“…Terquedades será una tribuna de doctrina” (C. Ricot)
Al menos hasta hace unos meses, cuando estalló la crisis del capitalismo global, el turismo ha alcanzado una expansión mundial que lo convirtió en el motor de la economía de muchos países. En ese contexto, se ha producido también un auge explosivo de las guías turísticas de ciudades, países y regiones.
Aun a pesar de la competencia de Internet, las guías impresas son un producto necesario para muchas clases de viajeros y turistas (si nos atenemos a la pedante distinción de Paul Bowles): después de todo, uno no puede confiar en encontrar un cyber-café o un sitio wi-fi cuando necesita saber los horarios del tren en Pavía o cuales son las mejores opciones de alojamiento económico en Paramaribo. En Aguas Calientes, la estación ferroviaria previa al Machu Picchu, me ocurrió estar con unos metódicos alemanes que leyendo su guía me advirtieron de apresurarme en conseguir hospedaje, porque a la noche eran frecuentes los cortes de luz. Ni bien terminé de registrarme y guardar mi mochila en el albergue… se cortó la luz. A la mañana siguiente desayunaron con unos riquísimos spaghetti en el bar de la estación: a pesar de la hora, no podían irse del pueblo sin probar el plato recomendado por la guía.
Como en todo genero literario (aspecto de las guías que en esta nota privilegiaremos por sobre el de su condición de servicio), hay de todo en la producción disponible. En demasiados casos, la guía es un compendio de lugares comunes y tópicos banalizados, más atentos a confirmar los prejuicios del turista y tranquilizar su pavor a lo desconocido que a verdaderamente conducir una experiencia de conocimiento y aprendizaje, como debe ser hasta el más humilde de los viajes. En los mejores casos, la guía es un amigo del viajero, al que ilustra, prepara y aconseja sin limitar la intrínseca apertura del viaje.
Recuerdo en mi caso una grata compañía, la Real Guide, en sendos viajes a Nueva York y San Francisco a principios de los ’90. No se si aun existirá: no pude encontrarla en Internet y eso es señal de, al menos, decadencia. Es una pena; me fueron muy útiles en su momento las referencias precisas, cultas, “opinated” de la guía sobre recorridos, historia, cultura y todas las preguntas imaginables que uno pudiera hacerse sobre las ciudades visitadas.
La principal virtud de la Real Guide era su amplitud discursiva: no ordenaba conductas, presentaba escenarios. Distinto era el caso de la Lonely Planet para Sudamérica, que en su edición de 1995 enumera algunas “trampas para turistas” cuya visita desalienta: Barranquilla, Manaos, Oruro, Punta del Este, Mar del Plata y Calafate… No obstante, esa guía abundaba en referencias históricas precisas y acertados apuntes sobre costumbres y procedimientos cotidianos. Era útil, a condición de seguirla con prudente desconfianza.
Bien llevada, la guía del viajero puede ser entendida y usada como un adecuado recurso descriptivo del territorio. Dos guías editadas por Aguilar en (y sobre) Buenos Aires vienen a ampliar el campo de los buenos ejemplos: Buenos Aires tiene Historia, del grupo Eternautas (Ricardo Watson, Lucas Rentero y Gabriel Di Meglio), y Buenos Aires Bizarro, de Daniel Riera.
Los once itinerarios guiados por la ciudad que proponen los Eternautas hacen énfasis en la Historia, disciplina de origen de los integrantes del grupo, quienes reproducen en el libro algunos de los recorridos que realizan en sus visitas guiadas. Con una adecuada referencia a los aspectos artísticos y arquitectónicos de sus paseos, la descripción se hace muy fuerte en el relato histórico, ameno y de atinada línea política.
La cartografía es clara y legible, al igual que la organización de los capítulos, con claras presentaciones, pertinentes divisiones temáticas y atractivos sueltos. Las fotografías en blanco y negro, correctamente intercaladas en el texto, introducen un diálogo virtual entre el espacio que se recorre y el tiempo histórico que en el queda registrado. Sus autores señalan que la guía puede leerse en diversos modos: como libro de referencia en una lectura convencional aislada del lugar o en forma simultánea y concurrente con los mismos recorridos. También, en la placentera y aleatoria lectura de párrafos sueltos, que además tiene un toque de homenaje a la Rayuela de Cortazar (una ventaja de las guías y de los diccionarios sobre otras formas de la literatura: legitiman la perezosa lectura fragmentaria; otra ventaja: son la lectura más adecuada para ser compartida en tiempo real con la persona que nos acompaña).
La guía no abarca la totalidad urbana sino algunos barrios bien repartidos (los autores anuncian futuras ediciones con otros itinerarios). Así se recorren Monserrat, San Telmo y La Boca en el sur más “fotogénico”, pero también “el otro Sur” de Barracas a Boedo; San Nicolás o “el Centro” y su moderna extensión Puerto Madero, los barrios de la elite por la Avenida Alvear desde Retiro a la Recoleta (y más allá los monumentos), el alguna vez orillero Palermo Viejo. Para el visitante no adiestrado en la historia argentina, el texto es ilustrativo y didáctico; para el argentino o el conocedor, es también didáctico al relacionar la historia de los hechos sociales y políticos con los del entorno construido, y eventualmente inducir a cotejar las propias opiniones con las que insinúan los autores. No faltan las sabrosas referencias a anécdotas reales o construidas: la advertencia de Evita al financista de su viaje a Europa tras visitar al Papa: “no les des un carajo que nos vamos con las manos vacías”, en alusión a una condecoración infructuosamente esperada; o aquella señora de la oligarquía vacuna que al ver llover en París supuso que el agua le vendría muy bien a su estancia en la Pampa argentina…
Daniel Riera, integrante del equipo que edita la ácida revista Barcelona (tan eficaz en su humor corrosivo e incorrecto como en su deconstrucción del discurso de la política y los medios, y en especial de Clarín), basa su trabajo en una guía chilena (a su vez basada en una guía californiana) para realizar una cuidadosa investigación de lo extraño, lo raro, lo estrambótico en Buenos Aires, atendiendo al uso de la palabra “bizarro” como anglicismo, más que en su significado exacto en idioma castellano.
Según la definición del propio autor, lo bizarro en su “extraviada” guía es lo que está fuera de la norma, “un punto de vista que se desplaza cuando uno trata de atraparlo”. Esto incluye categorías tan diversas como las del animalario que Borges atribuyó a una enciclopedia china: un negocio en la calle Aguirre que vende todo lo relacionado con la marihuana, “excepto la marihuana misma”; la infinita Galería Obelisco Norte bajo la Avenida 9 de Julio; la no menos sorprendente Bond Street; el mariachi Pepe Reyes; el chalet sobre la terraza en 9 de Julio y Sarmiento; la cúpula del Chrysler Building reproducida a nivel de la calle en la Pizzería Manhattan; la gótica Facultad de Ingeniería de la Avenida Las Heras; la prohibida estatua Saturnalia en el Jardín Botánico; el Museo de la Deuda Externa; los sitios donde se perpetraron los más célebres asesinatos porteños; la inefable Tierra Santa; el formulario para concretar la apostasía a la Iglesia Católica; el Body Sushi o cena sobre un cuerpo desnudo; las reuniones Tupper Sex con juguetes eróticos; los fantasmas de la Ciudad… Además de los servicios y datos contenidos en la guía, que para algunos valen como curiosidad y para otros como información, la guía ofrece alguna advertencia de suma utilidad, como por ejemplo la existencia de una señora que energiza gatos o la conveniencia de caminar con cuidado cuando se pasa por debajo de la cúpula y los mascarones de La Inmobiliaria, en la Avenida de Mayo,
Paradójicamente, la elegancia de la escritura de Buenos Aires Bizarro establece una distancia intelectual con el mero hecho de lo “bizarro”. El autor administra con habilidad el distanciamiento y el simultáneo respeto con los hechos y personas que lo ocupan; sus crónicas están bien tituladas y usan el humor sin asomo de burla. Paradoja propia de la literatura es que su estilo llega a ser clásico a pesar de su objeto; en la reiteración de lo extraño y con la mediación del texto, Riera insinúa (y cuestiona) la nostalgia de un orden imposible de las cosas. Las buenas fotos de Diego Sandstede dialogan con el texto y amplían sus evocaciones.
Riera y los Eternautas presentan en sus guías algunas de las infinitas caras de una ciudad que aman. Sus textos son útiles para el viajero y enriquecedores para el iniciado; son (lo más importante) agradables para todos; son literatura en acción. En sus propias palabras se expresa la riqueza del fenómeno que describen. “Buenos Aires es inagotable y dinámica: siempre habrá algún lugar nuevo para conocer, alguna historia más que merezca ser contada”; escribir una guía resulta entonces ser también “un llamado a salir a transitar una urbe maravillosa, a perderse en sus calles. Buenos Aires es, definitivamente, una ciudad para ser caminada y disfrutada”.
MLT
Buenos Aires tiene Historia. Once itinerarios guiados por la ciudad, Ricardo Watson, Gabriel Di Meglio, Lucas Rentero; Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2008; 396 páginas 24 x 15 cm.; ISBN: 978-987-04-0952-6
Buenos Aires Bizarro. La más extraviada de todas las guías, Daniel Riera, Fotografías: Diego Sandstede; Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2008, 272 páginas de 22 x 17 cm.; ISBN: 9789870410041
Ver el sitio en la Web de Eternautas y el blog de Daniel Riera.
Otras guías en café de las ciudades:
Número 52 I Cultura de las ciudades (I)
Excursiones mínimas I Buenos Aires de la mano de Sabugo y Minond I Marcelo Corti
Número 13 I La mirada del flanneur (l)
“El guía” (Turismo y ciudad I) (París, París…I) I Como conocer París en media hora de la mano de un artista. I Guillaume Apolllinaire
Y sobre el turismo:
Número 33 I Tendencias
Turismo bizarro en Buenos Aires I El infierno está encantador. I Carmelo Ricot
Número 28 I Tendencias (I)
Berlín, Praga, Barcelona: “8 días 7 noches” I Impacto del turismo global en la sostenibilidad del desarrollo de las ciudades europeas. I César Cáceres Seguel
Número 13 I La mirada del flanneur (ll)
Bienvenidos a “la experiencia” (Turismo y ciudad II) I El nacimiento del turismo de masas: reconversión y banalización de A y B. I Carmelo Ricot
Hola Mario, a través del presente queremos agradecerte por la difusión que le has dado al encuentro que co-organizamos con los Basurama. la nota es realmente muy buena, y el número se ve muy bien, aunque confieso que además de esa, solo he leído las notas de la India y del cine, me faltan las notas “de fondo”. Transmitile por favor nuestro saludo al editor, y también nuestras gracias ya que a través de su revista nos ha contactado la gente de Radio Ciudad para una entrevista dominical y matinal. Un fuerte abrazo.
Martín Di Peco, Buenos Aires
Terquedades anteriores:
Presentación editorial (número 65)
Terquedad de las clases medias (y sus críticos)
Terquedad de las villas y los funcionarios