Proyecto Mitzuoda

Estuve hace unos días en la segunda de las Fiestas Patrias, mezcla de concierto, tertulia artística y debate histórico que organizan unos amigos en ocasión de, precisamente, las fiestas nacionales argentinas. Casa con patio de principios de siglo XX, sobre lote estrecho, reciclada, cerca del Parque Centenario en Buenos Aires. Apenas llegado, mis anfitriones me pidieron una opinión sobre la casa; fue inútil relativizar mi supuesta autoridad profesional o cultural. Así que, copa de buen vino en mano, me tomé unos minutos para recorrer el patio, las habitaciones de techos altos y colores cálidos, el sótano amplio donde en minutos comenzarían a actuar los músicos.
“Muy buena”, dije al regresar; pero algo me molestaba desde que alcé la vista en uno de los cuartos. No la casa, por cierto, que realmente fue arreglada con criterio y buen gusto. Pensaba en cambio, con vértigo, en centenares de reformas que pretenden ser originales, en el snobismo de los psico-sensibles (“la-calidez-de-lo-viejo”), en la banalidad de los defectos constructivos que pasan por virtudes, en el absurdo comercio de materiales recuperados y pagados más caros que nuevos, en las casas de demoliciones, en el tráfico de pisos de pinotea y columnitas de fundición, en las notas de decoración en Para Ti, en los restós de Palermo Viejo…
Pero lo que realmente me “molestaba” era que, a pesar de todo, siento una real simpatía por este tipo de operaciones. Parafraseando el título de un memorable collage de Richard Hamilton, me empezaba a preguntar: ¿qué es lo que hace a las casas recicladas tan cool, tan atractivas? (continúa)
MC (el que atiende)
Los lectores/as de café de las ciudades pueden enviarnos sus propias
historias, imágenes y opiniones sobre reciclajes en Buenos Aires u otras ciudades.