En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde.
Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
Entrega 6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
Al llegar a su departamento, Miranda resistió un rato el sueño que ya la vencía, y comenzó la traducción encargada en la mañana, en la cual avanzó algunos párrafos (los suficientes como para considerar el trabajo en marcha y vencer la inercia que suele demorar este tipo de tareas). Al día siguiente llamó a Gustavo al trabajo y le propuso encontrarse a la tarde para tener la conversación pendiente. Los amores consolidados, o los no correspondidos, o los que ya entraron en su decadencia, son amores que ocupan mucho de nuestra vida personal y dejan poco espacio lateral para el resto de nuestras cosas. En cambio, esos amores en formación, que no son todavía el amor pero que ya no son su ausencia, nos potencian y nos mejoran: queremos ser más lindos, más activos, mejores personas de lo que habitualmente nos proponemos. Nuestros pensamientos están abiertos al mundo y encontramos soluciones talentosas a problemas que, habitualmente, nos resultan difíciles de resolver. Cuando esperamos un llamado que sabemos que recibiremos, cuando estamos por hacer una invitación que sabemos será aceptada, cuando todo es a la vez una promesa y su cumplimiento seguro, nuestro estado de ánimo, nuestra aptitud intelectual, nos permiten expandirnos en un continuo positivo y estimulante, que abarca el total de nuestros deseos, expectativas, actividades y relaciones. Si yo tuviera que contratar a alguien para que me resuelva un problema de urgente consideración, buscaría a alguien que esté por consolidar un nuevo amor (aunque si el problema fuera más extendido en el tiempo, preferiría en cambio a aquellos cuyo amor ya esté cercano a la rutina, esos suelen tener la mente más despejada y son más constantes y racionales, por lo menos hasta que encuentran los primeros indicios de que todo se está yendo lentamente a la mierda).
Y si, contrataría por ejemplo a Miranda, en esos días resolviendo problemas y desfaciendo entuertos, concentrada en sus encargos y exámenes y eliminando de a uno los asuntos más atrasados de su agenda; sobre todo, atenta en cada lugar que recorre a los datos del entorno, las condicionantes personales y colectivas, su influencia sobre cada aspecto de su vida. Ese eje que ya señalamos, en un flujo continuo de información, eje que la sostiene en el mundo a la vez que le transmite los datos más importantes en su relación con el entorno humano, físico y social a su alrededor, y que se expande en numerosas ondas de geometría variable (vectoriales, cóncavas, convexas, abiertas, cerradas, continuas, que están por toda la casa, que están posadas sobre el jarrón, que se abren a la palabra erudita del buen consejero, que arman un escudo en la vereda, que se adhieren a su ropa, que iluminan su cuerpo desnudo en la vigilia de los amantes, que saborean el vino color rubí, esas ondas de patrones rígidos o sinuosos), eje estructural conceptual de flexibilidad relativa, que explica pero no agota la figura virtual de Miranda, sus decisiones y omisiones, la joven altiva y segura sentada en el 60 que vuelve de San Fernando a las 3 de la mañana.
Y al mismo tiempo, en esos días optimistas, Miranda le da forma a su plan, a la recepción que habrá de conmover la dura piel de Jean Luc el depredador y lo entregará a su discreción. Con cada párrafo de las traducciones, el diseño del momento oportuno; con cada palabra dicha u oída en los encuentros con Gustavo y Javier, la previsión de alternativas o contrariedades; con cada reunión de trabajo, la decisión cronológica (concentración y dispersión de acuerdo a las necesidades específicas de cada situación, casuística más que dogmatismo, metodología más que tipología).
Miranda termina de armar el cigarrillo, mientras Gustavo reitera su broma obscena de circunstancias (coloca la caja de fósforos sobre sus piernas a la altura del sexo y abre repentinamente las piernas, el miembro salta y empuja hacia arriba la cajita que vuela más o menos alto de acuerdo a la dureza del instrumento y a la eficacia del movimiento), ahora termina la broma porque el cigarrillo está listo y lo encienden, Gustavo es quien específicamente lo enciende y da las primeras pitadas mientras Miranda se levanta y pone un CD, a su elección, la camiseta sube al agacharse y descubre la sombra de la raya entre las nalgas de Miranda, baja entonces su camiseta y se acerca al puff, Gustavo le acerca el cigarrillo y vuelve a su juego. Miranda, hastiada de la broma obscena, tira muy lejos la cajita y toma con la mano libre el sexo de Gustavo, rotando sus dedos a la altura de la base del glande, mientras con la otra mano da un par de pitadas y devuelve el cigarrillo a Gustavo, que acomoda el cuerpo de Miranda en sentido contrario a su propia posición, tomándola por los muslos, al rato Miranda lleva el miembro de Gustavo a su boca, tomándolo con las dos manos como le gusta a él porque así enfatiza su tamaño. Cuando Miranda suelta su presa y reclama el cigarrillo, Gustavo se lo entrega y entreabre con sus movimientos las piernas de Miranda, levanta la camiseta y besa los labios del sexo de la muchacha, así comienzan un juego que termina con el cigarrillo, y donde cada pitada de cada uno de los dos se acompaña con la exploración del otro hacia el sexo de su pareja, al terminar el cigarrillo sincronizan por fin las exploraciones y al rato Gustavo acaba entre los labios de Miranda.
La muchacha escupe restos de esperma sobre el vientre de Gustavo, y luego de un rato va hasta la cocina y toma un vaso de Seven up, pero el gusto no la deja y prepara un sándwich de jamón crudo y queso port salut para quitarse el gusto y porque el fumar le dio hambre, ahora se acerca Gustavo y comparten el sándwich y la Seven up, hablando banalidades, Gustavo no tiene tanto hambre y mientras Miranda termina el sándwich, apoyada contra la mesada, se arrodilla y busca con sus labios nuevamente las líneas que conducen al vientre de Miranda (lo excita la similitud entre la forma en que ahora toma Miranda el sándwich y como unos minutos antes lo hacía con su miembro), entreabre una de las piernas y comienza a trabajar prolijamente entre los labios húmedos de su ex novia, que cuando libera sus manos del sándwich acaricia lánguidamente la cabeza de Gustavo, al rato se enternece y se arrodilla ella también, así arrodillados en la cocina se besan mientras suena el teléfono (Jean Luc deja un mensaje en el contestador), los besos son obscenos también, y profundos, Gustavo saca la camiseta de la muchacha y ahora están los dos en cueros, arrodillados, besándose lascivamente con la última luz de la tarde, Gustavo se levanta y frota su miembro contra las mejillas y la oreja de Miranda, ella lo aparta de su cara y besa el espacio entre los testículos y el culo de Gustavo, es algo que excita mucho a Gustavo, que acaricia con ternura el cuello de Miranda, pero en un instante pasa de la ternura a la firmeza y obliga a Miranda a levantarse, la ayuda a levantarse y la apoya contra la mesada de la cocina, le abre las piernas con la misma firmeza y la penetra rápidamente, a Miranda le molesta el borde de la mesada contra el culo, busca las manos de Gustavo para que la sostengan y de esta manera se libera de la molestia y al mismo tiempo la verga entra mejor en su sexo angosto, rojo y húmedo, Gustavo empuja y sale de su cuerpo con mucha rapidez y en pocos minutos ella acaba con un grito destemplado, se relaja y espera el baño de esperma de su ex novio, ya sin luz en la cocina.
Miranda moja una toalla en el baño y limpia su sexo, vuelve a ponerse la camiseta, y unas bragas, y se encierra en el dormitorio a hablar con Jean Luc
Miranda recibió a Jean Luc cumpliendo estrictamente el plan trazado en sus días de espera (la recordamos entusiasta, certera). Miranda y Jean Luc se cogieron toda la tarde, los dos convencidos de haberse perdido al deseo del otro, sucios y dóciles, espléndidos.
El fue vestido del modo que le había ordenado Miranda (color de traje, textura, tipo de zapatos y nudo de corbata), algo excedido en la cantidad del perfume caro del aeroparque, cuidadamente despeinado. En el hall, ella lo besó con ternura (un beso más casto que las manos que recorrían con nerviosismo el torso del depredador) y le puso en el bolsillo el pequeño discman, le colocó los auriculares y encendió el aparato. Comenzando un baile decadente, lo introdujo en el ascensor, y al cerrarse las puertas levantó un poco sus faldas, lo suficiente como para desprenderse de sus calzones color malva, que refregó por la nariz de Jean Luc antes de guardarlos en su otro bolsillo, apenas un instante antes, y en esto se cumplió estrictamente lo calculado, de que el ascensor se detuviera en el piso de Miranda y reabriera sus puertas. Del ascensor a la puerta del departamento había unos 7 u 8 metros, en los que Miranda, sin alterar la índole de los movimientos de su danza, logro desprenderse de la blusa sin quitarse la chaqueta, que entreabrió junto con la puerta para evidenciar su corpiño de breteles amplios, y luego volvió a cerrar una vez que ambos estuvieron dentro del ambiente (Jean Luc, admirando la concordancia de los movimientos de Miranda con la seguidilla que solo él escuchaba, alcanzó a suponer que la muchacha había desconectado el teléfono, antes de ser empujado a los almohadones). Por un rato, Miranda continúo bailando sola, sin quitarse otra prenda (Jean Luc observó la disposición de 2 o 3 relojes en la sala, ignorando si formaban parte de la escena habitual o si habían sido dispuestos para ritmar la acción de la danza silenciosa), hasta que dio la espalda a Jean Luc y se agachó para quitarse los zapatos. Desde el suelo, Jean Luc vio la corta pollera de cuero levantarse y dejar al descubierto parte de la raya del culo de Miranda, y los labios del sexo asomando entre las piernas semiabiertas. Luego nuestra muchacha volvió a mirar de frente a Jean Luc, y terminó de descalzarse quitándose las medias multicolores, ahora sus movimientos tenían otro tipo de sensualidad, derivada de la propia torpeza implicada en la acción, el tipo de sensualidad, intuyó Jean Luc, que se origina en la vulnerabilidad momentánea de una mujer tan segura en sus actitudes como da sólito se presentaba Miranda. El tatuaje en los tobillos atrajo la atención de Jean Luc, más que el sexo ahora explícito en la forzada apertura de las piernas de Miranda, que una vez descalza retomó su danza elegante y sensual, ahora se despojaba lentamente de sus pulseras y colgantes, por algún motivo esto excitó a Jean Luc más que las otras rutinas.
Miranda se desprendió rápidamente de la chaqueta, pero fue más histérica en cambio con el corpiño blanco (Jean Luc aprobó la discordancia de colores de la ropa interior), que arrojó sobre sus hombros hacia el depredador a quien daba la espalda, antes de dar la vuelta, levantó y volvió a bajar varias veces, obscenamente, la falda para mostrar ahora toda la perfecta sombra curva de las nalgas sobre los muslos bien formados. Sus brazos cruzados ocultaron por un momento los pezones rosados, duros, que Miranda acarició casi con resignación de bailarina de bajos fondos (parte de la eficacia del número residía en la ida y vuelta de las actitudes de Miranda, tanto en el juego inefable de vulnerabilidad y firmeza como en la alternancia de los estereotipos culturales). Antes de quitarse la falda, bailó durante un rato prolongado de una manera más sutil, y finalmente quedó desnuda, la pollerita hecha un bollo contra su vientre, que acercó a la cara de su espectador solitario. Jean Luc se incorporó, apartó las manos y la pollera de Miranda, y besó la entrepierna húmeda y blanda mientras iba arrastrando hacia el suelo a la bailarina Miranda, cuerpo expuesto y tibio que recorrió entero con sus besos precisos (sus labios calmaron la tensión de los pezones duros, su lengua exploró la garganta de Miranda, los recovecos tras la oreja perfecta, los muslos, el tobillo tatuado). El cuerpo elástico y dócil de Miranda quedó a su arbitrio de depredador: con autoridad y delicadeza, Jean Luc trepó sobre la carne firme y comenzó su tarea.
CR c/VR
Próxima entrega (7): Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen. Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.