Son las diez de la mañana. La principal calle turística-comercial de Mumbai, Mahakavi Bushang Marg, dentro del barrio típico de Colaba, se despierta lentamente. La actividad comienza recién pasada la media mañana, ya que la noche anterior terminó más allá de las once. Los “puesteros”, que expanden sus telas repletas de manufacturas, indumentarias, calzados, accesorios y souvenirs, comienzan a montar sus negocios ambulantes en las mismas tablas que han utilizado para dormir toda la noche. En India ocurre así: la tabla es negocio, cama, mesa, silla, casa. El espacio público es donde se proyecta toda la vida de una persona: donde duerme, come, se afeita, tiene sexo y sobrevive.
La India es un país muy difícil de describir. El tiempo, el ruido, la gente, la basura van decantando de a poco en la razón y en las percepciones hasta “curtir” al alma, para entregarse a vivir un mundo completamente diferente.
India es segregación, es pobreza, es lujo y crecimiento. Es tradición y religión. India es múltiple.
¿Cómo describir un país donde todos los adjetivos y las descripciones encajan perfectamente en un tiempo-espacio que parece no tener orden ni lógica, más allá del caos y la desolación?
El espacio público es de los hombres; las mujeres están aparte, como personajes de atracción para el mundo occidental gracias a sus vestimentas típicas y su poca comunicación con el mundo exterior a la casa. La casa es mínima, por lo cual la intimidad se desarrolla en el afuera. El afuera es abrumador.
No parecen haber huellas de un Estado que deslumbra por su ausencia. Las leyes son las que el mercado informal y la calle imponen. No parece haber nada y parece haberlo todo al mismo tiempo.
Este país de contradicciones comienza a relatar su historia hace miles de años, pasando de un estado tribal a teocracias y monarquías absolutas; vio el nacer de religiones como el hinduismo, el budismo o el jainismo (500 a.C.). En el año 700 arriba el islamismo al país y con él una serie de imperios inestables y decididamente bélicos. Convivieron por miles de años múltiples poderes políticos y religiosos que, sustentados por una dura tradición, forjaron el presente de la India. El sur, que se consolidó hinduista, sería luego en gran parte captado por los portugueses y el catolicismo. El norte se conformó islámico (ahora también está poblado por sihks y budistas). Desde el 1600 hasta el año 1858, cuando los británicos toman el control formalmente en el territorio, estas tierras continuaron siendo campo de batalla por la dominación de lo que parecía ser la tierra prometida para muchos.
El 15 de agosto de 1947, con el movimiento de liberación pacifista hindú encabezado por Mahatma Gandhi, India se vuelve un país independiente, cediendo espacio a una serie de enfrentamientos con China y Pakistán que hasta hoy persisten en las fronteras. Toda esta historia de belicosidad esta cruzada por una realidad espiritual-religiosa que atraviesa todos los planos de la vida. Desde los múltiples altares en la calle hasta los rezos en los comercios: a la mañana, el día no comienza si los dioses no dan su consentimiento.
Doblamos hacia la costa, caminamos no más de dos cuadras y el escenario cambia abruptamente. Se erige entre las construcciones el Hotel Taj Mahal, probablemente uno de los más lujosos del mundo; el mismo que a fines del año pasado (26 de noviembre del 2008) sufrió un ataque. El ser turista tiene privilegios que dan un poco de vergüenza y la “rubiez” es aquí pasaporte para todo los lugares. Cruzando tres puestos de seguridad, algunas preguntas y rayos X, se ingresa en un mundo completamente diferente (en realidad debería decir antagónico). Es un muro el que divide la riqueza más opulenta de la desnutrición, la pulcritud de la basura, el ruido aturdiendo los oídos de la música. Es otro muro más de la vergüenza. Un límite físico que significa miles de años de esclavitud, discriminación, castas, religión, dogma y opresión.
¡Pero qué bella es la India! Su gente, los colores, los olores, los fuertes y castillos, los mercados. Si, India también es asombrosamente bella.
Mi viaje duró 40 días. Recorrí grandes ciudades como Mumbai o Delhi. Otras más pequeñas como Amritsar, Jaipur, Agra y por último, otras que por su singularidad merecen un capítulo aparte, como Varanasi o Chandigarh. Recorrí el Norte y el Sur, en ómnibus, tren, auto y avión. Estuve en los lugares más hermosos que he visto en mi vida y en los más detractores de la dignidad humana.
Pero así se muestra: Incredible India.
LW
La autora es arquitecta y ayudante docente en la cátedra de urbanismo de Alfredo Garay en la FADU-UBA.
En las próximas ediciones de café de las ciudades:
La Mega-ciudad Dual. Experiencias en Mumbai y Delhi.
Una cara y muchas cecas. Amritsar, Jaipur, Agra.
Holly Benares: Varanasi.
The City Beautiful: Chandigarh.
“Incredible India” es el slogan estrella utilizado por Gobierno Nacional para la promoción turística del país.
Ver en este número el comentario a Slumdog Billionaire, la película que transcurre en Bombay / Mumbai, en la nota De villero a millonario (miseria y violencia urbana en el cine reciente).