Hace unos días, en esas circunstancias de cajas que se abren y papeles que se caen que acontecen en las mudanzas, encontré un folleto que me habían repartido en una reunión informativa realizada en San Isidro, el 3 de diciembre de 1992. La información que se brindaba en esa ocasión estaba referida a un emprendimiento urbanístico de avanzada, que la Provincia de Buenos Aires había declarado de interés provincial por Decreto Nº 593 del 12/3/1991 y que venía avalado “por más de 10 años de labor ininterrumpida”. El folleto abundaba en referencias al Conurbano Bonaerense, que el emprendimiento presentado vendría a mejorar e integrar.
La iniciativa preveía alcanzar 135.000 habitantes en una veintena de años, apoyados por un “foco administrativo, comercial, tecnológico y cultural”. Dotado de los adelantos más modernos, el nuevo núcleo urbano enlazaría todas las localidades de Tigre (“llenando el vacío hoy existente”) y a estas con el resto del conurbano. “El estado tutela este emprendimiento para su desarrollo dentro de las normas vigentes, efectuando el control de gestión con la intención de lograr se concrete integrado con el ecosistema y en forma armónica con el crecimiento del Partido de Tigre”; aun cuando asumido totalmente por capitales privados, el sector público ayuda a promoverlo “por las grandes repercusiones sociales y económicas que promoverá”.
¿Se concretó ese proyecto? ¿De que hablaba ese folleto y que destino tuvo? Hablaba, cuesta creerlo, de Nordelta…

Ese Nordelta que, como el Juan de Dios Fasola de Los Piojos, se anunciaba en aquel verano del ´92 iba a contar con un parque tecnológico de 40 hectáreas y con un parque de actividades (“ideal para instalar laboratorios, colegios, industrias no contaminantes…”) de 280 has. Y siguiendo con los parques, un Parque Público Regional de 200 has. , “el mayor del Conurbano, después de Pereyra Iraola, con lagos y praderas para deportes y recreación”, y otras 200 hectáreas de Parque Urbano y áreas verdes vecinales. Y por si todo esto fuera poco, “centros de arte, música y educación destinados a convertirla en polo de atracción internacional”. De esta forma, el nuevo núcleo provocaría “amplias mejoras” en todo su entorno, “por efecto de arrastre o por concretas actuaciones que lo articulen con ella: accesos, servicios educativos y de salud, cultura, recreación”. Algunas de las nuevas infraestructuras podrían incluso “extender sus beneficios a sectores carentes de las vecindades del predio”. En ningún momento se menciona siquiera la posibilidad de que alguna de las áreas que constituirían el nuevo emprendimiento estuviera cerrada al acceso público. Los méritos de la propuesta justificaban que el emprendimiento estuviera promovido por una Comisión Promotora Mixta integrada por la Provincia de Buenos Aires, la Municipalidad de Tigre y el grupo empresario a cargo del proyecto, integrado por Supercemento SAIC y DYOPSA. Estas empresas se dedicaban al dragado del Río de la Plata y habían imaginado Nordelta como una posible externalidad positiva del problema de disponer los lodos resultantes de dicha tarea.
20 años no es nada, decía El Mudo. Más exactamente, 22 años después, la página institucional de Nordelta informa que “Desde el lanzamiento del primer barrio en 1999, Nordelta tuvo un crecimiento constante llegando a ser lo que es hoy, una Ciudad Pueblo completamente consolidada. 23 barrios lanzados, 30.000 habitantes, 5 colegios con una completa propuesta educativa con más de 4.500 alumnos, Centro Médico con más de 80 especialistas, Centro Comercial con más de 70 locales, 5 salas de cine, 4 bancos, 2 estaciones de servicio, 20 restaurants (8 sobre una increíble Bahía con amarras y salida al río Luján), un completo Club Deportivo y una cancha de golf de 18 hoyos, diseñada por Jack Nicklaus que ya fue 3 veces sede del Abierto de Golf de la República y un Hotel Intercontinental 5 estrellas, conforman una oferta única en la Argentina”. 105.000 habitantes y 400 hectáreas menos de parque público menos que los prometidos… Tampoco laboratorios, empresas no contaminantes, atracciones culturales internacionales, infraestructuras solidarias con el entorno ni integración con el resto de Tigre y del Conurbano.

Contra lo que pudiera pensarse, el folleto no mentía, aunque prometía lo que sus autores no iban a poder cumplir. Nordelta, tal como se la pensaba en aquellos tiempos, era un proyecto de Ciudad Nueva, al estilo de las New Towns o Villes Nouvelles europeas de la década del ´60, ordenadoras del crecimiento metropolitano y bien conectadas a una ciudad central. Pocos años (pocos meses) más tarde, el paradigma había variado radicalmente. El grupo empresario había vendido el proyecto a Eduardo Constantini, pasando así del sector más tosco de la economía al capitalismo inmobiliario más avanzado. El modelo ya no era Cergy-Pontoise o Milton Keynes sino las gated communities de Florida o el Sun Belt estadounidense. Y el público no era la ciudadanía del Conurbano Bonaerense, sino el ABC1 disconforme con la oferta urbana del centro de Buenos Aires. Una investigación realizada por la consultora internacional PricewaterhouseCoopers prodigaba loas al modelo de convertibilidad y el rumbo económico imperante en 1994 (año de su realización) y explicaba los resultados de una encuesta en que los sectores más privilegiados de la pirámide social comparaban las nuevas promesas de Nordelta (no las del folleto) con la visión idealizada de sus barrios de la infancia. El ferrocarril no era ya una conexión segura con el centro de la metrópolis sino una adecuada barrera contra la cercanía de aquellos “sectores carentes”; el acceso se produciría por la autopista Panamericana, cuya ampliación ya estaba en marcha.
¿Qué habrán dicho los sectores públicos involucrados en aquella Comisión Promotora de ese giro copernicano de Nordelta? Esa es otra pregunta, y otra historia.
MC
Para mejor cotejar las promesas del folleto con la Nordelta real que se construyó, nada mejor que la información del propio sitio de Nordelta en la Web. También Google Earth, por supuesto, aunque no está disponible el Street View (pero si algunas fotos de Panoramio).
Un aspecto de Nordelta que esta nota no aborda es el ambiental, particularmente su impacto sobre el humedal de la Cuenca Baja del Río Luján. Ver al respecto la presentación de nuestro número anterior y el libro La Privatopía Sacrílega, coordinado por Patricia Pintos y Patricio Narodowski, que comentamos en la presentación del número 119.
Sobre las nuevas ciudades europeas de la década del ´60, ver también en café de las ciudades:
Número 77 | Política y cultura de las ciudades (I)
Cergy-Pontoise | Caroline de Saint-Pierre y el desarrollo de una ville nouvelle francesa | Marcelo Corti