“…Terquedades será una tribuna de doctrina” (C. Ricot)
En estos días se discute en Buenos Aires la legitimidad de la tarea de los trapitos. La Legislatura sancionó una ley que regulariza la actividad y el Jefe de Gobierno vetó la ley.
Aclaración para lectores de otras ciudades: se llama trapitos a las personas que, auxiliadas precisamente de un trapito, se dedican como modo de subsistencia a orientar a los automovilistas para estacionar sus autos y cuidar esos autos una vez estacionados.
Aclaración bis: sí, claro, hay otros temas más importantes en Buenos aires para tratar. Por ejemplo, la urbanización del Barrio Carlos Mugica, en Retiro, sobre la cual se habla en esta revista. Y por supuesto, los avances en el cumplimiento de la llamada Ley de Basura Cero (¿estamos cumpliendo los objetivos de reducción y tratamiento de RSU planteados en la Ley?) o el rol del Estado en la lucha contra la trata de personas y su esclavitud sexual o laboral. Pero en Buenos Aires se discute sobre la legitimidad de los trapitos. Si el trapito dejara las calles y se internara en un taller clandestino de costura o entregara a su hija a un proxeneta, ya no sería tema de discusión para la política porteña.
La discusión gira en torno al cuidado de autos estacionados como un recurso laboral informal o como una actividad ilegal que altera la convivencia en el espacio público. En esta lectura, que es la del Gobierno de la Ciudad, confluyen la teoría de la ventana rota (llevada a la práctica por Bratton en varios departamentos policiales de Estados Unidos) con el sentido común más banal del automovilista insolidario. Que haya habido actitudes agresivas o incluso delictivas de parte de algunos trapitos (o los limpiavidrios callejeros, también cuestionados por la autoridad local) es reprobable (aunque agresividad y trasgresiones delictivas se encuentran también en el ejercicio de otras actividades, desde policías y choferes de colectivos a funcionarios políticos y empresarios). De allí a la criminalización de la actividad hay un paso demasiado aventurado, que informa acerca de una concepción “anti-pobre” arraigada en la actual administración porteña. Un párrafo especial merece, por otro lado, el uso perverso del ideario sobre el espacio público para validar políticas activas y explícitas de exclusión social.
Sobre la Ley de Basura Cero ver la Terquedad Basura Cero y la Nueva Terquedad de la basura.
Terquedades anteriores:
Presentación editorial (número 65)
Terquedad de las clases medias (y sus críticos)
Terquedad de las villas y los funcionarios
Terquedad del Plan Urbano Ambiental
Terquedad de las Guías (los itinerarios de Eternautas y la ciudad bizarra de Daniel Riera)
Terquedad de las políticas urbanas
Terquedad de Puerto Madero y los paseos costeros
Terquedad del Fútbol (dePrimente)
Terquedad de los vecinos y los medios
Terquedad del gorilismo (y de las palabras)
Terquedad (optimista) del Riachuelo
Terquedad de la no-Ciudad Universitaria
Terquedad periférica (sobre el número 35 de Mu)
Terquedad de las urbanizaciones privadas
Terquedad del Manual (urbanismo para asentamientos precarios)
Terquedad del agua y las cloacas
Nueva Terquedad del suelo, entre la academia y la política