“La cuerda no pendeLa tierra atrae”
Victor Hugo
“Cada concepción de la historia va siempre acompañada por una determinada experiencia del tiempo que está implícita en ella, que la condiciona y que precisamente se trata de esclarecer. Del mismo modo, cada cultura es ante todo una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia” (Agamben, 2001: 131). El modo de percibir el tiempo, a pesar de los calendarios que parecen ser universales, dista según la geografía o el rito pagano recordado por el uso del tiempo, signado por los factores climáticos, los lazos étnicos o de vecindad.

Segundos, minutos, horas; bienvenido el reloj a las ciudades
“Si el intervalo de tiempo (signo positivo) y el intervalo del espacio (signo negativo) han ordenado la geografía y la historia del mundo, a través de la geometrización de los ámbitos agrarios (la parcelación) y urbano (el catastro), la organización del calendario y la mediación del tiempo (los relojes) han presidido asimismo una vasta regulación crono política de las sociedades humanas” (Virilo, 1995: 25). Las ciudades, regidas por un registro indiferenciado del tiempo, lo visualizan tal como los relojes anuncian, pero existen demasiadas historias entre el paso de un minuto y otro. Los mobiliarios urbanos permiten a los sujetos ganar tiempo con una mejor señalización entre autopistas o transportes públicos, desplazamientos contemporáneos. No obstante, esto no siempre fue de este modo.

Cuando se organiza la economía-mundo europea y se estructuran las ciudades, el poder de fechar los acontecimientos ya no pertenece a los sacerdotes, aunque conservan fechas que tienen nombres religiosos. El tiempo no es patrimonio de los industriales aún. “Un espacio y un tiempo especifico, los de las ciudades, se instalan para perdurar cuatro siglos; el poder de la policía fija en ellos las fechas que dan el ritmo a los ciclos y al tiempo de la vida y de la muerte” (Attali, 2001: 108). Controlar el tiempo es poder anunciarlo; campana y reloj son por ello los útiles con que dominan el tiempo urbano los regidores. “Para indicar su propio tiempo cada ciudad acopla un reloj mecánico a la campana de la atalaya o a la de la catedral si son buenas las relaciones con el obispo. Primero es manual el acoplamiento” (Attali, 2001: 118). También es frecuente que un gobernador del reloj lo supervisé y suenen las horas y las medias horas. Hasta que finalmente se adapta mecánicamente la campana en el reloj y marca el ritmo de la vida de todos. Luego hay diferencias según la geografía. En Ginebra, a las cuatro de la mañana se instala el repiqueteo de trompetas y cuernos. En Japón se anuncia al público la hora durante la noche por medio de los sonidos que producen los vigilantes, golpeando doce rodillos de madera uno contra otro. En el medioevo, las campanas de la policía constituían la forma dominante de dar órdenes desde tal clase. “Cuando se instalan las campanas, la ciudad toma el poder; cuando aquellas enmudezcan, lo habrá reemplazado la fábrica. El tiempo no se oirá más, sino que se leerá. El trabajo es más complejo en la ciudad que en el campo y no puede medirse solamente en la tarea. La duración del trabajo condiciona también y se convierte en meta esencial del orden social; meta de los primeros conflictos en las ciudades y uno de los primeros poderes que tomarán los regidores. El oficio de quien toca la campana del atalaya llego a ser una función esencial de la policía. El alcalde y los regidores y jurados de la ciudad lo venden en forma vitalicia o lo donan, según el caso ´en tanto que les agrade y hasta que lo revoquen´ El primer capitán de la ciudad hace nombrar en ocasiones a un hombre suyo en este oficio” (Attali, 2001: 120, 121). De todos modos, la ciudad no administra la duración diaria del trabajo por sus relojes sino que ubica metas en el año y la iglesia los marca con un santo patrono. De este modo el control del tiempo urbano no hace más que encerrar el trabajo y también lo libera con interrupciones de violencia que son sus carnavales.
Carnavales; renacer de un cuerpo colectivo como tiempo de ruptura
El carnaval dista de larga data; nace en Europa y persiste hasta la Edad Media como fenómeno de los pueblos latinos, germánicos y nórdicos. La expresión, que viene de Carnus Novalis, evoca ciertas fiestas que tenían lugar entre los romanos el 5 de marzo de cada año y que seguían junto a un ritual cantado. La segunda etimología marca el adiós a la carne y se refería al permiso de comer carne en cuaresma. Asimismo, en Europa se relaciona con el paso del invierno a la primavera, tal como supervive en los mitos célticos. Es un momento en el que la iglesia, con intenciones de abolir todo rito profano, incorpora de este modo estas prácticas paganas. El nombre definitivo refiere a una imagen más esclarecida referida a una fiesta urbana en la plaza pública, una fiesta que el pueblo se da a si mismo, mezclando todas las edades y las clases sociales. Se trata de una conexión real entre los citadinos, como dar muerte al cuerpo individual para que renazca un cuerpo colectivo. Se vive como fiesta de ruptura en la cual se reafirma, fuera de lo cotidiano, la cohesión social de la ciudad; se trata de una comunidad en oposición al poder que alcanza cierto regocijo. Es participativa, ya que no distingue en edades o clases sociales y en su colorido a veces disputan los grupos sociales, los barrios o las diversas tendencias existentes en la ciudad. Es la oportunidad de arreglar las cuentas, sobre todo en aquellos relegados que apartados de una vida cotidiana normal no siguen los cánones legales; en este periodo exaltan esa diferencia. También es una especie de rebelión de las clases excluidas o quienes se encuentran en contra del Estado, aun cuando lo conforman. Se trata de una institución que arregla los conflictos sociales, en tanto permite determinadas exteriorizaciones que no son para nada religiosas y donde se escapan los fantasmas citadinos. La risa y la comedia acompañaba a tales carnavales, donde había desde bufones hasta tontos (Bajtín: 1987) e incluso se elegían reyes de la risa. Estas formas de rituales y espectáculos organizados de un modo cómico se expandían por toda Europa. Según el autor citado, mientras las ceremonias oficiales eran en cierto sentido solemnes, estas otras ofrecían una visión del mundo diverso, no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado. Asimismo, por el elemento lúdico existente se relaciona con formas artísticas, tales como aquellas provenientes del teatro. No obstante, se sitúan más bien en las fronteras del arte y la vida; de hecho el carnaval ignora entre actores y espectadores, todos son participantes. Se dice que cuando la fiesta esta en curso se vive dentro de ella y la vive toda una comunidad, ya que no presenta fronteras porque se vive de acuerdo a leyes de libertad. Su carácter peculiar es el de renacimiento y renovación en cada sujeto que participa. La fiesta es su rango fundamental como objetivo práctico del trabajo colectivo y descanso periódico y tiene una relación profunda con el tiempo. Según el autor, se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento, y reglamentación, apuntaba a un porvenir aún incompleto en el que se abolían las relaciones jerárquicas, lo cual le permitía establecer nuevas relaciones verdaderas con sus semejantes en un tipo de comunicación no cotidiana, inconcebible de otro modo. La literatura del Renacimiento y el barroco estuvieron influenciados por tal carácter de la risa como un patrimonio del pueblo. Su carácter es familiar y sin restricciones, porque se trata de la burla al ritual de la divinidad donde subsisten los rasgos humanos, los universales y los utópicos. El lenguaje de la plaza pública se caracterizaba por el uso frecuente de groserías, palabras injuriosas que mortificaban pero a la vez renovaban y regeneraban.

Celebraciones en torno a la Vendimia en la Región Cuyana de Argentina
La Fiesta del Sol se realiza en la Ciudad de San Juan desde el año 2007. La provincia está situada a una altitud de 650 m.snm. y cuenta con 421.640 habitantes aproximadamente. Sin embargo, la modalidad que las políticas públicas postulan desde tal año para la atracción del turismo tiene la relevancia de conformarse como fiesta rural al igual que en la provincia de Mendoza. Ambas provincias en la región cuyana son óptimas para el cultivo de la vid, tanto por las propiedades de la tierra como del clima, y la celebración del carnaval se realiza en torno a la vendimia con el sentido que tenía en tiempos pretéritos. Se trata de un modo de sociabilidad tanto productiva como simbólica en torno al cuidado de la tierra y los cultivos. Un modo de entender el tiempo en una región que vive y trabaja de la siembra, la poda, la cosecha, y está atenta a los fenómenos climáticos, incluidos las tempestades y las inclemencias del medio ambiente. El trabajo es un año completo. Y también es un esfuerzo colectivo para los cosecheros que realizan el esfuerzo físico de la recolección en el mes de febrero o marzo, cuando la uva se encuentra a punto para su extracción. Se trata de cuadrillas (grupos) de cosecheros, cubiertos sus cuerpos para evitar el sol y sus rostros para evitar el calor y las moscas que rondan por el azúcar que se desprende de la uva denominado mosto. Depositan las uvas en gamelas (recipientes donde se ubica lo recolectado) antes de llevarla a un camión que cargará todo hacia una bodega. Allí pesarán el camión y descontarán el peso relativo del mismo para contabilizar la uva. Es un proceso delicado, luego el almacenamiento en las bodegas, la selección de varietales, visto, gusto, oído, olfato, tacto, el mundo de los sentidos y los placeres es lo que se anhela. Así como para finqueros que abonan y cuidan la tierra durante todo un año esperando que en los meses del verano el sol le de la coloración y graduación justa a sus uvas tintas o cerezas. También es un esfuerzo colectivo para los bodegueros que buscan la calidad del varietal para su posterior comercialización; se trata de todo un circuito de trabajo que resulta beneficioso; el pueblo entero se libera y disfruta en una festividad pagana también en estas latitudes.
Los camioneros que cargan la uva en sus vehículos en caminos sinuosos hasta las bodegas le piden a la Difunta Correa que los proteja.

Cuenta la leyenda que se trataba de una mujer que murió en la zona árida del desierto cuyano y los lugareños afirman que encontraron vivo a su bebé, que sobrevivió amamantándose durante días. Motivo por el cual le agradecen con agua sus favores. Principalmente, los camioneros que atraviesan zonas solitarias.
El símbolo del agua no es sólo relevante para los viajantes sino para los propios finqueros, que esperan a través de canales el agua que puede enviar el gobierno para regar sus tierras. Hay años que el agua no circula con fluidez y la ausencia de riego atenta contra las cosechas, pero cuando todas las coordenadas climáticas y laborales están dadas en los pueblos, se disfruta el verano con la chaya. Se trata de la alegría de tener agua en las acequias para despilfarrarla, lanzarle a alguien un baldazo, acariciar un cuerpo sudoroso por el trabajo, apaciguarlo con agua. No hay distinción de clases. Una manguera de una vecina inofensiva regando su jardín en su casa puede usarla como arma letal sobre el cuerpo distraído de un transeúnte. Los jóvenes enamorados aprovechan a marcar territorios con agua.
El carnaval ya es el mayor despilfarro de alegría, la construcción de carruajes, el despliegue de color, las madres pegando lentejuelas durante todo el año, las niñas practicando coreografías. La construcción de la carrozas. La elección de la reina de cada distrito para desfilar en la Avenida Ignacio de la Rosa. Los disfraces. Las máscaras. La calle pública transitada y reapropiada por otro tiempo, por otro ritmo. En la ciudad de San Juan es la Fiesta del Sol. En esta región siempre fue fiesta, vino, rito, embriaguez de los sentidos tanto en sus pueblos como en su ciudad; malbec, bonarda, pedro ximenez, syrah y tantos otros varietales que se combinan en las noches. Un modo de honrar a Baco, incluso, antes de las ediciones de las fiestas generadas y auspiciadas por el gobierno. La fiesta se verifica en el espacio, es acción, recrea la tradición pero la enriquece y dignifica. “En el arte, la apelación a lo ritual, especialmente en lo que hace a su circulación y consumo, no es nunca ajena al propósito de marcar un hito trascendente. La fiesta puede asimilarse en algunos casos al rito, al que siempre contiene, pero en vigor de verdad se trata de algo más complejo que las ceremonias que la vertebran. Es que antes que una acción o una serie de acciones, la fiesta es un tiempo especial, que se diferencia claramente de lo cotidiano, que es aquel en el que tienen plena vigencia las pautas de la cultura, todo lo que constituye el ethos social” (Colombres: 2005, 65).

Las Murgas en los barrios de la Ciudad de Buenos Aires
En el año 2011 se recupera la alegría según un determinado ritmo cronopolítico. Se renueva el carnaval en Argentina, ya que es un tema de la agenda pública. Se instala en el calendario a partir de la derogación de una ley dictatorial que prohibía los carnavales. Durante los años de dictadura se desarmaron las tramas sociales, ya que cualquier modo de agrupamiento estaba prohibido. Los espacios públicos se encontraban vacíos, ya que las plazas y las calles eran ámbitos inhóspitos en los que se esparcía el terrorismo de Estado como un modo de promover el miedo ante cualquier modo de encuentro. La dictadura militar iniciada en 1976 en Argentina bajo la denominación Proceso de Reorganización Nacional intentó hasta 1983 hacer desaparecer también los espacios colectivos. Se puede distinguir el uso atenuantede la palabra “intento” ya que a pesar del plan organizado de secuestros masivos, tortura y desaparición de personas en un régimen de exterminio de los espacios de reuniones, los encuentros entre sujetos se siguieron dando. En la vida pública, la politicidad de los grupos de la sociedad civil siempre ha configurado el terreno fértil para que se gesten ideas, aunque se las calificará de subversivas. Se pretendió arrasar con cualquier tipo de grupo que construyera imaginarios sociales distintos a los propuestos por el terrorismo de Estado. Asimismo, se busco eliminar a aquellos grupos con capacidad de influir en las mentalidades de la comunidad, en tanto actores hábiles de afectar con sus ideas a los procesos de toma de decisiones en el sistema político. Se hace referencia a aquellos grupos cuyas “concepciones de mundo” diferían respecto de las ideologías dominantes en tal periodo histórico. La represión sobre los grupos no sólo tuvo como propósito acallar a los opositores; también buscó disciplinar a la sociedad civil para que se despolitice, desarticulando así los lazos sociales. El modo de ejecución de las políticas de hostigamiento (sin necesidad de usar siempre el encierro material) fragmentó el tejido social, ya que el aislamiento producto de la despolitización que sufre la sociedad se configura como un gesto que prescinde del encierro cartográfico.
Los grupos de murga se apropian del espacio público al retorno de la democracia y precisamente se caracterizan por ser no oficiales y sus letras de canciones, incluso, narran en tono jocoso ciertos cuestionamientos a la política de Estado porque sus orígenes fueron esos. Las murgas en los corsos de Buenos Aires eran comparsas que narraban sus problemas a modo de canciones. Y esa era su alegría; su cuerpo colectivo en tiempo de ruptura.
“A partir de la expansión de la ciudad hacia sus arrabales, en los años ’20, comienza a cobrar cada vez mayor importancia un nuevo componente en las relaciones de identidad en torno al carnaval: los barrios. Hasta esos años los distintos grupos étnicos, tanto africanos como europeos o criollos, centraban su locación y sus actividades en barrios distintos: los negros en San Telmo y Monserrat; los italianos en La Boca; los judíos al sur de Palermo; los árabes en el Once, etcétera. Pero, como dice Alicia Martín, estos grupos fueron evolucionando hacia nuevas formas de hibridación cultural. Las agrupaciones de carnaval, antes fundadas sobre fuertes lazos étnicos, pasaron a organizarse según los nuevos lazos de vecindad en los barrios” (de la Web del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
El color y el brillo emergen aún hoy con más fuerza a partir de esta ley reciente que deroga una ley dictatorial y valoriza así a la comunidad de murgueros con sus pintorescos trajes y estandartes. Desde la recuperación de la democracia, ningún gobierno derogo esa ley. La iniciativa se relaciona con la lucha de muchos años de la comunidad del carnaval, que siguió festejando a su modo en diversas regiones de la Argentina según los tiempos de las cosechas que coinciden con el verano, así como al ritmo de los platillos de los distintos barrios. La ley no sólo recupera un festejo, sino una memoria histórica vigente.
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La autora es Licenciada en Psicología (UBA) y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Psicología. Es autora de diferentes ponencias y artículos publicados y premiados sobre asociatividad, estudios culturales, comunidad y lazos sociales en revistas y libros de divulgación científica con referato, indexadas, nacionales e internacionales. Actualmente seleccionada para ingresar a la carrera del CONICET.
Sobre la fiesta urbana y el carnaval, ver también en café de las ciudades:
Número 4 | Tendencias
Ganar la calle (I) | Arte y protesta política en la recuperación del espacio público. | Marcelo Corti |
Número 4 | Tendencias
Ganar la calle (II) | El fin de los edificios trofeo. | John Thackara
Número 18 | Fútbol y ciudad (III)
El acoso a la fiesta | No se escucha (son amargos…) | Carmelo Ricot
Número 30 | La mirada del flâneur
El Día de San Patricio en Buenos Aires | Y la trilogía de las nuevas fiestas porteñas. | Carmelo Ricot
Número 83 | La mirada del flâneur
La Fiesta en Casabindo | “El cielo está más cerca que en ninguna otra parte” | Marcelo Corti
Bibliografía
Agamben.G. (2001).Tiempo e Historia. En Infancia e Historia. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora.
Attali.J. (2001). Historias del Tiempo. México. Fondo de Cultura Económica.
Bajtín. M. (1987).La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Madrid. Alianza.
Colombres. A. (2005). Teorías Transcultural del Arte. Hacia un pensamiento visual del arte. Buenos Aires. Ediciones del Sol.
Koselleck.R. (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona. Paidos.
Tonon.G. (2009). Comunidad, participación, y socialización política. Buenos Aires. Espacio Editorial.
Virilo.P. (1997).La velocidad de la liberación. Buenos Aires. Ediciones Manantial.