He vivido en la comunidad de Maleny, que es una pequeña ciudad de Queensland (iba a decir cerca de Crystal Waters, pero en realidad es Crystal Waters la que está cerca de Maleny) durante 25 años. Quiero explicar el proceso de toma de poder por parte de los miembros de esta comunidad en los últimos 20 años, aproximadamente. La historia comienza en los ’70. Maleny era uno de esos núcleos rurales pequeños, muertos, que hay en Australia y el resto del mundo. La tierra era barata y había un flujo de pobladores hacia ella.
Cuando llegamos a Maleny, faltaban muchos suministros, como por ejemplo alimentos integrales. Así que empezamos a cultivarlos. Un día, media docena de nosotros (muchas cosas comienzan con la reunión de media docena de personas) pensó que podríamos cubrir una parte de nuestra necesidades alimentarias con una cooperativa de productos ecológicos. Así empezó nuestro primer negocio. Todos teníamos una cierta formación, éramos de clase media, blancos y ninguno había montado un negocio antes.
Queríamos disponer de alimentos biológicos y poder vender los excedentes. Era el año 1978.
Lo primero que decidimos es que la cooperativa sería para todo el pueblo, aunque éste lo ignoraba entonces. Abrimos la primera tienda y la gente del lugar nos miraba con recelo.
Hacíamos cosas “raras”, como reciclar frascos de cristal y bolsas de plástico Pero las mujeres mayores se fijaron en esto, en valorar los recursos escasos, algo que ellas conocían muy bien; así que entraron a la tienda. Al principio se limitaron a traernos sus frascos y bolsas. Vieron que vendíamos productos locales y preguntaron si ellas podían traer los suyos.
Poco a poco la gente del lugar se fue implicando. Hoy la cooperativa tiene 650 miembros y 60 productores, y genera 450.000 dólares al año. Una pequeña y exitosa operación se convirtió en una grande y exitosa operación. En 1979, Bill Mollison, “el padre” de la permacultura, se fue a los Estados Unidos y volvió a Australia entusiasmado con el movimiento de inversiones éticas. En 1983 nos invitó a una docena de nosotros a conversar sobre el tema, tras lo cual nos urgió para que volviéramos a nuestras comunidades y creáramos nuestras propias instituciones financieras. Ya éramos conscientes de que hacía falta capital para crea una comunidad.
Teníamos bastantes habilidades técnicas, pero nada que impresionara a un banco. Llevé la propuesta de Mollison a una asamblea de la cooperativa y tuvo una gran acogida. Así que creamos la Institución Crediticia Maleny en 1984. Esta institución se encuentra en el centro mismo de Maleny y sirve a 3.000 miembros. Tiene un capital de 9,5 millones de dólares y ha concedido 21 millones en préstamos para adquirir tierras, casas y pequeños negocios, que han revertido en la comunidad. Cuando se administra una organización financiera multimillonaria uno se da cuenta de que hay problemas inherentes al dinero. No importa si administras bien, si consigues abaratar costos o si estrechas el espacio entre los que tienen dinero y los que no tienen: los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Pero aquí, de nuevo, nuestra entrañable permacultura viene a rescatarnos. Lea Harrison, otra estupenda profesora de permacultura, estaba trabajando en los Estados Unidos cuando se encontró con Michael Linton, quien había inventado una estrategia económica alternativa llamada LETS, Sistema de Comercio e Intercambio Local (que posteriormente se transformó en Sistema de Comercio y Empleo Local y posteriormente en Sistema de Transferencia de Energía Local). Este sistema permite comerciar sin dinero. Recupera el concepto de que la riqueza de una comunidad reside en sus bienes y servicios, no en su dinero. En la actualidad tenemos una economía dual que satisface todas nuestras necesidades.
Lo maravilloso de LETS es que no sólo es una herramienta económica sino también un cohesionador de la comunidad. En Maleny, el LETS cuenta con 800 miembros y produce unas 25.000 unidades al mes. Tres años después de la creación de la Institución Crediticia, se produjo el derrumbe de Wall Street. De la noche a la mañana, las tasas de interés en Australia bajaron de 17% a menos del 9%, pero las tasas de la Institución Crediticia se mantuvieron en el 13 %. Nunca hemos seguido las tasas de interés del exterior. De hecho, la gente del lugar vino en tropel a depositar su dinero. Nosotros les dijimos que utilizaríamos su dinero en proyectos locales y que, si no les interesaba, era mejor que se fueran. Bueno, algunos lo hicieron pero otros dejaron su dinero y hoy son de los inversionistas más importantes. Creo que las dos áreas en las que la gente necesita tomar el poder son el sistema monetario y el gobierno. Este último tiene una influencia diaria sobre nosotros.
Hacia 1991 otra mujer y yo fuimos elegidas para el Ayuntamiento. Esto suponía que una parte de la comunidad extendida de Maleny accedía al poder. Así, pudimos introducir algunos cambios, hicimos públicas las reuniones e impulsamos la participación local, realmente reducida y conservadora hasta entonces. Así mismo creamos la Fuerza Rural Especial, que surgió de una consulta comunitaria mientras estábamos en el Ayuntamiento. Esta Fuerza la componían 180 personas y su cometido era velar por que se hiciera un uso sostenible de la tierra, no sólo en beneficio de las personas de la comunidad, sino de toda la ciudad.
En 1993 vimos nacer nuestro primer gremio, el de artesanía, que comenzó con tres artesanos.
Hoy hay 23 y tienen una tienda con una amplia gama de artesanías. También se creó un cineclub, para que pudiéramos elegir las películas que queríamos ver. En 1994 decidimos que había llegado el momento de abrir un Club de la Cooperativa, un lugar donde se ofrece buena comida, bebida y música local en vivo. Está actuando como catalizador de la comunidad. Trabajamos con tesón, y también tocamos con tesón.
También se ha abierto un Centro de Aprendizaje de la Cooperativa. Y ha surgido el Grupo Colinas Verdes de Maleny, que tiene una estrategia interesante. Lo crearon los profesionales y los hombres de negocios de la ciudad después de que el Ayuntamiento volvió a los negocios convencionales tras las últimas elecciones, lo que significaba “desarrollo a toda costa”. Estas personas se reunieron y decidieron que no aceptaban la situación.
La comunidad ha llegado a controlar sus asuntos de tal manera que ha creado una Fundación que le permite comprar tierras que, de otra manera, serían explotadas por el gobierno local.
Como verán, hemos llegado a ser una comunidad que sabe lo que quiere y, lo más importante, que sabe cómo conseguirlo. Ahora Maleny está en un punto interesante. Con la experiencia acumulada, muchas personas han creado organizaciones. Empezamos con lo básico, la comida y el dinero; luego seguimos con la tierra, las casas y la energía; luego la gente fue creando sus propios ingresos y finalmente, la cultura, la comunicación y la educación. Es el mismo proceso que se ha dado en otras comunidades. Creo que ha sido un proceso bastante orgánico.
Lo que quiero decir es que lo que hemos construido en Maleny puede hacerse en cualquier lugar. Maleny es especial pero también lo son otras comunidades. Nos hemos dado cuenta que, aunque las estrategias sean diferentes, los elementos son los mismos, y extrapolables a todo el mundo. En primer lugar, deben responder a una necesidad, una necesidad comunal. No importa cuan buena sea la estrategia, si no responde a una necesidad de la comunidad, no despegará. También se necesita a alguien que vele por esa estrategia. Personas que inventen estrategias y personas que mantengan la perspectiva. Lo siguiente es no hacer proyecciones sobredimensionadas: más vale un éxito pequeño que una gran derrota. Si comenzamos pequeños y sostenibles, nos mantendremos sostenibles.
Finalmente, el desarrollo de habilidades es importante. Y no sólo de las técnicas, administrativas y financieras, sino sobre todo de las interpersonales: aprender a ayudar a la gente a tomar decisiones importantes y a resolver conflictos. Si reúnes a un grupo de personas, sabes que habrá conflictos y, sin embargo, sin organizaciones no se puede avanzar.
Quisiera hablar de la manera de poner en práctica estas estrategias en la comunidad; es muy diferente revitalizar ciudades y pueblos que crear “asentamientos verdes”, como nosotros les llamamos. Nuestras relaciones con la gente de Maleny al principio fueron de confrontación. Fuimos bastante maleducados. Considerábamos enemigos a los granjeros y les reprochábamos el mal uso que hacían de la tierra. No comprendíamos que estaban haciéndolo lo mejor que sabían ni que temían perder su medio de vida; porque nuestra llegada representaba, de alguna manera, una amenaza a su continuidad.
La vieja ética dice que hay dos tipos de personas: las que dicen lo que se debe hacer y las que lo aceptan. Pero la toma de poder que nosotros proponemos significa que todos asuman la responsabilidad de sus decisiones. Esto último es radicalmente opuesto a la antigua manera de pensar y, sin duda alguna, es amenazador. Es importante averiguar de dónde viene ese miedo y trabajar con él (personalmente estoy en este punto de crecimiento personal, y estoy haciendo avances). Reconocerlo y encontrar la manera de superarlo.
Hay algunos métodos para sobreponerse a ese miedo: ofrecer mucha información, permanecer receptivos y dar tiempo para que la gente cambie de opinión, estudiar las habilidades de cada uno. Por ejemplo, si queréis saber qué árboles plantar en la zona, debéis ir al carpintero y preguntar. Hay realmente muy pocas personas que se nieguen a darte ayuda cuando se la pides. El miedo se resquebraja con el trato directo y la comprensión.
Ahora quisiera comentar los problemas que nos hemos encontrado a la hora de crecer. Cuando existe una comunidad viva, es como acercar las polillas a una llama. En Maleny hemos tenido un crecimiento anual del 8,5 %, lo cual es muchísimo. Esto crea problemas, sobre todo con la gente mayor, quienes se sienten desplazados al pasear por la calle y no conocer a nadie. Cuando hay un movimiento de gente hacia un lugar, sólo el 30 % consigue un trabajo en la zona, en la construcción, el comercio y en el desarrollo derivado del mismo crecimiento; y se debe ayudar al otro 70% a generar su propio trabajo. Para nosotros es importante estar abiertos como comunidad y ofrecer oportunidades a las personas que quieren incorporarse.
Ahora tenemos en Maleny a gente de otras partes de Australia que viene a aprender sobre el terreno para luego aplicarlo a sus comunidades de origen. Todo lo que habéis leído es aplicable en todo el mundo, y está bien que se haga. Cada comunidad es única, tiene sus propias habilidades y su diversidad. Nuestro deber es dar a nuestras comunidades la capacidad de funcionar por si mismas, a su manera, potenciando su idiosincrasia.
JJ
Esta nota fue extractada del sitio www.rebelion.org con autorización de su autora.
Ver en el número 2 de café de las ciudades la nota “Queremos cambiar el escenario, porque la ciudad ya no nos acepta“, donde se hace referencia a un proyecto de economía rural alternativa a partir de comunidades marginadas del Gran Buenos Aires.
Ver una página australiana con información completa sobre Crystal Waters.
El sitio Tierramor es la página de una “empresa, proyecto y experimento familiar” radicada en una pequeña ecoaldea a orillas del Lago de Patzcuaro, en México. Esta es su definición de la Permacultura:
“La permacultura enseña como observar la dinámica de los ecosistemas naturales para diseñar sistemas productivos que respondan a las necesidades humanas sin degradar a nuestro entorno natural. Tiene el objetivo de integrar plantas, animales, paisajes, construcciones, tecnologías y asentamientos humanos en sistemas armónicos y simbióticos, estableciendo una rica diversidad en flora y fauna, para lograr la estabilidad y resistencia de los sistemas naturales y un mayor potencial para la sustentabilidad económica a largo plazo. Estos sistemas diseñados requieren, una vez establecidas, un mínimo de energía , materiales y trabajo para mantenerlos. Al reciclar todos los recursos – incluyendo el desperdicio dentro del sistema- también se intenta minimizar la contaminación. Sistemas y diseños inspirados en los principios de la Permacultura se pueden establecer en todas las escalas, en espacios rurales y urbanos, desde campos y ranchos hasta suburbios, ciudades, jardines, escuelas, comunidades y pequeñas unidades productivas. Se pueden aplicar con éxito en muchos climas, incluyendo los trópicos, los desiertos, las montañas y las playas. Permacultura es una filosofía de diseño integrado, que promueve un desarrollo ecológico y sustentable de los asentamientos humanos. Se ha inspirado en muchas prácticas en todo el mundo, principalmente en los sistemas tradicionales del manejo de la tierra de las diferentes culturas indigenas en el mundo“.
Agricultura familiar en un mundo globalizado
En el diario mexicano La Jornada del 19 de abril, se publica el resumen de una presentación realizada por Gustavo Gordillo durante la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo en Milán, Italia, el 21 de marzo. Reproducimos algunos párrafos, por su relación con el tema de esta nota:
América Latina vive hoy un clima de crispación social y de polarización. En el ámbito rural, los cambios tecnológicos que el mundo ha experimentado durante el pasado medio siglo han llevado a la agricultura de nuestra región hacia dos extremos opuestos. Tenemos hoy, por un lado, una agricultura moderna, rentable y mecanizada que utiliza agroquímicos y semillas de alto rendimiento, mientras que, por el otro, una agricultura de subsistencia se debate en la sobrevivencia, la exclusión, la pobreza y el hambre.
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Protestas sociales surgen a lo largo y a lo ancho de la región, tanto para cambiar la correlación de fuerzas como para aumentar la capacidad negociadora de ciertos actores sociales.
Desde la ceguera autoritaria, esto puede ser considerado como una confabulación en pro de oscuros intereses, pero mal haríamos en ceder frente a visiones como éstas y perder de vista que la movilización social puede ser alentada por mecanismos que faciliten la innovación y la experimentación canalizando el impulso social a partir de acuerdos mutuos basados en una ética de la responsabilidad.
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Las actuales tendencias en las dimensiones económicas, políticas y sociales han llevado a una nueva concepción de la seguridad alimentaria. Sabemos que este problema mundial no es estrictamente un asunto técnico, sino también de capacidad de compra para acceder a los alimentos. En América Latina, por ejemplo, existen casi 54 millones de personas que sufren hambre y desnutrición. En este espacio y en el más genérico del desarrollo rural, la piedra angular de una estrategia efectiva es la incorporación de todos los actores sociales – campesinos, agricultores familiares, poblaciones indígenas, mujeres, agricultores comerciales, empresarios agroindustriales, inversionistas, etc. – dentro del ámbito de los acuerdos institucionales.
En esta visión actualizada de la seguridad alimentaria, concebida como un derecho de los ciudadanos, cuyo objetivo es mejorar la capacidad de las familias para acceder a los alimentos, la unidad de referencia deja de ser la finca y pasa a ser la familia rural. Esto genera una visión más integrada, orientada a lograr un impacto sobre el nivel de bienestar de las personas más que sólo un incremento en la producción o en la productividad agrícola.
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La familia rural tiene la posibilidad de transmitir a las instituciones públicas las demandas y necesidades relacionadas con su seguridad alimentaria, además de ejercer un control social sobre las instituciones, garantizando su transparencia y el acceso a la información. Por ello, la dinamización de las agriculturas familiares o más propiamente de las economías familiares puede ser un factor clave para combatir el hambre en el medio rural y para generar una base productiva desde la cual afrontar los grandes retos estructurales: el combate a la pobreza y a la desigualdad.
Dar a las políticas públicas de combate al hambre un enfoque de derechos permite sacarlas del terreno de la caridad asistencial y hacerlas menos vulnerables a los vaivenes políticos para hacerlas exigibles por la vía jurídica y sometidas a instancias de escrutinio y arbitraje internacional.
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Una política de ingresos rurales – cuya continuidad sea garantizada por la ley y pueda ser periódicamente revisable – puede convertirse en el núcleo de un programa unificado de apoyo a la agricultura familiar. En algunos países las transferencias directas en efectivo -desacopladas de productos específicos y focalizadas al reforzamiento de los ingresos rurales- han sido la base para diferentes intervenciones, tomando en cuenta las características de los productores y sus estrategias productivas, los desequilibrios regionales y la adaptación a la apertura comercial. Estas intervenciones deben favorecer el multioficio en el campo y las reconversiones no sólo en el ámbito de la finca sino también de las actividades de la familia rural.
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Dos lecciones se nos imponen como evidencias para orientarnos en estos momentos de tensión: la primera es que la gente – el pueblo, los ciudadanos – se opondrá a cualquier transformación que pretenda realizarse sin ellos o al margen de ellos; la segunda es que el cambio al que aspiran esos mismos pueblos busca bienestar, aunque clama por su identidad. Los ciudadanos del mundo también lo quieren ser de su localidad, de su pueblo o de su barrio.