En esta nota se transcribe la Declaración Anual 2002/2003 de la Unidad Temática de Desarrollo Urbano de la Red Mercociudades. Se trata de las recomendaciones de la Unidad Temática de Desarrollo Urbano en el ciclo 2002/2003, sobre el Eje Temático anual “Mundialización y crisis en las ciudades: impacto del proceso en el desarrollo urbano”. Este documento será presentado en el marco de la IX° Cumbre de la Red Mercociudades en Montevideo, el 18 de septiembre de 2003.

La Mundialización es un proceso que representa las articulaciones entre Espacio e Historia. El término sobrentiende la existencia de fenómenos de interdependencia en escala mundial en las sociedades contemporáneas. Este concepto es poco preciso porque permite pensar que no existe otra vía, a no ser la de la mundialización, que se impone en todo el planeta y que fue generada por una reducción del espacio planetario como consecuencia de los avances tecnológicos
La mundialización, entendida como interacción de sociedades, es un fenómeno bien antiguo, que se viene expandiendo y articulando de diferentes maneras a través de los tiempos. Por lo tanto, debe ser entendido históricamente como una fase bien específica del proceso de internacionalización del capital y de su valorización en escala del conjunto de las regiones del mundo, en el que se encuentran los recursos o los mercados.
Por lo tanto, la relativa autonomía de la gestión llevada a cabo por las diferentes economías de los países tiende, a partir de entonces, a desestructurarse, a cambiar su forma, no sin causar profundas transformaciones en el espacio urbano y, por consecuencia, en la reproducción de la vida de los ciudadanos
El debate sobre las estrategias de desarrollo local en el cuadro de reestructuración de la economía mundial ha sido signado por la redefinición del papel de las ciudades en el proceso de descentralización productiva y recentralización del control sobre los flujos de capitales, mercaderías e informaciones, con la institución de nuevas jerarquías urbanas y territoriales. Se predice que la emergencia de una nueva economía de flujos conferiría a determinadas ciudades las funciones de comando y producción de servicios altamente especializados, requeridos para el monitoreo de las inversiones realizadas en el exterior por las grandes corporaciones internacionales. Un enorme esfuerzo teórico viene siendo producido a fin de identificar las características de estas llamadas “ciudades globales”, y el lugar que ocupan dentro de este nuevo orden económico mundial.
Mientras tanto, algunas características y tendencias han sido identificadas de manera general como el futuro inexorable de la mayoría de las ciudades, constituyéndose, así, en un paradigma. Un objetivo a ser perseguido por todas los aglomerados urbanos que pretendan insertarse en los flujos económicos globales, fuera de los cuales no hay esperanza de un horizonte próspero.
La diseminación de este paradigma estimula la competencia interurbana y un mercado de modelos de gestión, que son ofertados por consultores internacionales interesados en divulgar experiencias supuestamente exitosas. Productos que también son demandados por administraciones municipales interesadas en promover el desarrollo económico local para el cumplimiento de una agenda “estratégica” con la cual puedan asegurar la inserción competitiva de sus ciudades.
De manera concreta, esta nueva economía viene produciendo en los últimos años en América Latina un proceso con claras consecuencias urbanas: incide en la dispersión geográfica de las actividades económicas y en una redefinición de las funciones urbanas centrales. Simultáneamente ha provocado un agravamiento de la exclusión social de grandes sectores de la población, con su secuela de violencia y desestructuración de pautas de convivencia, y plantea nuevos desafíos a la construcción y estructuración del poder y de su articulación local-regional-nacional-continental. No es sin razón que la ciudad se constituye hoy en un objeto de análisis extremadamente difícil.
El impacto de esta transformación en la gestión de las ciudades, que tienen como objetivo el desarrollo urbano, es inmenso. En primer lugar, había un proceso de urbanización en curso que fue “atropellado”, por el proceso de mundialización, que exhibe otra velocidad. Esto genera, inmediatamente, una fragmentación, porque la modernización que acompaña al proceso de mundialización no se realiza en el territorio como un todo, sino fragmentadamente, en ciertos puntos del territorio.
Esta fragmentación y exclusión intra urbana también tiene su correlato mundial. Los espacios cubiertos por el proceso se conectan en redes, por puntos jerarquizados, lo que también contribuye para la mutación de la forma urbana. En el actual cuadro de económico globalizado está incluida únicamente una parte del Mercosur. Sólo algunas ciudades son parte de la red mundial, a modo de periferia integrada (son los casos de Buenos Aires, Rio de Janeiro y São Paulo) obedeciendo a una jerarquía mundial conducida por el oligopolio formado por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea.
La “Ciudad Global” de Sassen (ver número 10 de café de las ciudades) y Castells, junto a otras herramientas vinculadas a ella como el marketing urbano, el planeamiento estratégico, una sofisticada ingeniería del consenso y la participación o el urbanismo espectáculo, vienen siendo difundidos por el mundo entero como el modelo urbano capaz de garantizar la sobrevida de las ciudades en el “nuevo” contexto de la globalización de la economía.
Pero mientras que este modelo puede mostrar alguna eficacia en el escenario de las ciudades desarrolladas, no hay evidencias que demuestren idéntico éxito en las grandes metrópolis periféricas.
Nuestros escenarios urbanos están profundamente modificados y emerge una ciudad muy contradictoria, fragmentada y escindida entre el denominado sector formal (centros consolidados, nuevas centralidades, barrios cerrados) y el sector informal (extensas áreas marginales o centros degradados).
Este espacio así fragmentado es un problema para los gestores actuales: mientras no participaron de la solución de los fragmentos remozados por las altas velocidades de estos procesos, se quedaron con los residuos que se identifican con el atraso, pero que no necesariamente son nefastos, pues pueden presentar posibilidades de emancipación. Demostrar que la construcción de espacios pasa a ser la condición para el desarrollo de iniciativas de carácter orgánico nos parece el desafío más importante de la hora, para no decir que es el fundamental.
De esta manera, para la vida de las ciudades y, en especial las del Mercosur, la cuestión no se reduce al análisis del proceso de mundialización en nuestras ciudades y a “sentirnos mejores o peores si nos encuadramos o no en el espacio mundializado”. Por momentos, el discurso dominante, asumido por buena parte de los intelectuales y técnicos “progresistas”, se emparienta peligrosamente con el pensamiento único neoliberal y hasta aparece como funcional a las recetas de los organismos financieros internacionales.
La cuestión es saber analizar y evaluar de manera crítica ese proceso de forma que permita la posibilidad de la mundialización como nosotros la queremos.
Teniendo en cuenta todos estos condicionamientos es preciso preguntarnos en qué sentido aportan a la dinámica de crecimiento urbano de nuestras ciudades las estrategias que formulamos, las herramientas que construimos y las acciones concretas que logramos materializar.
Sobre la base de estas reflexiones elaboradas en el ciclo de trabajo 2002-2003, los integrantes de la Unidad Temática de Desarrollo Urbanos de la Red Mercociudades se dirigen a los actores involucrados en la planificación y gestión de las ciudades, a las autoridades públicas y a los gobiernos locales del MERCOSUR y recomiendan:
Identificar los temas esenciales y prioritarios que caracterizan las problemáticas de nuestras ciudades, con la mayor independencia posible de los paradigmas dominantes en el occidente desarrollado.
Promover la reflexión comparativa y el intercambio de experiencias referidas al desarrollo urbano entre el mayor número de ciudades, con un abordaje interdisciplinar y con la participación de la mayor cantidad de actores sociales a fin de desarrollar respuestas adecuadas al tiempo y lugar antes que la adopción irreflexiva de modelos por el solo hecho de parecer exitosos.
Fortalecer, en el diseño de las estrategias territoriales y urbanas, los valores identitarios locales (la cultura local) antes que la incentivación de los “valores globales” y la homogenización de las culturas.
Promover la solidaridad y colaboración interurbana antes que la competitividad, tanto desde el punto de vista tributario-fiscal dentro de una región o país como también desde el punto de vista “marquetinero”.
Promover políticas urbanas que presenten a la inclusión social como un producto o resultado directo o indirecto, desechando aquellas que propicien o induzcan a la fragmentación del territorio.
Desandar los modelos privatizadores aplicados a los servicios públicos y las infraestructuras urbanas por otros que, alentando la participación del capital privado, revaliden el rol planificador, regulador y redistribuidor del Estado, en todos su niveles.
Diseñar planes y proyectos que busquen y encuentren el debido equilibrio y armonía en la geografía urbana, revalorizando periferias y nuevas centralidades sin descuidar el fortalecimiento de centralidades históricas.
Considerar siempre, en el diseño de las políticas, las plusvalías generadas por el proceso de desarrollo urbano, verdadera “fábrica urbana”, a partir de su captación mediante herramientas adecuadas y su redistribución a través políticas compensatorias del gobierno local.
Promover la participación ciudadana profundizando, ensanchando y mejorando el funcionamiento del modelo democrático nacido hace mas de tres siglos bajo el lema de “igualdad, fraternidad y libertad” antes que la aplicación de modelos representativos tradicionales o falsamente participativos. Cabe a los gobiernos locales abrir los instrumentos de planeamiento, de gestión y de asignación y rendición de cuentas para que la sociedad pueda recuperar su auto-confianza.
Descartar los modelos dependientes de tecnologías altamente consumidoras de recursos, promoviendo el desarrollo con sustentabilidad ya que las economías deben atender a las genuinas necesidades humanas, sin comprometer los recursos de las generaciones futuras. No caben las políticas que estimulan o patrocinan el desperdicio de los bienes sociales, entre ellos los originados en la naturaleza.
UTDU Red Mercociudades
Esta declaración fue redactada por los coordinadores de la UTDU (Norberto Iglesias por Malvinas Argentinas, Buenos Aires, Argentina, y Silvana Pintaudi por Rio Claro, Sao Paulo, Brasil), y avalada por los representantes de Córdoba, Santa Fe y Guarulhos.
MERCOCIUDADES es la red que reúne a los alcaldes, intendentes y prefectos de los grandes centros urbanos que participan del MERCOSUR y cuya tarea es propender al fortalecimiento de las administraciones locales como contrapartida lógica y natural de la globalización. Para más información sobre la Red de Mercociudades, ver el sitio de la Intendencia Municipal de Montevideo