Era el año 2004, en la Confitería London City, cuando se instauraba el homenaje: una mesa vacía y sobre ella una lapicera con un anotador abierto en una hoja en blanco. Ladescubrí -casi de improviso ese mismo año- en un anochecer de otoño. El bar estaba repleto y había recalado allí, por un café, antes de ir a un curso sobre “La Narrativa como constructora de Patrimonio”; y fue una “coincidencia” intelectualmente estimulante cuando reparé que estaba destinada al reconocimiento de un gran escritor, Julio Cortázar (1914-1884).
“¿Fue en este bar-confitería donde se sentaba a escribir su novela “Los Premios” (1960)? El folleto de difusión que tomé de la mesa así lo decía: “Durante la década del sesenta, un joven escritor, desconocido [sic], intentaba realizar su primera novela. Para algunos críticos, aquella sería la mejor novela creada por aquel joven delgado, introvertido, de mirada melancólica, gran fumador. Fue en algunas de estas mesas del London City, café mediante, donde se sentaba diariamente a escribir esa novela[…] Para nosotros es un honor y un premio que Cortázar escribiera “Los Premios” en el London City. Y también es un honor que Ud. comparta diariamente alguna de nuestras mesas, donde además ronda el fantasma literario de Julio Cortázar. ¿Será la mesa dónde Ud. está ahora?”.
Cuando la descubrí ocupaba una posición privilegiada: junto a la vidriera que da sobre la Avenida de Mayo frente a salida del Subte A y la calle Florida. E imaginando al Escritor sentado allí, extraje de su texto la pintura de su paisaje literario:
“…Afuera la Avenida de Mayo insistía en el desorden de siempre. Voceaban la quinta edición, un altoparlante encarecía alguna cosa. Había la luz rabiosa del verano a las cinco y media […] y una mezcla de olor a nafta, a asfalto caliente, a agua de Colonia y aserrín mojado…”.
En el año 2005 se sancionó la Ley 1799 (antitabaco) y quedó prohibido fumar en espacios cerrados con acceso público del ámbito público y privado de la Ciudad, obligándose a los bares y restaurantes de más de 100m2 a designar un espacio cerrado como “área para fumadores”.
Al adecuarse el local de “la London” a estas nuevas disposiciones se instaló la mesa dentro del sector fumador. Por cierto, un gesto reivindicativo de su empedernida e innegable condición… así como pertinaz era la mía, como observadora del destino de “la mesa”, que la encuentra durante el 2010 junto a la escalera que conducía a los baños del subsuelo, en una ubicación de incierta vocación para el agasajo. Y con la imagen de un fantasma desplazado me vino a la memoria el cuento “Casa Tomada” de “Bestiario” (1951), y lo imaginé acorralado por la ocupación total y repentina del bar, y casi expulsado pero, esta vez, no hacia la puerta de salida sino hacia el retrete. Y pensé, con ánimo distendido, que sería un tardío escarmiento ideológico, ya que este cuento podría ser una alegoría de las circunstancias políticas que lo hicieron abandonar el país. Y ante esta posibilidad de múltiples lecturas, y de segundas o terceras interpretaciones en cualquier relato ficcional, seguí buscando explicaciones para tanta mudanza intempestiva [de la mesa] en otros pasajes de la novela, advirtiendo que la confusión y molestia que podrían tener los mozos cambiando de lugar a “un fantasma”, serían un reflejo de cierta propensión a la ira que ya tenían en los tiempos de Cortázar…
“… Medrano aprovechó que la mesa contigua se había vaciado para llamar a Nora y a Lucio. Todo esto llevó su tiempo porque en el London no es fácil levantarse y cambiar de sitio sin provocar iracundia en el personal de servicio…”.
Pero me tranquilicéal sopesar que poco podía incomodar un fantasma que era convocado de por vida -si cabe la expresión-, a una mesa-conmemorativa, entre otras cosas porque nada consume… cuando otra repentina observación me surgió de la prosa del Escritor:
“… Las sillas del London eran particularmente incómodas, pretendían sostener el cuerpo en una vertical implacable…”.
¿Cómo represalia por esta insignificante frase habría surgido el nuevo traslado? Aunque rápidamente encarrilé este comentario, porque era improbable que las etéreas presencias fantasmales tengan en cuenta el trabajo de los malos carpinteros… Suponiendo ahora que, tal vez, el carácter itinerante de la mesa se mimetizaba con las creencias de Cortázar, tan proclive a atender los designios del azar:
“…La menuda fatalidad de las sillas y las mesas los puso frente a frente…”.
Todo se resumía, al fin y al cabo, al destino: que pondría frente a frente a “la mesa” con su eventual descubridor (de alguna manera eso me había sucedido a mí). E imaginé a Persio -el poeta en su novela-, el que llora la inautenticidad de tanta frase hecha, de tanto lugar común, de gestos que se le aparecen repetidos y gastados y el que ahora intentaría con sus elucubraciones trazar el diseño de la figura que van dejando (en estelas imperceptibles para el común de la gente “sin el ojo avezado”) las diferentes posiciones de la mesa dentro del local. “Para encontrar el orden que diera sentido al caos”, diría el personaje, siempre con su punto de vista más elevado, siempre procurándose explicaciones en otras dimensiones…
Por lo cual tampoco yo podía abandonar estas lúdicas conjeturas porque, una vez más, era Cortázar el que me acercaba pretextos para entender los comportamientos erráticos de su “mesa-homenaje”. Ahora, desde un punto de vista comercial, digamos.
“… No era fácil conversar a esa hora en que todo el mundo tenía sed y se metía en el London como con calzador, sacrificando la última bocanada de oxígeno por la dudosa compensación de un medio litro o un Indian Tonic…”.
La ubicación de la mesa: ¿sería una emergente de las necesidades del mercado? Abandoné pronto la idea prosaica de apelar al rédito comercial, porque los dueños del bar esgrimieron una cuestión de honor para rendirle el homenaje y conservar, así, su memoria.
Sin embargo, seguía relegada la “mesa de Cortázar”, camino a los sanitarios del subsuelo, hasta que a principios del 2011 volvió a ocupar un lugar dentro del sector fumador.
En diciembre de 2010 se sancionó la Ley 3718, ampliatoria y modificatoria de la ley antitabaco, que endurece la normativa prohibiendo el hábito de fumar en todos los espacios cerrados con acceso público y privado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Medida ampliamente refrendada por la dura ley contra el cigarrillo promulgada a nivel nacional, que se aplica a partir del 1º de enero de 2012 y que además prohíbe la publicidad del tabaco.
Pregunté por el destino de la mesa y un gentil mozo me dijo, como al pasar: “Hay mucha gente que pugna por sentarse, Ud. se imaginará…”. Y comprendí que, era muy probable que se discontinuara el homenaje (dando por sentado que no se permitiría fumador alguno en el local ¡aunque sea el fantasma de Cortázar!) Comencé a imaginar, entonces, sus peripecias futuras. ¿Dejaría su cómodo lugar para ir a fumar afuera? ¿Encontraría su mesa, todavía vacía, al volver entrar? (vale aclarar que dejaba sobre ella sus borradores y su lapicera.) Tantas idas y venidas, ¿terminarían alejándolo de los lugares cerrados del ámbito privado y/o público? ¿Su destino en Buenos Aires sería, definitivamente, la vereda?
Por lo menos para mí, un buen refugio para encontrar nuevamente respuestas era la novela “Los Premios”, precisamente en su primer párrafo.
“La marquesa salió a las cinco -pensó Carlos López-. ¿Dónde diablos he leído eso?” Era en el London de Perú y Avenida; eran las cinco y diez. ¿La marquesa salió a las cinco? López movió la cabeza para desechar el recuerdo incompleto, y probó su Quilmes Cristal. No estaba bastante fría…”.
No fue casual que Julio Cortázar haya comenzado su novela con la frase “La marquesa salió a las cinco”, un enunciado de Paul Valéry (1871-1945) que hizo historia porque resumía un dilema estético: ¿hasta qué punto se puede abundar o prescindir de los hechos triviales de una historia? Al incluirla, Cortázar, alertaba que los hechos aparentemente sin importancia y su abundancia en un texto podían ser fundamentales, interponiendo otra manera de evaluar las cuestiones de estilo.
Precisamente, era una cuestión de estilo rendirle, o no, un homenaje a Cortázar al designarle una mesa conmemorativa…
Es junio del 2011 y caminando por la vereda de Av. de Mayo, casi Perú, la observé ¡como tantas veces! A cada lado de la pared del fondo del local, colgaban sendos retratos del escritor (aquella foto emblemática que le tomara Sara Facio en 1967, en París) y en el acceso al bar por la Av. de Mayo estaba el escaparate con abundante merchandising y,etiquetadocon la (misma) foto emblemática y la leyenda repetida: …”que la novela “Los Premios” fue planteada y redactada en algunas de estas mesas”.
Por cierto,la del Bar Confitería “London City”erauna buena vidriera para destacar que los bares son ámbitos propicios y habituales para la creación literaria. Además, en un año donde en la Ciudad era inaugurada la Feria del Libro -más allá de la polémica- por un Premio Nobel; y donde Buenos Aires era distinguida por la UNESCO como “Capital Mundial del Libro”. Y sin dejar de mencionar que, en junio y julio de 1998, fue sancionada y promulgada la Ley Nº 35 para la Creación de la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Cafeterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires.
Pero fue Cortázar el que primero recomienda y “promueve” ir a un café, ¡al London!, al finalizar su novela “Los Premios”. Y en boca de López, otro de los pasajeros del Malcolm, el barco de la Lotería Turística, que después de tres días de navegación regresa a Buenos Aires, dice:
“…Prensada entre López y Raúl, Paula preguntó adónde iban. López calló esperando, pero Raúl tampoco decía nada, mirándolos entre burlón y divertido.
– Como primera medida podríamos tomarnos un copetín -dijo entonces López.
– Sana idea -dijo Paula, que tenía sed.
El chofer, un muchacho sonriente, se volvió a la espera de la orden.
-Y bueno -dijo López-. Vamos al London, che. Perú y Avenida”.
Por eso, siendo incondicional y fiel el homenaje de Cortázar a la London, como correlato, sería deseable que “su mesa” permanezca allí, bien ubicada e inmóvil. Pero, parece que no será así…
Promedia marzo del 2014 y el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le solicita a la Unesco que declare “el hábito de tomar café en los tradicionales bares de la ciudad como Patrimonio Intangible de la Humanidad”… y además, se realiza, por esos días, el homenaje a Cortázar por los 100 años de su nacimiento y los 50 años de la publicación de “Rayuela”, en el Salón del Libro de París. Todo muy plausible, sin lugar a dudas. Por lo que decido ir en la búsqueda del tributo local (o cercano), solitario y humilde que se le brinda al Escritor en Buenos Aires: “su” mesa en La London. Pero no la encuentro. El local está tapiado por un cerco de obra y el destino de las reformas solo podría descifrarse, o no, rastreando un número: pv-2013-06314914.
Como el barco de la novela, la confitería navega en un mar… de incógnitas, pero aflorando la certeza de que otro bar notable caerá. Hace poco tiempo sucumbió la Confitería Richmond con mucha repercusión mediática nacional e internacional. Pero en este cierre todo daba cuenta del cuidado que se había tenido para solapar la noticia.
Pregunté por la zona y me dijeron que el nuevo propietario de la esquina emblemática era la cadena de pizzerías/restaurants Pertutti. Y con esta novedad me alejé del lugar pensando cuánta cabida habría, entre la pizza y la fainá, para alguna consideración póstuma hacia un escritor célebre.
A escasos metros, frente a la puerta de la Secretaría de Cultura de la CABA, sentí una fría presencia que se esfumó ante mi perplejidad e incómoda resignación… ¿Era el fantasma de Cortázar, como en aquel destemplado -pero inspirador- día de otoño en el que descubrí “su mesa”? No, esta sensación gélida provenía de un lugar donde en la ciudad se escatiman los ecos… desde el lugar de las pérdidas.
¿¡Adiós!?…a “otro” bar notable, junto con el merecido reconocimiento a un escritor que ancló, para siempre, a la London City en el puerto de la literatura argentina.
MC
La autora es arquitecta.
De y sobre Julio Cortázar, ver también en café de las ciudades:
Número 92 | Cultura de las ciudades
Cortázar revisitado | Casa tomada y las instrucciones para subir una escalera | Carmelo Ricot
Número 108 | La mirada del flâneur
Continuidad de los parques | “La ilusión novelesca” | Julio Cortázar