Hace unos días navegué por el Riachuelo. Recomiendo ese viaje como experiencia estética y como ejercicio de imaginación para una Buenos Aires futura. Sobre las aguas negras de un río injuriado se superponen los paisajes de la naturaleza original, la arqueología industrial de una Argentina productiva, la decadencia post-industrial y la visión utópica-prospectiva de un eje ambiental y económico para una ciudad más justa.
La tesis de Alberto, nuestro guía, es simple e irrefutable: conocer el Riachuelo es el primer paso para quererlo y para recuperarlo. Alberto conoce a cada uno de los trabajadores que nos cruzamos en el viaje, cada recodo del río, cada viga de cada puente, cada leyenda y su refutación… Sueña con el viejo trasbordador vuelto a funcionar, con regatas y maratones, con parques y paseos que comiencen a colonizar las riberas. Sus argumentos son creíbles cuando relativiza las dificultades del saneamiento: la recuperación de buques hundidos, la magnitud de la contaminación, la corrosión de los puentes, las trabas burocráticas.
Ignorante de la maldición que aflige al Riachuelo, la naturaleza crece en sus orillas sin escándalo aparente: no solo juncos, sauces y toda la vegetación ribereña; también aves, incluyendo garzas despistadas, y perros semisalvajes que habitan en cuevas. El río es el fondo surrealista de una ciudad amnésica, una Cenicienta violada, una escenografía de Wenders, una promesa para quienes se liberen de prejuicios.
Buenos Aires será una ciudad completa cuando recupere su Riachuelo. El costo de sanear ese río se autofinanciaría con solo programar un desarrollo mesurado en sus bordes. Un parque lineal con usos complejos, respetuoso de su memoria, constructor de una utopía sostenible y realizable.
Bajando del barco, Buenos Aires se entiende de otra forma: la barranca que lleva al centro, La Boca postergada por Madero, el río negado…
MC
Ver la nota La cuenca del Riachuelo en el número 3 de café de las ciudades.
El Riachuelo ha sido inspirador de numerosas manifestaciones de arte popular: destacamos el tango Nieblas del Riachuelo, de Cobián y Cadícamo y el oscuro Mendigo del Dock Sud de Moris