Un registro de la experiencia urbana, una defensa a las ciudades
La vida de una ciudad es todo. Y ese todo es, de hecho, gente en la calle, en las ruas. Gente que se mueve, que corre, que vende, que observa, que escucha. Gente de todos los colores y de todas las edades. Y cuando toda esa gente, que está muy viva, se relaciona, todo se enciende, se ilumina. Pero, ¿dónde y cómo se relaciona esa gente? Con certeza la ciudad es el escenario y, la escenografía, los espacios públicos. Lugares donde se puede ser participe de la comunidad, encontrarse, convivir.
Esta nota pretende reflejar lo experimentado al ser parte de ese espacio que nos convoca y nos reúne, a partir de un viaje de intercambio estudiantil realizado en la ciudad de Porto Alegre, RS, Brasil. Los conceptos aquí introducidos buscan aportar a la comprensión del espacio público, entendido como lugar de relación y de identificación, de contacto entre las personas, de vitalidad urbana, y de expresión comunitaria. La calidad del espacio público se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mezcladora de grupos y comportamientos; por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración culturales (BORJA, 2000).
Las fotografías que acompañan a esta nota nos permiten entender la situación social, ya que son la representación de identidades sociales. Es a partir de ellas y de lo vivenciado allí que decidí “hacer foco” en dos variables fundamentales: el cuerpo y el movimiento. Poder recorrer, una y otra vez, una pequeña parte de esta urbanización a pie, en bicicleta o mediante transporte público, me permitió observar y captar (con mi cámara, con mi cuerpo) el movimiento que es la esencia de la vida. Esa interacción de flujos y de energías se da en una ciudad que esta viva, gracias a que posee lugares de encuentro y gracias a la diversidad que hace posible el intercambio. En este escenario, el cuerpo es el objeto, entendido como el medio de ligación con la realidad. Es el que toca un instrumento, el que se une a una roda de capoeira, el que se transporta de un lugar a otro. El que siente la música y el que danza, es la parte viva, que un retrato solo refleja parcialmente, dejando fuera un componente tan importante como el sonido. Es por eso que esta recopilación de fotos y textos no muestra la vivencia del espacio público por completo, pero si esa esencia capturada y condensada en una imagen o bien la traducción a palabras que recrean escenarios de la ciudad, su gente y su arquitectura.
El Mercado Público es un lugar de intercambio, no solo comercial, sino fundamentalmente social. Por estar ubicado en el centro histórico también actúa como un referente turístico y al mismo tiempo, al estar rodeado de una gran plaza seca, es un espacio que permite encuentros y manifestaciones culturales.
Lugares de encuentro
Una característica común de la vida dentro de un entorno urbano es la versatilidad y complejidad de las actividades, donde muchas veces se producen entrecruzamientos, roces y encuentros (GEHL, 2010). Encuentros con la naturaleza –posibilitados por la presencia de espacios con tierra, agua, pasto–, encuentros con otras personas –ya sean casuales u organizados, con personas conocidas o desconocidas, de carácter formal o informal, etc. donde el primer requisito es, justamente, encontrarse – y encuentros con uno mismo, a partir del dialogo, de la reflexión, la contemplación. Todos estos encuentros están enmarcados en un escenario urbano en donde los lugares para que esto suceda son el espacio público, espacio construido por el día a día compartido. Según el urbanista catalán Jordi Borja, el espacio público es la ciudad entendida como sistema, de redes o de conjunto de elementos, que permiten el paseo y el encuentro, que ordenan cada zona de la ciudad y le dan sentido, que son el ámbito físico de la expresión colectiva y de la diversidad social y cultural (BORJA, 2000).
Se entiende que esta gran aglomeración está poblada no solo de personas, sino también de espacio público, ya sean lugares residuales, refuncionalizados, espacios construidos o naturales, que surgen tanto espontáneamente como de forma planificada. Ambas clasificaciones de espacio público tienen éxito. Unos por ser una apropiación a partir de una necesidad, los otros por ser un territorio pensado a partir de una necesidad y para más de una, lo que los convierte en espacios multifuncionales. No obstante, son los practicantes ordinarios de las ciudades los que actualizan los proyectos urbanos y el propio urbanismo a través de la práctica, vivencia o experiencia de los espacios públicos. Los urbanistas indican usos posibles para el espacio proyectado, pero son aquellos que lo experimentan en el cotidiano los que los actualizan (JACQUES, 2012). El diseño es una de las principales herramientas que, según sus propósitos, puede promover o frustrar nuestra experiencia urbana; sin embargo, en la construcción de este común, muchas veces desemejante, las condiciones de accesibilidad y de mantenimiento no tienen una influencia directa en la calidad e intensidad de las relaciones y actividades sociales. Son las personas las que se apropian de esos lugares, cualquiera sea su condición, mediante el uso, proponiendo actividades, asistiendo a encuentros y eventos, o simplemente acercándose a estar, a contemplar, a compartir. Lo cual aporta a estos espacios un carácter simbólico por ser lugares de expresión e identificación de poblaciones heterogéneas y diversas pero que tienen en común lugares donde encontrarse.
El parque Farroupilha o Praça da Redenção, de una calidad paisajística excepcional, es escenario de diversas actividades, pero posibilita especialmente ese contacto con la naturaleza, tan deseado para quien vive en la ciudad. Caminar por la Redenção , en un domingo de sol, día en que el parque recibe mas gente, implica descubrir un mundo de diversidades, ya que el parque atrae gente de todos los segmentos y fajas etáreas: desde la familia que lleva al hijo a jugar hasta jóvenes que se encuentran con amigos, pasando por moradores de rua que usan el espacio como abrigo, sustento y tienen en él un ambiente de interacción social.
El Centro cultural Mário Quintana es una institución con un amplio poder de convocatoria que actúa como generadora de las actividades comunes y se presenta como imagen de referencia y de identidad de la sociedad por ser un edificio refuncionalizado. Fue construido en 1933 para el funcionamiento del Hotel Majestic, una importante obra que marcaba el inicio de la modernidad de Porto Alegre. Luego de su decadencia, en el año 1980 el Estado adquiere el sitio y es entonces cuando la población se moviliza para defender su reconocimiento como patrimonio arquitectónico de la ciudad, y lucha para su transformación en centro cultural.
Cuerpo-ciudad
En el cuerpo existimos fisiológica y físicamente. Es mediante él que podemos encontrarnos con la ciudad (entendida como una unidad de lugares de encuentro) percibiéndola a través de todos los sentidos en una diversidad de situaciones que varían según el clima, las condiciones geográficas y arquitectónicas, o nuestra propia naturaleza como individuos. Somos curiosos, temerosos o activos, pero en definitiva, todos utilizamos el cuerpo como medio de ligazón con el espacio en que nos encontramos.
En la ciudad del capitalismo dominante que define las características físicas del espacio y hasta la calidad de relaciones sociales, el cuerpo es idealizado como un usuario o un simple consumidor y el espacio urbano, un templo para el consumismo (ROGERS, 2012). Sin embargo, en la experiencia urbana, es el cuerpo el que construye la ciudad a partir de los sentidos, de lo que se cuenta y lo que es oído, de lo que se ve o de lo que se percibe. En su encuentro con la ciudad, el cuerpo sale de la capsula, de su condición reducida de usuario, para formar parte de un espacio que esta vivo y se construye mediante sus experiencias y relaciones en el espacio. Tiene una doble condición: por un lado hace de receptor de estímulos, objeto de información y de sensaciones que se acumulan en su interior y la vez es dador, sujeto de vida y de sentido de existencia. Sucede que, en el urbanismo contemporáneo, la distancia entre la práctica profesional y la propia experiencia de la ciudad se muestra desastrosa al separar el espacio urbano de su carácter corporal y sensorial. Es por eso que el cuerpo debe negociar constantemente lo que tiene y lo que se le ofrece, para ser capaz de decidir a que tipo de ciudad quiere pertenecer y que apropiación del espacio público experimentar. Así, sujeto y objeto podrán fusionarse en una construcción común: cuerpo y ciudad.
Una playa de estacionamiento de aproximadamente una manzana es el lugar de encuentro del evento “En defensa de los espacios públicos”, una manifestación de la sociedad que protesta por la existencia de espacios residuales en la ciudad que dan prioridad al automóvil, ocupando esos espacios y llenándolos de actividades, música y abrazos.
La rua Loureiro da Silva se llena de personas de diferentes edades que se unen autoconvocadas por el amor a la música, todos los sábados, en el “Bar do Cachorro”. El espacio público, en este caso la calle, es el lugar de expresión de la población.
La Praça da Redenção es nuevamente el escenario de grupos sociales que se reúnen a disfrutar de un domingo de sol. El pasto y los árboles son la estenografía. Los cuerpos, los actores principales.
El movimiento
Se dijo que era el cuerpo, a través de sus experiencias y expresiones, el que daba sentido a los lugares de encuentro. Lugares que si bien tienen una ubicación física en la ciudad, están relacionados entre si mediante flujos de gente que se transporta de un lado a otro, de gente que pasea, que trabaja, que se mueve. El cuerpo no es entendido como algo estático que simplemente “aparece” en los lugares, sino que para encontrarse necesita movilizarse. El medio de movilización es importante, ya que el incremento del uso del automóvil aliena a las personas, en cuanto el transporte público, el andar en bicicleta o a pie, permite un contacto mas próximo y una mejor calidad de relaciones sociales (GELH, 2010). Innegablemente, mucho dependen las distancias que separen los intereses por los cuales movilizarse, pero de todas formas contar con una buena accesibilidad es muy importante. Caminar puede ser un acto muy placentero, bueno tanto para la salud física como mental, siempre y cuando el lugar para caminar sea agradable, accesible, seguro y entretenido.
El cuerpo, además de caminar y transportarse, vive el espacio público a través de la música y de la danza. Este tipo de expresión corporal se ve influenciado en gran medida por la cultura de cada lugar, pero sin lugar a dudas actúa como promotor de flujos en los espacios públicos porque son actividades que involucran al movimiento del cuerpo y que por lo general se realizan de forma colectiva, ya sea como parte de una banda de música o un grupo de baile; la gente se reúne, se agita y da vida al espacio que ocupa.
Se podría decir que es el deseo de mantenerse en movimiento el que impulsa a las personas a vivir en ciudades siempre por terminar, por toda la eternidad en trance de completarse, de recomponerse o de deformarse justamente por esa interacción de flujos y energías que transportan los cuerpos, los ritmos y los sonidos.
Una anciana demuestra sus conocimientos ancestrales de danza africana. Un grupo reunido en una playa de estacionamiento en protesta por los espacios residuales se une a la ceremonia, moviendo sus polleras y su cuerpo al ritmo de los tambores.
El movimiento de los cuerpos al jogar capoeira atrae a las personas a unirse a la roda. Juntando sus palmas en aplausos continuos alientan a los jogadores que danzan y luchan al mismo tiempo al ritmo del berimbau, los panderos, agogôs y atabaques.
El “Bloco da Laje” ensaya bajo la sombra de los frondosos árboles de la Praça da Redenção con sus estruendosos tambores. Los cuerpos inquietos no pueden dejar de acoplarse a la celebración.
Dejarse seducir por los encuentros
El panorama expuesto hasta ahora parece bastante optimista, debo reconocerlo, pero como dice Eduardo Galeano, de qué sirve la utopía si no es para caminar intentando alcanzarla.
Sentir que todo lo que existe más allá de nuestra vida privada es nuestro, es de todos y de ninguno al mismo tiempo, pero que, en definitiva, nos pertenece, no es algo ilógico. Muy por el contrario, sentirse identificado y sentirse participe de la comunidad ciudadana es lo que debería suceder en todas las ciudades que habitemos en nuestra vida. Solo que para que eso ocurra, el espacio público no puede estar dominado por las fuerzas del mercado ni por intereses inmobiliarios, políticas ghetificadoras u opresoras, publicidades, coches y más coches y más rutas. El espacio público nos pertenece y como ciudadanos podemos hacer valer ese derecho. Muchas de las imágenes expuestas en este ensayo, donde se ven grandes congregaciones de gente, son muestra del poder, de la fuerza de una comunidad que hace valer sus derechos movilizándose, protestando de forma pacífica, ocupando espacios vacíos y llenándolos de vida. La participación, el sentido de comunidad, se da en una población que lucha, que cree que las cosas pueden ser diferentes y que se involucra en vez de dar vuelta la cara y esperar que los edificios y las rutas se apoderen de la ciudad.
Entonces, disfrutar del espacio público no es algo utópico. Pensar en la ciudad como lugar de encuentro, de intercambio, ciudad como cultura, solo puede ser posible en la medida de contar con lugares públicos, abiertos, accesibles y convocantes, que permitan encontrar la mirada del otro, compartir experiencias y emociones. El espacio construido debe ser un espacio que posibilite el movimiento y la interacción de flujos. Debe ser pensado para que las personas puedan sentir, desear, gustar de vivir en la ciudad, en sociedad y, por sobre todo, permitir encontrarse.
LAM
La autora es Arquitecta, Universidad Nacional de Mar del Plata, docente adscripta de la cátedra de Diseño Arquitectónico “V”. Colaboradora en grupos de investigación de la FAUD , UNMdP, el Instituto del Hábitat y el Ambiente (IHAm) y el Instituto de Estudios de Historia, Patrimonio y Cultura Material (IEHPAC). Escritora del blog Retazos de ciudades.
Fotos: Archivo personal de la autora.
Sobre el tema, ver también en café de las ciudades:
Número 4 | Tendencias
Ganar la calle (I) | Arte y protesta política en la recuperación del espacio público. | Marcelo Corti
Bibliografía
AMINE Portugal Barbuda. Corpo de prova, a análise de um processo como produção de cidade. Revista Redobra n. 11. Salvador: Edufba, 2013.
BORJA, Jordi. El espacio público, ciudad y ciudadanía. Editorial Gustavo Gili,
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GEHL, Jan. Ciudades para la gente. 1a ed. latinoamericana, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Infinito, 2014.
GEHL, JAN. La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios. Editorial Reverté SA, Barcelona, 2006.
HERTZBERGUER, Herman. Lessons for students. 010 publishers, Roterdam, 2005.
JACQUES, Paola Berenstein. Elogio aos errantes, Edufba, Salvador, 2012
ROCHA LIMA, EDUARDO. A ciudade caminhada, o espaço narrado. Revista Redobra n. 11. Salvador: Edufba, 2013.
ROGERS, RICHARD. Ciudades para un pequeño planeta. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2012.
SCHVARSBERG, Gabriel. Cartografar o movimento: narrativas da sarjeta. Redobra n. 9. Salvador: Edufba, 2012.
TIMM, Liana. Corpo vibrátil, psicología e arte.