Primera aclaración: participé (sin premio) en el concurso de ideas para el predio del Tiro Federal en Buenos Aires (Polo o Parque de la Innovación); no sé si las ideas que expondré aquí estuvieron bien expresadas en el proyecto del equipo que integré (y en ese caso, si el jurado no compartió esas ideas) o si no conseguimos comunicarlas. En todo caso, discutir los proyectos premiados, con el debido respeto al trabajo y las ideas de los equipos profesionales que los produjeron y a las decisiones del Jurado que los eligió y ordenó, es parte de una reflexión permanente sobre la ciudad, sus problemas y sus oportunidades.
La segunda aclaración: las ideas que sustentan mi reflexión sobre los trabajos premiados coinciden exactamente (casi como si las hubiera escrito yo mismo) con las de Mario L. Tercco en su Terquedad al tiro y su Terquedad de la (no) Ciudad Universitaria, publicadas respectivamente en los números 153 y 90 de café de las ciudades. A esos textos remito, pero básicamente (y ese es el motivo por el cual participamos del Concurso convocado por la FADU-UBA) la operación propuesta por el Gobierno de la Ciudad para el predio donde actualmente se asienta el club Tiro Federal tiene como una de sus justificaciones más fuertes (que dicho sea de paso, son pocas) la oportunidad que genera de lograr una adecuada comunicación de la Ciudad y de dos de sus barrios más poblados, Belgrano y Núñez, con la Ciudad Universitaria y, a través de esta, con la históricamente negada costa del Río de la Plata. Esto a su vez genera la doble oportunidad de transformar la Ciudad Universitaria en un barrio de la ciudad y de crear un circuito caminable o “bicicleteable” entre los Parques de Palermo y la Costanera. Estos objetivos requerirían para su realización un gran parque legible como tal y abierto a la ciudad, y la continuidad de ese parque sobre Ciudad Universitaria. Pero en la revisión de los proyectos premiados no se encuentran reflejadas estas ideas.
El primer premio del Concurso, de Alberto Varas, propone un “valle” verde que en realidad es una calle de ancho generoso uniendo dos o tres plazas entre dos filas de edificios paralelos a la Av. Udaondo, sobre la cual se replica esta idea de corredor verde con veredas ampliadas. Una idea que funciona bien en el Corredor Donado Holmberg, por ejemplo, pero que parece algo mezquina para este polígono de tan generosas dimensiones.
En el resto de los trabajos tampoco se encuentra un proyecto de parque generoso que equilibre la profusión edilicia debida a la alta constructividad otorgada al predio: un FOT (Factor de Ocupación Total) 8, si se acepta el uso de un indicador que está cerca de ser abandonado por el nuevo Código Urbanístico en estudio en la Ciudad.
El segundo premio, de Leonardo Bracco, propone edificios en tiras básicamente perpendiculares a Udaondo, abriendo camino hacia el predio que actualmente ocupa el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), también con rumores de traslado y reciclaje como… ¿parque?, ¿otro desarrollo inmobiliario? El tercero, de Flora Manteola y Joaquín Sánchez Gómez, se acerca más a esta idea de “parque potente”, aunque el basamento de las torres cilíndricas propuestas sobre Udaondo parece afectar su carácter.
La primera mención (María Romina Rossetti, Lucía López Seco, Leandro Petrazzini y Matías Ceballos) propone también un parque algo más generoso sobre Udaondo. La segunda mención, de Miguel Lama y Oscar Soler, toma la idea del corredor verde entre edificios, virtualmente privatizado a favor del desarrollo inmobiliario, aunque en compensación propone la más convincente de las conexiones con Ciudad Universitaria.
La tercera mención, (Alexis Shachter, Marcos Amadeo, Adrián Russo, Fernando Cynowiec Páez y Augusto Jaimes Cesar) llevan el corredor verde al norte del predio y es la única que introduce la propuesta, a mi juicio correcta, de integrar como parque el predio del CENARD y bloquear así la continuidad de tejido construido sobre los clubes del Norte porteño. También considero correcta, aunque esto es más opinable, la separación de ese espacio respecto al Estadio Liberti, lo cual evita que el parque quede sumergido en la dinámica propia de los espectáculos deportivos.
La mención honorífica de Luis Cabillón explora las posibilidades de un parque recinto, con reminiscencias de los grands projets franceses. La otra mención honorífica (Gastón Noriega, Gabriel Monteleone, Néstor Magariños, Jorge Hampton, Emilio Rivoira, Griselda Balian) genera dos corredores paralelos en una variante de la propuesta del primer premio. Es más generoso el que bordea Udaondo y más estrecho el interno, aunque propone como remate una buena conexión con Ciudad Universitaria (este es también el único proyecto que explora posibles intervenciones de mejora urbana en el desangelado campus de la UBA).
Me limito a estos dos aspectos de las propuestas (escala del parque y articulación con Ciudad Universitaria) y omito otros que también ameritan análisis: la relación con las megatorres requeridas sobre Libertador y el edificio sede del club, el remate de la Av. Figueroa Alcorta, la difícil respuesta metafórica a la consigna de “Innovación” (¿resabio del mito noventista de la “competencia” entre ciudades) y, especialmente, las complejidades de calibrar las magnitudes parcelarias y constructivas de la operación. Como dije al principio, la llegada de la ciudad al Río, la recuperación de un barrio universitario y la continuidad espacial y paisajística Palermo-Costanera podrían ser logros meritorios de esta cuestionada operación del Gobierno de la Ciudad. La desilusión con su concreción efectiva en los proyectos premiados no es producto de una falla colectiva de la disciplina del diseño urbano en Argentina; por el contrario, mi impresión es que se originan en el sobredimensionamiento de los requisitos inmobiliarios en el programa del concurso y, básicamente, en la norma urbanística para el área.
Si bien esta norma y esas bases limitaban la superficie a desarrollar a un 35% del predio, la excesiva constructividad de ese tejido y la necesidad de adecuar la arquitectura a los requisitos de iluminación y ventilación propios de la residencia (que no permiten la compactación edilicia que puede lograr el comercio o las oficinas) condicionaron para mal la posibilidad de los proyectistas de concentrar un “volumen” de parque de la escala necesaria para constituirse en la pieza de espacio público y verde que la ciudad requiere. La norma y las bases son también muy vagas en definir el tipo de articulación requerida entre el polígono del concurso y la Ciudad Universitaria; cualquier cálculo que se haga muestra que el monto de una “superconexión” por sobre la Autopista Lugones (incluyendo un buen centro de transferencia de movilidad) es apenas un minúsculo porcentaje del flujo de fondos total que la operación posibilita entre la generación de suelo y el desarrollo de los proyectos inmobiliarios. ¿Habrá en la realización efectiva del “polo innovador” una oportunidad para recuperar esas oportunidades…?
MC
Sobre el tema, además de la Terquedad al tiro y la Terquedad de la (no) Ciudad Universitaria, ver también en café de las ciudades:
Número 153+ I Movilidad de las ciudades
Llegar a Ciudad Universitaria en bicicleta (o caminando) I Asignaturas pendientes en una zona estratégica de Buenos Aires I
Por Daniel Kozak y Francisco Ortiz
Este artículo fue publicado previamente en nuestro blog. Pablo Pschepiurca comentó al respecto en Facebook:
Cuando el Programa es El Problema.
En ASN/nOISE hicimos, unos meses antes del llamado al concurso y con la colaboración de varios estudiantes que estaban realizando sus prácticas profesionales con nosotros, un ejercicio de vinculación transversal de Núñez y Belgrano con la Ciudad Universitaria. Nos parecía un caso arquetípico para resolver problemas de relación histórica entre la ciudad y el río que podía aplicarse en varios puntos del área metropolitana. Pensamos en aquel momento en cuestiones de estacionamiento, en programas de vivienda estudiantil y, sobre todo, en diseñar un parque continuo que vinculara la Av. del Libertador con la reserva ecológica.
Posteriormente cuando leímos el programa pensamos que los objetivos que nos habíamos propuesto eran irrealizables en el marco del llamado a concurso. Y no nos presentamos. Si hay alguien capacitado para resolver en Buenos Aires un programa arquitectónico urbanístico con consignas claras es Tito Varas y nos pone felices que haya sido su propuesta la elegida en esta oportunidad. Su idoneidad para ésta escala de problemas es indiscutible.
El Problema es otro. El Problema es El Programa