“Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”.
Apocalipsis 14.8.
La buena banda punk argentina Attaque 77 acaba de editar su última producción. De entre los temas presentados, sobresale el pesimismo antiurbano de Buenos Aires en llamas, canción cuya letra reproduzco a continuación:
¿De qué se ríe el tipo de los carteles? Candidato a gobernador.
Secuestros, robos, muertes, inseguridad… no da más la situación.
Y es que el sistema hace rato ha colapsado… pero aún factura igual
Nos llevan con promesas enganchados y ocultan la verdad… podés ver
que la superpoblación crece y estamos viviendo en un caos total
Si una simple lluvia detona la ciudad, y se inunda todo, y se pudre todo
¿vos crees que estas a salvo acá?
Buenos Aires fue, arde en medio del infierno
Y seguimos acá avivando el fuego
Ellos te imponen las reglas del juego de mayor rentabilidad
al menor costo posible, sin excepción de vidas humanas…
y así nomás nos van acostumbrando a la agresividad
Viviendo en esta gran inmobiliaria, pagando el doble o más…
Y entonces… ¿seguimos creyendo que es este el único sitio para vivir?
Y en las elecciones… siempre vamos a votar… necios y con miedos,
a las mismas ratas, somos hijos del rigor, nomás…
Buenos Aires fue, arde en medio del infierno
Y seguimos acá avivando el fuego
Buenos Aires fue, arde en el infierno
Yo me voy de acá antes de que me empiece a quemar
y en las elecciones siempre vamos a votar
somos su negocio, nos están matando y les damos de comer igual
Arde en llamas….
Mario Sabugo, de quien recibí la primera noticia de esta canción, la asocia “a la vieja tradición rockera que puede remontarse a Una casa con diez pinos (Manal) o Mañana campestre (Arco Iris)”. Sabugo plantea esa continuidad en relación a “la pregunta sobre si la ciudad es un hecho positivo o negativo”. Es cierto que el rock nacional argentino ha tenido históricamente actitudes antiurbanas, aunque en su época fundacional, a la que corresponden los temas de Manal y Arco Iris, éstas estaban más vinculadas a las posturas del hippismo, al escape hacia la naturaleza y el campo, fueran estos la utopía comunitaria de El Bolsón o San Marcos Sierra, o la más modesta aventura en alguna chacra periurbana.
La condena de Attaque, en cambio, remite a la huida individual del excluido más que al sueño del joven acomodado en rebeldía hacia los valores burgueses de sus padres. Quizás sus referencias estén más cerca de aquel Voy para Campana de Moris (paradójicamente, el poeta más urbano de entre los pioneros del rock argentino): “no tengo nada que perder; dejo la ciudad, alejé todo ya de mí”. La impostación antiurbana puede asociarse también a otra pelea generacional de los rockers de los ´60 y ´70, aquella que en el campo de la música popular se insinuaba contra los “Grandes valores del Tango”. El tango, la “música ciudadana“, había hecho del culto a Buenos Aires y la mitología de sus barrios una parte sustancial de su imaginario y su poesía (una celebración chauvinista del barrio es realizada más tarde, y en especial en los ´90, por el subgénero del rock chabón).
Por diversas razones (que no es el objeto de esta nota identificar ni analizar), la condena babilónica a Buenos Aires es una constante argentina, tanto en sus versiones eruditas como populares. Cito algunos ejemplos:
– la prosa antiinmigratoria y reaccionaria de Julián Martel en La Bolsa, novela basada en la crisis económica y política de 1890;
– la solución que el cineasta Lucas Demare le encuentra a la degradación de la protagonista femenina en Detrás de un largo muro: dejar la villa miseria y volver al campo;
– el resentimiento contra los porteños en los jóvenes de clase media de las provincias (presente en la cinematografía comercial en la película de la folklorista Soledad…);
– un divulgado sentido común que percibe como una monstruosidad antinatural la cantidad de población residente en Buenos Aires y su conurbano;
– las imágenes publicitarias de exaltación de lo campestre y desurbanizado en la promoción de productos cuyo consumo es casi exclusivamente urbano, etc.
El más sofisticado de los intelectuales que execraron a Buenos Aires fue Ezequiel Martínez Estrada. Su libro La Cabeza de Goliat (1940), que complementa a Radiografía de la Pampa como ensayo de sociología territorial, es el más ilustrado y vehemente compendio de argumentos por los cuales Buenos Aires merecería casi ser reducida a cenizas, como en la metáfora del incendio que hoy propone Attaque. Ya en el comienzo, una cita de Rilke advierte que “una gran ciudad es cosa contra natura”. Entre otras cosas, Martínez Estrada sostiene que:
– …una ciudad, sea Roma, Cartago, Nueva York o Buenos Aires, es un tumor maligno que pocos gobiernos se deciden a extirpar.
– …el pueblo que no necesita de la ciudad más que para albergarse mientras construye una civilización, ese es grande en verdad. Precisamente por lo que el urbanista no puede comprender.
– Cuando el hombre primitivo concibió la diabólica idea de construir ciudades, ¿quiso encarcelar a sus semejantes, como cuando construyó la jaula quiso encerrar pájaros?
– …cuando el hombre erraba sin residencia fija, hizo los más grandes descubrimientos: las religiones, el lenguaje y la escritura, la metalurgia, el tejido y la filosofía y la poesía. Cuando se encerró, las invenciones se refirieron a todo lo estacionario y no se relacionaban ya con el destino del ser humano sino con el destino de la población. (¿…?, MLT).
– Una ciudad es el lugar donde se refugia el hombre mientras dispara del cumplimiento de sus deberes para con Dios, la naturaleza y sus semejantes.
– Ni las diagonales ni las avenidas solucionan el problema urbano. (…) Hay que hacerla (a Buenos Aires) de nuevo y en otra parte.
Martínez Estrada estaba convencido de que los argentinos habían hecho una gran ciudad porque no se animaban a hacer una gran nación. Ya expresada su ideología antiurbana, la segunda mitad de su libro se demora en anécdotas personales y oscuros costumbrismos, llegando al punto de narrar la triste historia de un accidente doméstico donde el propio Martínez Estrada o su esposa (no queda claro quien) aplastan con el pie a un gorriocito escapado de su jaula en la cocina de la casa familiar… No se cuentan esas cosas en un libro de sociología urbana si se considera a la ciudad como un tema digno de respeto. Otro escritor argentino decía no entender el porqué del título: “¿Qué quiso decir Martínez Estrada, que Goliat era cabezón?”.
Tengo entendido que los integrantes de Attaque han asumido su militancia antibonaerense al punto de estar viviendo actualmente en un pueblo perdido en medio de alguna sierra. Paradójicamente, la letra de Buenos Aires en llamas no deja entrever por si sola la filiación ideológica desde la que se realiza esta crítica: otros temas de la banda, como Setentista (con su reivindicación de la autogestión obrera) permiten suponer una mirada de clase, hasta radicalizada. Sin embargo, una lectura de la letra fuera de este contexto podría hacer suponer también una vertiente de derecha antipolítica, o hasta una simple queja vecinal descomprometida. Por convicción o por desvío, la metáfora babilónica sobre Buenos Aires (sobre la ciudad) encubre finalmente una actitud conservadora en lo moral y en lo político.
MLT
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Miradas sobre Buenos Aires I Historia cultural y crítica urbana en el último libro de Adrián Gorelik I Mario L. Tercco
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“Queremos cambiar el escenario, porque la ciudad ya no nos acepta” I Las comunidades productivas solidarias y los nuevos movimientos de la periferia de Buenos Aires. I Gustavo Rodríguez Karaman y Pablo Reynoso