Yann Arthus Bertrand toma estas fotografías aéreas en distintos lugares del mundo, pero su mirada “desde arriba” no es superficial ni exenta de compromiso. El producto puede en algún caso engañar sobre su trascendencia, por efecto de su propia brillantez técnica; en otros, las opiniones del texto que acompaña las imágenes pueden ser ingenuas o controvertidas (¿son, por ejemplo, realmente funcionales esos barrios de planta circular en Dinamarca?, ¿alcanza con “tener mar” para ser una potencia mundial en el siglo XXI?). La intención del fotógrafo es generar una conciencia sobre la necesidad del desarrollo sostenible, pero más allá de este objetivo, la visión de las imágenes resulta tan interesante como disparadora de ideas, de emociones.
La calidad de las fotos es impecable. Aunque la misma presentación nos aclara que las fotos expuestas fueron seleccionadas entre miles de tomas, uno imagina que en la situación del vuelo no existe la posibilidad de esperar un día entero por “ese momento” donde luces y sombras se adaptan a las necesidades del fotógrafo. Sin embargo, las composiciones descubren tramas ocultas y superpuestas en el despliegue de unos tapices, en el detalle de unas ventanas, en la geometría de unas plantaciones. También, patrones geométricos orgánicos en el agruparse de unas aves, sombras hiperrealistas de una caravana de dromedarios, contraposiciones de ortogonalidad y curvaturas en unos cultivos en la Mesopotamia argentina.
La ciudad aparece en panorámicas generalizadoras; algunas son muy conocidas, como Venecia, New York (antes del 11-S) o Río de Janeiro; otras revelan la abigarrada pobreza de un suburbio de Guayaquil o la metafísica soledad de una aldea palafítica en las Filipinas. No faltan las huellas de la catástrofe, en el abandono de una fea ciudad de pabellones contaminada por las radiaciones de Chernobyl, o en la vida que todavía asoma entre las ruinas de un terremoto en Turquía, una inundación en Dacca o un tornado en Florida. Los detalles ilustran una secreta familiaridad universal en los modos de habitar y trabajar. Las caras y cuerpos de las gentes tomadas al azar, en la ventana de un cortiço de Sao Paulo, en un mercado del Africa, en unas tinas de tintoreros en Fez, son asombrosamente intimistas, casi como tomadas en un primer plano al mismo nivel del suelo.
En las fotos de territorios agrícolas se entrevé esa profunda relación que existe entre lo rural y lo urbano como modos de organización del espacio y de la sociedad. El ordenamiento racional del espacio y el tiempo se evidencian en contextos tan disímiles como una plantación en Misiones, unas vides en las Canarias o un cultivo de hortalizas en Malí. Además de la belleza geométrica, el artista celebra la matriz cultural del trabajo humano, en esas playas con redes pesqueras en Marruecos, en esa única fuente de agua rodeada de vasijas en Costa de Marfil.
“La tierra vista desde el cielo”, magnífico trabajo de Yann Arthus Bertrand, es una aproximación inusual a la cotidianeidad del territorio en distintas partes del mundo. Un mundo que resulta humanizado (aún en las manifestaciones más colosales de lo natural), igualado, democratizado por esa visión desde “el cielo”.
MC
Las fotografías de Yann Arthus Bertrand pueden verse en su página Web. También se exponen en distintas ciudades del mundo, en general en espacios abiertos y de acceso público, como se hizo en los Jardines del Luxemburgo en París o en la Plaza San Martín de Buenos Aires. En este momento hay exposiciones abiertas en Birmingham, Edimburgo y Kabul; las próximas exposiciones programadas se realizarán en Aviñón, Larnaca (Chipre) y Milán.