Esta nueva sección de café de las ciudades presenta bares y cafés memorables de distintas ciudades del mundo, aquellos que por su historia, su gente, su ambiente, merezcan ser conocidos por los/las amantes del café y de las ciudades. Para presentar otros cafés de las ciudades, escribir a [email protected]
Es casi un bar perfecto, el ideal del café latino. La esquina es de ángulo agudo, por la inclinación dela cortada Zavalía respecto a la avenida Juramento. Entonces, por los amplios ventanales, el ojo encuentra varios ejes posibles para proyectar la mirada. En todos ellos, siempre hay una fuga hacia la plaza de las Barrancas de Belgrano, en diagonal con nuestro bar.
El encuentro de las mesas con las paredes es el mejor que se conoce: un antepecho apenas unos centímetros por debajo de la mesa, donde apoyar carteras, paraguas y portafolios. Las ventanas, amplias y del tipo guillotina, que por la mínima cantidad de parantes verticales aseguran la visión continua al exterior, pero sin llegar al piso, porque bajo la mesa no puedes mirar hacia fuera, y no pasa nada que deba ser visto desde fuera. Aquí, una digresión: ¡Lástima que nunca están abiertas!, quizás por temor a robos al descuido (lo cierto es que la dependencia del aire acondicionado es molesta, sobre todo cuando no hace tanto calor como para prenderlo pero tampoco se abren las ventanas, vicio recurrente de los bares porteños).
Volvamos a las muchas virtudes: las mesas son amplias, permiten extender libros y diarios, discutir sobre papeles. El material que predomina es la madera oscura, en la boisserie del revestimiento de paredes y columnas, en las ventanas y puertas, en las mesas de color caoba, en las sillas Thonet. ¡Uno puede estar horas mirando la calle y las barrancas! El piso es de mosaicos claros y oscuros en damero. Hay algunos toques de bordó en las paredes del fondo.
De día la luz natural es abundante, de noche el lugar es oscuro, con solo unos acentos de las dicroicas (no es bueno para leer, pero es ideal para conversar). La música es generalmente electrónica o jazz, no demasiado fuerte. Un solo televisor, generalmente apagado, por lo que no compite con las charlas y las miradas perdidas (un problema de muchos buenos cafés).
El café que se sirve es pasable. Hay comidas de todo tipo y buenos tragos. Atienden unas camareras muy guapas, con elegantes vestidos negros y rojos. Los baños son dignos (al menos el que uso yo). Sobre el fondo hay reservados y sillones. Hay mesas cuadradas individuales o apareadas, y algunas redondas.
Se encuentra gente diversa, jóvenes, viejos, lugareños, visitantes, profesionales, jubilados, artistas, empresarios, grupos de hombres, grupos de mujeres, parejas: la amable impersonalidad urbana del café.
El barrio es criticado por su aire concheto (lo que los venezolanos llaman sifrino y los ibéricos, pijo) y de clase-media-alta. Una canción de Sumo hablaba de un “seudo punkito con el acento finito” que “quiere hacerse el chico malo: tuerce la boca se da un trago y vuelve a Belgrano“. Es quizás demasiado denso, por las torres de vivienda que lo invadieron, pero tiene sus encantos. Por empezar, la plaza de las Barrancas, frente a nuestro bar (una de esos maravillosos parques que Buenos Aires esconde en su único accidente topográfico, la barranca costera). Más abajo, la estación de tren, y tras ella el pomposamente denominado barrio chino (en realidad, un par de cuadras de restaurants y herboristerías con un agradable sabor multicultural), con la parrillita de la barrera. Aun más allá, algunaa canchas de clubes de fútbol: Defensores de Belgrano, Excursionistas, etc. Hacia el alto, la rara Iglesia Rotonda, el noble Museo Sarmiento, el neohispánico Museo Larreta y la “otra” plaza, la de la feria. Más allá, el caos “koolhasiano” de Cabildo y Juramento. A un costado, el hermoso complejo de cines Belgrano, la sala más linda de Buenos Aires para ver cine y para el antes y el después de la película. En fin, que no faltan excusas para inventar un programa que termine o empiece en “Sálvame, María”, si es que estás por Belgrano.
Modos de uso:
- A la mañana, mirando el parque en la mesa de la ochava.
- A la tarde, mirando las mesas que se van poblando.
- A la noche, con amigos.
- Los domingos, con esa persona especial.
- Leyendo, escribiendo, dibujando.
- Discutiendo con tu socio, tu cliente o tu esposa.
- Relajándote, antes de volver a casa.
- Repasando los detalles de tu discurso (laboral, académico, amoroso…)
- Pasas 15 minutos, tomas un café y te vas.
- Te quedas 2 horas, repasas tu vida y tus proyectos.
MC
Ver el sitio del bar restaurant Salvame, María, con información sobre sus platos, personajes y links de interés.
Sobre el mismo tema, ver también la presentación de los números 1 (reproducida en “Acerca de”) y 2 de café de las ciudades.
Quizás por temor a la obviedad, llegamos al número 18 de café de las ciudades sin mencionar ni reproducir la letra de “Cafetín de Buenos Aires”, de Enrique Santos Discepolo y Mariano Mores (1948). Ver esa joya del tango argentino en el sitio del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.