”I have welcomed very greatly one experiment in India, Chandigarh. Many people argue about it, some like it and some dislike it. It is the biggest example in India of experimental architecture. It hits you on the head, and makes you think. You may squirm at the impact but it has made you think and imbibe new ideas, and the one thing which India requires in many fields is being hit on the head so that it may think. I do not like every building in Chandigarh. I like some of them very much. I like the general conception of the township very much but, above all, I like the creative approach, not being tied down to what has been done by our forefathers but thinking in new terms, of Light and air and ground and water and human beings”. Discurso de Jawaharlal Nehru, 17 de Marzo de 1959; Nehru fue líder del ala moderada socialista del Congreso Nacional Indio desde la lucha por la Independencia y Primer Ministro de la India desde el 15 de agosto de 1947 hasta su muerte, en 1964.
Vivir en Chandigarh es un privilegio social dentro de la India. Chandigarh es éxito para unos y fracaso para otros. No es casual que la ciudad se haya consolidado como una aldea rica dentro de un país donde la gente es extremadamente pobre. De alguna manera, esta ciudad nunca fue creada para los indios (aunque sí a petición de los mismos) sino que fue creada para un ciudadano global que, después de cincuenta años, nunca llegó a existir, o hasta el momento no lo hemos visto. Mientras la disputa se enfoca en que la urbe pertenezca al Patrimonio Cultural de la Humanidad, vía declaración de la UNESCO, la ciudad debe seguir creciendo. Parece que los límites de los pretendientes en conservarla como relicario de lo que en algún momento fue el estandarte del éxito de la arquitectura moderna, se contrapone con la misma definición de Ciudad, ese ente complejo que, ante todo, no puede ni quiere parar de crecer.
Chandigarh se gesta como la nueva capital de los estados de Punjab y Haryana en 1947. La ex-capital queda del lado paquistaní, luego de una sucesión de guerras por la independencia de localidades que ahora pertenecen a India, Paquistán y Bangladesh. La ciudad emergería sobre la devastación (física del territorio, moral de la sociedad desgarrada) y bajo nuevos aires políticos que invaden estas tierras, con sueños de libertad y democracia al mejor estilo occidental. La “foja cero” con la cual las nuevas autoridades locales se planteaban este proyecto de urbanización lleva a poner los ojos fuera del país, con especial atención en los modelos de urbe estadounidense. Sin embargo, como precedente, India tiene una vieja tradición en planificación de nuevas ciudades que data del Imperio Mongol (entre los siglos XVI y XIX ) donde se crearon ejemplos como Jaipur o Udaipur, pasando años después por la experiencia de las intervenciones urbanas inglesas (en Delhi, principalmente). El proyecto fue encargado a un par de arquitectos urbanistas norteamericanos: Matthew Nowicki y Albert Mayer, quienes produjeron una propuesta basada en la ciudad-jardín, pero sucedió que Nowicki falleció y el proyecto fue abandonado forzosamente para ser reasignado a Corbu (con más de diez años vividos en el mundo de la arquitectura, estos personajes se vuelven tan íntimos como para apodarlos cariñosamente).
Y así, en 1951 llegó Le Corbusier a la India con todas sus ideas modernas republicanas, internacionales, vanguardistas sobre el arte, la arquitectura, la ciudad, el modo de vivir y de habitar. Resultó que contratar a este prestigioso arquitecto catapultó a la ciudad a la fama mundial en un camino sin escalas. Chandigarh se puso en boca de todos los arquitectos, desarrolladores y urbanistas contemporáneos. Llegando al final de su vida, Le Corbusier consiguió el proyecto que siempre había soñado: crear una ciudad sin obstáculos, sin limitaciones. Aquí es donde toda la teoría de sus 65 años tenía lugar para transformarse de idea a materia concentrada, desde los cinco puntos a la estricta separación de funciones y los establecimientos humanos, pasando por la inclusión del auto en la vida humana, el Modulor, los congresos del CIAM y tanto más de lo que todo arquitecto a lo largo de su educación ha escuchado hasta el cansancio.
Sin escaparle a la idiosincrasia nacional, Chandigarh está llena de contradicciones, pero en este caso se mueven en otros planos que los que venimos viendo a través de los relatos de Incredible India. La ciudad no es un punto de referencia del turismo internacional, salvo el atraído por Corbu y su creación. Chandigarh es muy visitada por indios de otras regiones, ya que se destaca con mucha diferencia respecto de sus pares y ofrece un mundo nuevo que a nosotros nos parece muy normal, pero que dentro del contexto dado es realmente singular.
The City Beatifull la llaman; no sólo es innegablemente hermosa sino que ofrece estándares de vida que a primera vista y a los ojos de un visitante no sólo exceden a la expectativa del país, sino que también plantean un día a día más feliz. Sin embargo, bajo una mirada más profunda, la forma en que se desarrolla la cotidianeidad se presta a confusión: los ciudadanos no consiguen apropiarse del espacio que la urbe les ofrece, son ellos los que deben cambiar su modo de vida para adaptarse al contexto. Esta es quizás una de las razones por la cual la sociedad es predominantemente rica, ricos que siempre consiguen mayor adaptación al cambio y a lo diferente debido a su excedente de recursos. De hecho, el ingreso per-cápita promedio es el más alto del país.
Es asombroso que no haya lugar para la transformación, para un cambio de usos o para una modificación en la densidad del tejido. Todo está dispuesto para extenderse en un territorio que habrá sido entendido, a la hora de la planificación, como interminable.
El plan fue concebido para unos 500.000 habitantes, la ciudad posee hoy 850.000 y se espera que en los próximos diez años alcance 1.260.000. Si no se reformula la propuesta de la ciudad, no habrá donde albergar a toda esta gente y la impronta de asentamiento se dará a través de los slums periféricos, pobres, informales y carentes de todo tipo de dignidad y calidad de vida. Las construcciones, los parques, las calles parecen ser estáticos, inmaculados por siempre, incapaces de absorber intervenciones para bien o para mal.
A partir de aquí comenzamos a mirar a Chandigarh, más que como una ciudad, como un museo, un intocable que forma parte de un patrimonio universal que los arquitectos de todo el mundo pretenden rescatar. Lo interesante sería saber de qué: ¿del propio crecimiento urbano, de la transformaciones naturales en cualquier proceso cultural del hombre?
Reviviendo la situación de 1951, ante la devastación, ante el poder de un discurso político que intenta desprenderse de los precedentes culturales, sociales y políticos del país, ¿qué importa de la cultura india a la hora de crear una nueva ciudad, qué importan las costumbres a la hora de definir una nueva forma de habitar, qué importancia tienen las formas que preexistieron si se pretenden otras nuevas que revolucionen y le cambien la vida al hombre? Miro el presente y me pregunto también qué es lo que importa a la hora de repensar y conservar la ciudad. Después de todo, la ciudad es propiedad de la humanidad y no del arraigo mismo de su comunidad, que la vive día tras día.
El plan urbano dispone sectores que funcionan como mega-manzanas de 1.200 por 800 metros. A partir de lo que Corbu consideraba las principales funciones de la vida cotidiana (vivir, trabajar, circular y cuidar del cuerpo y el espíritu) cada sector responde a un uso en particular: comercial, industrial, esparcimiento, bloques culturales, administrativos, vivienda para la clase más potentada y para la trabajadora, parques y áreas verdes. Es notoria y totalmente deducible la analogía con el cuerpo humano referente a la disposición, conexión e interacción de los sectores. Cada sector se vincula a una vía de alta velocidad, es atravesado de Este a Oeste por una calle comercial, y de Norte a Sur por una vía barrial. Las vías peatonales conectan las áreas verdes. La unidad básica “Sector”, concebida como autosuficiente, es subdividida en unidades vecinales de alrededor de 150 familias con el equipamiento necesario a pequeña escala barrial. El sector 17 se caracteriza como el centro comercial social de la ciudad, donde la calidad del espacio público es incomparable por sus dimensiones, por sus usos, por sus equipamientos. Este es el corazón de la ciudad.
El hormigón armado, el ladrillo, las superficies geométricas puras y planas caracterizan los edificios y espacios abiertos.
La vida en Chandigarh es mucho más digna que en resto del país: una industria desarrollada, empleos administrativos en el sector público, una clase alta que disfruta de amplios y espectaculares parques de rosas (más específicamente del Rose Park dentro del Vallée des loisirs y del Lago Sukhna), una vida cultural y artística envidiable. Sin embargo, de a momentos la ciudad parece ser demasiado rígida, demasiado inmóvil, acartonada, poco caótica para la idiosincrasia india. Chandigarh, por sobre todo, parece demasiado occidental. Aquí no hay mercados al aire libre, ni olores que desorientan los sentidos, no hay colores en abundancia, no están los paisajes urbanos clásicos, como los campamentos en medio de la vía pública y las vacas por todas partes, ni siquiera hay ratas, que a estas alturas de nuestro viaje son adorables animalitos indefensos.
El Sector Administrativo, que abarca a los tres poderes y sus respectivos palacios (ejecutivo, legislativo y judicial) es un himno a las emociones, a la grandilocuencia pensada para el hombre, y a la democracia. Es imposible salir de allí sin sentirse emocionado. Lástima que ese encuentre tan lejos del corazón de la ciudad, para llegar caminando se necesita más de una hora, porque la ciudad está pensada para un ciudadano con automóvil; vivir sin auto es el primer paso hacia la mala calidad de vida. La escultura que se encuentra entre los tres edificios (que significativamente se miran, se vigilan y conviven), la mano gigante que también simula ser una paloma de la paz, es el icono de la ciudad y nos recuerda que allí todos están “open to give, open to receive” (abiertos para dar, abiertos para recibir).
Más allá de toda esta emoción, que sale de a borbotones de mi corazón formado en la estética, sospecho que debe ser difícil que algún turista indio se acerque al capitolio para observar la belleza de esta obra de arte. El punto más visitado de toda la ciudad es el Rock Garden, una especie de parque temático construido con basura industrial y donde todo lo que brilla es espontaneidad (¡en la ciudad de la arquitectura moderna!).
Según cuenta la historia, el parque lo ideó y edificó un constructor de obra en sus horarios post laborales y a escondidas de todos. Cuando el gobierno local dispuso hacer un carretera por el medio del predio, todos los vecinos salieron “a la calle” protegiendo este recorrido, básicamente construido con basura de la construcción e industrial y que lleva ese toque mágico que tanto atrae de Gaudí y su Park Güell. Es así como hoy es atracción nacional y artistas de todo el mundo van a contribuir con la obra, que ya ocupa un predio inmenso. Para visitar Chandigarh y especialmente el Rock Garden la gente se viste de fiesta: las mujeres se maquillan a más no poder, llevan sus mejores ropas y adornos, los hombres combinan los turbantes con el color de vestimenta y se ponen todas las prendas occidentales que tengan (y si es con grandes logos, mejor). Las niñas y niños con volados, camperas de colores fuertes y zapatillas impecables. Esto sí es un lugar de encuentro, un paseo de las vanidades, un lugar donde ir a pasar el día entero. Para ir a Chandigarh todos sacan las mejores pompas, y es que la ciudad lo amerita.
La existencia del Rock Garden y el amor incondicional que tiene por él la gente de la ciudad parece reforzar aún más la idea de que hay algo inusual en sus vidas. Las formas que toma la ciudad (con todo su orden, limpieza, tranquilidad) parecen formar un tipo de nuevo ciudadano indio, todavía un poco confundido (creo yo), muy orgulloso de su ciudadanía, con otra manera de ser y, sobre todo, un prototipo que no incluye a todas las clases sociales y que sólo responde a un estándar determinado (y si no se pertenece… la vida es demasiado dura). Estos nuevos estándares de vida, estas nuevas tipologías, poco responden a las tradiciones nacionales o regionales; la máquina es protagonista en un país donde la inmensa mayoría ni siquiera sueña con acceder a un auto.
Reflexionando a la distancia y aunque parezca un cliché un poco cursi, Chandigarh tiene mucho por aprender de la India y la India de Chandigarh. La ciudad es un ideal y, con certeza, el movimiento moderno rompió con ciertos paradigmas que hasta el momento no hemos podido reformular.
Al fin de cuentas, Chandigarh puede ser teorema para muchos pero, más allá de eso, es ciudad para los que verdaderamente importan.
LW
La autora es arquitecta y ayudante docente en la cátedra de urbanismo de Alfredo Garay en la FADU-UBA.
Esta nota es la quinta de la serie Incredible India, comenzada con la nota homónima en el número 78 y proseguida en el número 79 con La Mega-ciudad dual – Experiencias en Mumbai y Delhi, en el número 80 con Una cara y muchas cecas y en el número 81 con Holly Benares: Varanasi.
En el próximo número de café de las ciudades:
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Sobre la arquitectura y las propuestas urbanísticas de Le Corbusier, ver también en café de las ciudades:
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Los muchachos corbusianos I La red austral: Le Corbusier y sus discípulos en Argentina, según Liernur y Pschepiurca I Por Marcelo Corti
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Le Corbusier: los viajes al Nuevo Mundo I Cuerpo, naturaleza y abstracción. I Roberto Segre