can Peguera o al Plan Parcial Torre Baró-Vallbona-Trinidad (que implicaba la demolición de 4370 viviendas), el corte de avenidas en reclamo de escuelas o agua, o por el desnantelamiento de las torres de alta tensión en Trinitat. Las reivindicaciones de Nou Barris pueden considerarse entonces entre lo más activo de los movimientos vecinales del último período dictatorial y la transición democrática, fundamentales para comprender tanto el urbanismo como la política general de esos años. A los vecinos se va a sumar el aporte técnico de los cuadros políticos de la izquierda y de cuerpos profesionales como el Colegio de Arquitectos. De este modo, al arribar la democracia y las gestiones de Narcís Serra y Pasquall Maragall, se ponen en marcha una serie de obras y acciones que responden a las reivindicaciones vecinales.
Así, se localizan equipamientos largamente esperados por los habitantes, como escuelas, guarderías y dispensarios (pero también bibliotecas, centros cívicos y equipamiento avanzad, como el Polideportivo de Can Dragó); se proveen los servicios básicos de agua, desagües, gas y electricidad, se establece un servicio municipal de asesoramiento para el mantenimiento y mejora de la vivienda (considerando la pésima calidad de la construcción de conjuntos como el de Ciudad Meridiana, por ejemplo), etc. La premisa básica de las intervenciones fue dotar a Nou Barris de la misma calidad urbana que a las zonas más conocidas o más acomodadas de la ciudad (una de las claves de la mejor política urbana barcelonesa).
Por supuesto que la recuperación del espacio público tuvo una alta prioridad, no solo por su inserción dentro de las políticas generales del Ayuntamiento, sino por la particular necesidad que tenía Nou Barris de una conexión ente sus tejidos residenciales aislados, pensados fuera de toda relación urbana. En esto fue muy importante la realización del segundo cinturón de Ronda, una vialidad estructural de la ciudad, como una ruta enterrada con generación de una importante plaza en la superficie, una reivindicación muy fuerte del movimiento vecinal en Verdum, Canyelles y Roquetes. O la resolución de los desniveles ocasionados por la construcción del Metro, que separaban los barrios de Verdum y Prosperitat, en la intersección de la Vía Julia y Valldaura, con el diseño de la plaza Llucmajor. Dentro de esta lógica de incorporación a las políticas urbanas generales, la extensión del Metro para las Olimpiadas de 1992 fue la ocasión para su llegada a Nou Barris y la consiguiente mejora de su conexión con las áreas centrales. Asimismo, al realizarse la descentralización administrativa, el área fue asignada a un Distrito entero de la ciudad, que mantuvo el nombre de Nou Barris elegido por los vecinos para su organización reivindicativa (su primer Regidor, Antonio Santiburcio, fue un gran impulsor y comunicador de la participación vecinal y la integración urbana de Nou Barris).
¿Que pasó con el movimiento vecinal en esta nueva etapa? Según Gent de Nou Barris, la relación entre los vecinos organizados y el Ayuntamiento democrático no estuvo exenta de conflictos, aunque ya hubiera pasado la etapa de la confrontación que caracterizó la relación con los Ayuntamientos franquistas. El libro sugiere una cierta desorientación o desencanto de las organizaciones al pasar del enfrentamiento colectivo al más oscuro y cotidiano trabajo en conjunto con los funcionarios municipales, negociando la localización de servicios o participando en la elaboración de los Planes Especiales de Reforme Integral. Y en la actualidad, se refiere la aparente pérdida de objetivos de las organizaciones: una vez realizadas las aspiraciones originales de derecho a la ciudad, las reivindicaciones relevadas entre los vecinos siguen siendo muy parecidas a las de hace un cuarto de siglo. Ya no se piden espacios verdes (Nou Barris es hoy una de las áreas mejor provistas de verde en Barcelona , incluyendo el Parque Central, que recibió en 2007 el Premio Internacional de Diseño instituido por Eurohypo AG, Topos y Architecture and Whonen), pero sí guarderías y casales de ancianos. Los autores sugieren la necesidad de proseguir incorporando equipamiento de alta calidad y complejidad, como teatros, museos, centros formativos o incluso organismos como el IGOP, Instituto de Gobierno y Políticas Públicas, que ya funciona en Nou Barris. Lo cierto que los vecinos reclaman lo que ya conocen (límite de cualquier política participativa). Pero quizás haya que buscar las causas más profundas de esta desmovilización en “el contexto global de atomización y fragmentación social“, como sugieren los mismos autores. Situación que también se enlaza con la escasa disponibilidad de viviendas a precios accesibles, una realidad de Nou Barris y de toda Barcelona, que motiva la expulsión de los más jóvenes hacia las nuevas periferias metropolitanas….
Correctamente intercaladas en el libro, las 37 entrevistas a habitantes del barrio brindan a un tiempo una referencia humana y un buen anclaje al relato de las movilizaciones vecinales que conquistaron la calidad urbana para Nou Barris. Esto implica a la vez un reconocimiento de las realidades de inmigrantes, como los que Gertrudis Mont recuerda viviendo en cuevas en la montaña y dando como domicilio un bar para recibir sus cartas; de la situación urbana a mediados del siglo XX (“estaban las viviendas, pero no había calles ni aceras“, dice Pedro Marín); la “sensación majísima” de Nicolás Berrocal al llevar a su hija a la escuela de Trinitat Vella por la que había peleado, o el recuerdo de Basilio Giménez: “Ahora, si tengo necesidad de ir al servicio voy, tiro de la cadena y ya está. Antes, teníamos que ir haciéndolo por la montaña“. O simples historias personales, como la del extremeño Felipe Pantoja, peluquero y confidente de los vecinos de Guineueta, o la andaluza Rosario Cobos, que sintió “recuperar la infancia” cuando aprendió a leer a los 50 años.
Muchos de los más viejos vecinos critican la pasividad o relajamiento actuales: “No soporto a la gente que mira mal a los que vienen ahora. En nuestra época vinimos porque no teníamos ni para comer, porque mis hijos no tenían porvenir allí. Pues ellos vienen igual que nosotros. Y si son negros, ¿no va la gente a la playa a ponerse morena?“, sostiene la misma Rosario. El mecánico Pepe Deferr extraña el antiguo carácter obrero del barrio: “Había gente que venía a mi taller con su Simca 1000 y ahora que tienen un Audi ya no vienen más“. Pero el recuerdo y la mística de las luchas vecinales que relata Gent de Nou Barris puede sintetizarse en la frase de un vecino de Prosperitat, Isidre Ramos: “siempre vuelvo a las historias de Nou Barris como un ejemplo de lucha, de organización y de dinámicas políticas y sociales que han dado sus frutos“.
Gent de Nou Barris – 1897-2007 La transformació a ciutat, Miquel García, Mariela Iglesias, Pere Llibre (investigación histórico urbanística de Mariela Iglesias, Adriana Ciocoletto y Ana Carolina Jacques, con dirección de tesis por Jordi Borja; resumen y síntesis de Mariela Iglesias; entrevistas por Miquel García y Pere Llibre); Ajuntament de Barcelona y Pro Nou Barris SA, 2007, 240 páginas, en catalán y castellano con traducción al inglés, ISBN 978-84-9850-000-4
De Mariela Iglesias, ver también en café de las ciudades:
Número 9 I Lugares
Mi Buenos Aires querido… (cuando yo te vuelvo a ver) I Plaza de Mayo (II): las palmeras quemadas. I Mariela Iglesias
De Adriana Ciocoletto, ver también en café de las ciudades:
Número 32 I Cultura de las ciudades
La casa sin género es la casa del género I Proyectar con otra visión. I Adriana Ciocoletto I Ver PDF I
Número 9 I Lugares
La transformación del espacio representativo I Plaza de Mayo (I), Buenos Aires, Argentina. I Adriana Ciocoletto I
Sobre el Parque Central de Nou Barris, ver información en el sitio de Pro Nou Barris en la Web.
Ver también el sitio del Distrito de Nou Barris en la Web.
Sobre la periferia latinoamericana, ver por ejemplo en café de las ciudades:
Número 16 I Tendencias:
La extrema periferia I Ricardo de Sárraga relaciona lo doméstico y lo barrial en un barrio de Florencio Varela. I Marcelo Corti
Número 16 I Proyectos
Cinco breves reflexiones sobre la experiencia y las enseñanzas del proyecto Eixo Tamanduatehy I La necesidad y voluntad política de desarrollar equitativamente la ciudad. I Eduardo Reese
Número 2 I Entrevista
“Queremos cambiar el escenario, porque la ciudad ya no nos acepta” I Las comunidades productivas solidarias y los nuevos movimientos de la periferia de Buenos Aires. I Gustavo Rodríguez Karaman y Pablo Reynoso