La muerte de los personajes significativos abre siempre dos tentaciones contrapuestas: el homenaje acrítico, destacando múltiples virtudes y reconocimientos que no se harían en vida del involucrado, o el rápido olvido de los inactuales, de los que abundaron en polémicas y se expusieron al rechazo.
Durante los últimos años, ya alejada de la gestión oficial, la figura de Odilia Suárez fue la de una referente polémica del urbanismo de Buenos Aires, partícipe de debates exaltados en los ámbitos institucionales de la disciplina. El gesto contrariado, las sonrisas irónicas, la búsqueda de complicidades con los vecinos de asiento y el pedido de la palabra en las mesas de discusión eran el preludio a intervenciones durísimas, en las que la vieja dama ganaba nuevos adversarios o confirmaba los que ya tenía. No fue exponente de la típica tozudez del profesional encerrado en sus viejas convicciones: la última Odilia se oponía al proyecto de Aeroisla que ella misma había avalado en el Plan del ´62, o sostenía la necesidad de actualizar el Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires aun cuando no estuviera actualizado el Plan de la Ciudad; donde algunos verían oportunismo, era en cambio posible encontrar la inagotable capacidad reflexiva de una intelectual que había entregado la totalidad de su vida (incluyendo la personal) al conocimiento de la estructura y las condiciones de transformación de las ciudades.
Así que de alguien que, hasta hace pocos meses, discutía sin contemplaciones sobre las cuestiones urbanas más actuales, el recuerdo más adecuado pareciera ser el examen crítico de su legado profesional más importante. O al menos, la revisión de algunos lugares comunes sobre los logros y resultados del Plan Director de Buenos Aires de 1962, en cuyo estudio y redacción tuvo Odilia parte primordial. Quedará como tarea futura de investigadores e historiadores reconstruir las bases ideológicas y políticas sobre las que el Plan fue confeccionado y determinar su influencia real sobre la Ciudad, tanto la construida como la pensada. La propia Odilia escribió uno de los textos más valiosos, más allá de su brevedad, para entender ese Plan: “Planes y Códigos para Buenos Aires 1925 – 1985”.
Comentando este Plan del ´62, Horacio Torres sostenía que a pesar del consenso generalizado sobre su fracaso o, mejor dicho, su carencia de concreción, “algo” había generado el Plan en el desarrollo concreto de la ciudad. Torres ponía el ejemplo de las orillas del Riachuelo, invitando a los interesados a recorrer el Parque Almirante Brown y el barrio Ingeniero Budge (la orilla de Capital y la orilla de la Provincia) para constatar la diferencia entre territorios con y sin Plan. Ampliando la mirada, encontramos otros ejemplos de influencia física o intelectual del Plan (en algunos casos, decantación de debates y planes anteriores): la desafectación y liberación del Puerto Madero, la extensión del Area Central sobre el Río de la Plata, la urbanización de Catalinas Norte y Catalinas Sur, la erradicación de la Penitenciaría de la Avenida Las Heras, la reconversión de las playas ferroviarias de Caballito y Liniers, la extensión y conexión transversal de la red de subterráneos, la Ciudad Judicial en el ex Arsenal Esteban de Luca, la terminal de ómnibus de Retiro, el Mercado Central, la ya citada Aeroisla, etc. El Plan incluía también un sistema de autopistas, pensadas como periféricas y pasantes con respecto a las áreas de centralidad (a diferencia de las realizadas durante la dictadura ´76-´83, como señala Odilia, para quien ese período pecó tanto en la no realización de algunas propuestas del Plan como en la realización de obras que aquel no contemplaba.
Pero la herencia esencial que el Plan del ´62 le dejó a la Ciudad es el Código de Planeamiento Urbano. Odilia había coordinado entre 1971 y 1973, durante la Intendencia de facto del (sin embargo) open-minded Saturnino Montero Ruiz, los trabajos de confección de este instrumento que, con otra dirección técnica, fue sancionado en 1977 (Odilia recomendaba reconsiderar la propuesta original, “más sensible y ajustada a la realidad urbana” que la sancionada por la dictadura bajo Cacciatore). El CPU, que ha fracasado en propuestas claves como el establecimiento de su manzana ideal con pulmón central, ha sido sin embargo exitoso en dejar (para bien y para mal) su impronta sobre la ciudad. Algunas de sus pautas, como el privilegio del edificio del perímetro libre y su indiferencia al tejido histórico de la ciudad, se han incorporado a la realidad constructiva y al perfil de Buenos Aires y han pregnado la realización de centenares de normativas similares implementadas en otras ciudades argentinas desde la hegemonía conceptual de la Capital. El Plan del ´62, inspirado en la tradición de planeamiento y la “práctica administrativa” del Plan de Londres de Sir Patrick Abercrombie, nunca fue derogado, aunque su obsolescencia y la indefinición sobre su sustituto, el Plan Urbano Ambiental, dejan a Buenos Aires sin marco global de planeamiento; el Código del ´77, con sus parches, actualizaciones y permanentes reformas “micro”, permanece como factotum de la ciudad real y queda en el centro de la polémica cuando las agrupaciones vecinales cuestionan la ciudad que este Código hace posible, en episodios como los de Caballito y Palermo.
Tanto el Plan como el Código se enmarcaban en mecanismos de gestión institucionalizados que Odilia se encarga de resaltar en “Planes y Códigos…”: “Asimismo, se logró la estrecha inserción del organismo del Plan dentro de la estructura administrativa del Municipio asegurando así su permanencia en el tiempo. Entre 1965 y 1972 persistió con el nombre de Dirección General del Plan Regulador y desde 1972 hasta la fecha (1986) con la denominación de Consejo de Planificación Urbana. Estas bases principistas, unidas a la capacidad de instrumentación que demostraron tener los miembros del equipo, determinaron que las propuestas fueran realistas y que muchas de ellas arraigaran en la administración municipal y fueran ejecutadas“. El Plan incluía también unos lineamientos estructurales para el Area Metropolitana y su región, sobre los que Odilia reivindica la “sensatez de la estructura propuesta y de sus previsiones” (aunque “lamentablemente el equipo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires no tuvo acción jurisdiccional sobre el Gran Buenos Aires“, se lamenta con llamativa pero sincera ingenuidad).
La inestabilidad política argentina que acompañó sus años de plenitud profesional puede haber establecido un contexto de dificultades operativas muy ciertas para Odilia y sus “compañeros de ruta”, pero la capacidad técnica y la perseverancia personal construyeron sin embargo un cuerpo ideológico del urbanismo argentino que trascendió a estas dificultades, al menos en su capacidad de establecer un programa perdurable de la ciudad. El Plan Director y el Código de Planeamiento Urbano están basados en estudios rigurosos y en metodologías racionales: quien afronte con amplitud de miras y rigor crítico la lectura de “Planes y Códigos…” encontrará procedimientos y técnicas de incuestionable solidez, que por si solos permiten ubicar a Odilia Suárez entre los personajes clave para la construcción de una disciplina urbanística en la Argentina.
Odilia Suárez (1923-2006) fue arquitecta y urbanista. Egresó con Medalla de Oro de la UBA en 1950, trabajó en Taliesin West con Frank Lloyd Wright y estudió Planeamiento en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña. Fue vicepresidente de la Sociedad Central de Arquitectos y miembro de la Subcomisión de Urbanismo y el Colegio de Jurados y Asesores en Urbanismo de dicha entidad. Fue Asesora del Concurso de Ideas para Puerto Madero, entre otros. Fue Secretaria de Investigación y Posgrado en la FADU, UBA y Profesora Emérita de la misma facultad, y fue consultora de las Naciones Unidas en Planeamiento y Diseño urbano en la Argentina y en otros países de América Latina. Integró la Oficina del Plan Regulador de la Ciudad de Buenos Aires y presidió el Consejo de Planificación Urbana de dicha ciudad. Entre otras publicaciones, escribió “Planes y Códigos para Buenos Aires 1925 – 1985” (fuente de las ilustraciones de esta nota), Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil FADU – UBA, 1986; “Ampliación del puerto de Buenos Aires – Apreciaciones urbanísticas”, 1998; “Sistema aeroportuario comercial metropolitano de Buenos Aires”, 2000. En la Web es posible encontrar varios textos de su autoría, como por ejemplo Obra Pública y Planeamiento Urbano, intervención en las primeras jornadas sobre la Obra Pública Municipal, Bahía Blanca, 2004, y su intervención en las Jornadas “De las Parroquias y los Barrios a las Comunas”.
Sobre el Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires, ver las notas de la serie Apuntes para una normativa urbana, de Mario L. Tercco: ¿Evaluar impactos o planificar la ciudad?, Dos manzanas del Centro de Buenos Aires y Cómo cambiar de una vez por todas el ya agotado (y además confuso) Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires, en los números 43, 46 y 47, respectivamente, de café de las ciudades