Jordi Borja (disertación)
MC (trascripción)
N. de la R.: El siguiente texto es la trascripción de la conferencia organizada por café de las ciudades y brindada por Jordi Borja el pasado 6 de abril en el bar Tuñón de Buenos Aires. Es la segunda y última de la serie de notas sobre La Revolución Urbana, iniciada en el número 31. En la trascripción de la charla se ha incluido el debate posterior con el público, por la riqueza de las intervenciones y de las respuestas.También se ha preservado el carácter coloquial de la charla, con solo algunas modificaciones menores a efectos de eliminar redundancias y aclaraciones ocasionales propias del lenguaje oral.
cdlc: Presentar a Jordi Borja en Buenos Aires es por cierto un orgullo para café de las ciudades, pero además en este caso tiene una serie de connotaciones especiales. En estos días hemos convenido con las autoridades de la UOC, universidad “virtual” catalana en cuyo marco se desarrolla el Master en Gestión de la Ciudad en el siglo XXI (del que nuestro invitado es director), realizar tareas de cooperación relativas a la difusión y organización del Master. Por otro lado, la presencia de Borja en Buenos Aires, ante un público especializado e interesado en las cuestiones de la ciudad y del urbanismo, es una oportunidad de reflexionar sobre la ciudad contemporánea, sus desafíos y oportunidades. Pero es especialmente adecuado para analizar críticamente el desarrollo del Modelo Barcelona, en especial en sus últimos años y en sus aspectos más cuestionables, y para discutir si se trata de desviaciones del modelo original o efectos perversos del mismo éxito social, cultural, económico y político que tuvo el Modelo. Por otro lado, para analizar los “usos” que Buenos Aires hizo del modelo Barcelona en la gestión de los años recientes, y en especial cuales fueron sus referencias: si la integración democratizadora de sectores anteriormente excluidos del beneficio de la urbanización, las prácticas de consolidación de las periferias, las actuaciones de creación de espacio público de calidad, etc., o si por el contrario (y en mi humilde opinión con mayores posibilidades) se tomaron los aspectos cosméticos y escenográficos de estas prácticas, o se privilegió una encubierta especulación inmobiliaria a gran escala con ropajes de planificación contemporánea. Algunos de estos temas surgirán seguramente a lo largo de esta charla y del debate posterior, a los cuales quiero entrar rápidamente. Pero para empezar, corresponde aclarar que, pese a que la charla se había previsto originalmente como dedicada a “Los nuevos oficios del urbanismo”, nuestro conferencista nos ha propuesto alterar el título original y cambiarlo por el más inquietante (y prometedor) de “La revolución Urbana”…
JB: El mundo político intelectual ha cambiado tanto en los últimos años que alguien como yo, que siempre había sido considerado dentro de la izquierda como un derechista, sin quererlo se encuentra hoy en la extrema izquierda, que es algo que siempre me había dado horror. Pero bueno, así son las cosas…
Sobre la revolución: hace un tiempo nos hicieron una entrevista conjuntamente con Oriol Bohigas para una revista que está muy bien y que se llama La Calle, en Barcelona. Al finalizar nos pidieron “bueno, digan algo más para terminar”; yo no me acuerdo de lo que dije, creo que no tiene ningún interés, pero si de lo que dijo Bohigas: “que lo que se necesita es la Revolución“. En ese maldito Forum de las Culturas que se hizo en Barcelona a lo largo de los meses de mayo a septiembre de 2004, tuvimos unos encuentros urbanos. En ellos había dentro de todo una línea que era magmática y caótica, confusa y difusa. Fue una serie de diálogos intelectuales que, lamentablemente, fueron muy interesantes y poco influyentes, porque el entorno era tal que cualquier cosa que hicieras ahí quedaba muy banalizado, muy perdido. A pesar de su interés, yo tuve la misma sensación que si se hubiera organizado un seminario de formación de militantes revolucionarios o marxistas en un Corte Inglés. Esa era la sensación que yo tenía, pero los debates urbanos fueron realmente muy interesantes. Y una cosa curiosa: en esos debates, que duraron unas dos semanas (algunas personas que hoy están aquí participaron de ellos), me sorprendió especialmente la participación de los norteamericanos, porque eran de un catastrofismo tremendo sobre el futuro de la ciudad. Y gente muy distinta entre sí, porque Tom Angotti es un hombre de la New York University, claramente ubicado a la izquierda, muy latinoamericano (se ha ido casando siempre con latinoamericanas, creo que va por la tercera), pero Michael Cohen es otra cosa. Mike Dear de Los Angeles, que ha hecho un libro muy interesante sobre los modelos de ciudad de Chicago a Los Angeles, es un investigador muy serio y riguroso, y es distinto de David Harvey; Neill Smith es un intelectual bastante radical, muy distinto de Saskia Sassen. Pero todos coincidieron en presentar una visión bastante apocalíptica del futuro de la ciudad. Es verdad que viviendo en Estados Unidos y con Bush de Presidente mucho optimismo histórico no puedes tener, pero no deja de ser curioso… Sassen diciendo “señores, se están creando las condiciones para que surja un fascismo urbano que comande todo”; otros, que “las ciudades se van a destruir, etc.”.
¿Quiénes, en cambio, decían cosas más positivas? Bueno, los chinos. Ellos han encontrado la “solución”. Ciudades absolutamente nuevas y banales, con espacios lacónicos; ¿qué podemos hacer para que tengan carácter de ciudad? ¡Pues hacer un SoHo en cada ciudad! Un SoHo, un Hollywood (ustedes en Buenos Aires ya tienen cierta práctica en esto…). Pero ese programa que presentaron los chinos era un programa que se está haciendo, no era la idea de un profesor. El conferenciante chino, Stephen Lau, dijo que lo que se está planteando en China es que cada ciudad grande tenga su SoHo; no se lo que resultará de esto en 4 o 5 años. Pero sí que me sorprendió esta visión de los norteamericanos, que incluso presentaban casos: Mike Dear, de quien muchos amigos me criticaron que lo invitara, dijo “me llamaron de una ciudad (no me acuerdo cual) que había ganado un campeonato de béisbol, y querían hacer un acto público para festejarlo“, para que se reuniera toda la gente, como Madrid lo hace en la Gran Vía, en la Cibeles, Barcelona en las Ramblas o en la Plaza del Angel. Los franceses, cuando ganaron el Mundial de fútbol (después de “envenenar” a los brasileños, dicen algunos…), ocuparon los Champs Elysees desde la Plaza de la Concorde hasta el Arco de Triunfo, yo tengo una fotografía fantástica de esa celebración. El caso es que aquella ciudad norteamericana no tenía un lugar para encontrarse y festejar, entonces Dear desde Los Angeles les pregunta por teléfono “¿pero, no tienen ningún lugar que sea accesible, central y donde la gente pueda reunirse?“, “mire (le contestaron), el único espacio grande que tenemos es un gran estacionamiento“, “bueno, hagan del estacionamiento su espacio cívico“…
Claro, esto quiere decir que estamos en una situación donde hay más urbanización que ciudad e incluso en América Latina (yo se que ahora Argentina tiene tasas de crecimiento positivas, pero no es lo habitual de los últimos 15 o 20 años en el continente) hay urbanización sin crecimiento económico. En Europa lo que hay es urbanización sin crecimiento demográfico. Cito de memoria en los últimos 40 años la población de la región de Madrid se ha multiplicado por 2, pero el suelo urbanizado se ha multiplicado por 5. En Barcelona, en los últimos 20 años, la población de la región metropolitana (depende por donde cortes) es la misma, de entre 3,5 y 4 millones, pero el suelo urbanizado se ha multiplicado por 2. Esto representa unos costes de sostenibilidad muy fuertes, pero también representa segregación social, también representa costes sociales. La distancia es un coste, no es lo mismo para un viejecito o para un niño vivir en estos lugares como hay ahora, esas casas que parecen Auschwitz que hay ahora al sur de Madrid, o en Getafe, donde sea, donde para ir a un lugar donde haya vida debes ir hasta a un centro comercial que está a unos cuantos kilómetros, que vivir en estos barrios de Barcelona o de Buenos Aires donde aunque seas una persona de pocos ingresos sales a la calle y quizás a 50 metros, o 100 o 200, tienes por lo menos un kiosco, con cositas. Hay una pérdida de calidad de vida, de sostenibilidad, de gobernabilidad (porque estos territorios urbanizados son cada vez más complejos, más segregados, más fragmentados, más privatizados, etc.).
Bueno, entonces, ¿qué es lo que está pasando? Y lo que está pasando son dos cosas: uno, es lo que Francois Ascher llama una Revolución Urbana, desde el punto de vista territorial. Una revolución urbana en el sentido que la ciudad ya no es lo que era; fíjense que nuestro imaginario aun muchas veces es la ciudad industrial. Los que más o menos somos profesionales de la cosa ya sabemos que es la ciudad con sus periferias, metropolitana, etc., pero ya estamos en otro momento. Todo el pasado lo llevamos encima: la ciudad colonial, preindustrial, barroca, industrial, la ciudad metropolitana con sus periferias, etc., pero después hay una tercera dimensión enorme, de geometría variable, donde aparecen los espacios segregados, los espacios lacónicos, los enclaves, los parques temáticos, etc. Y no solamente en la nueva urbanización sino también en la degradación de la vieja urbanización. Barcelona se está convirtiendo en un parque temático. Yo hice un articulito, que va a ser publicado en la revista de la Universidad de La Plata que dirige Patricia Pinto, Geograficando, pero ese articulito me lo pidió Patricia justo cuando yo acababa de hacer una intervención en un debate diciendo precisamente que la ciudad estaba perdiendo su alma, y por eso el artículo se titula “La ciudad tiene un corazón antiguo”. El corazón antiguo no es la ciudad colonial o medieval, sino las preexistencias en general, son las fábricas, lo que tiene de alguna forma memoria incorporada. Y bien, en ese artículo explico por que es preocupante la dinámica que parece dominar en este momento en estas ciudades que han tenido éxito, por eso insisto mucho en los efectos perversos del éxito si no se prevén porque, estupendo, “vienen inversionistas”, estupendo, “hemos creado una nueva centralidad”, pero… los precios se disparan. Se expulsan ciertas actividades, se abandona capital fijo a favor de capital volátil, se expulsan sectores de bajos ingresos a favor de los turistas y los congresistas. En el ámbito del Fórum, como decía una revista que creo que era Domus, “que nadie espere encontrar en el urbanismo barcelonés de los años 2000 aquello que tanto nos gustaba en el urbanismo de los años ´80”, el urbanismo ciudadano, el espacio público; este es en cambio un urbanismo pensado para los clientes de afuera, para la gente de otro lado, los que vienen a un congreso. E inclusive dudo que para esto sirva, porque ya hay congresos que después de haber contratado la zona del Fórum se han ido a otra parte porque no querían estar en una zona tan frígida.
Porque una de las cualidades de la ciudad es que es sensorial; la ciudad es el olor, la ciudad es la gente en la calle, la ciudad es tocarse con otra gente, que encuentres que te frotan… Claro, estar allí, en un edificio muy discutible, como son los edificios del Fórum, donde para llegar al mar, que estás al lado, tienes que atravesar unas cuantas hectáreas de cemento, no es lo más deseable, incluso desde ese punto de vista.
Por lo tanto aquí tenemos un problema: que la ciudad está urbanizando el territorio y al mismo tiempo se está autodestruyendo. A esto se añade que la sociedad urbana es otra cosa, y esto es un poco más complicado, porque no solamente es otra cosa porque aparecen zonas marginales, o segregadas, o relegadas, que es peor (cuando el niño que te pide algo por la calle o cuando estás sentado en la mesa de un bar, y te viene a vender algo que en realidad es una forma de pedirte limosna, hablas con el y te dice que sus padres no se mueven de la villa, porque no tienen ni trabajo ni esperanza; esto ya no es la población marginal, en el sentido del “ejercito de reserva” de mano de obra, es una población relegada, que está afuera, excluida). Hay zonas de segregación, por eso cuando me dicen “claro, es un problema que en el centro histórico de Barcelona se hayan creado estos barrios con tanta presencia de población inmigrante”… ¡menos mal! Primero, que mantienen vitalidad urbana en el centro, y segundo, ¿sería mejor que estuvieran relegados a 20 o 30 kilómetros del espacio urbanizado? Es mucho mejor en Río de Janeiro vivir en una favela que vivir en la Baixada Fluminense, es incomparablemente mejor.
Bueno, por lo tanto tenemos estos problemas de exclusión territorial, de que la globalización comporta muchas veces la destrucción de la base económica de la ciudad, cosa que ustedes conocen muy bien por lo que representó la década de los ´90 en la Argentina, la destrucción del capital fijo y también de las habilidades de las personas, ¿no?. El otro día estaba charlando con un señor de Finlandia: sabrán que Finlandia es el último grito en la economía, es el modelo, por lo menos es el modelo que tenemos más cerca los occidentales, especialmente los europeos, porque los países asiáticos son demasiado distintos. Bueno, este señor hizo un pequeño estudio sobre Barcelona, se entrevistó con bastante gente, y me decía “yo no entiendo por qué ustedes parecen tan interesados en desarrollar la nueva economía. ¡Lo que tienen que hacer es modernizar la que ya tienen?”, porque pueden tener algo de Nueva Economía pero nunca serán competitivos en la Nueva Economía, porque en eso están más atrasados, o por lo menos tardarán mucho en hacerlo, pero en cambio lo que si necesitan y es mucho más factible, es mucho más integrador (y quizás en el fondo mucho más competitivo) es modernizar la vieja economía: la que tengas. Pero esto, nos encontramos ante una sociedad que no es la sociedad industrial, donde las ofertas públicas, las ofertas políticas podían dirigirse a grandes masas de la población que se suponía que tenían intereses homogéneos.
Esto también explica la crisis de los partidos políticos: los partidos políticos tendrán a veces líderes incompetentes o incluso corruptos, tendrán aparatos clientelares, todo lo que se quiera. Pero es imposible en la sociedad actual que los partidos políticos representen a la sociedad; es metafísicamente imposible. Porque la sociedad en estos momentos está muy individualizada, muy fragmentada, y las personas tienen intereses y valores muy contradictorios. El Papa, aunque a muchos no nos gustara, tenía un discurso retórico que hacía que unos estuvieran a favor de él por los derechos humanos y otros por los principios dogmáticos, unos porque exalta la familia y dice que la única religión verdadera es la católica, y los otros porque habla de la pobreza y de los derechos de los trabajadores, etc. Pero en cambio un partido político tiene que realizar opciones, para presentar un programa electoral, para gobernar, para lo que sea. Entonces, siempre la gente estará mal representada por un partido político, porque en este momento el comportamiento de los ciudadanos es mucho más errático que antes. En materia de transporte público: si la ciudad es densa el transporte funcionará bien, pero si pensamos en términos de movilidades de trabajo, ya no funciona, porque un tercio de la movilidad cotidiana en las ciudades europeas es por trabajo, pero los dos tercios restantes, no (y aquí o ya es así o no será muy distinto dentro de poco tiempo, si hoy no lo es). El uso de la ciudad debe funcionar las 24 horas para gente distinta.
Antes se podía decir “¿cuales son nuestros referentes? ¡pues las clases populares!”. ¿Qué son ahora las clases populares? Ahora se habla de las clases marginales, que es otra cosa, pero ¿las clases trabajadoras? En la misma familia se dan comportamientos muy distintos y hasta contradictorios en el uso de la ciudad. Cuando el joven sale el viejo entra, uno sale a disfrutar de la noche y el otro a dormir. Las demandas están muy individualizadas: tenemos que pasar, yo diría, de un urbanismo de la oferta a un urbanismo de la demanda; es decir, establecer unos mecanismos distintos, distintos de los partidocráticos y burocráticos en que se definen las ofertas y pensar que si hacemos una oferta de vivienda, o de transporte, la sociedad se adaptará porque hay grandes estratos. Pues: ya no hay grandes estratoses mucho más complicado que esto, ¿no? Entonces tenemos que pasar a un urbanismo (en un sentido amplio de la palabra), a unas políticas urbanas basadas en la demanda; por ejemplo, algunas empresas de transporte están pensando en transporte público a la carta, o individual. ¿Porque si no qué haces con los pensionados, los jubilados que están viviendo en polígonos periféricos, cómo salen, cómo utilizan la ciudad?
Esta sería la primera idea, una segunda idea sería la innovación política; para ejercer esto tenemos que innovar la política haciendo lo que propone Ascher: continuando con su libro sobre la Revolución Urbana, él dice que ante una economía muy cohercitiva necesitamos un urbanismo reflexivo, reflexivo no solamente por pensante, sino porque actúe y alimente la oferta y la demanda entre las instituciones, los profesionales y los distintos actores sociales. Una innovación política que supone, por ejemplo, cómo gobernar los nuevos territorios. Ayer me preguntaban “pero bueno, ¿cómo gobernarlos?”; yo no tengo la solución preparada, pero por lo menos tenemos que pasar de unas políticas basadas en el poder soberano de las instituciones y en la compatibilización de competencias entre esas instituciones (“esto es el estado, esto es la Provincia, esto es el Municipio, esto es la Ciudad”) a unas políticas urbanas mucho más contractuales: contractuales entre las instituciones y muchas veces también contractuales entre la sociedad civil y las instituciones. Mucho más contractuales, porque sino simplemente no funcionan, se congelan las cosas. Y esto ya viene de tiempo.
Y en tercer lugar, si queremos un urbanismo más de demanda y una innovación política basada en la contractualización, tenemos que legitimar los derechos ciudadanos. Fíjense que en nuestra sociedad industrial están legitimados cierto tipo de derechos: por una parte el liberalismo político legitimó los derechos civiles y políticos, la representación, el derecho a la organización, el derecho de opinión (derechos que en muchos países han llegado muy tarde; por ejemplo, los derechos de la mujer aun están ahí a medias), y después se legitimaron los derechos de las personas en el marco del trabajo, en el marco económico, los derechos económico sociales, y algunos derechos básicos de reproducción social: la educación y la salud, y más o menos la vivienda, cómo derecho programático que está en las constituciones, pero no como derecho ejercitable. El derecho de voto que te da la Constitución lo puedes reclamar; el derecho a tener una vivienda, no lo puedes reclamar, aunque se supone que orienta las políticas públicas. Pero el derecho a la vivienda a 30 kilómetros de un lugar con sentido, con centralidad, sin accesibilidad, es el derecho a la segregación. En el último número de la revista chilena Eure hay un magnífico artículo de Alfredo Rodríguez, Ana Sugranyes y otros, donde se sostiene que el problema de la vivienda no son los “sin techo”, sino los “con techo”. Porque techo ya tienen, lo que no tienen es ciudad, acceso a la ciudad. Yo creo que tenemos este reto: ¿a que tiene derecho la gente en la ciudad? ¿Tiene derecho al lugar, a la monumentalidad, a la accesibilidad? Del derecho a la movilidad, mi amigo Joan Torres de Barcelona, dice siempre que es tan derecho humano como el derecho a la educación o el derecho a la salud, y eso es verdad. Yo creo que tenemos que construir esto. Mi guión para esta charla era esquemático y mucho más largo, pero de la misma manera que ese artículo un poco (o bastante) crítico sobre la dinámica que se está produciendo en Barcelona podrán encontrarlo en Geograficando (que nombre tanguero, ¿no?), este guión que yo había titulado La ciudad como esperanza, retos y respuestas en la dichosa globalización tiene sistematizadas algunas de estas ideas de las que he hablado esta noche y podría publicarse, si el editor lo considera oportuno, en café de las ciudades (aplausos).
cdlc: Seguramente el comité editorial lo aceptará… Pero probablemente ahora tendremos algunas preguntas de los asistentes.
Jorge Valera, arquitecto: ¿Podría precisar un poco más esta cuestión del urbanismo de la demanda? ¿Demanda específicamente de qué?
JB: No lo puedo precisar mucho, primero porque este planteamiento se me ocurrió hace muy pocos días. Pero es que se me ocurrió no a partir de la especulación sino a partir de las realidades. Cuando me encontré la semana pasada en Chile, discutiendo sobre las políticas de vivienda, encontré que ahora a la gente le han hecho viviendas y de todos modos protesta… Cuando yo estaba en el Area Metropolitana del Barcelona, de esto hace unos 15 años, inauguramos un parque al lado de un barrio bastante marginal, bastante duro. Este parque a mi me encantaba, el equipo de arquitectos que lo hizo era muy joven y muy bueno, me gustaba mucho. Hace poco, un par de años, tuve que hacer un informe sobre este barrio, sobre como funcionaba, y me di cuenta que nadie iba al parque. En otro lugar, ese parque hubiera sido excelente. Aquí estaba lleno de recovecos, de zonas no visibles, etc., y la gente simplemente tenía miedo de ir. Se había convertido en un refugio de drogadictos; solamente cuando se organiza una vez por año un gran festival de flamenco se llena el parque. Además, la normativa que pretende “defender los espacios públicos” prohíbe que allí se instalen actividades, aunque sea un mercado ambulante o un lugar donde se alquilen bicicletas, aunque sea un bar o un restaurant. Hubo un intento de poner allí una escuela, pero no cuajó porque allí no se podía ubicar nada.
Rogelio Salmona una vez me contó que fue con su nieto a un parque absolutamente urbano en el centro de Bogotá, y que no lo dejaron entrar porque el niño llevaba una bicicleta. Quiere decir que hay cosas que solamente el contacto con la población… yo no digo que todos los ciudadanos tengan que diseñar, pero sí que el diseño requiere de un diálogo, de una concertación, porque si no incluso la gente bien intencionada y profesionalmente válida se puede equivocar.
En Méjico me explicaban que se hicieron unas paradas de buses y que nadie se atrevía de ir a esas paradas de noche, porque estaban diseñadas de tal manera que eran muy bonitas de día, pero que de noche aquello, si estaban protegido por la parada nadie te veía desde la calle y se producían atracos y violaciones. ¿Podemos encontrar otros ejemplos? Y si al mismo tiempo decimos que las sociedades son cada vez más complejas, que la gente tiene intereses muy individualizados, etc., pues tenemos que funcionar de otra manera, y tenemos que tranquilizarnos, no tener prisa, para hacer las cosas bien. Eso no quiere decir “no empezar mañana” sino ir haciendo las cosas a medida que se van pensando y se van dialogando, porque sino incluso de buena fe puedes cometer muchos errores. A mi no me gusta demasiado la terminología “participativa”, porque puede ser confusa. ¿Quien participa, cómo, cuando, etc.? Me gusta más decir “escuchen, aquí la construcción de la ciudad no puede estar monopolizada por nadie”: lo que requiere es gestión de proximidad, mucho más del poder local que del poder nacional o estatal. Requiere proximidad y requiere dialéctica, con los sectores sociales, económicos, etc. Yo no estoy a favor del capitalismo y de las empresas privadas, pero sin una relación con los sectores económicos, lo que puedes hacer se compromete bastante. Por lo tanto, tienes que tratar con ellos pero creando antes un marco que te de posibilidad de defender los intereses públicos, lo cual a veces requiere un marco legal. Por ejemplo, difícilmente harás una política de vivienda cuando el éxito de la ciudad dispara los precios del suelo, si no has construido un patrimonio público de suelo. Así será muy difícil que puedas hacer políticas de vivienda. No se, quizás cuando sea mayor ya sabré sistematizar teóricamente lo que es el urbanismo de la demanda.
Luis Domíguez, del Instituto de Geografía de la UBA: Al oir hablar de urbanismo de la demanda, recordaba una expresión que usó David Harvey hace algo así como 20 años, en un libro que creo que no fue traducido al castellano, La urbanización del capital. El hablaba en ese momento, cuando recién se empezaba a hablar de todos los “post” de los que tanto se dijo después en la década del ´80 y del `90, de la urbanización keynesiana y la urbanización postkeynesiana. refriéndose a la urbanización keynesiana decía que era una urbanización del lado de la demanda, y de la poskeynesiana, que se presentaba como una urbanización del lado de la oferta, y justamente planteaba la urbanización del Puerto de Baltimore como una urbanización desde la oferta (haciendo un juego de palabras con algunas términos que se usaban en los países anglosajones con respecto a lo que pasaba en la economía). Esta es una asociación libre de ideas que no se si puedo cerrar conceptualmente, pero quería preguntar si hay alguna asociación entre esta idea de urbanismo de la demanda y la necesidad de que el urbanismo o las políticas urbanas vuelvan a ocuparse de la demanda en el sentido de las necesidades básicas y no básicas de la población. Y eso me recuerda también una frase que te oi decir hace unos años en el estilo provocador que te caracteriza, cuando decías que el urbanismo es el arte de lo superfluo, que uno no puede pensar el urbanismo como construcción de las redes básicas, etc., porque se supone que eso ya tiene que estar para poder pensar en un urbanismo de calidad. Perdón por este comentario un poco largo y desordenado, pero quizás esta idea de la demanda tiene que ver con la idea de volver a ocuparse de las necesidades básicas y no solo de las “no básicas” de la población, sobre todo en un contexto como el de América Latina. La pregunta es si a esta altura es posible el urbanismo o las políticas urbanas en ciudades del Tercer Mundo o como lo llamemos.
Jorge Valera: A esta altura de mis años me pregunto si la representación es efectiva, si el representado y el representante no están en mundos absolutamente incomunicados y el representante lo único que puede representar es a si mismo, y el representado queda desvinculado totalmente. Por eso me pregunto si la demanda es el clamor íntimo del representado y el representante tiene la obligación moral, ética y obligatoria de sus votantes de representar lo que el representado pide.
Alfredo Garay (arquitecto y urbanista, actual Subsecretario de Urbanismo y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires): A mi me interesó mucho esta propuesta que hacés de un urbanismo transaccional, contractual, sobre cosas específicas. ¿Eso significa el abandono del Plan? ¿Cómo es la relación entre el pensamiento estratégico y este tipo de cuestión que hoy en día sería acusada de fragmentaria, focalizada, etc.?
Marcelo Robutti (arquitecto y urbanista): Me quedé pensando si el urbanismo de la demanda no puede interpretarse como el urbanismo de la demanda efectiva. Hay zonas en el Area Metropolitana de Buenos Aires donde hay demandas efectivas que pueden materializarse y hay zonas donde hay demandas pero no pueden efectivizarse porque no existen los ingresos necesarios.
JB: En primer lugar, yo asumo que puedo decir cosas completamente contradictorias. A Jacques Derrida, que ahora se ha muerto, le hicieron una entrevista en Le Monde hace unos meses sobre Europa, y se manifestó a favor de la Unión Europea y después dijo que la Unión Europea era una cosa lamentable, absolutamente antidemocrática y todo eso, y el periodista le dijo “escuche, señor Derrida, usted está diciendo lo contrario a lo que dijo más arriba”. “¿Y qué?”, le respondió. Es que a mi me ocurre lo mismo acerca de Europa: el otro día al salir de un debate acerca del voto a la Constitución Europea, nos encontramos 4 personas con la misma historia política, con la misma sensibilidad, espontáneamente acostumbramos estar siempre de acuerdo en todo, con características distintas, un filósofo profesor de la Universidad, una dirigente sindical de Comisiones Obreras, una militante activa de ATTAC y yo. Entonces hicimos comentarios acerca del tema de la Unión Europea, y nos preguntamos que íbamos a votar. La dirigente sindical, a pesar de que la dirigencia de Comisiones Obreras llamaba a votar por el sí, dijo que iba a votar no porque era lo que le pedía el cuerpo; el filósofo dijo que por pragmatismo iba a votar que sí porque era mejor eso que lo contrario; la señora de ATTAC, que hacía campaña activa contra la Constitución, dijo que se iba a abstener; y yo dije que tenía tantas razones para votar sí , como para votar no o como para abstenerme. Y las cosas son así, muchas veces. Entonces, yo se que el urbanismo de la demanda se presta a muchas confusiones: ¿nos referimos a la demanda solvente? ¿nos referimos a la demanda que puede expresar un colectivo social concreto y que puede ser en defensa de privilegios (“no queremos que venga gente pobre a esta zona, no queremos que haya transporte público”; yo he visto en Coyoacán, México, campañas de la gente en contra de que llegara allí el transporte público)? Es decir, se presta mucho, puede ser como decías tu Freddy, al abandono de la idea de plan. Por eso, como soy contradictorio en este punto, hoy después de hablar del urbanismo de la demanda he hablado de la necesidad de hacer ciudad y he hablado de los derechos ciudadanos. Me parece que hoy estos derechos están muy poco asumidos, es decir los derechos de las personas en la relación laboral están mucho más construidos que los derechos de las personas en la relación territorial. Y creo que por ejemplo la gente tiene que tener derecho a intervenir y a influir en la definición de su paisaje urbano, de su lugar, etc. Ahora bien, estos derechos no pueden suponer que se vulneren otros derechos de otras personas. Por ejemplo, el otro día un señor que se supone que es de izquierda me decía de Barcelona que no le gustaba el monumento que han puesto al lado de la iglesia de Santa María del Mar, en el centro histórico. Ahí han puesto un monumento que recuerda a las víctimas de la defensa de Barcelona cuando los españoles nos ocuparon en 1714 (desde entonces vivimos ocupados…). A mi tampoco me entusiasma ese monumento, pero este señor decía “a los vecinos no nos gusta y por lo tanto hay que sacarlo”. Yo paso todos los días por ese lugar andando de mi casa al trabajo por ahí, y no me parece mal que esté ahí, es un referente. Los vecinos de este entorno no sois los únicos propietarios; claro que tenéis derecho a hacer conocer vuestra opinión pero… puede haber más opiniones, ¿no? No podemos dejar que solo los que viven alrededor de una escultura sean los que pueden decir si la escultura tiene que estar ahí, porque eso es un espacio público.
Por lo tanto, estoy convencido que se puede hacer un uso muy perverso del concepto de urbanismo de la demanda, pero de lo que se trata es de pensar. Nosotros no somos una asamblea legislativa que debe dictar normas, este es un lugar de discusión y yo intento introducir cosas que a mi me parecen nuevas, por ahí son banales o de nuevas no tienen nada. Pero me da un cierto reparo pensar si yo volvería a hacer lo que hacía otras veces, cuando empecé a trabajar: empezar a hacer planes sin hablar con nadie. Pero esto lo dejé enseguida esto porque tuve una experiencia, en el año `69, con un pequeño equipo donde éramos muy jóvenes, un equipo de arquitectos, ingenieros, etc., decidimos presentarnos a un concurso (estábamos en plena dictadura) para hacer un plan para una de las zonas más proletarias de Barcelona. Bueno, empezamos a trabajar, a recoger información, y un día en un departamento que utilizábamos como estudio, que era del padre de uno de los arquitectos, se presentan 4 o 5 tipos, con cara más bien de pocos amigos, uno de ellos con uniforme de conductor de autobús, y nos dicen “ustedes, sabemos que se están informando sobre el barrio y que se quieren presentar al concurso, pues si no hablan con nosotros, nada conseguirán”. Eran dirigentes vecinales de estructuras informales, porque en aquel entonces no había asociaciones de vecinos constituidas en Barcelona. Y bueno, nos fue muy útil, y a ellos también les fue útil, porque finalmente la propuesta que hicimos no ganó (cosa que ya sabíamos porque entre otras cosas en esa época teníamos que trabajar clandestinamente porque estábamos buscados por la Policía y cosas así) pero quedo segunda en el concurso, se hicieron una serie de asambleas vecinales, constituyeron una macroasociación, Nueve Barrios, que después se descentralizó en 9 asociaciones, e hicieron de nuestro Plan su proyecto reivindicativo. Este proyecto después fue asumido por el Ayuntamiento democrático bastantes años después, en los años `80 y, lo que también es curioso, el mismo movimiento vecinal ya lo consideraba insuficiente, y hubo un nuevo proceso reivindicativo y negociador. Bueno, en estos momentos esa zona de Barcelona es una zona fantástica, algunos de ustedes la conocen. Es una zona donde se ha conseguido mantener el carácter de vivienda popular, pero con equipamientos, con espacio público, etc., y con conflictos.
Lucas Gallak, un alumno de nuestro Master, hizo un trabajo sobre la oposición de una parte de ese movimiento vecinal a la construcción de un gran estacionamiento. ¿Por qué? Porque al haber un gran estacionamiento público con tarifas bajas, no les dejarán estacionar el auto en la calle… Es que antes había pocos autos, ahora hay mucho espacio público que cada vez está más ocupado por los autos que dejan, porque a pesar de ser un barrio popular tienen dos autos por familia. Es decir que también hay que tener en cuenta esto, que en el diálogo social aparece lo mejor y lo peor de cada uno, aparecen posturas que son muy de privilegio, porque pretender privatizar el espacio público dejando el auto es una pretensión de privilegio.
Marcelo Corti, editor de cdlc: A veces creo que en nuestra época, con esta cuestión del fin de los grandes relatos y la muerte de las ideologías, ya nadie se anima a tener una idea global sobre la ciudad y lo que ocurre es que cualquier grupo minoritario, pero que esté convencido de lo que quiere (sea una reivindicación social, ambiental, étnica, lo que sea) tiene muchas chances de imponer su parecer y reducir así la cuestión a su exclusivo interés minoritario.
María Rosa Traficante, arquitecta: El sector social es el que busca la demanda, en cambio en el sector público se trata de tapar la demanda. ¿No será que en general los políticos son omnipotentes y autoritarios y no buscan el consenso de la población en lo que hace al espacio público?
JB: Bueno, creo que esto se merece una respuesta inmediata. En primer lugar, lo que ha dicho Marcelo sobre la imposición de las minorías, creo que esto ocurre. Creo que una de las obligaciones de una administración pública democrática es promover que se escuchen todas las voces, porque hay muchas voces calladas. Por ejemplo, yo muchas veces he estado en reuniones de barrio donde solo había hombres (y que decían unas barbaridades…) con posiciones mucho más de privilegio que cuando hay mujeres. Me he dado cuenta que hay una serie de grupos vulnerables, a las cuales las mujeres son mucho más sensibles que los hombres: por ejemplo, los personas mayores, los niños, etc. Eso incluso me llevó a escribir un artículo acerca de que la ciudad futura (en un sentido teórico, deseable) será feminista, será construida a partir de valores más femeninos, porque yo siento que el urbanismo, la inercia urbanística, está muy pensada por hombres adultos que trabajan y que tienen auto. Y realmente la organización de la ciudad tiene mucho de machista en sus espacios y en sus tiempos. Por lo tanto, me parece que de la misma forma que es obligatorio que un urbanista, que un arquitecto que piense en diseño, sea más o menos global, tiene que pensar de que forma la gente se va a manifestar contra el gobierno, sea el gobierno que sea. Es importante que haya estos espacios de manifestación colectiva, en contra o a favor: finalmente, el cambio histórico siempre se produce en grandes espacios públicos de grandes ciudades. Pues, por suerte en Praga tenían la Plaza San Wenceslao y no tuvieron que ir a un estacionamiento… Me parece que se trata no solamente de tener en cuenta a unas minorías, sino de que en cada colectivo social por lo menos surjan unas minorías que sean interlocutores y que puedan liderar las demandas efectivas.
En segundo lugar, yo insisto mucho: no quisiera ahora convertirme en el defensor del urbanismo de la demanda, porque puede dar lugar a muchos abusos, aunque sí creo que es una cosa a tener en cuenta; pero también las ciudades necesitan proyectos globales, necesitan imaginación intelectual, necesitan utilizar una acumulación del saber urbanístico para que no se hagan cosas que están mal y que ya se saben que están mal. Cuando, por ejemplo, se hacen en la ciudad vías rápidas segregadas que cortan el contacto con los frentes de agua… Yo vengo de Valparaíso, donde están proponiendo ahora unas vías rápidas frente al mar y en primera línea bloques de viviendas de lujo o semi lujo, porque esto es lo que es un negocio inmobiliario asegurado ¡Y esto se hace desde el sector público! Esto ya se sabe que está mal. Incluso desde el punto de vista de la economía capitalista está mal, porque es matar la gallina de los huevos de oro, porque poner en un espacio relativamente pequeño 6 bloques de vivienda de lujo en primera línea frente al mar es una barbaridad y se sabe que es una barbaridad. Como ya se sabía que todo el urbanismo que se estaba haciendo en Sao Paulo en los años `90, en la época de Maluf, esas vías rápidas, era una barbaridad. Esto no lo sabe todo el mundo, pero hay un saber acumulado de la cultura urbanística, un saber que muchas veces es más comparativo y más práctico que una investigación teórica y que indica que hay cosas que no hay que hacer. Por lo tanto, el uso de las demandas es para establecer una dialéctica, no una imposición.
Y lo que tú has dicho del autoritarismo de los políticos… yo no estoy nada convencido de eso, de que en el urbanismo haya autoritarismo de los políticos, lo que puede haber es sumisión a dinámicas económicas y sociales, puede haber a veces sumisión a demandas minoritarias. El antiguo alcalde de París, cuando había un proyecto urbano iba a una reunión con vecinos, y si había un colectivo, el que fuera (en general, “gente bien”), que se oponía a ciertos proyectos, pues los paraba a todos. Esto es lo contrario al autoritarismo, es gobernar sin molestar a nadie, aunque estos posibles molestados solo estuvieran defendiendo rentas de posición, porque se oponían a operaciones de vivienda. Por eso a mi me parece que en urbanismo la característica principal de los políticos no es el autoritarismo, sino más bien la debilidad. Y que el tiempo de los políticos no es el de los proyectos urbanos. Estos requieren desarrollos temporales de 5, 10, 15 o 20 años, y los políticos te dicen “es que yo quiero algo que se vea dentro de los próximos dos años porque es cuando yo tengo elecciones”, y que no genere protestas, etc.
cdlc: Si no hay más preguntas, pasamos a la cena…
JB: Es como se dice en las bodas, hablen ahora o callen para siempre (final con risas y aplausos).
JB (disertante) – MC (trascripción)
La Revolución Urbana comenzó en el número 31, con el texto de de Borja elaborado para la Universitat Autònoma de Barcelona, fragmento de la introducción a los textos de David Harvey y Neil Smith “Revolución y contrarrevolución en la ciudad global”.
De Jordi Borja, ver también las notas La ciudad conquistada y Barcelona y su urbanismo, y el comentario “Tendencia no es destino”, sobre su libro “La Ciudad Conquistada”, en los números 2, 21 y 15, respectivamente, de café de las ciudades.
Agradecemos la inestimable colaboración de Luis Lehmann, Presidente de la Asociación Vecinal de Retiro, en la organización y difusión de la charla de café de las ciudades con Jordi Borja en el bar Tuñón.
Sobre los Diálogos de Urbanismo del Fórum 2004 de Barcelona
ver la nota Certezas de incertidumbres, en el número 24 de café de las ciudades. Sobre el urbanismo de dicho Fórum, ver la nota 1, 2, 3, ¿muchas Barcelonas…? en el número 24 de café de las ciudades.
Sobre Saskia Sassen, ver la entrevista digital Una visita guiada a la Ciudad Global,
en el número 10 de café de las ciudades.
Sobre Alfredo Rodríguez, ver la entrevista El problema de los “con techo”… en el número 19 de café de las ciudades.
De Michael Dear, ver la nota Ciudades postfronterizas / ¿mundo postfronterizo?
en el número 24 de café de las ciudades.
Apéndice: guión original de la charla de Jordi Borja en el bar Tuñón
La ciudad como esperanza, retos y respuestas en la dichosa globalización
1. La ciudad global no existe, pero la globalización influye… relativamente en la ciudad actual
La globalización como seudo explicación universal: el taxista de Buenos Aires, el tráfico, la globalización y la utopía.
La revolución urbana (según Ascher) no se explica únicamente por la globalización, aunque si que hay factores tecnológicos socializados o globalizados que inciden especialmente:
Las nuevas dimensiones del hecho urbano, la ciudad a tres dimensiones, urbanización no es ciudad, efectos sociales de las distancias y de las segregaciones en las regiones urbanizadas… los impactos de las nuevas tecnologías de información y comunicación y de los modernos sistemas de transporte y conservación (la movilidad y las comunicaciones como elementos determinantes de los sistemas y comportamientos urbanos actuales)
Las transformaciones de las estructuras sociales y la mayor autonomía del individuo: migraciones y multiculturalismo, la fragmentación de las clases sociales de la sociedad industrial, individualización y diversificación de los comportamientos urbanos (tiempos, espacios, movilidades, relaciones sociales e identidades), macdonaldización cultural, etc.
Areas de exclusión territorial o “hiperdegradadas”, temática muy importante en áreas urbanas países “en desarrollo” o sin desarrollo actualmente: un tercio población urbana global, dos tercios en América latina, tres cuartos en el conjunto países menos desarrollados…la otra cara de la moneda: los barrios cerrados (gated cities u offworlds)
Los impactos de los capitales volantes y de las decisiones económicas “externalizadas” sobre el capital fijo o la base económica regional, la vulnerabilidad económica como la otra cara de la “oportunidad” de la globalización…en los países “en desarrollo” los efectos destructivos de las políticas de ajuste estructural sobre el empleo y sobre la “urbanización sin crecimiento”
La difícil gobernabilidad de unos territorios fragmentados funcional, social y políticamente en los que conviven áreas o enclaves globalizados, zonas urbanas tradicionales más o menos especializadas para sobrevivir y zonas de exclusión social y cultural… ¿la conflictividad asimétrica? ¿la competencia localista?
2. Sobre las reacciones sociales territoriales a los efectos perversos de la globalización y de los usos que se hacen de ella, o en su nombre…
La reacción “identitaria” frente a la homogeneización y sus ambivalencias: una reacción cohesionadora, recuperadora o “inventora” de tradiciones y de mitos, de afirmación del valor diferencial…pero que en sociedades urbanas multiculturales puede también derivar en confrontación o marginación en relación a minorías culturales allegadas.
La reacción identitaria puede reforzar la resistencia y las alternativas locales de carácter socio-económico como la defensa del empleo, la oposición a proyectos que suponen un mal uso del territorio, la recuperación y renovación del capital fijo y de las actividades diversas de la región, etc. El espacio socio-económico significativo, el que define y expone la productividad y la atractividad del territorio es hoy un espacio urbano-regional.
La crisis de gobernabilidad genera a su vez respuestas positivas de distinto tipo: la proyección internacional de las ciudades y la competencia entre ellas, nuevas formas de cooperación o articulación “metropolitana” y a la vez procesos de descentralización, exigencia de nuevas competencias y más recursos, reivindicaciones autonómicas, de autodeterminación o de secesión, creación de ejes o macro-regiones, incluso transfronterizas, etc.
Todo lo anterior nos lleva a reconsiderar la ciudad tanto como urbs o aglomeración por una parte y como polis o civitas por otra. La nueva urbs es una ciudad-región discontinua, con diversidad de centralidades desiguales en muchos casos, de límites confusos y de geometría variable.
La civitas o polis hoy aun se identifica con el municipio pero éste vive bajo un régimen obsoleto de sumisión a un modelo de Estado uniformista y soberanista. A esta disfunción se añade la dificultad de construir un poder político local-regional que corresponda a la ciudad real.
La innovación política es hoy una urgencia democrática.
3. La revalorización de la ciudad como realidad y como utopía.
El mito recurrente de la muerte de la ciudad, o de la ciudad agónica que siempre vence a la muerte (Jane Jacobs).
Los costes sociales y de sostenibilidad de los actuales modelos de urbanización, tanto en los país más desarrollados como en los menos desarrollados (Informe Habitat-NN UU 2003, artículo M. Davis). La visión apocalíptica tiene una base real: 2000 millones de personas más en las ciudades antes de 20 años.
El riesgo de la tribalización de la ciudad, de la dialéctica infernal entre miedos y violencias y del creciente fascismo urbano (que se anuncia en EE UU, ver Saskia Sassen).
El renacimiento de la ciudad como “utopía democrática” en la cultura política europea y americana: la cuestión de la ciudadanía, del espacio público y de la gobernabilidad de proximidad y participativa. De la ciudad perdida a la ciudad conquistada.
La revalorización de la ciudad, o el “hacer ciudad”, por medio del urbanismo. Las dialécticas difusión-densificación, centralidades-movilidades, polivalencia funcional-mixtura social, historia (o memoria) de las tramas urbanas y vida social cívica, diferencia y cualidad urbanas, planeamiento territorial-planeamiento estratégico (o entre planes y proyectos), gestión de proximidad y gobernabilidad regional, etc.
La ecuación cohesión social-sostenibilidad-competitividad (o productividad)-cultura cívica (o pautas culturales mínimas compartidas)-gobernabilidad democrática en sociedades y territorios complejos.
El urbanismo como reforma social y como horizonte alternativo frente a la sumisión al mercado, la aceptación de las exclusiones, la arquitectura como objetos singulares.
La cuestión de los valores y la construcción de imaginarios de “ciudad futura” (New York, Buenos Aires, Barcelona 2050) y el análisis comparativo de casos actuales positivos o negativos.
4. El derecho a la ciudad o la renovación de los derechos ciudadanos.
El ámbito urbano-regional como regulación política en el mundo globalizado y la cuestión del Estado: del monopolio soberanista y de la regulación uniformista a las regulaciones básicas (supra y estatales) y a las relaciones contractuales.
La redefinición de los ámbitos de los territorios urbano-regionales (desde las macro-regiones hasta la reinvención de comarcas o microterritorios) y la importancia de la “cooperación” entre las entidades locales y con la sociedad civil (“urbanismo reflexivo” y “economía cognoscitiva”).
Por una reconsideración de los derechos ciudadanos: los derechos urbanos (relación con el territorio) y los derechos cívicos (relación con la política.
Los derechos urbanos como respuesta a las nuevas desigualdades sociales en el territorio urbano-regional y al carácter formal (ficticio) de las ofertas urbanas “universales”. La multiplicación de los colectivos vulnerables, excluidos o capitis disminuidos. La fragmentación del territorio y la multiplicación de las segregaciones.
La obsolescencia de los derechos urbanos básicos: vivienda, educación, sanidad, servicios básicos, seguridad…
El derecho a la ciudad: lugar y vivienda, espacio público y monumentalidad, estética y calidad ambiental, accesibilidad y visibilidad, centralidad y equipamientos, movilidad y comunicación en el espacio y el tiempo, mixtura social y funcional, etc. El derecho a la ciudad como derecho regional metropolitano.
El derecho a la ciudadanía plena y universal: ciudadanía de residencia, renta básica, formación continuada, identidad cultural, justicia local, socialización de las “tics”, políticas públicas preventivas de seguridad y justicia local, protección de oficio por parte de los poderes de proximidad, democracia participativa-deliberativa.
El doble desafío intelectual, profesional o político: Hacer ciudad y construir ciudadanía.
Ciudadanía o barbarie.
5. Los nuevos desafíos de la gestión de la ciudad y la multiplicidad de oficios, habilidades o profesiones.
La complejidad de las políticas urbanas y la necesidad de integración de las actuaciones públicas, de la gestión de proximidad y de la comunicación y participación ciudadanas. La inoperancia de las competencias exclusivas y compartimentadas, de la gestión jerárquica y burocrática, de los encargos profesionales sin comunicación con la ciudadanía.
La diversidad de profesiones y oficios implicados y la obsolescencia de las divisiones tradicionales en cuerpos funcionariales (lógica reglamentista) y en monopolios de hecho de algunas corporaciones profesionales (lógica sectorial).
La incorporación de nuevas profesiones y sensibilidades: geógrafos y paisajistas, antropólogos y psicólogos sociales, ambientalistas (ecólogos, biólogos, etc) y gestores del medio “natural”, historiadores y expertos en artes plásticas, comunicólogos y gestores culturales, politólogos y expertos en participación, gestores empresariales y animadores económicos, policías y expertos en seguridad, “mediadores” y educadores especializados (de calle, de minorías culturales, de colectivos de riesgo, etc)… éstas y otras profesiones se añaden a las tradicionales: planificadores urbanos, arquitectos, ingenieros civiles o de transportes, economistas, juristas, etc.
La relativa debilidad “profesional” de las Administraciones públicas:
a) la indefinición de las competencias requeridas para ejercer funciones políticas complejas locales en un mundo global
b) los funcionarios y su necesaria adaptación a nuevas funciones que requieren iniciativa, flexibilidad, comunicación, predisposición al cambio, etc.
c) los cuerpos profesionales y la adquisición de cualidades de pensamiento estratégico y de integración de competencias
La urgencia de renovar los sistemas de formación, de reclutamiento y de encargos para responder a los nuevos desafíos de gestión de la ciudad y del territorio. Por una nueva relación entre Administraciones locales-regionales, Universidades y instituciones o corporaciones culturales y profesionales.
La formación transversal o la constitución de un corpus básico que permita la cooperación entre cuerpos políticos y profesionales diversos. El caso del master o postgrados de la UOC.
JB