Para cambiar el mundo –o, más precisamente, para mejorarlo y mantenerlo en condiciones de albergar la vida humana– la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato cree necesario cambiar el capitalismo, más que derrotarlo o remplazarlo. La propuesta de su reciente libro, Misión Economía, es abordar la respuesta a la crisis ambiental y el cambio climático con criterio de misión, de modo similar a como se encaró la llegada de un hombre a la Luna y, no menos importante, su retorno sano y salvo al planeta que hoy queremos preservar (o, menos fotogénica, la forma en que se encararon las grandes guerras mundiales). Este enfoque de misión implica un rol del Estado radicalmente distinto al que se promovió desde el consenso desregulador y privatista que nació con las crisis de los setenta y alcanzó estatus hegemónico con Reagan, Thatcher y la caída del Muro de Berlín y de los socialismos realmente existentes en el este europeo. Y en lo que nos concierne como urbanistas, esa transformación de la economía y de la política involucra también a las ciudades, más allá de la vocinglería sobre “panaceas tecnológicas irrealistas como la inteligencia artificial o las ciudades inteligentes” que cita la propia Mazzucato.
La autora propone repensar la organización de los gobiernos tanto como la del capitalismo, que “ha creado economías que, infladas por burbujas especulativas, enriquecieron al 1 % que ya era inmensamente rico y destruyeron el planeta”. Sostiene que la crisis de la COVID-19 ha revelado cuan frágil es el capitalismo y que hay cuatro fuentes clave que explican el problema: el cortoplacismo del sector financiero, la financiarizacion de las empresas, la emergencia climática y la lentitud o ausencia de los gobiernos. Seguir “presentando a los gobiernos como maquinas torpes y burocráticas que suprimen los espíritus animales de un sector privado creador de riqueza (sin importar hasta qué punto este es rescatado en una crisis tras otra)” los pone en la situación de tener que arreglar el desastre “en lugar de conformar nuestras economías para crear riqueza de manera diferente, de modo que nuestras sociedades sean más resistentes, inclusivas y sostenibles”.
El enfoque orientado por misiones para las políticas públicas no debe entenderse como el despliegue de grandes esfuerzos aislados sino la puesta en marcha de objetivos sociales audaces que pueden alcanzarse mediante la colaboración a gran escala de entidades públicas y privadas: “hace falta una nueva economía política basada en la creación conjunta y en la conformación de los mercados, no solo en su corrección. Lo cual exige repensar la creación de valor como un esfuerzo colectivo”. Esta nueva y “mejor” economía política para guiar el enfoque por misiones necesita según la autora de siete pilares clave:
-Un nuevo planteamiento del valor y el proceso colectivo mediante el que se crea. “Necesitamos que las empresas, el gobierno y la sociedad civil creen valor juntos, sin que ninguno de esos actores quede relegado a hacer de vocero de los demás”.
-Pasar de un modelo en el que el principal objetivo del Estado es corregir e “igualar” las condiciones a uno en el que cree conjuntamente una dirección y, por lo tanto, favorezca las opciones que vayan en esa dirección.
–El cambio organizativo: si lo que se persigue es un propósito común, “eso requiere competencias relacionadas con la cooperación, no con la competencia. Entre ellas, asumir riesgos juntos y experimentar, aceptar el aprendizaje en condiciones de incertidumbre y poner la financiación al servicio de objetivos a largo plazo y no de la propia organización”.
-Debemos empezar por la pregunta “¿qué hay que hacer?” y luego pasar a la de “¿cómo pagarlo?”. Organizar la inversión pública a través de instituciones dinámicas que fomenten la creatividad y la innovación sobre la marcha, para promover un crecimiento a largo plazo.
-Distribución y crecimiento inclusivo: “la desigualdad pueda combatirse a través de la predistribución, no solo mediante la redistribución. Lo cual significa poner un énfasis mayor en los buenos empleos y las estructuras de propiedad colectivas en lugar de la habitual corrección ex post mediante impuestos”.
-Hacer hincapié en la creación colectiva de valor y en el diseño de las colaboraciones entre empresas y gobiernos, mediante asociaciones simbióticas en las que ambas partes prosperen con un objetivo común.
-Participación y creación conjunta de valor: debemos promover “la recuperación del debate, el diálogo y la creación de consensos. Para que esto ocurra, se necesitan foros nuevos y descentralizados que reúnan diferentes voces y experiencias; por ejemplo, las asambleas ciudadanas. Los retos del siglo XXI requerirán una interacción mucho mayor con los ciudadanos y las comunidades, que de hecho serán quienes deberán liderarlos”.
La autora considera a los Objetivos del Desarrollo Sostenible como el más evidente de los programas políticos y sociales a los que aplicar el enfoque por misiones. Esto involucra explícitamente aspectos urbanísticos, como los que se evidencian en su trabajo con entidades del Reino Unido y de Europa en el diseño de misiones para una movilidad sostenible y para llegar en 2030 a tener cien ciudades libres de emisiones de carbono. La lectura de sus “mapas de misión” evidencia algunas omisiones o tributos al voluntarismo de las organizaciones internacionales: ¿qué cien ciudades, las más grandes o las que decidan unirse a la misión?, ¿por qué cien ciudades y no noventa y cinco o ciento diez?, ¿quién las elige?, ¿por qué no aparece la urbanización dispersa como problema para una movilidad sostenible? Pero la propuesta de Mazzucato resulta audaz y estimulante al imaginar una actuación social para un futuro posible, sensato, habitable. Su aceptación de la prueba y el error como un método eficaz para la innovación es una buena respuesta a cierto determinismo tecnocrático tardo-positivista que puebla la literatura y la práctica epocal; su prédica para el trabajo interdepartamental del sector público (“fuera de los silos habituales”) recuerda aquella frase de Carlos Matus: “Los Estados se organizan por ministerios, las universidades se organizan por departamentos; la gente tiene problemas y nadie piensa por problemas”. Mazzucato promueve un camino plausible y ambicioso que reivindica la planificación y la importancia de los bienes comunes.
MC
Mariana Mazzucato. Misión economía. Una guía para cambiar el capitalismo. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Taurus, agosto de 2021. 256 p. 23 x 16 cm. Traducción de Ramón González Férriz y Marta Valdivieso Rodríguez. ISBN 978-987-737-063-8
Sobre el pensamiento y las propuestas de Mariana Mazzucato, ver la presentación de nuestro número 157/8.