Cuando se comprende, que el territorio es una construcción y que la dinámica territorial nunca es arbitraria, sino que más bien manifiesta la existencia, por un lado de fuerzas económicas, sociales y culturales que la impulsan y por el otro de lógicas que la explican (distancia, tiempo, fertilidad, paisaje); podemos tomar medidas para organizarlo; o sea adoptar criterios con impacto en la calidad de vida, en la eficiencia económica, en la sostenibilidad. (…)
El aprendizaje consiste en comprender que unas ciertas “calidades territoriales” no son ajenas al comportamiento económico; y que hacer política de Desarrollo Territorial no es sino generar las condiciones territoriales necesarias para que la actividad económica y el ejercicio de la ciudadanía se vean facilitados.
Fabio Quetglas, ¿Qué es el Desarrollo Local?
El libro de Fabio Quetglas publicado recientemente por la editorial Capital Intelectual posee dos méritos esenciales que se reflejan en su título y subtítulo: por un lado, responde con claridad y eficacia didáctica (con la “necesaria precisión” que el autor reclama en el primer párrafo de la obra) a la pregunta sobre “¿Que es el Desarrollo Local?”. Además, esta respuesta lleva implícita la idea de una relación virtuosa entre territorio y economía (un déficit histórico de la teoría económica clásica) y entre estas y la mediación política como condiciones para su realización: “el territorio como espacio afectado por esas relaciones, es cada vez menos “fijo” y cada vez más, un espacio conceptual y relacional de construcción colectiva, influido por la topografía pero también por la política y la economía”.
Para Quetglas, la idea de desarrollo local no implica el aislamiento o la exacerbación particularista de una economía regional sino, por el contrario, el despliegue de las potencialidades del territorio para insertarse con inteligencia en la economía global. Algo que queda implícito en la lectura es que justamente esa capacidad de inserción es la única manera de que las oportunidades de la globalización se concreten en beneficios reales para una sociedad. Esto descarta, a la vez, la validez de opciones como competir con bajos salarios o con laxitud normativa (en materia laboral o ambiental, por ejemplo), opciones que en todo caso amplían la capacidad de maniobra de las corporaciones trasnacionales pero no implican una transformación positiva de las condiciones socio-territoriales.
El Desarrollo Local resulta entonces “un espacio multidisciplinar de reflexión sobre las relaciones entre Desarrollo y entorno territorial y un abordaje de políticas públicas orientadas a generar condiciones de construcción de ciudadanía en determinado territorio, con el uso de herramientas que incrementen la competitividad económica, la cohesión social, la sostenibilidad ambiental y la capacidad innovadora y adaptativa”. Siguiendo a Francisco Alburquerque, el autor señala como políticas paradigmáticas de Desarrollo Económico Local: la calificación a las personas para ampliar su disponibilidad y funcionalidad laboral, mantener los estímulos necesarios para que la inversión en infraestructura y logística sea lo suficientemente interesante, disponer de un “aparato estatal” calificado, bien entrenado y con equipamiento adecuado, generar visibilidad de un sector económico o un territorio, facilitar los encadenamientos productivos en el territorio y proveer los servicios públicos adecuados, con calidad y costo razonable. Los territorios ocupan así tres roles básicos en relación al desarrollo: de generación y transmisión de conocimientos, de administración nodal de flujos intensos, diversos y sensibles (ya sean de información o mercaderías) y de administración de las tensiones sociales, cuidado de la sustentabilidad ambiental y generación de condiciones de hábitat equilibradas que no impidan la actividad económica.
La primera parte del libro analiza sintéticamente la evolución histórica del concepto de desarrollo, desde las visiones positivistas ligadas a la idea del progreso ininterrumpido, al análisis keynesiano de los ciclos y a las postulaciones ambientalistas que derivarán en el concepto de desarrollo sustentable (no menos controvertido y “carne” de estereotipos que el de desarrollo local…). En este proceso, el concepto del desarrollo como virtual sinónimo de la industrialización va dejando paso a significados más complejos que incorporan el bienestar social, el cuidado de los recursos, la articulación con la democracia política y el “capital humano”. En definitiva, con “la idea de vincular al desarrollo con el conjunto de capacidades innovadoras (más que productoras) de una sociedad”.
Para Quetglas, los aportes teóricos esenciales para la formación del concepto que es su objeto de estudio resultan ser a principios de siglo XX las teorías de Alfred Marshall y sus conceptos de “distrito industrial” y “atmósfera industrial”, y en especial los estudios de Giacomo Becattini en los ´70 sobre el Distrito Industrial Italiano, un territorio definido por “un conjunto de capacidades generadas a partir de iniciativas productivas concentradas en un espacio, referidas a ciertas actividades y que por motivo de tal aglomeración derivan en economías de escala, de red, de aprendizaje, etc.”, que constituyen la ventaja del Modelo Distrital frente al de Gran Empresa. Para Becattini el territorio es una construcción social, no un dato derivado de la topografía y se constituye en un actor complejo con incidencia política y económica. Como en otro pasaje sostiene Quetglas, “cuando la economía necesita apoyarse, ya no en ventajas naturales, sino en la combinación de ventajas naturales y construidas, es cuando toma relevancia el impacto económico del conocimiento, de la calidad de gobierno y de los valores sociales (la territorialidad compleja)”. La construcción de ese entorno favorable a la actividad económica de calidad resulta por consiguiente ser la esencia de un programa de Desarrollo Local.
Alejado de las prevenciones que los científicos sociales suelen desarrollar contra el “fisicalismo”, el autor realiza un afinado análisis de la relación entre condiciones de urbanización y predisposición del entorno hacia el desarrollo, Por lo tanto, y aunque en las agendas políticas latinoamericanas la cuestión urbana aparece desplazada de las prioridades“corresponde insistir en la necesidad de defender ciertos principios urbanos para que la ciudad pueda ser entorno de una economía dinámica y de una ciudadanía inclusiva”. Estos principios incluyen la revalorización del espacio público, la conciencia de finitud de los recursos y el consiguiente control del crecimiento urbano y la administración del suelo urbanizable a los fines de evitar movilidades extensas y masivas fuera de escala; la prioridad del transporte público, la construcción de policentralidad (“una ciudad de muchas centralidades amortiza mejor sus infraestructuras, garantiza servicios extendidos, levanta la barrera de la distancia sobre sus periferias y sobre todo lucha contra la idea ´centro-periferia”), la dotación de equipamientos suficientes y el sostenimiento de espacios de socialización masivos (no solo físicos: también por ejemplo la educación pública de calidad a la manera de la Argentina de la ley 1420, entre fines del siglo XIX y los primeros tres cuartos del siglo XX).
Así, mientras que las condiciones favorables de la economía preindustrial se expresan en ubicación, autogobierno, coexistencia de maestros y pupilos, seguridad y sanidad, y las de la ciudad industrial en zonificación adecuada, educación pública masiva, administración de la expansión y sistemas de transporte, cohesión social, redes de servicios e instituciones metropolitanas, aquellas que caracterizan la economía del conocimiento pasan por la articulación de producción y conocimiento, accesibilidad digital, sostenibilidad ambiental, permeabilidad cultural, eficiencia energética y visibilidad territorial.
Aunque el libro abunda en reflexiones y ejemplos sobre Argentina, país al que está destinada su difusión, resulta comprensible y utilizable en contextos diversos, en especial latinoamericanos. De amena lectura, no es el menor de sus méritos la simplicidad y precisión con las que enfrenta algunos tópicos de la pereza intelectual y el pensamiento único más recientes, como por ejemplo:
– “Si bien no cabe duda de lo pernicioso que es la mutación sistemática de normas y la existencia de regulaciones que alteran las reglas de juego del proceso económico; de ello no se deriva que su contraria: la rigidez normativa y la aceptación incuestionada de las reglas de mercado, sean una virtud. Muchas veces pueden esconder, detrás de un discurso “institucionalista” la velada intención de mantener un statu quo inaceptable o de fundar en cuestiones, sin dudas modificables en toda sociedad sana, un discurso “pétreo” (único), intentando limitar la capacidad social de construcción de alternativas”.
– “…la localización conforme ventajas competitivas estrictas a una “etapa” del proceso productivo, tiende a profundizar la ruptura entre “territorios extractivos” y “territorios creativos”; así se “concentran” trabajos descalificados, pasivos ambientales, conflictos potenciales por un lado y “actividad creativa”, gobernabilidad democrática, derechos garantidos, por otro”.
– “Nuestros “buenos” gobiernos locales parecen ser los que más cosas consiguen, no los que mejores condiciones de generación instalan”.
– “Una “buena macroeconomía” tiene dos pilares, el buen funcionamiento del mercado conforme normas adecuadas que permitan su desenvolvimiento y evite distorsiones, y la capacidad de intervención estatal en los mercados; aunque luego el uso de dicha capacidad debe ser prudente y pertinente”.
– “No sólo las actividades “punta” generan beneficios sociales. Y no todos los territorios disponen de condiciones para radicarlas. Lo que si pueden hacer todos los territorios es mejorar la calificación de las actividades que ya tienen asiento allí”.
Estos pasajes despiertan (al menos en quien esto escribe) al mismo tiempo aprobación intelectual y agradecimiento por la simplicidad expositiva: Quetglas no es de los que enturbian las aguas para que parezcan profundas… La lectura de su libro aporta, además, comprensión del tema para quienes no lo conocen y un apropiado encuadre teórico para quienes estudian y trabajan la cuestión del desarrollo local, sea cual sea su disciplina de actuación.
MC
¿Qué es el Desarrollo Local? – Territorio, Políticas y Economía, por Fabio Quetglas, Editorial Capital Intelectual, Colección Claves para todos, dirigida por José Nun, Buenos Aires, 2008, 103 páginas de 20 x 14 cm., ISBN 978-987-614-123-9. Disponible en kioscos y puestos de venta de diarios y revistas de la Argentina.
De Fabio Quetglas, café de las ciudades ha publicado los siguientes artículos:
Número 66 I Economía y Política de las ciudades
Sobre el conflicto agropecuario en la Argentina I Equidad regional, competitividad de las ciudades y calidad institucional: retos para una política económica de objetivos múltiples I Fabio Quetglas
Número 61 I Política de las ciudades
Gobierno local, desarrollo y ciudadanía I De la pirámide y la división de competencias a la retícula y la convergencia funcional I Fabio Quetglas
Número 50 I Política de las ciudades (I)
Revolución informacional, nueva geografía y límites de la estatidad en la gestión del territorio I Reconquistar el mundo para una ciudadanía inclusiva. I Fabio J. Quetglas
Ver también su blog y sus notas Planificar Buenos Aires en la era de la información, publicada en la Nación del 27 de agosto, y Una revolución cerca de casa, publicada por la revista Debate en su edición del 8 de agosto pasado.
Sobre desarrollo sustentable, ver también en café de las ciudades:
Número 51 I Ambiente y Economía de las ciudades
Sobre el origen el uso y el contenido del término sostenible I Demandas de operatividad sobre un concepto ambiguo I José Manuel Naredo