Verónica Paiva es socióloga y desde el año 2002 estudia la problemática de los cartoneros y las cooperativas de recuperadores en relación con la problemática ambiental. Sobre este tema elaboró su tesis doctoral; los resultados de su investigación se publican en un libro de reciente aparición: Cartoneros y cooperativas de recuperadores. Considerando el interés creciente que tiene la cuestión en la agenda profesional y política, café de las ciudades mantuvo con Verónica la siguiente entrevista:
cdlc: Tu libro contiene una síntesis histórica muy rica de la actividad del “cirujeo” o recolección informal de residuos sólidos urbanos en Buenos Aires. ¿Por qué decidiste focalizar tu investigación en el período 1999-2007?
VP: El libro es resultado de una investigación y de una tesis doctoral. Y dado que uno de los requisitos metodológicos de toda investigación es determinar el período de análisis teniendo en cuenta “hechos significativos” que marquen el inicio y el final del período de estudio, decidí tomar como punto de partida la creación del Tren Blanco en 1999 y la sanción del nuevo Pliego de recolección de residuos de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo llamado a licitación se produce en el año 2004. Finalizada la tesis y al momento de elaborar la versión final para publicar el libro, se habían producido cambios importantes en relación a la problemática cartonera, y dado que contaba con la información necesaria para llevar el análisis hasta el año 2007, decidí extender el período hasta ese año, a fin de que el lector pudiera tener acceso a los cambios producidos hasta el momento en que el libro entró en edición.
cdlc: ¿Cuáles son los cambios que sufrió la actividad del “cirujeo” o “cartoneo” en los ’90, respecto a modalidades anteriores?
VP: La actividad del “cirujeo” existe en la ciudad de Buenos Aires, por lo menos, desde que se instala la “quema” en el barrio de Parque Patricios en el siglo XIX. Luego de ello, nunca se extinguió y sobrevivió veladamente entre nosotros. Sin embargo, la practicaban dos actores muy distintos a los que emergen hacia mediados de la década de 1990. Centralmente, el “ciruja”, que durante años designó a un sujeto marginal que recolectaba los residuos “directamente” en el basural, o el “botellero”, de mayor reconocimiento social, que sindicaba al individuo que había heredado el oficio de su familia, contaba con algún capital, y por esa causa, se trasladaba en carro por el barrio, “comprando” y no “pidiendo” los envases al vecino.
Hacia mediados de 1990 comienza el derrotero económico y social que culminó en la crisis de 2001 y que tuvo implicancias no sólo en el incremento de la actividad, sino en el cambio de las modalidades que exhibía tradicionalmente la tarea. Se trata de una serie de factores que se articularon en paralelo. Por un lado, el aumento paulatino del desempleo que afectó particularmente a los sectores con menor nivel educativo, y en especial, a los asentados en áreas urbanas. Por otro, las falencias de las leyes que regulaban la gestión de los residuos en todo el Área Metropolitana de Buenos Aires, las que, al no disponer de mecanismos de recuperación de desechos a través de la gestión pública, dejaron disponibles en las calles de la Ciudad una gran cantidad de residuos con valor de reventa, que se convirtieron en un recurso de supervivencia para los pobres del Área Metropolitana. En este contexto, las modalidades tradicionales del cirujeo cambian sustancialmente, y ya no retratan al “ciruja del basural”, sino a familias enteras que se transportan en trenes o camiones desde el Conurbano a la Ciudad (o que viven y cirujean en ella), y que recorren la urbe con un carro de mano que trasladan “de a pié”, extrayendo los residuos de las bolsas depositadas en las veredas o a partir de “contactos” que les reservan los desechos. A principios de 2002, la devaluación de la moneda nacional no hizo más que profundizar la situación, ya que disparó la sustitución de importaciones de materiales de fabricación, que antes de la devaluación se importaban y luego de ella comienzan a adquirirse en el mercado interno de post-desecho, es decir, de los residuos reciclables. En este contexto, es posible afirmar que la crisis de 2001 produjo un incremento de la actividad, pero esencialmente instaló en la escena pública un nuevo sujeto social que el periodismo consagró como “cartonero” y que ya no designa al ciruja marginal, si no a un conjunto de pobres urbanos a los que la crisis colocó en situación de recoger residuos para sobrevivir y que, al calor de la sensibilidad social que produjo la eclosión de 2001, empezaron a contar con la mirada aprobatoria de la clase media.
cdlc: ¿Cuál es la diferencia entre un manejo integral de los residuos sólidos urbanos respecto de un manejo no integral?
VP: El manejo integral de los residuos sólidos urbanos supone mecanismos que tienden, por un lado, a reducir la cantidad de residuos que se generan desde el momento mismo de la producción, y por otro, a implementar medidas para minimizar el impacto ambiental de los ya producidos, centralmente a través de la “recuperación”, el “reciclado” o la “recompra”. Recuperar implica recobrar un desecho de la basura sin hacerle ningún tipo de modificación, (esto es lo que hacen los cartoneros), reciclar es convertir ese desecho en un elemento nuevo por medios físicos o químicos, mientras que la recompra alude a la promoción de la compra de residuos que puedan ser reusados o reciclados, en especial, por parte de las grandes empresas. La gestión selectiva de los desechos es aquella que implementa métodos por los cuales existe un canal de recolección selectiva de residuos, es decir, una vía separada por la que se recuperan los desechos reutilizables. Su principal virtud es minimizar la cantidad de basura que llega a disposición final para no saturar los rellenos sanitarios. Por oposición, el manejo no integral es aquel que no pone en marcha ninguno de estos mecanismos y es el más extendido en nuestra ciudad.
cdlc: De las múltiples dimensiones que tiene tu tema de estudio, consideremos la mirada ambiental. ¿Cuál es la importancia cualitativa y cuantitativa de la actividad de los cartoneros para la gestión de los residuos sólidos urbanos? Y volviendo a la pregunta anterior ¿la actividad de los cartoneros contribuye a un manejo integral de los RSU?
VP: Si bien no hay cifras certeras, para principios de 2002 se calculaba que sólo a través del Tren Blanco, es decir el tren cartonero que unía José León Suárez con Retiro, circulaban 12 toneladas “diarias” de residuos reutilizables recobrados por los 600 cartoneros que viajaban en dicho tren. Si se tiene en cuenta que, durante todo el año 2001, se recuperaron a través de los programas oficiales “REVIVA” y “CEAMSE recicla junto a tu escuela” sólo 1.300 toneladas de residuos, es decir, menos de la mitad de las 3.744 toneladas anuales que se transportaban anualmente en el Tren, puede tenerse una idea adecuada de la importancia cuantitativa y cualitativa que tiene la actividad de los cartoneros para minimizar la cantidad de desechos que llegan a los rellenos sanitarios. En cuanto a si los cartoneros contribuyen a un manejo integral de los RSU, mi perspectiva es que sin duda generan un impacto ambiental positivo sobre el ambiente, aunque debería mejorarse sustancialmente la forma precaria en que realizan la tarea, para no menoscabar su calidad de vida.
cdlc: Pasando ahora a una mirada sociológica y política ¿qué recorrido ha tenido la figura del cartonero en el imaginario de los distintos sectores de la sociedad argentina? ¿Considerás que está superada la etapa de degradación simbólica e incluso de criminalización de la actividad del cartonero? O como preguntás en el final de tu libro: ¿qué es un cartonero en la mirada social, un pobre, un trabajador o un marginal?
VP: Como dije antes, la crisis 2001 contribuyó a resignificar la antigua perspectiva sobre el ciruja, para colocarlo en el lugar del “pobre pero digno” o “trabajador y honrado”. La conmoción social de entonces sensibilizó la opinión pública y habilitó la sanción de leyes como la N° 992/03 de la Ciudad, que los convirtió en “recuperadores de residuos” y los integró a la gestión pública de los desechos. Sin embargo, creo que se trató de un proceso que nunca terminó de consolidarse, no quedando demasiado claro en la mirada social si se trata de pobres, recuperadores de residuos, promotores activos del cuidado del ambiente o meros desocupados. Creo que la opinión de la clase media en torno de los cartoneros cambia al calor de la mayor o menor promoción mediática del binomio seguridad-inseguridad, y junto con ella, también las políticas gubernamentales del Gobierno de la Ciudad, muy atadas a la opinión de la clase media.
cdlc: ¿Qué avances ha tenido la cooperativización de la actividad cartonera en el período que estudiás en tu libro? ¿Y qué importancia tiene la formación de cooperativas para el propio cartonero?
VP: Desde mediados de 1990 se formaron más de catorce cooperativas en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Si bien en su momento constituyó una alternativa que los cooperativistas emprendieron con idealismo y en la que pusieron sus mejores sueños colectivos, lo cierto es que muy pocas pudieron sobrevivir a los embates del mercado y a la escasa ayuda que recibieron de parte del Estado para poder solventarse tanto económica, como tecnológicamente. Pasados ya más de diez años de la formación de las primeras cooperativas, muy pocas continúan funcionando. De las que siguen operando, la mayoría lo hace con escaso presupuesto y alcanzan ingresos que apenas superan lo necesario para sostener el emprendimiento y los recursos mínimos de cada uno de sus integrantes. En cuanto a los mecanismos de gestión interna, ninguna pudo aplicar en forma estricta los principios de horizontalidad que pregona el cooperativismo (“un socio, un voto”), porque no les resulta operativo para administrar adecuadamente la organización y porque los niveles de participación varían significativamente al interior de cada cooperativa. De este modo, cada entidad reformuló los rígidos principios de la doctrina cooperativa a su realidad cotidiana y a las particularidades de cada grupo.
cdlc: ¿Qué han hecho los distintos gobiernos (de la Nación, de la Provincia de Buenos Aires, municipales) por los cartoneros? ¿Qué les falta hacer?
VP: En la ciudad de Buenos Aires, durante la gestión de Aníbal Ibarra se sancionó la Ley N° 992/03, que ya mencioné, por la cual se crea el Registro Único de Recuperadores Urbanos y se incorpora a los cartoneros y las cooperativas como actores formales de la gestión de RSU. Luego, en octubre de 2003, se aprobó el nuevo Pliego de recolección de residuos de la ciudad de Buenos Aires, que preveía la gestión integral de los residuos a través de un sistema mixto en el que actuaban las empresas privadas, los cartoneros y las cooperativas de recuperadores. De acuerdo con el Pliego, las empresas debían hacerse cargo de la recolección común y de la recolección diferenciada de los grandes generadores (hoteles de 4 y 5 estrellas, edificios de más de 19 pisos, etc.), mientras que los cartoneros actuaban en el resto de la Ciudad y las cooperativas se hacían cargo de los centros verdes y de la planta de selección de materiales. En cuanto a los centros verdes -locales de acopio, clasificación y separación- se preveía la edificación de un centro en cada una de las seis zonas en que está dividida la recolección de residuos de la Ciudad, ubicados al paso de los cartoneros para que estos vendieran allí y no dispersaran residuos en las calles. Las cooperativas administrarían los centros, se sostendrían con la venta de los desechos adquiridos y realizarían tareas de promoción ambiental en la comunidad. Paralelamente, la recolección diferenciada de los grandes generadores sería trasladada a la planta de selección de materiales. De los locales de acopio previstos, sólo se construyeron el centro verde ubicado en la zona 4 (al sur de la Ciudad), que es co-administrado por las cooperativas “Reciclando sueños” y “Del Oeste”, y la planta de selección de materiales ubicada en el Bajo Flores, que es operada por la Cooperativa Ecológica del Bajo Flores (CERBAF). Fuera de ello se ha adjudicado un centro verde a la cooperativa “El Ceibo” en la zona 1 (Palermo), pero que aún no fue edificado (la cooperativa funciona actualmente en un galpón de Retiro), mientras que a principios de 2008 se cedió un predio a la cooperativa “El Álamo”, en Varela y Chilavert (siempre al sur), para que puedan trabajar allí, ya que en su momento los vecinos de Villa del Parque (barrio donde tiene instalada su sede la cooperativa), se negaron a la construcción de un centro verde en el lugar, por las complicaciones que conllevan las operaciones inherentes a la carga y descarga de residuos. La actual administración puso en marcha el llamado “Plan de inclusión”, que supone las siguientes medidas: nuevo empadronamiento de los cartoneros, entrega de uniformes y credenciales e inscripción en la AFIP para que trabajen como monotributistas, posean obra social y realicen la labor en condiciones de formalidad laboral. Si bien la medida fue apoyada por algunos sectores, tal como el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), y se ha ensayado en algunos barrios, lo cierto es que aún no se ha extendido a toda la Ciudad y que tampoco fue incorporado al nuevo proyecto de Pliego de recolección de residuos que fue debatido en audiencia pública en octubre de 2008. El debate se produjo porque debe sancionarse un nuevo Pliego durante este año 2009, ya que el actual se encuentra vencido y prorrogado.
En cuanto a la provincia de Buenos Aires, en el año 2006 se sancionó la Ley Provincial N° 13.592 de Gestión Integral de los Residuos Sólidos Urbanos, que obliga a los municipios a diseñar planes de gestión integral que incluyan a los cartoneros dentro del sistema de recolección selectiva. Más allá de los avatares que tuvo la implementación en cada municipio, el hecho de que la Ley reconozca la existencia de circuitos informales e impulse a los municipios a incorporarlos a la gestión, constituye un avance significativo.
cdlc: ¿Considerás posible el cumplimiento de los objetivos de la Ley de Basura Cero en la ciudad de Buenos Aires?
R- No lo considero posible. Particularmente porque el primer paso para la reducción de la cantidad de desechos es la separación domiciliaria por parte de los vecinos, que es el primer eslabón de la gestión selectiva de desechos. Sin embargo, hasta ahora, ninguna de las gestiones que han pasado por el Gobierno de la Ciudad ha avanzado en ese sentido.
Entrevista: MC
Cartoneros y cooperativas de recuperadores – Una mirada sobre la recolección informal de residuos. Area Metropolitana de Buenos Aires, 1999-2007. Verónica Paiva. Prometeo Libros, 2008. 200 páginas de 21 x 15 cm. ISBN 978-987-574-277-2
Verónica Paiva es Licenciada en Sociología (UBA, 1990), Magíster en Gestión Ambiental del Desarrollo Urbano (Universidad Nacional de Mar del Plata, 1999) y Doctora de la Universidad de Buenos Aires, Área Ciencias Sociales (2007). Es docente e investigadora de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), en la cual es profesora de la carrera de Sociología. Investiga desde el año 1993 en temas relacionados con la historia, el ambiente y el urbanismo.
Sobre cartoneros y gestión integral de los residuos sólidos urbanos, ver también en café de las ciudades:
Número 78 I Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Terquedad Basura Cero I Columna a cargo de Mario L. Tercco
Número 65 I Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Terquedad de los residuos I Columna a cargo de Mario L. Tercco
Número 11 I Ambiente
La Cooperativa El Ceibo I Cartoneros y casas tomadas en el área metropolitana de Buenos Aires. I Alfonso Sánchez Uzábal
Ver también el premio Buena Práctica Urbana 2004 a la Fundación El Ceibo en el Concurso ByMPUs de café de las ciudades.