N. de la R.: El texto de esta nota anticipa el contenido del número 2 de la revista Enredados en Papel, dedicada a la cuestión de los “Refugios” y actualmente en edición.
“La profecía supone ahora una proyección más geográfica que histórica; es el espacio y no el tiempo el que nos esconde consecuencias”. John Berger
“Si queréis liberar a una sociedad, dadle Internet” propuso Wael Ghonim, ex ejecutivo de Google. No cabe duda de que las redes sociales han tenido un gran impacto como espacio de reflexión, debate, comunicación y, lo que es más importante, participación política de los derechos cívicos. Son una nueva forma de democracia, resguardando lo intangible, lo primordial, que es la identidad y la ciudadanía en una jurisdicción completamente virtual.
Desde un comienzo, el enlace exitoso entre espacio público y discurso público fue la mejor forma de ejercicio de la libertad de expresión: la clases de Sócrates impartidas en las plazas de Atenas, las lecturas públicas en las calles parisinas difundiendo las ideas de la Ilustración que guiaron la Revolución Francesa o el discurso que dio Martin Luther King frente a una multitud que rodeaba el Monumento a Abraham Lincoln. Recientemente hemos sido testigos del rescate de espacios públicos bajo los estandartes “Tomar la plaza, ganar la calle”; el Movimiento 15M, los famosos indignados españoles, el Movimiento Occupy Wall Street iniciado en Nueva York, los estudiantes chilenos y otros similares esparcidos por el mundo. Nos proponen recuperar la plaza como concepto de lugar común donde se mueve lo social y lo espacial como aspectos indisolubles e indistintos, y transformarlos. Más que transformarlos, resignificarlos en foros de discusión, de decisión, de revolución.
Hoy en día, las culturas hegemónicas (y no tanto) se basan en medios audiovisuales para la formación de las personas. En este modelo, los agentes no tienen capacidad de producir información; se limitan a reproducir o reflejar la información propuesta por estos medios. Por lo tanto, la opinión pública sigue estando fuertemente ligada a la comunicación audiovisual. Sin embargo, estamos en presencia de un cambio fundamental para la construcción de la identidad del individuo; la manifestación y el desarrollo de una nueva parte del sujeto que nos permitirá superar los límites relacionales impuestos por los medios de comunicación de masas: la identidad digital.
Edwin Gardner manifestó “No hay necesidad de arquitectura, ahora tenemos Facebook”, lo que nos lleva a reflexionar sobre la repercusión del uso de las redes sociales (espacios virtuales) como sustitutos de los entornos construidos para establecer prácticas sociales. Según la hipótesis de Gardner, a consecuencia del uso de Internet prolifera el carácter dinámico y fugaz de los intercambios humanos, insinuando que la dependencia creciente del ciberespacio supone, a mediano plazo, nuestra metamorfosis en pseudocuerpos o almas puras que acabarían volcando toda su energía espiritual en la Red en pos de bienes comunes.
Tengamos además en cuenta las recientes revoluciones bajo la tutela de las redes sociales en Túnez, Egipto, Bahréin, Yemen y Libia. En estos países, la ocupación y reunión en espacios que excedan la privacidad del hogar o un número limitado de personas, estaba penado legalmente. A pesar de ello, la revolución desbordó los límites de Internet hasta expandirse al espacio real, colonizando lugares dotados de gran simbolismo cívico para los ciudadanos y desplegando en ellos las estrategias espaciales anacrónicas propias de la tradición revolucionaria.
Entonces, para que el espacio público sea efectivamente una herramienta para el ejercicio de la ciudadanía y consecuentemente, el amparo de los derechos ¿es realmente necesario que su condición sea física? ¿O el espacio público es simplemente un concepto que hasta hace poco tiempo solo pudo ser depositado en ciertas tipologías de carácter arquitectónico? Y si es así, ¿han quedado obsoletas? ¿Qué diseñamos los arquitectos entonces? ¿Cuáles son los nuevos refugios de la gente y los de sus derechos?
Tenemos, por un lado, la reivindicación de los derechos y su defensa a través de una nueva forma de ejercerlos, mediante la democracia directa en Internet. Un renacimiento del ágora griego: una voz, un voto; acción y persona en estado puro y nuevas espacialidades que sientan precedente para la libertad de expresión. El uso de Internet también resulta útil para la creación de organizaciones de presión social, política e incluso económica en favor de la cultura y de la resistencia civil, y mecanismos eficaces de protesta, logrando ir más allá de la práctica tradicional de manifestación.
El valor añadido de este recurso tecnológico es la posibilidad de estar en contacto con personas de todo el globo al mismo tiempo; situación que en el espacio público tradicional sería simplemente imposible por una cuestión de movilidad. De esta manera, pueden difundirse ampliamente las convocatorias por estos medios y obtener respuestas globales. Los poderes acostumbrados a interpretar el mundo a partir de grupos políticos reconocibles (clases sociales, oligarquías, fuerzas armadas, credos) son incapaces de enfrentarse a acontecimientos en los que los protagonistas son aquellos que tradicionalmente no han tenido voz y que hoy se están sirviendo de las herramientas anónimas de la Red para ser escuchados. “La única cosa que todos tenemos en común es que somos el 99% que no tolerará más la codicia y la corrupción del 1%” argumentan los participantes del Movimiento Occupy. Pero este anonimato colectivo está virando hacia la construcción de una identidad individual para el ejercicio de los derechos de forma directa, como ya mencionamos,
Por el otro, los derechos constitucionales se ven invadidos recurrentemente, así como los espacios donde se los ejerce, mediante el acelerado proceso de privatización y colonización de ámbitos públicos por empresas al que diariamente estamos expuestos. Esta ocupación es física y psíquica, mediante todos los medios de publicidad audiovisual. Se pintan o proyectan en las veredas, ocupan edificios y autobuses, penetran en las escuelas y en las instituciones deportivas, en los escenarios con el patrocinio de casi todos los eventos. Proliferan las plazas semipúblicas de los centros comerciales y el auspicio de barrios o ciudades enteras adquiriendo poder político sobre estas comunidades. Vemos entonces la dimensión de la problemática y hasta qué punto los agentes privados invaden la calle, que es el espacio público por excelencia. Paradójicamente, las calles se han convertido en el artículo más valioso de la cultura publicitaria.
A raíz de esto, nace en la sociedad una creciente ansiedad por encontrar en los pocos ámbitos todavía no comercializados algún remedio a las dificultades creadas por el devenir político y la convicción de que la concentración de medios en pocas manos ha logrado devaluar el derecho a la libre expresión, además de la dificultad de contrarrestar el continuo avance de las marcas. Entonces aparecen nuevas prácticas para rechazar la indolente actitud de aceptar el marketing en el espacio público.
La primera se desarrolla con Guy Debord y los situacionistas de París de Mayo de 1968, que fueron los primeros en descubrir el poder de un simple détournement: la transformación de una imagen, un mensaje o un objeto cuando se extrae de su contexto y adquiere un significado nuevo, criticando a la cultura pasiva de la observación (nacida del placer de la sociedad capitalista corriente). La intervención en numerosos avisos publicitarios distorsiona el mensaje y genera reflexiones críticas sobre el tema.
Otra forma de protesta se refiere directamente a “Recuperar Las Calles”, un movimiento también originado en París en los ’90 y que desarrolla para la comunidad el derecho a disponer de espacios no colonizados para sus viviendas, para los árboles, para reunirse y para bailar; un refugio en lo urbano. Desde 1995, “Recuperar Las Calles” asalta las calles más concurridas y las esquinas más importantes, donde organiza fiestas espontáneas de miles de personas cuya locación permanece en secreto hasta el día de la celebración; entonces se bloquea el tráfico y se declara “abierta” la calle, realizando el sueño colectivo. En lugar de colmar el espacio que deja el comercio con parodias de anuncios, como hacen los situacionistas, el “Movimiento Recuperar La Calle” intenta llenarlo con una visión alternativa de !o que podría ser la sociedad si se liberara del control del comercio. Alegan que esta es la forma de manifestación más palpable de la pérdida del espacio común, de las calles peatonales y de los lugares para expresarse con libertad.
Los valores a los que se hace referencia generalmente cuando se habla de derechos fundamentales son libertad y seguridad. En su libro “El Malestar en la Cultura”, Freud plantea que son una pareja dicotómica fundamental para una existencia humana completa, significativa y relativamente feliz. El problema radica en que si bien se necesitan mutuamente, resultan difíciles de equilibrar. Se atribuye la infelicidad de las personas al sacrificio de demasiada libertad de elección individual en aras de una mayor seguridad colectiva (fomentar la separación espacial, trazar fronteras y límites, dividir la ciudad en guetos voluntarios e involuntarios) o, invirtiendo las causas, cediendo seguridad a cambio de mayores libertades (dotando a las ciudades de más espacios públicos donde personas extrañas puedan encontrarse e interactuar, aunque sea temporalmente). La ciudad es el territorio en el que las personas intentan reiteradamente alcanzar la estabilidad entre ambos valores. Agregamos entonces un tercer componente para forjar otras posibles dicotomías, en las que la pregunta es; ¿la libertad es el refugio de los derechos? ¿O la seguridad es el refugio? ¿El refugio equivale a estos valores, o es lo opuesto? ¿O el concepto de refugio vira a una tricotomía donde el refugio es el regulador entre estos dos factores en pugna?
A pesar de todo, no conviene dejarse llevar, por la ilusión de que las herramientas digitales puedan constituir por sí mismas una alternativa definitiva para combatir los sistemas de dominación heredados de siglos pasados, ya que estos espacios para la comunicación muchas veces se caracterizan por su volatilidad, inestabilidad y/u obsolescencia a corto plazo, de modo que es difícil predecirlos como los espacios públicos del futuro. Podemos ampararnos en ellos para una construcción individual y ciudadana, pero con prudencia (aunque es emocionante participar de la contemporaneidad en tiempo real).
El espacio público tiene ahora un paralelo en las redes sociales, donde existe una continua retroalimentación; ideas que surgen en el mundo virtual, pueden trabajarse desde el imaginario colectivo de las redes sociales, para luego materializarse en eventos públicos presenciales y viceversa.
La posibilidad de asociar una identidad digital a un determinado lugar o espacio público de residencia (barrio, calle) abrirá nuevas fronteras a las dinámicas de comunicación de escala local e hiperlocal, catalizando nuevos procesos de identificación con los espacios públicos del barrio donde vivimos o trabajamos, volviendo a vincular la actividad y relaciones sociales con el espacio físico.
Los acontecimientos revolucionarios actualizan la máxima de Foucault, según la cual lo que define a la sobremodernidad y su relación con lo social es su carácter espacial, ya que son el conocimiento de la época porque son inevitablemente particulares. Nos estamos acostumbrando a la idea de que el desarrollo del medio digital acabaría sustituyendo el modelo de relaciones sociales físicas. Al espacial siglo XX seguiría un nuevo siglo XXI virtual definido por el potencial liberador de las nuevas redes, capaces de destruir los sistemas caducos de participación ciudadana, mediados tradicionalmente a través del juego de representación de los partidos políticos y las estructuras simbólicas de la ciudad.
Sin embargo, lo que las revoluciones digitales ponen de manifiesto es que, si bien las movilizaciones propiciadas desde la Red han desbordado los cauces habituales, el éxito final de las protestas ha dependido, en última instancia, de los mecanismos basados en el despliegue tradicional de las personas en el espacio público. A pesar de que el poder emancipador de las nuevas tecnologías de comunicación es real, el poder todavía vigente de la comunicación tradicional es auténtico. La ciudad, la plaza, la calle, los edificios enmarcan y definen modos de vida que son singulares en cada territorio. Las ciudades contribuyen a definir el carácter ciudadano y la identidad.
En definitiva, estamos justo al principio de un interesante proceso de formación de lo que podríamos llamar “espacios híbridos”: espacios públicos con carácter y cualidades profundamente relacionadas con una capa invisible de relaciones y redes locales construidas en Internet. Planteo el uso de las redes sociales, no como un sustituto al espacio público sino como un nuevo refugio, ya no del anonimato sino de la identidad ciudadana construida. El uso de las redes sociales para el ejercicio del espacio público es su mejor complemento.
AJB
La autora es Arquitecta (UNC).
Fotos: nenitateribel
Existen propuestas como mySociety, una fundación que promueve proyectos usando Internet como plataforma para promover el control ciudadano sobre la actividad política y marcar la agenda política, una actividad que habitualmente se ha desarrollado en espacios públicos urbanos.
Según Clive Thompson (en un artículo publicado en el New York Times en Septiembre del 2008, Brave New World of Digital Intimacy): “Esta es la paradoja de la conciencia ambiental. Cada pequeña actualización -cada uno de los bits de información social-es insignificante por sí solo, incluso sumamente mundano. Pero en conjunto, con el tiempo, los pequeños fragmentos se unen en un retrato sorprendentemente sofisticado de nuestros amigos y miembros de la familia, al igual que los miles de puntos que forman una pintura puntillista. […] El ambiente se convierte en información como “un control de estabilidad”, una dimensión invisible flotando sobre la vida cotidiana”.
La privatización del espacio público bajo el camino de los automóviles sigue deteriorando las dimensiones de vecindad y de comunidad que definen a las metrópolis. Los planes viarios, los «parques» industriales y los centros comerciales se unen para desintegrar la comunidad y para banalizar las regiones. Cualquier sitio termina siendo igual que cualquier otro. La comunidad se convierte en un artículo de consumo, en una aldea comercial, narcotizada y bajo constante vigilancia. De ese modo, el deseo de vivir una vida comunitaria se satisface de otra forma, por medio de los espectáculos que nos venden de manera artificial. Son «calles» o «plazas» de telenovela que imitan las zonas que el cemento y el capitalismo están destruyendo. En este contexto, las calles verdaderas se hacen estériles. Son sitios por donde pasar, no donde vivir. Sólo existen como vías de tránsito a otra parte, a través de un escaparate, de una valla publicitaria o de un tanque de petróleo. — RLC de Londres
Sobre los temas tratados por la autora, ver también entre otras notas en café de las ciudades:
Número 4 | Tendencias
Ganar la calle (I) | Arte y protesta política en la recuperación del espacio público. | Marcelo Corti
Número 4 | Tendencias
Ganar la calle (II) | El fin de los edificios trofeo. | John Thackara
Número 7 | Cultura Nuestros antepasados (I)
Situacionistas: la deriva y el placer | El urbanismo contra la sociedad del espectáculo. | Marcelo Corti
Número 28 | Arquitectura de las ciudades
Crisis de las matrices espaciales | Reflexiones a partir de un libro de Fábio Duarte. | Marcelo Corti
Número 87 | Política de las Ciudades (II)
Cuando la ciudad se convierte en una tecnología de guerra | Una nueva forma de segmentación del Estado | Saskia Sassen
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja
Número 104 | Política de las ciudades (II)
El Estado del Sol | 15 M: la rebelión de los indignados | Fernando Carrión Mena
Número 108 | Arquitectura de las ciudades
Refugios mínimos | Naturaleza, supervivencia y disciplina | Sebastian Colle
Fuentes
Zygmunt BAUMAN / Múltiples culturas, una sola humanidad / Katz Editores / Buenos Aires, 2009 / 2da. Edición /
Revista Contralínea, Periodismo de Investigación Nº31 / Sección Ex Libris / Artículo: Internet: Renacimiento de la democracia directa / Álvaro CEPEDA NERI / Buenos Aires, Noviembre 2010 /
Edwin GARDNER / laazoteaideas.blogspot.com.ar /
WAEL GHONIM: Artículo: Egipto: la chispa, la mecha y el polvorín / ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ, Assessor de comunicación / Revista: frc PRIMAVERA / 2011
Naomi KLEIN / NO LOGO, el poder de las marcas / Ed. Paidós / Barcelona, 2007 /
Naomi KLEIN / Valles y Ventanas / Ed. Paidós / Barcelona, 2009 /
Francesco MORACE / La Estrategia del Colibrí, La Globalización y su Antídoto / Editorial Experimenta / Madrid, 2009 /
Artículo: Redes sociales, identidad digital y espacio público / Luis Ricardo PAREDES MANSFIELD / 28 de Agosto, 2011 /
El País Online / Sección La Cuarta Página / Artículo: Internet y la Rebelión de los Cuerpos / Eduardo A. PRIETO / 10 de Marzo, 2012 /
El País Online / Sección La Cuarta Página / Artículo: Internet y la Rebelión de los Cuerpos / Eduardo A. PRIETO / 10 de Marzo, 2012 /
Artículo: Internet de las personas / Darío REIG / 15 de febrero, 2011 /
Giovanni SARTORI / Homo videns. Televisione e post-pensiero / Ed. Laterza / Roma, 2007 /
Francisco Javier TIRADO y Martín MORA / El espacio y el poder: Michel Foucault y la crítica de la historia / Ed. Espiral / Estudios sobre Estado y Sociedad, Vol 9 Nº25 / Septiembre-Diciembre de 2002
Lorenzo VILCHES / La Migración Digital / Editorial Gedisa / Barcelona, 2001 /