Esta serie es un homenaje a ciertas manifestaciones culturales precursoras de café de las ciudades. Los lectores/as están invitados a sugerir sus propios “antepasados” (solo se requiere justificarlos y demostrar por ellos una debida y auténtica veneración). El nombre de la sección repite el de la magnífica trilogía de Italo Calvino, que incluye las novelas El caballero inexistente, El vizconde demediadoy El barón rampante. Ellos también, por supuesto, son nuestros antepasados.

Según mi viejo diccionario Larousse, algo es ubicuo cuando “se encuentra al mismo tiempo en todas partes”. Springfield es ubicua, entonces, porque esta en todas partes, pero en este caso, en todas partes de los Estados Unidos. Y además, Springfield es hiperrealista y fantástica a la vez. South Park, el Lawndale de Daria, las ciudades de Beavis & Butthead o Los reyes de la colina, son suburbios norteamericanos fácilmente identificables: pueden existir o no, pero son parecidos a mil urbanizaciones de su tipo, y hasta están ubicados en estados identificables. Metrópolis o Ciudad Gótica son Nueva York, quizás con un toque de Chicago y mucha vanguardia.
La ciudad de los Simpsons, en cambio, es todo a la vez y tiene todo: la pueblerina avenida Evergreen, la tienda de Apu, las casitas con jardín (descuidada la de Homero, prolija la de Flanders), la taberna de Moe, la decadente escuela primaria, la iglesia (entre kistch y electrónica) del reverendo Alegría, la estatua del dudoso héroe fundador, hasta una discreta casa de tolerancia. Y, amenazadora y dominante sobre la banalidad de la cuadrícula, templo del neoliberalismo depredador y salvaje, la central nuclear de Mr. Burns y su obsecuente Smithers. En los alrededores, playas californianas, montañas de Colorado, ríos y pantanos de Lousiana, bosques de Nueva Inglaterra, desiertos texanos, y cualquier otra configuración territorial que se necesite para el capítulo del día…
Urbanización norteamericana por excelencia, Sprinfield comparte su nombre con al menos otras 20 ciudades del mismo país, situadas en diferentes estados (para comprobarlo, basta con teclear el nombre de la ciudad en los buscadores de Google o Yahoo). Pero no es ninguna de ellas, o mejor dicho, es cualquiera de ellas y también todas las demás ciudades norteamericanas. Las veces que un personaje sitúa la ciudad en un mapa, otro se cruza oportunamente para taparlo. Springfield está en donde quiera que la imaginación de Matt Groening pueda necesitar para reírse y hacernos reír del american way of life.
Springfield se transforma todos los días para que acontezca la ficción: un privilegio bien aprovechado de la animación. Es una ciudad pequeña del interior americano, pero con dimensión metropolitana: la visitan artistas, políticos, intelectuales, empresarios, deportistas, estrellas de cine. Cuando el guión realmente necesita una gran ciudad, simplemente Homero gana un premio o Lisa una beca, y así visitan New York, Tokio, Washington DC.
La gestión urbana no es el fuerte de Springfield: un alcalde corrupto y mujeriego, un jefe de policía negligente, la contaminación ambiental que produce peces de tres ojos en sus ríos, la fuerte hegemonía económica del siniestro Burns. Y para colmo, la ideología de los springfieldites es ligeramente antiurbana y chauvinista, como corresponde al norteamericano “medio”. Cuando Homero visita New York, por ejemplo está aterrado por una traumática experiencia de juventud en la Gran Manzana. Francia, Japón, Australia, siempre son amenazas para la vida de los Simpsons, irónicos estereotipos de la imaginería gringa sobre el “resto del mundo”.

El estudioso de la ciudad, el ambiente y el territorio encontrará un rico material en varios capítulos de los Simpsons. Durante el viaje a Washington, por ejemplo, Lisa descubre un episodio de corrupción alrededor de la tala de unos bosques. La evaluación de impacto ambiental (que el empresario interesado presenta al congresista al que soborna) es antológica, con lúgubres árboles asesinos en la situación original, y conejos contentos jugando entre los troncos caídos en la simulación del proyecto realizado.
En otro episodio, y para combatir la degradación urbana que ya se hace evidente en Springfield, un deportivo y simpático desarrollador ofrece a los Simpsons la mudanza, con nuevo trabajo para Homero incluido, a una urbanización privada (comunidad de intereses específicos en el lenguaje norteamericano). La vida en Cyprus Creek, con sus calles limpias y seguras y sus amplios espacios verdes, parece al principio un paraíso, pero se transforma en una pesadilla al promediar el capítulo, al punto que “la familia amarilla” debe regresar al viejo Springfield.
Imaginaria, pero no utópica, Springfield tiene todo para ser aburrida y sórdida, pero la redimen el afecto y la amistad que asoman entre las mezquindades cotidianas. Y, por supuesto, el humor corrosivo de esa familia que ya es parte de nuestras vidas. Una suerte de Broadacre City de Frank Lloyd Wright donde “algo” falló, Springfield logra un paradójico triunfo del marketing urbano: “está en el mapa” de nuestro tiempo, aunque no esté en los mapas…
MC

Ver el sitio oficial de los Simpsons en la Web.
Ver “Uno contra todos” y “El cuarteto de Alejandría”, otros antepasados de café de las ciudades,
en los números 15 y 16 respectivamente.