Durante los días de lluvia en Dublín, que son inoportunos y no son pocos, el pub se convierte en un refugio. Después de varias pintas y de convencerte que la relación coste – grado de alcoholemia es favorable a la cerveza nacional, y que “Euro” no es una moneda sino el nombre de la inflación galopante, el pub te echa a la calle a seguirte mojando. Al final no te queda otra opción que ir de pub en pub, dejarte el presupuesto, probar todos los tipos de cerveza que tengan, alargar la vida de la pinta, y reír los chistes incomprensibles que te explica tu compañero de barra.
La Guinness, además de ser un alimento calórico, actúa como una para-administración, tanto por la dinámica económica como por su valor simbólico, que identifica y une a un país. Guinness es el nombre de un imperio que se levantó en la zona que fue el origen de la ciudad, y hoy tiene la semblanza de una ciudad por la que cruzan calles que provienen de un suburbio llamado Dublín.
Todos los indicios (arquitectura, mobiliario urbano, la prensa amarilla y hasta los renovados docklands) te recuerdan que la presencia inglesa no finalizó en los ’20. De hecho, el ardor de estomago producido por la comida del greasy spoon del Moore St. Market me repitió a los del East End de Londres. La misma sensación tienes al caminar por las georgianas calles que llevan desde Merrion Square a St. Stpehen’s Green y a Fitzwilliam’s Square. Parece que la ciudad esté dividida entre una parte oriental de simbología probritanica y una occidental, en la que predominan los símbolos de lo que quiere ser la esencia irlandesa.
Caminar por Dublín no es fácil. El tránsito dublinés pide a gritos un plan de movilidad. ¡Pobre de la viejita que intente cruzar O’Conell Street! Pese a ello, debemos felicitar al Ayuntamiento dublinés por la decisión de instalar el tranvía, que cruzará las principales arterias comerciales del norte del Liffey.
El City Council de Dublín ha tomado las Tecnologías de la Información y la Comunicación como símbolo estratégico para hacer de la ciudad una de esas 100 que, predicen los agoreros del Apocalipsis neoliberal, sobrevivirán en el “mercadillo” mundial. Y ello lo pretenden potenciar atrayendo grandes empresas símbolo de las TIC, para rellenar el International Financial Service Center. Por otro lado, se pretende renovar los barrios con mayor desinversión del centro histórico de la ciudad, como el Liberties, metiendo kilómetros de fibra óptica e instalando el Media Lab del MIT en los almacenes abandonados de la Guinness.
La otra forma de renovación urbana es la conocida como “instala un MacDonalds y un The Gap y ya tienes una calle comercial”. Puedes estar en Montreal o en Estambul.
En resumen, Dublín es una ciudad con regusto y aroma inglés, que te empuja a la bebida.
JA
Josep Alías es catalán y sociólogo (ver otras crónicas urbanas de JA en los números 1,2 y 3 de café de las ciudades, algunas escritas en colaboración con Mariona Tomàs). Para otras miradas sobre Dublín, nos recomienda los siguientes sitios:
www.guinness.com: “tomadores de cerveza del mundo, ¡uníos!“.
www.dublin.ie: sitio general de la ciudad.
www.visitdublin.com/webcam/: una vista de la villa.
www.dublincity.ie/: web del City Council.
www.medialabeurope.org/: el Massachusetts Institute of Technology en Dublín.
Richard Sennet, en Carne y Piedra, también comenta el sistema de calefacción mediante la ingesta de alcohol, al referirse a las ciudades del norte de Europa en la Edad Media: “La gente se emborrachaba en grupo y después explotaba por la noche en la calle, provocando reyertas. La necesidad de beber tenía un origen apremiante: la necesidad de calor corporal. En París, el vino caldeaba los cuerpos de la gente en edificios que carecían de calefacción. El fuego encendido contra un muro reflector, con un conducto que daba a una chimenea exterior, no hizo su aparición hasta el siglo XV“
Dublín tiene en la actualidad más de un millón de habitantes, muchos más que los que tenía hace casi un siglo, el 16 de junio de 1904 para ser más preciso. Durante ese día transcurre la acción del Ulysses de James Joyce: el protagonista, Leopold Bloom, sale de su casa a las 8 de la mañana y regresa pasada la medianoche. En el camino atraviesa una cantidad de experiencias que Joyce asimila a la Odisea, solo que aplicadas a la actividad cotidiana de un hombre común. Es una épica individual, corporal, que revoluciona todas las formas literarias (T. S. Eliot la comparaba a un descubrimiento científico) y es la expresión máxima de la modernidad en la escritura. Una de sus innovaciones es la de introducir como materia y forma narrativa el monólogo interior de Bloom, de Stephen Dedalus (alter ego de Joyce) y de Molly, la adúltera mujer del protagonista.
Cada uno de los 18 episodios alude directa o metafóricamente a hechos de la Odisea, y está redactado en un genero y estilo particular: narrativas, catecismos, monólogos, dialécticas, laberintos, alucinaciones, etc. A pesar de su complicada abundancia de citas y referencias, y su fría y erudita superficialidad, la novela sostiene el interés del lector y contiene frases memorables, como aquellas de Dedalus: “me dan miedo esas grandes palabras que nos hacen tan infelices” o “la Historia es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar“. En homenaje al Ulysses, todos los 16 de junio se realiza el Bloom´s Day, una celebración en donde los devotos de Joyce realizan los mismos recorridos y actividades que Bloom (el desayuno con riñones fritos, las paradas en los pubs, la visita a un burdel, etc.), recorriendo las calles descriptas por Joyce, realizando lecturas colectivas de párrafos de la novela, y hasta vistiendo los mismos trajes de la época. Nuestros perspicaces lectores ya habrán observado que el próximo año se cumple el centenario del Bloom´s Day, por lo cual es previsible que una ciudad tan dada a las prácticas del marketing urbano como la que describe JA, realice ese día algún tipo de festival – homenaje. Joyce decía que si alguna vez Dublín desapareciera de la Tierra, sería posible reconstruirla en forma exacta leyendo las descripciones del Ulysses.