Guillermo Tella es arquitecto, urbanista y Profesor-Investigador en las Universidades de Buenos Aires, Palermo y General Sarmiento. Recientemente se ha editado en Buenos Aires su nuevo libro, “Un crack en la ciudad“, resultado de investigaciones llevadas a cabo en los últimos años. Tella actualiza allí ideas y conceptos enunciados en trabajos anteriores, recupera el aporte efectuado por los integrantes de cada proyecto y condensa algunos de los avances parciales de su tesis de doctorado. En 178 páginas, prologadas por Manolo Borthagaray (su director de tesis), Tella busca construir mediaciones teóricas a partir del modo de producción del espacio urbano reciente de la región metropolitana de Buenos Aires.
El texto resulta una clara y didáctica síntesis de los procesos de dispersión y fragmentación territorial de la ciudad; para profundizar y completar algunas de las hipótesis en él contenidas, entrevistamos a Tella pocos días después de la edición de su libro.
cdlc: A lo largo del texto se insiste en las debilidades del planeamiento (tanto en su faz operativa, como en la previa capacidad de interpretación y diagnóstico acerca de “lo que está sucediendo”) y la gestión tradicionales para abordar los problemas que generan las nuevas formas de desarrollo territorial fragmentado e insular. Vale decir: no sabemos exactamente que pasa, por ende no sabemos como actuar (y quizás si supiéramos con más exactitud lo que pasa tampoco tendríamos instrumentos para responder…) y menos aún sabemos cómo las acciones a encarar podrían ser llevadas a la práctica desde la acción política.
GT: Efectivamente, el texto pretende dar cuenta de la emergencia de nuevos procesos territoriales, y alterna por tramos entre el asombro de la realidad relevada y la invocación a respuestas inmediatas. En esa lógica, recupera expresiones del arquitecto italiano Franco Purini, quien anunciaba hace unos años “el fin de la ciudad”, y destacaba que estaba terminada, que hoy no era más que un invento moderno culminado y que los asentamientos en los que habitamos ya no son ciudades sino otra cosa, a la que aún no sabemos como definir.
Con similares acordes, Edward Soja ponía en evidencia –una década atrás– las complejas relaciones entre procesos sociales y formas espaciales y entre formas sociales y procesos espaciales. Y utilizaba al término Postmetrópolis para resaltar las diferencias entre regiones urbanas contemporáneas y aquellas que se consolidaron a mediados de siglo. Con ese prefijo post marcaba la transición entre lo que ha llamado la metrópolis moderna y algo significativamente diferente, conformado a partir de nuevas formas postmodernas.
Lo cierto es que las actividades humanas han comenzado a construir nuevas configuraciones del territorio, debido a una mayor integración económica y a una mayor dispersión espacial. Esto genera enormes desigualdades sociales y urbanas al interior de la ciudad, y tiende a rever las tradicionales relaciones entre centro y periferia, principalmente a partir de procesos de periferización de áreas centrales y de centralización de áreas periféricas. Es decir que encontramos rasgos propios de la periferia instalados en el mismo centro, y atributos del centro tomados por la periferia.
Sucede que el proceso de globalización económica propicia una redistribución de riquezas y de pobrezas, de libertades y de restricciones, concentra capitales pero también posibilidades efectivas de acción y de elección. Los antiguos ricos dependían de los pobres para crear y acrecentar su riqueza. La nueva forma de riqueza ya no los necesita, los expulsa y excluye, y eso acentúa desigualdades sociales y territoriales. Con lo cual, nuevas formas de concentración y de dispersión emergen en las ciudades.
La ausencia de argumentos que permitiesen comprender este orden nuevo ha constituido el motivo central de la crisis disciplinar actual. Ya no pueden sostenerse valores tales como la estabilidad, la continuidad y la certidumbre. A través del tiempo quedó demostrada la incapacidad predictiva del urbanismo para prever comportamientos de la ciudad, tanto con relación al espacio como al tiempo, porque no fue posible eliminar de hecho la incertidumbre.
Las principales metrópolis están atravesando una etapa de deconstrucción disciplinar de su viejo sistema urbanístico y en búsqueda de uno nuevo, debido a que las prácticas desarrolladas hasta aquí han comenzado a exhibir claros signos de su agotamiento. Desde esta perspectiva, no se han diseñado aún instrumentos que apunten a la organización espacial y funcional de la ciudad en sintonía con la complejidad de la nueva realidad emergente. Dado que en la materia se encuentra tanto por hacer y rehacer, esta circunstancia nos sitúa frente a una enorme oportunidad de futuro.
El colapso del orden post-urbano
cdlc: Si, pero también frente a un riesgo, en la medida en que esta (se supone) momentánea suspensión de la mediación técnica puede favorecer las tendencias desreguladoras y, en general, la banalización de la discusión urbanística.
GT: Es cierto que para algunos esta circunstancia resulta funcional. La ciudad teje múltiples intereses, y la ausencia de reglas claras tiende a fomentar un laissez-faire territorial. Sucede que la fragmentación de los poderes públicos, la diversidad de grupos sociales, así como la gran cantidad de agentes económicos, entre otros factores, inciden gravitatoriamente sobre las condiciones bajo las cuales las políticas públicas en general y las urbanas en particular puedan ser puestas en práctica exitosamente.
Cuando una sociedad se encuentra apropiadamente consolidada y articulada, las voces que se alzan adquieren mayor capacidad para convertir en problema urbano una determinada cuestión y, a su vez, mejor comprenderá los impactos de las políticas urbanas sobre su calidad de vida y mayor será su exigencia para con el ambiente urbano. Con lo cuál, el papel que deben asumir los ciudadanos organizados en los procesos urbanísticos alcanza una importancia decisiva y las acciones deben considerarse en ese sentido.
Asimismo, el urbanismo debiera ser considerado como uno de los ámbitos más próximos a la vida cotidiana. Consecuentemente, de la enorme cantidad de decisiones políticas que día a día se toman, la participación de la ciudadanía en el planeamiento podría convertirse en uno de sus componentes básicos. Deberá, entonces, acentuar el estudio de los diferentes fenómenos urbanos pero, también, dinamizar y flexibilizar las estructuras administrativas y de gestión, y reconsiderar el papel asumido por la ciudadanía en estos procesos.
Ante este escenario, las administraciones tendrán que centrar sus lineamientos sobre dos ejes estructurales: la docencia urbana, por un lado, y la participación ciudadana, por otro. En relación con la primera, tender a liderar acciones que permitan promover los valores urbanos, el respeto a la ciudad y a su patrimonio edificado como producto social y cultural. La segunda, en cambio, más orientada a legitimar las distintas acciones públicas y a construir la agenda de problemas y propuestas.
El cómo de estas dos líneas es complejo y difuso. Sin embargo, a través de la revalorización delespacio público, por un lado, y la descentralización funcional por otro, pareciera orientarse una respuesta apropiada. La inversión en espacio público debe ser considerada, lejos de un gasto, como instancia de rentabilidad sumamente necesaria para la sociedad, como plataforma para fomentar actividades en las que la ciudad se constituya en contenedor y referente.
Nuevas Centralidades Metropolitanas
cdlc: Respecto a la participación ciudadana es notable como, casi “de la noche a la mañana”, en el segundo semestre de 2006 se hizo muy fuerte una corriente de protestas vecinales, en general de clase media, contra el auge edilicio en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Podemos encuadrarlas dentro de las expresiones contestatarias que describe el último capítulo de tu libro?
GT: En el libro hacemos referencia a la apropiación incipiente de la calle por parte de la ciudadanía como espacio resignificado para prácticas deliberativas y solidarias, así como también para vandalismos y desobediencias. Numerosas experiencias de denuncia y de reparación del tejido social han surgido y adquirido visibilidad en la emergencia, entre las que cabe destacar a tres tipos: itinerarios de protesta, territorios de indigencia y reapropiaciones sociales:
– Itinerarios de protesta: los “cacerolazos”, los “escraches”, los “piquetes” y las “asambleas barriales” constituyen algunas expresiones deliberativas autogestivas.
– Territorios de indigencia: el “cartoneo”, las “okupaciones” y las “microvillas” se muestran como el costado más visible de sectores populares excluidos.
– Reapropiaciones sociales: las “fábricas recuperadas”, las “ferias de barrio” y los “cultos a tragedias” dan cuenta de una ritualidad de la subsistencia.
En esta línea de pensamiento, las recientes protestas vecinales en contra de la irrupción de torres en tejidos residenciales consolidados de baja densidad constituye, a mi juicio, otra de las expresiones genuinas que hemos tenido –desde el desvanecimiento del movimiento asambleario– en materia de reapropiación de la calle para reivindicaciones sociales. Con acaloradas discusiones, “las torres nos invaden” pareciera ser la expresión instalada tanto en la mesa del bar como en la oficina de la empresa o hasta en el propio seno familiar. En este contexto, surgen tres procesos en aparente colisión:
– por un lado, los vecinos encolumnan reclamos de reivindicación de aquello que consideran sus derechos cercenados;
– por otro, las autoridades locales de la ciudad impulsan medidas que sólo apuntan a “desensillar hasta que aclare”;
– y, en el otro extremo, las asociaciones vinculadas a la construcción se movilizan para que les devuelvan el “dejar hacer”.
Sin embargo, y a pesar de resultar posiciones encontradas, en todos los casos y por diferentes sendas se pretende alcanzar un mismo propósito: el esclarecimiento de las reglas de juego, qué es posible hacer, qué no, de qué modo hacerlo y bajo qué circunstancias encuadrarlo. Desde esta perspectiva, que emerja este tipo de tensiones extremas resulta muy interesante porque habla de un plan urbano agotado, que pone en evidencia la necesidad de pensar colectivamente un nuevo escenario de crecimiento.
El culto urbano a la muerte trágica
cdlc: Una de las consecuencias de estas recientes movilizaciones vecinales es justamente llamar la atención sobre esta deuda de Buenos Aires en relación a su Plan, incluso más allá de la demora (ya de por sí gravísima) en cumplir con un mandato constitucional que desde hace más de 10 años está en suspenso. Ahora bien, en ocasiones, la participación vecinal toma rasgos abiertamente insolidarios: un caso típico en Buenos Aires es la oposición a la construcción de vivienda social.
GT: En ocasiones, la participación vecinal toma rasgos abiertamente insolidarios. Tan así suele ser; miremos si no lo que acontece con el espacio público. Un espacio público es tal cuando se lo hace público, cuando hay actores sociales que hacen prácticas públicas en ese mismo espacio.
Y miremos también el juego de tensiones y sentires que expresan en los sectores medios de la población ante determinadas prácticas de similar carácter público, tales como el deambular de cartoneros y carreros por los barrios o, sin ir tan allá, cuando el vecino de al lado manda su perro a tu vereda. En su reciente paso por Buenos Aires, Saskia Sassen nos comentó que “esa falta de respeto instalada en el espacio público constituye una señal. La ciudad allí nos está hablando, nos expresa que allí hay un problema. Y debemos poder interpretar su mensaje“.
Con la expresión “¡Piquete y cacerola, la lucha es una sola!“, los sectores medios aunaban esfuerzos en plena crisis con los bajos. Esa lucha mancomunada parecía no tener obstáculos. Sin embargo, cuando las aguas se aquietaron, emergieron de nuevo a superficie diferencias aparentemente irreconciliables.
Cualquier habitante quiere que su ciudad tenga un hospital, una escuela, una comisaría, etc., pero no al lado de su casa. La famosa expresión sajona “NIMBY“, que recupera las iniciales de “Not in my Back Yard” (es decir, “no en mi patio trasero”), da cuenta de ello. Sabemos que la ciudad debe atender ciertas necesidades, y aceptamos que así sea, pero lejos de nuestra casa. Reclamamos que esté, pero lo más distante de nuestro lugar de residencia.
¿Qué hacemos entonces? Buenos Aires se ha desarrollado históricamente exacerbando el carácter abierto de su trama urbana, donde la calle, la esquina o la plaza eran instrumentos cívicos de cohesión social, de fortalecimiento de las relaciones de vecindad. De modo que, frente a un crecimiento diferencial de la ciudad, es indispensable sostener, consolidar y reproducir redes de contención que ofrezcan nuevas oportunidades a la población.
La comunidad local debe producir algunos giros significativos: por un lado, comenzar a organizarse para construir colectivamente problemas a atender; y por otro generar instancias de toma de decisiones que proporcionen respuestas suficientemente vastas, factibles e inclusivas. En definitiva, debe trabajar duro para recuperar valores sociales que hoy se encuentran en pugna sobre el territorio: competitividad y cooperación; solidaridad y compromiso; seguridad y recreación; iniciativa y desarrollo; formación y trabajo; futuro y presente; capacidades y oportunidades.
Desde esta perspectiva, pareciera emerger a gritos una consigna: el derecho a la centralidad, al uso y al goce de los centros urbanos –con toda la riqueza social, cultural y económica que ostentan– por parte del conjunto de actores sociales que conviven en la ciudad. En esta línea, la propuesta de un Parque Social planteada en el libro busca construir ciertos niveles de centralidad de carácter inclusivo, con nodos urbanos que tiendan redes de contención, fortalezcan relaciones de vecindad, ofrezcan nuevas oportunidades a la población y recuperen valores sociales perdidos.
Expansión de Buenos Aires desde 1972
cdlc: En relación a ese crecimiento diferencial, la expansión y resignificación de la Región Metropolitana de Buenos Aires que describe Un crack en la ciudad, ¿constituye la extensión o la disolución de la primacía urbana porteña?
GT: En el sistema de centralidades de Buenos Aires se ha puesto de manifiesto desde la década de los noventa una situación de fuerte tensión establecida entre la continuidad de algunas tendencias tradicionales de reproducción y la ruptura de otras, ante a la emergencia de nuevas lógicas de concentración de actividades, de movilidad intraurbana y de apropiación del espacio. Desde esta perspectiva, se identificaron en nuestras investigaciones diez patrones territoriales que intentan definir el nuevo escenario metropolitano de centros:
– Consolidación selectiva: La configuración metropolitana presenta dos patrones principales de crecimiento y de consolidación territorial, a partir de los cuales la mancha urbana se cualifica, densifica y expande: el predominio de los sectores centrales por sobre los ámbitos periféricos, y el predominio de los ejes principales por sobre los espacio intersticiales.
– Monocentralidad dominante: La aglomeración urbana se conforma a partir de una fuerte estructura monocéntrica, en torno al área fundacional de la ciudad, sobre la que confluye un encadenamiento radial de subcentralidades urbanas de diferente jerarquía, alineadas sobre la axialidad de los ejes ferroviarios y confirmadas por la adyacencia y/o confluencia de corredores vehiculares.
– Polarización urbana: La diseminación sobre el territorio de una serie de nuevos artefactos urbanísticos, contenedores de actividades no residenciales, produce un crack en la ciudad a través de la instalación de una nueva trama de centralidades que polariza la estructura metropolitana y consagra un sistema reticular de movilidad desde la lógica del automóvil particular.
– Ámbitos contenedores: Mientras que los centros tradicionales son utilizados por los sectores bajos de la sociedad, estructurados a partir de la continuidad que ofrece el transporte público y la calle como ámbito de integración, los sectores medios y altos se apropian de las nuevas centralidades, estructuradas desde la lógica de la movilidad particular y a partir de un espacio de carácter privado que funciona como soporte de las prácticas sociales.
– Diferenciación tipológica: Este proceso de insularización territorial se manifiesta al menos en tres tipologías claramente diferenciadas: sobre expansión metropolitana, con dependencia del sistema viario primario; sobre centralidad consolidada, con apropiación de sinergias territoriales; y sobre centro local-residencial, con integración a la trama urbana.
– Tipologías metropolitanas: La insularidad sobre expansión metropolitana se compone por un conjunto de artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala metropolitana; vinculaciones directas con el sistema troncal de movilidad vehicular; baja ocupación, consolidación y articulación con el entorno urbano; y apropiación de los atributos de accesibilidad de la zona.
– Tipologías urbanas: La insularidad sobre centralidad consolidada aparece compuesta por un conjunto de artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala urbana, vinculaciones directas con importantes corredores comerciales, densa concentración de actividades terciarias del entorno urbano y adscripción al sistema de centralidad de la zona.
– Tipologías locales: La insularidad sobre centro local-residencial se conforma por un conjunto de artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala local, vinculaciones directas con arterias comerciales vecinales, inserción en un tejido residencial consolidado con baja densidad, e integración a la dinámica socio-urbana de la zona.
– Articulación sistémica: En consecuencia, conviven en la región metropolitana de Buenos Aires dos sistemas de centralidad: la de los centros tradicionales y la de nuevos centros. Ambos sistemas, de relativa autonomía e interacción conflictiva, se articulan en un nodo dominante: el área central de la ciudad, y ello explica el fuerte carácter monocéntrico que ésta aún ostenta.
Con lo cual Buenos Aires muestra en estos tiempos cómo su subordinación a modelos nuevos de ciudad y de orden social, el de la ciudad global y el de la ciudadanía de consumo, desarticula el contrato fundacional representado en su trama indiana. Tachada por yuxtaposiciones funcionales y herida por exclusiones sociales, aquella trama que hasta no hace mucho tiempo funcionaba como integradora de barrios, humores y vivencias distintas, parece no ser hoy un espacio de participación y sí resulta llena de violencia y temor. Sin embargo, lejos está el área central de Buenos Aires de pretender ceder su espacio protagónico en la ciudad, en la región, en el país.
Entrevista: MC
De Guillermo Tella, ver también en café de las ciudades:
Número 53 I Política de las ciudades (II)
Un urbanismo de abajo hacia arriba I Declaración de Guadalajara sobre el futuro de la ciudad: los ciudadanos tienen derecho a no estar satisfechos I Guillermo Tella
Número 33 I Proyectos de las ciudades
El Parque Social como instrumento de integración I Una experiencia singular en San Miguel Oeste. I Guillermo C. Tella, etc.
Sobre Edward Soja, ver también en café de las ciudades:
Número 22 I Política
Lo macro, lo mezzo, lo micro I Edward Soja: “nosotros hemos producido nuestros espacios y podemos cambiarlos”. I Entrevista por Mariona Tomàs
Un crack en la ciudad – Rupturas y continuidades en la trama urbana de Buenos Aires, de Guillermo Tella, con prólogo de Juan Manuel Borthagaray, 178 páginas de 14,5 x 20,5 cm., encuadernado en rústica y editado por Nobuko en febrero de 2007, tiene un costo de $ 27 en la Librería CP67, Florida 683, Buenos Aires (contactos: [email protected]). Reproducimos a continuación el texto de su contratapa:
“El proceso creciente de dispersión y de fragmentación territorial al que asisten las metrópolis, ante el progresivo desvanecimiento de la tradicional “ciudad compacta“, constituye el tema central de Un crack en la ciudad, donde se intenta examinar cómo el vaciamiento de las áreas consolidadas, la descentralización del terciario avanzado, el desarrollo de los sistemas de infraestructura viaria, el aumento de la movilidad intra-urbana y el incremento de la ocupación del suelo inciden en el surgimiento de piezas urbanas a modo de ínsulas autónomas, en yuxtaposición y convivencia con bolsas de marginalidad, vacancia y pobreza.
En este contexto, la emergencia, las causas y consecuencias de la conformación de “archipiélagos urbanos” en Buenos Aires se intenta explicar en términos generales y a partir de casos de estudio en los que se manifiesta un proceso de bunkerización con alta seguridad y aislamiento, un tipo de ciudad dispersa y fragmentada, cerrada y excluyente, y un espacio público que se desarticula, se desdibuja y que rompe los criterios que históricamente lo consagraron como tal. Con lo cual, el trabajo construye mediaciones entre las discusiones teóricas generales relativas al modelo de globalización a escala planetaria y el particular modo de producción del espacio urbano reciente de Buenos Aires.
En consecuencia, los resultados se orientan a contribuir a la formulación de argumentos explicativos sobre los procesos de dispersión periférica, de difusión de subcentralidades, de fragmentación territorial y de discontinuidad de tejidos, como principales factores de motorización de las transformaciones territoriales recientes. Finalmente, se ofrecen lineamientos conceptuales sobre estos fragmentos urbanos a partir la recuperación de los conceptos de representatividad, identidad y subsidiaridad como pilares del proyecto colectivo de ciudad en el marco del nuevo paradigma”