En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde.
Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto“
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
Entrega 4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa. El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
Al despertar, Miranda se quedó acostada un rato más de lo habitual, mirando el cielo gris por la ventana de su departamento y postergando el momento del baño (amante de la limpieza, Miranda, sin embargo, no disfrutaba de la ducha ni de los baños de inmersión, esto era así más allá de la superstición personal de dejar unos minutos más el olor de la noche anterior en su cuerpo). Prefiriendo en la ocasión las grandes prospectivas a los modestos ordenes del día, realizó un repaso general de su situación como mujer argentina, casi independiente y en ejercicio de su madurez (la niña que fue la saludó desde sus doce años, separada de su primo más querido por decisión materna; el muchacho había elogiado su belleza incipiente y ella cometió el error de contarlo en la cena, las transpiraciones pegadas a la piel, las punzadas en el vientre anunciando una menstruación en tiempo y forma, las nubes ahora se abren un poco y el azul por detrás parece más intenso).
Examen: bien, Althuser ya está comprendido (mató a su mujer como un episodio de la lucha de clases, según Savater), “Negri es un bluff“, sostiene Javier cinco minutos antes de tomar tímidamente su mano, hay que asegurarse de leer bien el apunte de cátedra antes del viernes.
Estudios (en general): bien, de acuerdo a lo previsto.
Trabajo: traducciones como para sostenerse dos meses más, el tiempo alcanza, el objetivo es evitar la vuelta a las promociones, hablar con su prima para conseguir más encargos.
Dinero: razonablemente bien, el alquiler está asegurado por los dos meses de las traducciones, Gustavo paga las salidas, la heladera llena.
Sexo: Amor, pareja, matrimonio, amistad, trabajo, situación económica, compromiso político… (Miranda odia los balances y las enumeraciones, las órdenes, los controles, absurda manera de comenzar el día, defeca leyendo por primera vez la traducción encargada para la próxima semana, Corporación Argentina de Fabricantes de Alfombras, prospecto de venta para el exterior angloparlante, teniendo en cuenta las nuevas condiciones cambiarias y las facilidades que generan las nuevas tecnologías de la comunicación y la información).
Todavía le lleva unos minutos más decidir primero la ducha o el desayuno, gana el desayuno, antes pone un CD de los `70, música argentina influenciada por el movimiento surrealista (influencia a su vez de amigos mayores sobre Gustavo), café con leche, dos tostadas con mermelada de duraznos sin pulpa, nada de manteca, jugo de tres naranjas jujeñas recién exprimidas (valle de Calilegua, camino a Salta, su padre atropelló un puma con su camioneta siendo joven), yoghurt con cereal mix, la calidad de nuestros tejidos artesanales e industriales que llegarán en tiempo y forma a su negocio, a un precio competitivo con el de los proveedores internacionales, la tesis de “Imperio” peca de una ingenuidad que solo se explica en la confusión actual de la izquierda europea. Entra en la ducha y deja que el agua se lleve los recuerdos de la noche tramposa, los diseños más audaces con la calidad de nuestros artesanos y la eficiencia de nuestras plantas industriales al nivel de las más avanzadas del mundo, Miranda abre un poco la canilla de agua fría para no quemarse, además, vos sos el sol, despacio, también podés ser la luna.
El narrador de este texto, hombre y no dios (sabemos que hay dos cosas que no hace Dios, jugar a los dados con el universo, y narrar desde su omnipresencia relatos presuntamente objetivos), prefiere espiar la desnudez de Miranda bajo la ducha y hacerles creer a los lectores que sus aventuras del día anterior se deslizan mórbidamente por la piel, junto con el agua tibia, eludiendo recovecos y desvíos del cuerpo joven, firme, seguro de nuestra heroína. Otra versión, menos complaciente con los sistemas de saneamiento ambiental y con la lascivia del narrador, pretende que Miranda, en cambio, se dio cuenta que la piel no se le haba caído como a las víboras, entonces, tomo un cuchillo y se abrió tantito cerca del hombro, clavó los dientes en la carne abierta y se quitó de a poco la piel. Envuelta en sangre, la carne viva, llevó la piel a la terraza, y la colgó en el hilo de la ropa, vio como la piel se secaba con el sol hasta que quedó como coraza dura y se la volvió a colocar; ahora sí podría seguir con su rutina del día.
Sea como sea, Miranda estaba a las 12:15 de aquel día limpia y vestida con ropas de entrecasa, sostenido su ser en un eje sólido y estable con dos puntos generatrices, ubicados respectivamente y sin orden de jerarquía en la entrada de su sexo y en los pliegues de su mente (otras veces Miranda se apoyaba en estructuras tridimensionales, o en concentraciones focales, incluso en sus pies a falta de otras seguridades, pero el día la había encontrado en estas condiciones, posiblemente las más adecuadas a su carácter y formación personal). A esa hora se sentó en su escritorio a comenzar la traducción solicitada, que en 5 horas y 15 minutos de trabajo, sin mayores interrupciones que las de un café, una visita al baño y un llamado rutinario de Gustavo, había avanzado aun más de lo previsto para el día). Miranda decidió entonces que era hora de salir a la calle y recuperar fuerzas para volver a Althuser y Negri, cosa que hizo tras verificar su lista de mensajes por primera vez en el día; tres mensajes entrados, una amiga emigrada a los trópicos que le informaba sobre las últimas noticias personales y laborales, la CAFA que le enviaba un agregado al documento original, y Javier, que en absoluta desubicación y negligencia le enviaba un agradecimiento por “la noche pasada, etc., etc.”, pintar, eliminar, confirmar, ¿realmente desea eliminar definitivamente este mensaje?
Compró frutas, tampones, un cuaderno, cervezas, postre del favorito de Gustavo, hamburguesas, y papel para memos en el supermercado, cuando volvió al departamento había un llamado de Gustavo en el contestador.
Al regresar al Olimpo Diana, la de las largas crenchas, Mercurio, mensajero divino, el de los pies alados, le transmitió el mensaje de Agamenón, caudillo de guerreros, que esa noche no acudiría a su lecho, ocupado en preparar las huestes para el acoso final a la bien murada Ilión. Diana cazadora increpó a los bosques y a los ríos, herida en su orgullo, temerosa en su corazón de que Zeus hubiera puesto en la mente turbulenta del átrida el conocimiento de haber yacido la de los amplios pechos con el rápsoda de Mileto, aquel que la sedujo componiendo las más bellas canciones y con quien la noche anterior había compartido las orillas del Leteo, el río que da y quita la inmortalidad, cómplice de los amantes en la lujuria aquea.
La furia de Diana cazadora se extendió por montes, ríos y bosques, Eolo la ayudó en su venganza y derribó arboles, rompió ganados y levanto los techos de las ciudades de la Helade, del Helésponto a Siracusa. Agamenón, espantado de las consecuencias de su desafío, permaneció 30 días oculto en el bosque de Micenas, hasta que la de firmes pechos (alertada por Cupido) sacó de su cabeza un rayo que arrojó sobre el bosque y quemó todo ser viviente, con excepción del Atrida, a quien Minerva rodeó, en el momento en que el fuego lo alcanzaba, de un escudo mágico preparado por Hefaistos en su forja de las profundidades.
Un mes después Miranda ha terminado sus traducciones, tiene un encargo para colaborar en la producción de un aviso publicitario, ha permanecido abstinente desde el episodio de Javier, ha sostenido diálogos inconducentes con Gustavo, y cree notar ciertos indicios de seducción en el trato con un profesor que la felicitó por su examen sobre Althuser y Negri, aunque le sugirió ciertos cambios para el trabajo práctico final. Se sigue sosteniendo sobre el eje ya analizado, lee epopeyas mitológicas y prepara su abordaje a Tito Lucrecio, escucha tango y se identifica con la descripción de la papusa (“con ojos almendrados de peppermint, de parla afrancesada, pinta maleva, y boca pecadora, color rubí”); son en realidad sus manos las pecadoras, al despertar descienden al tajo carnoso y se entretienen en caricias suaves, sabias (la savia corre por sus labios convocada por fantasías de amantes diestros, comprensivos, terribles), serenas, sinuosas sus caricias que se filtran en las entrañas de Miranda como ondas concéntricas, la última onda la contiene entera en un espasmo silencioso que finaliza su sueño.
– Me enamoraste aquella tarde en que hablamos del río, de los lugares secretos al costado de la vía muerta, de los juntadores de resaca y los navegantes que siguen la corriente, los cielos rojos y grises por donde asoma el azul y el blanco.
– Nunca me llevaste al muelle, una noche con luna enorme asomando, lascivos entre la multitud, y secretos.
– Amo darte la mano en el cine.
– Chico clásico, manejas el discurso y las ocasiones.
– Extraño dormir tomado a tu sexo, la luz difusa de la mañana desdibuja tu forma…
– Pago muy caro mis errores, otros en cambio consiguen crédito.
– En esas tardes, la ciudad parece un monstruo muerto de pena bajo el cielo.
– Luego hablaremos, ahora estoy confundida.
Gustavo, mi amor, vuelvo a pensar en ti, en el tren al oeste, los barrios que van perdiendo altura después de Morón, edificios que se exhiben mostrando el poto, tu peso sobre mi cuerpo y luego el giro en la noche de luna, los cuerpos insinuados a contraluz, rayas, pelos, leche (Miranda viaja a Moreno para entregar un trabajo, los cirujitas con sus carros esperan el tren en que ella llega, el remise la deja en una calle prolija de quintas y jardines), estamos muy conformes con su trabajo, señorita Miranda, de hecho estamos pensando en hacerle llegar otros originales ¿un café? (las situaciones sin tu amante se vuelven irreales, ya no tienes a quien contárselas, con quien reírte en el sillón principal, mientras suena la música de los dos, mientras se cocina la pasta sensual), somos un puñadito de buenos momentos y a duras penas algo más.
Próxima entrega (5): El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague