El recordado cierre de los discursos de campaña de Raúl Alfonsín en 1983, en el que recitaba a coro con el público el preámbulo de la Constitución argentina, era introducido con una referencia genérica a la persona que había transmitido ese credo laico a Alfonsín y a la multitud: “la maestra de la escuela primaria cuyo recuerdo todavía nos emociona”. La explosión de gas en la escuela N° 49 Nicolás Avellaneda en Moreno, en la segunda corona metropolitana de Buenos Aires, mató el jueves 2 de agosto a Sandra Calamano, una maestra que hubiera respondido perfectamente a la descripción hecha por Alfonsín.
Sandra era la Vicedirectora de la escuela, a cargo de ella porque el Director estaba con licencia médica (dato siniestro: por haber sido baleado en la puerta de la misma escuela). La explosión mató también a Rubén Rodríguez, auxiliar de cocina.
Dos trabajadores, dos representantes de una clase denostada por el discurso político y mediático, muertos por corrupción, negligencia, mala praxis, soberbia o alguna combinación letal de esos males. Murieron cuando iban a preparar el desayuno caliente para su estudiantado. Muchas metáforas, muchas alegorías en un mismo trágico episodio.
La escuela pública, laica, gratuita y obligatoria fue un subsidio directo a vastos sectores populares a partir de la Ley 1420 de 1884 y resume todo lo mejor de Argentina en su siglo XX. Fue el espacio público por excelencia, ámbito de igualdad y movilidad social que explica la importancia y extensión de la clase media. Fue el ADN de la ciudad abierta y democrática que caracterizó a Argentina aun en sus épocas de mayor autoritarismo. Su decadencia no es casualidad, es un proyecto. Es una caída que lleva décadas y que mezcla tilinguería cultural, mezquindad política y abandono de objetivos estratégicos de una sociedad.
Argentina necesita una política dura (un shock) de hegemonía de lo público. Muchos de los debates actuales (nublados por conceptos como ese -por otro lado, fascista- de “grieta”) giran sobre lo público; para mencionar solo dos de los más calientes, la salud pública (eje sobre el que se montó el reclamo por la legalización del aborto) y la obra pública, secuestrada por carteles asociativos privados/gubernamentales de la corrupción. En el camino, nos quedan Sandra y Rubén, muertos cuando iban a calentar el pan para sus chicos y chicas de Moreno. Su recuerdo no dejará de emocionarnos.
Ver las Palabras para Sandra de su compañero de trabajo Augusto Arias, en La Izquierda Diario.
Ver también la Terquedad de los que se fueron (N° 113, marzo de 2012).
Tilinguería: en el habla coloquial argentina, lo propio del tilingo/a. Tilingo/a: snob, frívolo, amante de la figuración, superficial, pretencioso, afecto a lo novedoso y a lo que está prestigiado por su origen externo (fuente: Carmelo Ricot).
Ver las Terquedades anteriores