Lo que cambie nuestra manera de ver las calles es más importante que lo que cambie nuestra manera de ver la pintura. Nuestras hipótesis de trabajo serán reexaminadas en cada desorden futuro, venga de donde venga. (Informe sobre la construcción de situaciones…, 1957)
Cada nueva mentira de la publicidad es también la confesión de su mentira precedente. (Guy Debord, “La Sociedad del Espectáculo“, 1967).
Ahora que las calles vuelven a llenarse de multitudes, ahora que en las ciudades se marcha contra la guerra y las injusticias, ahora que la política es espectáculo y el arte quiere volver a ser una bandera, es buen momento para recordar a los situacionistas. El más politizado y conceptual de los movimientos de vanguardia artística de los ’50 y ’60, el más extremo en sus postulados y consignas, pero probablemente el más lúcido en cuanto a su comprensión de la esencial mezcolanza y ambigüedad de la ciudad, el arte y la política en la sociedad global del capitalismo avanzado.
Esta nota no pretende dar un informe completo sobre el trabajo de los situacionistas, ni tampoco asignarles anticipos históricos o méritos políticos: solamente recordar o introducir el pensamiento de sus creadores, y marcar la actualidad de algunas de sus intuiciones, que no de sus postulados.
La consecuencia de la crisis de la cultura moderna es la descomposición ideológica. Sobre estas ruinas no puede construirse nada nuevo, y el simple ejercicio del espíritu crítico deviene imposible. Cada juicio choca contra los otros; cada uno se refiere a restos de sistemas generales desafectados, o a imperativos sentimentales personales.
La descomposición lo ha ganado todo. Sólo tenemos que ver el uso masivo de la publicidad comercial influir cada vez más en los criterios sobre la creación cultural, que era un proceso antiguo. Hemos llegado a un punto de ausencia ideológica en el que sólo funciona la actividad publicitaria, en exclusión de todo juicio crítico anterior, pero no sin entrañar un reflejo condicionado del juicio crítico (Informe sobre la construcción de situaciones…, Documento fundacional, 1957).
El situacionismo comparte con otros movimientos de la vanguardia el interés por las posibilidades de la tecnología, el cuestionamiento al urbanismo de la inmediata postguerra, y una fuerte crítica social y estética a las formas de la sociedad de consumo. Pero a diferencia de, por ejemplo, el Archigram, los metabolistas o el Team X, el situacionismo tiene una fuerte componente conceptual, radicalizada, mucho más militante en lo político, y con escasa preocupación por generar imágenes seductoras. Quizás por eso su huella sobre la producción posterior es mucho más tenue, casi como un fenómeno “maldito” sin seguimientos evidentes. También lo distingue de otras tendencias que abordaron los problemas urbanos de la sociedad postindustrial, la gran diversidad de disciplinas de las que provinieron sus fundadores y en las que se realizaron sus producciones: cine, arquitectura, literatura, sociología, pintura, distintos tipos de performances y experiencias callejeras, y como ya se ha dicho, la militancia política.
La Internacional Situacionista se conforma en 1957, con la confluencia de varios movimientos vanguardistas preexistentes (en general herederos del surrealismo y el movimiento Dadá), como los letristas, los imaginistas y el grupo CoBrA (por Copenhage, Bruselas y Amsterdam, ciudades de origen de sus miembros). El líder, si vale la expresión para un movimiento anárquico e inmanejable como es el de los situacionistas, es el francés Guy Debord, un cineasta que en 1952 escandalizó a París con “Aullidos por Sade”. La película presenta solo imágenes de pantalla uniformemente blanca durante el paso de la banda sonora, y negra durante los silencios (debe haber sido muy aburrida, pero en mi opinión, no mucho más que algunas de Greenaway o de Ivory).
En su libro más conocido, “La sociedad del espectáculo” (1967), Debord anticipa, en dura clave marxista, las características fundamentales del capitalismo de base cultural y las ideas del postmodernismo. Las tesis del libro trasladan al conjunto de las relaciones sociales, y en especial a la fase del consumo, los conceptos de alienación y fetichismo que Marx había desarrollado con relación al obrero y la mercancía. Según algunos comentaristas, Debord era un ególatra y un pedante insufrible. Algo de eso debe ser cierto, tratándose de alguien que es capaz de escribir algo como “me enorgullezco de ser un ejemplo, muy raro hoy en día, de alguien que ha escrito sin quedar desmentido enseguida por los acontecimientos, y no digo desmentido cien veces o mil veces, como los demás, sino ni una sola vez“. Claro que al leer su libro, se comprueba que la jactancia de Debord tenía sus motivos. Veamos sino párrafos como estos:
6. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante.
15. Como adorno indispensable de los objetos hoy producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector económico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de imágenes – objetos, el espectáculo es la principal producción de la sociedad actual.
34. El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.
47. El consumidor real se convierte en consumidor de ilusiones. La mercancía es esta ilusión efectivamente real, y el espectáculo su manifestación general.
59. El movimiento de banalización que bajo las diversiones cambiantes del espectáculo domina mundialmente la sociedad moderna, la domina también en cada uno de los puntos donde el consumo desarrollado de mercancías ha multiplicado aparentemente los roles y los objetos a elegir.
A la aceptación beata de lo que existe puede unirse también como una misma cosa la revuelta puramente espectacular: esto expresa el simple hecho de que la insatisfacción misma se ha convertido en una mercancía desde que la abundancia económica se ha sentido capaz de extender su producción hasta llegar a tratar una tal materia prima.
152. En su sector más avanzado, el capitalismo concentrado se orienta hacia la venta de bloques de tiempo “totalmente equipados”, cada uno de los cuales constituye una sola mercancía unificada que ha integrado cierto número de mercancías diversas. Es así como puede aparecer en la economía en expansión de los “servicios” y entretenimientos la fórmula de pago calculado “todo incluido” para el hábitat espectacular, los seudodesplazamientos colectivos de las vacaciones, el abono al consumo cultural y la venta de la sociabilidad misma en “conversaciones apasionantes” y “encuentros de personalidades”. .
193. La cultura integralmente convertida en mercancía debe también pasar a ser la mercancía vedette de la sociedad espectacular. Clark Kerr, uno de los ideólogos más avanzados de esta tendencia, ha calculado que el complejo proceso de producción, distribución y consumo de los conocimientos acapara ya anualmente el 29 por 100 del producto nacional de los Estados Unidos; y prevé que la cultura debe tener en la segunda mitad de este siglo el rol motor en el desarrollo de la economía, que fue el del automóvil en su primera mitad, y el de los ferrocarriles en la segunda mitad del siglo precedente.
Por encima de la aproximación sociológica o tipológica de otras críticas contemporaneas a las producciones urbanas de postguerra, los situacionistas realizan un análisis profundamente político del urbanismo, al que cuestionan como herramienta de la sociedad de clases y de la explotación capitalista. Tienen coincidencias y contactos con Henry Lefebvre, el autor de “El derecho a la ciudad“: de hecho, su concepto de “momentos” tiene una relación muy directa con el de “situación” (Debord y Lefebvre fueron muy amigos durante algunos años, hasta que el carácter agresivo e intolerante de Debord forzó una pelea personal e intelectual)
Proponen una superación integral del zoning y el funcionalismo, en sus vertientes capitalista y stalinista, y la recuperación del carácter lúdico del espacio, cuestionando las realizaciones de conjuntos de viviendas y las nuevas ciudades de la época. Su propuesta es la creación de un urbanismo unitario, “el urbanismo hecho para el placer”.
65. Afirmaciones inconciliables disputan sobre la escena del espectáculo unificado de la economía abundante, igual que las diferentes mercancías – vedettes sostienen simultáneamente sus proyectos contradictorios de organización de la sociedad; donde el espectáculo de los automóviles requiere una circulación perfecta que destruye las viejas ciudades, el espectáculo de la ciudad misma necesita a su vez barrios – museos. En consecuencia, la satisfacción ya de por sí problemática que se atribuye al consumo del conjunto queda inmediatamente falsificada puesto que el consumidor real no puede tocar directamente más que una sucesión de fragmentos de esta felicidad mercantil, fragmentos en los que la calidad atribuida al conjunto está siempre evidentemente ausente.
169. El urbanismo es esta toma de posesión del medio ambiente natural y humano por el capitalismo que, desarrollándose lógicamente como dominación absoluta, puede y debe ahora rehacer la totalidad del espacio como su propio decorado.
172. El urbanismo es la realización moderna de la tarea ininterrumpida que salvaguarda el poder de clase: el mantenimiento de la atomización de los trabajadores que las condiciones urbanas de producción habían reagrupado peligrosamente.
174. El momento actual es ya el de la autodestrucción del medio urbano. La explosión de las ciudades sobre los campos cubiertos por “masas informes de residuos urbanos” (Lewis Mumford) es presidida de forma inmediata por los imperativos del consumo. La dictadura del automóvil, producto – piloto de la primera fase de la abundancia mercantil, se ha inscrito en el terreno con la dominación de la autopista, que disloca los antiguos centros e impone una dispersión cada vez más pujante. Al mismo tiempo los momentos de reorganización inconclusa del tejido urbano se polarizan pasajeramente alrededor de “las fábricas de distribución” que son los gigantescos hipermercados edificados sobre un terreno desnudo, con un parking por pedestal; y estos templos del consumo precipitado están ellos mismos en fuga en el movimiento centrífugo que los rechaza a medida que se convierten a su vez en centros secundarios sobrecargados, porque han acarreado una recomposición parcial de la aglomeración. Pero la organización técnica del consumo no es más que el primer plano de la disolución general que ha llevado a la ciudad a autoconsumirse de esta manera.
177. El urbanismo que destruye las ciudades reconstituye un seudo – campo, en el cual se han perdido tanto las referencias naturales del campo antiguo como las relaciones sociales directas y directamente puestas en cuestión de la ciudad histórica.
Las “nuevas ciudades” del seudo – campesinado tecnológico inscriben claramente en el terreno la ruptura con el tiempo histórico sobre el cual fueron construidas; su divisa puede ser: “Aquí nunca ocurrirá nada y nunca ha ocurrido nada“. Es muy evidente, debido a que la historia que debe librarse en las ciudades todavía no ha sido liberada, que las fuerzas de la ausencia histórica comienzan a componer su propio paisaje exclusivo.
La crisis del urbanismo se agrava. La construcción de los barrios, antiguos y nuevos, está en desacuerdo evidente con los modos de comportamiento establecidos, y aún más con los nuevos modos de vida que buscamos. Un ambiente mortecino y estéril es el resultado en nuestro entorno.
En los barrios viejos, las calles han degenerado en autopistas. El ocio está desnaturalizado y comercializado por el turismo. Las relaciones sociales se hacen imposibles en ellos. Únicamente dos cuestiones dominan los barrios construidos últimamente: la circulación en coche y el confort de las viviendas. Son la miserable expresión de la felicidad burguesa, y toda preocupación lúdica está ausente.
(Otra ciudad para otra vida, Constant, 1959)
La clave de su ideología artística y política es la creación de situaciones (“es decir, la construcción concreta de ambientes momentáneos de la vida y su transformación en una calidad pasional superior“, Informe sobre la construcción de situaciones…), que trascienden la separación y nomenclatura previa de las artes, y especialmente la distinción entre artistas y espectadores. El teatro de Pirandello y Brecht, ampliado a campos territoriales que trascienden los de la representación convencional, resultan antecedentes de esta concepción donde ya no habría más artistas sino en cambio “vividores” de situaciones. Previsiblemente, los situacionistas abominan de su propio nombre(aunque su órgano de difusión responde al nombre de Internacional Situacionista, una revista que aparece una o dos veces por años desde 1958 hasta 1971), y prefieren decir que no hay un arte situacionista sino un uso situacionista del arte y de la vida. De alguna manera desarrollan la propuesta de Rimbaud, aquella de que “la Poesia ya no marcará el ritmo de la acción: estará por delante“.
Se puede decir que la construcción de situaciones reemplazará al teatro sólo en el sentido en que la construcción real de la vida ha ido reemplazando cada vez más a la religión. Evidentemente el primer campo que vamos a reemplazar y a realizar es la poesía, que se consumió a sí misma en la vanguardia de nuestro tiempo, que ha desaparecido por completo. (Problemas preliminares a la construcción de una situación, 1958)
Nuestra acción sobre el comportamiento, en relación con los demás aspectos deseables de una revolución en las costumbres, puede definirse someramente por la invención de juegos de una esencia nueva. El objetivo general tiene que ser la ampliación de la parte no mediocre de la vida, de disminuir, en tanto sea posible, los momentos nulos. (Informe sobre la construcción de situaciones…)
El arte pasa entonces a desarrollarse espontáneamente en las calles y en la ciudad, que a su vez se convierte en la única obra de arte posible. Los situacionistas desarrollan algunas técnicas como la deriva (el andar sin sentido fijo por la ciudad o el territorio, o como postula el Documento Fundacional, “la práctica de una confusión pasional por el cambio rápido de ambientes“) y el desvío, una utilización imprevista y libre de elementos artísticos existentes, “la reutilización en una nueva unidad de elementos artísticos preexistentes” a la manera de las citas y “homenajes” tan comunes en el arte de los últimos años (un texto habla de “los múltiples desvíos de edificios que se darán en el origen del urbanismo unitario“). La presentación de estos objetos bajo la nueva luz del desvío permite descubrir su carácter fraudulento.
Se propone y desarrolla una nueva disciplina, la psicogeografía, que se ocupa del estudio de los efectos específicos del ambiente geográfico, conscientemente organizado o no, sobre las emociones y el comportamiento de los individuos. Entre las actividades que programan los situacionistas, se encuentran derivas inducidas, donde incluso se utilizan walkie-talkies para la comunicación entre los distintos grupos, y la producción de mapas para perderse en la ciudad. Lefebvre sostiene que la idea de urbanismo unitario había surgido a partir de la experiencia en ciudades históricas como Amsterdam o París, pero que la evidencia de la dispersión metropolitana en curso llevó a los situacionistas al abandono de ese concepto y a la experimentación de la deriva.
Entre los diversos procedimientos situacionistas, la deriva se presenta como una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos. El concepto de deriva está ligado indisolublemente al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica, y a la afirmación de un comportamiento lúdico – constructivo, lo que la opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de viaje y de paseo.
Una o varias personas que se abandonan a la deriva renuncian durante un tiempo más o menos largo a los motivos para desplazarse o actuar normales en las relaciones, trabajos y entretenimientos que les son propios, para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y los encuentros que a él corresponden. La parte aleatoria es menos determinante de lo que se cree: desde el punto de vista de la deriva, existe un relieve psicogeográfico de las ciudades, con corrientes constantes, puntos fijos y remolinos que hacen difícil el acceso o la salida a ciertas zonas.
Las enseñanzas de la deriva permiten establecer los primeros cuadros de las articulaciones psicogeográficas de una ciudad moderna. Más allá del reconocimiento de unidades de ambiente, de sus componentes principales y de su localización espacial, se perciben sus ejes principales de paso, sus salidas y sus defensas. Se llega así a la hipótesis central de la existencia de placas giratorias psicogeográficas. Se miden las distancias que separan efectivamente dos lugares de una ciudad que no guardan relación con lo que una visión aproximativa de un plano podría hacer creer. Se puede componer, con ayuda de mapas viejos, de fotografías aéreas y de derivas experimentales, una cartografía influencial que faltaba hasta el momento, y cuya incertidumbre actual, inevitable antes de que se haya cumplido un inmenso trabajo, no es mayor que la de los primeros portulanos, con la diferencia de que no se trata de delimitar precisamente continentes duraderos, sino de transformar la arquitectura y el urbanismo.
(Teoría de la Deriva, Guy Debord, 1958)
Las dos leyes fundamentales del desvío son la pérdida de importancia – llegando hasta la pérdida de su sentido original – de cada elemento autónomo desviado, y la organización al mismo tiempo de otro conjunto significativo que confiere a cada elemento su nuevo sentido.
En este punto de la marcha del mundo todas las formas de expresión comienzan a girar en el vacío y se parodian a sí mismas. (El desvío como negación y preludio, 1959).
Pero la aplicación de esta voluntad de creación lúdica se ha de extender a todas las formas conocidas de relaciones humanas, e influenciar, por ejemplo, la evolución histórica de sentimientos como la amistad y el amor. (Informe sobre la construcción de situaciones…)
El carácter consciente de la deriva es lo que la distingue de la flanneurie de Baudelaire. Una variante de la deriva es la “cita posible“, quizás el origen de aquella bellísima frase de Cortázar en Rayuela: “andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos“. El propio mecanismo narrativo de Rayuela, con su multiplicidad de lecturas posibles, puede interpretarse como una especie de deriva literaria. De hecho, Debord y el pintor Asger Jorn proponen un libro en el que cada página se lee en todos los sentidos, y las relaciones recíprocas entre las frases están siempre inacabadas. Los situacionistas sostienen que la crítica del lenguaje dominante, su desvío, va a convertirse en la práctica permanente de la teoría revolucionaria. Nuevamente aparece el vínculo con las subversiones de los poetas malditos franceses: Lautreamont y sus “plagios” son citados como la fuente original de la idea de desvío. El párrafo que sigue es muy claro en tal sentido, y recuerda el contexto de Alphavville, la ciudad represiva imaginada por Godard donde todos los libros están prohibidos salvo el diccionario:
Ya que todo sentido nuevo es llamado contrasentido por las autoridades, los situacionistas van a instaurar la legitimidad del contrasentido y a denunciar la impostura del sentido establecido y dado por el poder. Ya que el diccionario es el guardián del sentido existente, nos proponemos destruirlo sistemáticamente. La sustitución del diccionario, del amo del hablar (y del pensar) del lenguaje heredado y domesticado, encontrará su expresión adecuada en la disolución revolucionaria del lenguaje. (Las palabras cautivas, prefacio para un diccionario situacionista, Mustapha Khayati, 1965)
En 1959 el arquitecto situacionista holandés N. Constant desarrolla el proyecto de New Babylon, una ciudad que por sus posibilidades de conectividad y derivaciones casi infinitas, David Cox (en su crítica al libro de Iain Borden sobre este proyecto) y Colin Fournier (en el número de AD de junio de 2001, dedicado a los situacionistas) comparan con la Internet. La ciudad está diseñada como un espacio dinámico donde es imposible repetir experiencias o desarrollar rutinas fijas. Liberados de las formas capitalistas de producción, sus habitantes se dedicarían al juego y el ocio. El proyecto tiene algunos contactos con la megaestructura presentada años más tarde por Yona Friedman (una ciudad espacial sobre París), sobre todo por la idea de continuidad e indeferenciación del espacio.
A la idea de una ciudad verde que han adoptado la mayor parte de los arquitectos modernos oponemos la imagen de una ciudad cubierta en la que, al separar los planos de los edificios y de las carreteras, se da lugar a una construcción espacial continua separada del suelo, que comprenderá tanto grupos de alojamientos como espacios públicos (permitiendo modificaciones de destino según las necesidades del momento). Como toda la circulación, en el sentido funcional, pasará por debajo o por las terrazas superiores, se suprimen las calles.
Las terrazas conforman un territorio al aire libre que se extiende por toda la superficie de la ciudad, y que puede dedicarse al deporte, al aterrizaje de aviones y de helicópteros, y al mantenimiento de vegetación. Serán accesibles por todas partes mediante escaleras y ascensores. Los diferentes pisos estarán divididos en espacios vecinos y comunicantes, acondicionados artificialmente, que ofrecerán la posibilidad de crear una diversidad infinita de ambientes, facilitando la deriva de los habitantes y sus frecuentes encuentros fortuitos. Los ambientes serán cambiados regular y conscientemente con ayuda de todos los medios técnicos, mediante equipos de creadores especializados que serán, por tanto, situacionistas de profesión. (Otra ciudad…)
El movimiento tiene una especial intervención en los acontecimientos de mayo del ´68 en París, muchas de cuyas consignas son tomadas de las páginas de la Internacional situacionista (compárese por ejemplo aquello de “inventen nuevas perversiones sexuales” con estas frases del Informe sobre la construcción de situaciones…: “Ya se han interpretado bastante las pasiones: se trata de encontrar otras nuevas“, o “Hay que definir nuevos deseos en relación con las posibilidades de hoy“). De hecho, un artículo de The Economist de 1998 sostiene que episodios como las clases en la calle o la entrada de los obreros en La Sorbonne, y en definitiva, todo el mayo francés, pueden ser leídos como “situaciones” en el sentido de Debord y sus camaradas.
Las disensiones internas, la personalidad conflictiva de Debord, pero especialmente la decadencia de los ideales radicalizados y utopistas de los ’60, ocasionan la retirada de los situacionistas. En los ’70 Debord es implicado en el asesinato de su amigo y editor Gérard Lebovici, y en 1994 (luego de sostener que “la antigua “división mundial del trabajo espectacular” entre los imperios rivales de “lo espectacular concentrado” y “lo espectacular difuso” había concluido con una fusión que dio lugar a la forma común de “lo espectacular integrado“) se suicida a los 62 años de edad.
Probablemente el mérito más grande de los situacionistas es el de postular al urbanismo como una suerte de arte integral, que resultará de una sustancial renovación de las relaciones de poder (algo que en la época se identificaba con la Revolución, y que cuestionaba tanto a la sociedad capitalista como a las burocracias comunistas, con alguna exageración como la de considerar a Bolonia como “la Disneylandia del stalinismo”…), y en señalar la sustancial alienación del ocio y la ciudad postindustrial.
Nuestras perspectivas de acción sobre este marco tienden, en su último desarrollo, a la concepción de un urbanismo unitario. El urbanismo unitario se define en primer lugar por el uso del conjunto de las artes y las técnicas como medios que concurren en una composición integral del medio. Hay que afrontar este conjunto como infinitamente más extenso que el antiguo imperio de la arquitectura sobre las artes tradicionales, o que la actual aplicación ocasional al urbanismo anárquico de técnicas especializadas o de investigaciones científicas como la ecología. El urbanismo unitario tendrá que dominar, por ejemplo, tanto el medio sonoro como la distribución de las diferentes variedades de bebidas o de alimentos. Tendrá que abarcar la creación de formas nuevas y la inversión de las formas conocidas de la arquitectura y el urbanismo – igualmente la subversión de la poesía o del cine anterior.
El arte integral, del cual se ha hablado tanto, no puede realizarse más que a nivel del urbanismo. (Informe sobre la construcción de situaciones…)
El urbanismo no existe: no es más que una “ideología” en el sentido de Marx. La arquitectura existe realmente, como la Coca-Cola: es una producción investida de ideología que satisface falsamente una falsa necesidad, pero es real. Mientras que el urbanismo es, como la ostentación publicitaria que rodea la Coca-Cola, pura ideología espectacular.
Todo esto se impone mediante el chantaje de la utilidad. Se oculta que toda la importancia de esta utilidad está al servicio de la reedificación. El capitalismo moderno hace que renunciemos a toda crítica con el simple argumento de que “hace falta un techo”, lo mismo que hace la televisión con el pretexto de que la información y la diversión son necesarias, llevándonos a descuidar la evidencia de que esa información, esa diversión, este hábitat no se han hecho para las personas, sino a pesar de ellas, contra ellas.
La circulación es la organización del aislamiento. Por ello constituye el problema dominante de las ciudades modernas. Es lo contrario del encuentro, la absorción de las energías disponibles para el encuentro o para cualquier tipo de participación. La participación que se ha hecho imposible se compensa en el espectáculo. El espectáculo se manifiesta en el hábitat y en el desplazamiento (standard de alojamiento y vehículos personales). Porque de hecho no se habita en un barrio de una ciudad, sino en el poder. Se habita en alguna parte de la jerarquía. En la cima de esta jerarquía, los rangos pueden medirse por el grado de circulación. El poder se materializa en la obligación de estar presente cotidianamente en lugares cada vez más numerosos (comidas de negocios) y cada vez más alejados unos de otros. Se puede caracterizar al alto dirigente como un hombre que llega a encontrarse en tres capitales diferentes en un solo día.
Lo que el urbanismo promete es la felicidad. El urbanismo será juzgado por tanto en función de esta promesa. La coordinación de los medios artísticos y científicos de denuncia debe llevar a una denuncia completa del condicionamiento existente.
Todo el espacio está ocupado por el enemigo, que ha domesticado para su propio uso hasta sus reglas elementales (incluso la geometría). El auténtico urbanismo aparecerá cuando se cree en algunas zonas el vacío de esta ocupación. Lo que nosotros llamamos construcción comienza allí. Puede comprenderse con la ayuda del concepto de “agujero positivo” forjado por la física moderna. Materializar la libertad, es en primer lugar sustraer a un planeta domesticado algunas parcelas de su superficie.
Lo práctico es lo funcional. Únicamente la resolución de nuestro problema fundamental es práctica: la realización de nosotros mismos (nuestro desligamiento del sistema de aislamiento). Lo útil y lo utilitario es esto. Nada más. El resto no representa más que derivaciones mínimas de lo práctico, su mistificación.
(Programa elemental de la oficina de urbanismo unitario, Attila Kotanyi y Raoul, 1961)
Nuestra concepción del urbanismo es social. Nos oponemos a la concepción de una ciudad verde, en la que los rascacielos espaciados y aislados reducirán necesariamente las relaciones directas y la acción común de los hombres. Para que tenga lugar una relación estrecha entre el entorno y el comportamiento, es indispensable la aglomeración. (Otra ciudad…)
En general, las intuiciones situacionistas son más precisas en lo que tienen de diagnóstico y perspectiva del capitalismo avanzado de base cultural, que en sus propuestas de revolución política y en proyectos como el de New Babylon. Debord cierra el apasionante capítulo de la Sociedad del Espectáculo que habla del “acondicionamiento del territorio”, con una tesis donde propone “reconstruir íntegramente el territorio según las necesidades de poder de los Consejos de trabajadores, de la dictadura anti-estatal del proletariado, del diálogo ejecutorio“. Y desde una lectura contemporánea, New Babylon no resiste el análisis de su espacio no calificado y basado en tecnologías no sostenibles, como la del acondicionamiento de aire integral. Resulta algo incómoda la ingenuidad de una afirmación, como la que realiza Constant, de que “la disminución del trabajo necesario para la producción mediante la automatización extendida creará una necesidad de entretenimientos, una diversidad de comportamientos y un cambio de naturaleza de los mismos que llevarán forzosamente a una nueva concepción del hábitat colectivo que disponga del máximo de espacio social, al contrario que la concepción de ciudad verde donde el espacio social se reduce al mínimo“. O aquella de que “la creciente insatisfacción que domina a la humanidad alcanzará un punto en el que nos veremos empujados a ejecutar proyectos para los que poseeremos los medios y que podrán contribuir a la realización de una vida más rica y completa“.
Según el crítico italiano Luigi Prestinenza Puglisi (quien realiza un excelente análisis de los movimientos de vanguardia desde mediados de los ’50 hasta la actualidad, en sus libros “This is tomorrow” y “Silenziose Avanguardie“), los situacionistas invierten los conceptos vigentes en su época al sostener que no es el espacio funcional lo que debe influir sobre el comportamiento del hombre sino, al contrario, las aspiraciones a la libertad, al juego y al movimiento los que deben imponer sus leyes a la arquitectura. Pero para esto proponen dos tipos de soluciones que están a la vez presentes en el proyecto de New Babylon, y que son contradictorias y hasta incompatibles entre sí: “la primera prevé arquitecturas lúdicas, polisémicas, fuertemente estructuradas que prefieren, en ausencia de otros modelos, inspirarse en los luna parks y en los espacios de diversión, más que en las oficinas y fábricas tan caras a los racionalistas; la segunda, más abstracta y conceptual, tiende a la recuperación absoluta del cuerpo en el espacio e impone la desmaterialización de la arquitectura para que esta se torne infinitamente flexible“. Una estética imagina el espacio en términos de flujos e imágenes, la otra impone, por el contrario, una forma ascética, tan abierta que se disuelve a si misma hasta desaparecer como no-forma. Esta contradicción, concluye Prestinenza, envuelve a toda la búsqueda vanguardista posterior, tanto la de Archizoom o Archigram en los ’60 como, más adelante, la de Tschumi y Koolhas.
En los ’90, tanto el ICA de Londres como el Centro Pompidou de París realizaron exhibiciones sobre los situacionistas, y en 1996 el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona dedicó una muestra al movimiento: “Situacionistas: Arte, Política, Urbanismo”. Existen publicaciones recientes que tratan sobre los situacionistas, como el propio catálogo de la exposición del MACBA, el libro de Simon Sadler “The situationist city”, editado por el MIT en 1998 o el citado número de junio de 2001 de AD (criticado por David Cox debido a su radicalismo chic, manifiesto en el precio nada situacionista de su edición…). En este último, un artículo de Charles Rice presenta ciertos abusos y distorsiones de la publicidad y el marketing que pueden ser leídos en clave situacionista, como por ejemplo el efecto de los grandes carteles publicitarios en las calles de las grandes ciudades. Considero que es más evidente la matriz siuacionista de los grupos que se dedican a alterar y mutilar carteles publicitarios para generar nuevos significados, como el “Frente de liberación de las vallas publicitarias” en San Francisco, la revista Adbusters o el grupo BUG-UP de Australia.
La actualidad de las concepciones situacionistas es perceptible también en movimientos contestatarios y políticos como los que protagonizan las protestas contra el neoliberalismo o la guerra (ver café de las ciudades número 4-5). El grupo Reclaim the Streets, con sus ocupaciones y reutilizaciones de calles, es probablemente el ejemplo más claro de esta continuidad. En Argentina existe el Colectivo Situaciones, una agrupación originada en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que ha realizado investigaciones y editado libros con relatos, crónicas, teorizaciones y entrevistas sobre los movimientos de trabajadores desocupados y las revueltas del 19 y 20 de diciembre de 2001 (a diferencia de los situacionistas, el CS no cree que sea posible la revolución y simplemente postula la resistencia). Pero es en la lectura de sus textos más lúcidos donde aparece la más aleccionadora actualidad del movimiento:
No existe el problema revolucionario del ocio -del vacío a colmar- sino un problema del tiempo libre, de la libertad a tiempo completo.
La superación del ocio en una actividad de libre creación-consumo no puede entenderse más que en relación con la disolución de las artes del pasado, con su mutación en modos de acción superiores que no rechacen ni supriman el arte, sino que lo realicen. El arte será de esta forma sobrepasado, conservado y superado en una actividad más compleja. Podrán reencontrarse parcialmente en ella sus antiguos elementos, pero transformados, integrados y modificados por la totalidad. (Sobre el empleo del tiempo libre, 1960)
La construcción de situaciones comienza tras la destrucción moderna de la noción de espectáculo. Es fácil ver hasta qué punto el principio mismo del espectáculo está ligado a la alienación del viejo mundo: la no-intervención. En cambio vemos cómo las investigaciones revolucionarias más válidas en la cultura han intentado romper la identificación psicológica del espectador con el héroe para arrastrarlo a la actividad, provocando sus capacidades de subvertir su propia vida. (Informe sobre la construcción de situaciones…)
Creemos que no hay que alentar la constante renovación artística de la forma de los frigoríficos, pero el funcionalismo moralizador no puede hacer nada al respecto. La única salida progresiva es liberar en otra parte, y de modo más amplio, la tendencia al juego. (Problemas preliminares…)
Más allá del infantilismo y extremismo de algunas de sus consignas y propuestas ideológicas, el camino iniciado por los situacionistas es un camino de libertad, de recuperación humana del tiempo y el espacio como categorías de juego, deseo y creatividad,y no como objetos de lucro y jerarquización.
MC
Los principales textos de los situacionistas pueden encontrarse en el sitio de Altediciones.
La Biblioteca de la Facultad de Arquitectura de la UBA colaboró en la realización de esta nota. Agradecemos a su Director, Arq. Manuel Net, y al personal. Para consultar su excelente base de datos y sus actividades, o para colaborar con un ejemplo de la universidad pública argentina, entrar a www.fadu.uba.ar/biblioteca/index.html