(a Totò, a Raffa, y “lo” que viene)
catalán
Totò dice que “Il caffè si prende bestemmiando per la fretta, perchè la tazzina è troppo calda, perchè è amaro, perchè è forte, perchè è sempre troppo poco e per questo ha il gusto delle cose fugaci!!!!“.
Palermo, al igual que la Atlántida, en algún momento de su historia decidió sumergirse. Pero en lugar del océano, Palermo eligió la decadencia y ocultó su belleza sólo para aquel que es capaz de ver a través de los andamios que cubren los palacios, y para aquel que es capaz de descifrar las filigranas decorativas góticas, neoclásicas,…, de todos los estilos incrustadas en las torturadas fachadas. La historia de la ciudad acecha en cada edificio y el turista, demasiado ocupado en ahuyentar los cientos de historias sobre la ciudad y la isla que le explicaron antes de viajar, no la consigue desvelar. O ¿serán los mercados, verdaderos zocos que llenan el ambiente de olores y palabras que pretenden atraer toda nuestra atención, los que saturan los sentidos para que no puedas ver más allá? Debe tratarse de una conspiración. Todos los tenderos del mercado de la Vucciria (que ha dado lugar a la expresión “fare vucciria” como sinónimo de “alboroto”), se han aliado para que deambules con la boca abierta.
Palermo se extiende a lo largo del mar, arropada por grandes montes y construida por fenicios, bizantinos, romanos, judíos, árabes, catalanes, franceses, mahgrebíes,… Todos ellos han sido palermitanos alguna vez. Todos ellos han dejado su huella en el centro de la ciudad, en el que se encuentran sugerentes contrastes. La Kalsa, uno de los barrios de origen árabe, es quizás el más idóneo para observar las divergencias entre los intentos de potenciar la rehabilitación de un centro histórico destrozado por las bombas de una guerra que pasó por la isla hace cincuenta años, los terremotos y el abandono, y las nuevas políticas populistas que potencian la especulación.
El ritmo de la ciudad está marcado por dos elementos: el tráfico, que se rige por un lenguaje pseudoreligioso sólo comprensible y expresado para el que conoce y acepta entrar en el duelo y rendir culto a la “macchina”; y por la manera de entender la vida de sus habitantes. Sí, Palermo es una ciudad de Italia, ya lo sabemos, pero hay algo más. Los palermitanos son italianos con algo más. Con un plus de picardía, de sabios de la buena vida y de calidez, que ha quedado mitificado a través del gatopardismo, del cual rehuyen muchos de los palermitanos.
En ésta ciudad, sólo el espacio público protegido tras las rejas se salva de la invasión del coche. Hermosas villas y plazas guardan entre verjas espectaculares jardines: Villa Garibaldi en Piazza Marina, el Jardín Botánico… Si bien toda la ciudad, y en especial el centro, está salpicado de espacios que podríamos identificar como plazas, la falta de símbolos propios de estas (bancos y árboles) nos podría indicar que estamos en medio de un aparcamiento. Pero no. Estamos en una plaza llena de coches, entre los cuales la gente se relaciona. Y ¿qué es el espacio público sino un lugar que genera relaciones entre personas?
Vale la pena perderse por las calles del mercado del Capo y ver salir de la decrépita villa al viejo aristócrata que se hace camino entre los niños de origen albanés que juegan por la calle. Hacia el oeste, la ciudad se encuentra con el ensanche del novecento que traslada la ciudad hacia el corazón de Europa, salpicado de imponentes moles promovidas por ese gran “arquitecto” de los 20 y los 30, conocido como el Duce, y que ha iluminado a tantos arquitectos actuales de todo el mundo.
Palermo u otra manera de tomar el café: se degusta de pie, se cruzan unas palabras y uno se queda con la sensación de que el ritmo de nuestras vidas no nos deja suficiente tiempo para saborearlo.
JA y MT
Palermo, capital de Sicilia, recibió su nombre de los navegantes fenicios: “panormos” (puerto). Fue muy prospera durante la época romana, y especialmente durante las dominaciones árabe (algunos la comparan con Córdoba y El Cairo) y normanda, de cuyo reino este llegó a ser capital. El sector norte de la ciudad alberga monumentos religiosos y civiles de aquellas dos culturas. La Plaza de la Victoria es el centro civil y religioso de Palermo. De la Porta Nuova (construida en 1583 para la visita del monarca Carlos V) nace la avenida Victor Manuel, construida sobre una antigua ruta fenicia que cruza el centro de Palermo, atraviesa varios palacios e iglesias hasta llegar a los Quattro Canti (una pequeña plaza que divide los cuatro barrios, o mandamenti, de Palermo) y desemboca en el mar. Sobre las ruinas de una fortaleza romana, los árabes construyeron en el siglo XI el Palazzo dei Normanni, y detrás está la Capella Palatina. El barrio de Kalsa fue construido por los musulmanes como sede de los poderes civiles y militares. Durante la época normanda, estos barrios fueron habitados por marinos y pescadores, y ese ambiente sobrevive aun en sitios descritos en esta nota, como el mercado de la Vucciria. Palermo tiene uno de los Museos de la Marioneta más completos del mundo, ya que Sicilia tiene una añeja tradición de títeres desde la época de Carlo Magno. Se ubica en la Plaza Marina, el centro donde se concentran los principales edificios civiles y religiosos. El centro de esta plaza lo ocupa la Fontana Pretoria, realizada entre 1552 y 1555.. Debido a que las estatuas se encuentran completamente desnudas, se le conoce también como la “fuente de la vergüenza”.
“Por primera vez desde la unificación italiana”, según las autoridades comunales, Palermo ha elaborado un Plan Regulador que bloquea la expansión de la construcción especulativa (origen de un asentamiento urbano congestionado y contaminado) y promueve en cambio servicios y lugares para la comunidad. El Plan propone un programa de descentralización con siete municipios metropolitanos: Libertà-Montepellegrino, Monte Gallo, Colli, Monte Cuccio, Oreto, Mare Dolce, Messina Marine, y el Centro Histórico, con una población total de 700.000 habitantes.
El plan establece cinco tipologías en el sistema del verde urbano: arbolado callejero, canteros y jardines de barrio; jardines históricos; parques urbanos; áreas agrícolas, ámbitos paisajísticos colinares y reservas naturales orientadas. Se considera posible reutilizar ciertas áreas que han cesado en sus funciones de servicio: industrias químicas y otras, cuarteles, estaciones ferroviarias, cárceles, manicomios. El Plan procura un escenario de movilidad con disminución del tránsito automotor y potenciamiento del transporte ferroviario, además de una política de descentralización comunal que disminuya la necesidad de realizar viajes. Se identifican áreas productivas y la Administración se impone la tarea de ofrecer oportunidades de inserción para nuevas actividades turísticas.
El Plan considera que la periferia también puede ser transformada en ciudad, aprovechando la abundancia de elementos calificadores, no solo en el centro histórico sino también en la campaña. Se promueve una “nueva ciudad metrópolis, formada de centros y ambientes, antídoto a la homogeneidad periférica: una ciudad de ciudades“.
El Plan Regulador y otras informaciones sobre Palermo, en la página de la Comuna.