No es muy creíble que haya una pizzería mejor que Pedro Telmo, ni nos interesa discutirlo; el caso es que el día nos había llevado a la calle Bolívar y allí comimos entre mozos histriónicos, vecinos viejos, unos franceses y un gringo borracho que castigaba una guitarra con pretensiones de rythm and blues. Carola dibujó en los manteles de papel y Ricot miró el partido. En algún momento nos enteramos que esa noche era la noche de los museos, y decidimos pasarla en el MALBA (de sur a norte, como dice el tango, de pobres, artistas, intelectuales y turistas a ricos y paseadores porteños de una noche de primavera).
El 130 se llenó de turistas nativos como San Telmo se había colmado de foráneos. La mayor parte se bajó en Bellas Artes y el resto nos acompañó a la joyita de Constantini, al moderno Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
En el segundo piso encontramos un universo Op Art, creado por un tal Cruz Diez, Carlos Cruz Diez. Resultó ser un pintor venezolano, que se presentaba sucintamente en un texto que iniciaba el recorrido. El tipo decía haber dedicado sus primeros años de artista a retratar las condiciones de vida de sus conciudadanos más pobres, en los ranchitos de los cerros de Caracas. En un momento la miseria de su pueblo lo agobió y ya no pudo pintar. Salió de su crisis generando un lenguaje propio, abstracto, geométrico, experimental y cinético.
Ahora bien, a la vuelta de ese texto, un cuadro de su época inicial introduce una luz sobre esas relaciones. Tendremos que contar la obra, que no pudimos fotografiar en el museo ni aparece al googlearla. Es un paisaje extremadamente realista de un rancherío caraqueño en proceso de formación. Todavía los cerros no están cubiertos de casillas, las escaleritas que intentan seguir la topografía y el colorido sensual le dan a la escena un cierto aire Xul Solar; las curvas de los vestidos femeninos se entrelazan con las curvas de los cerros y de la vegetación. El cielo es el más azul que se ha pintado jamás.
Al avanzar en la exposición el parentesco se hace evidente. Del realismo social del joven estudiante al arte geométrico y la investigación cromática del artista consagrado hay un movimiento sutil pero claramente legible, al menos para los ojos de Carola y Ricot, alimentados con unas buenas porciones de napolitana con ajo y unos vasos de Rincón Famoso. Casi la misma relación que entre un cuadro de Mondrian y una planta de Mies, aunque con otros significados. Los maestros neoplásticos coincidían en una interpretación del espacio, Cruz Diez lo sublima para vencer la angustia. Tiempo después nos enteramos que los primeros ejercicios ópticos del artista (los proyectos murales) se realizaron sobre muros urbanos; eran “obras participativas pensadas para que el artista pudiera compartir el placer de sus estudios e investigaciones con la gente más desposeída, que de otra manera no tenía acceso al arte”.
La ciudad está presente en toda la trayectoria de Cruz Diez: las cromovelas de Valencia (Venezuela), las espirales cromáticas en Corea del Sur, los pasos peatonales de color aditivo en Houston, en los `90 realizó unas instalaciones cromáticas sobre grandes infraestructuras como silos y usinas generadoras.
Dejamos atrás saturaciones de color, cromointerferencias e inducciones cromáticas y nos fuimos caminando hacia Colegiales. El zoológico resultó ser (con toda coherencia) otro museo en que las multitudes esperaban su turno para sorprender a las fieras en su vida nocturna. Buenos Aires en la noche era un gigantesco zoológico de multitudes alimentadas a carne de ocio y recreación masiva, un mapa Nolli donde ámbitos abiertos y cerrados fluían en un continuo espacio público.
Terminamos en Niceto en el recital de Bomba Estéreo. Con sus ritmos fusionados, sus repeticiones hipnóticas de palabras y frases y la psicodelia tropipunk, la banda colombiana hacía con la cumbia lo mismo que el pintor venezolano con las curvas y los colores de los ranchitos de su ciudad.
CR y CIP
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I) en el número 70, El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.) en el número 79, y Turín y la Mole en el número 105. Carola Inés Posic es comunicadora especializada en temas urbanos. Es corresponsal en Córdoba de café de las ciudades: ver la presentación del número 104 y la sección POSICiones Cordobesas. En autoría conjunta, ver su primera crónica rutera:
Número 106 | Arquitectura de las ciudades
Salamone Tour | Ruteras (I) | Carmelo Ricot y Carola Inés Posic
Ver la página de Carlos Cruz Diez en la Web.
La exposición retrospectiva de Carlos Cruz Diez en el MALBA estará abierta hasta el 5 de marzo de 2012.
Sobre el MALBA y otros emprendimientos de Eduardo Constantini, ver también en café de las ciudades:
Número 44 | Arquitectura de las ciudades
Burguesía porteña: ¿culta? | Los límites de una clase: el propietario y los compradores de la torre Grand Bourg y de Nordelta. | Norberto Iglesias