En este comentario quiero hacer referencia a algunas respuestas contenidas en el libro Ciudades, una ecuación imposible (Mireia Belil, Jordi Borja y Marcelo Corti, editores) acerca de cómo hacer de la ciudad una ecuación posible. No voy a hablar, entonces, de cuál es el diagnóstico que los distintos autores hacen sobre los males de la ciudad posmoderna, sino de las posibles salidas. O sea,de cómo acercarnos a una ciudad más democrática, más igualitaria, con menos fracturas sociales y geográficas. Una ciudad diferente a la ciudad posmoderna que hemos heredado y que se está perfilando bajo el influjo del capitalismo global, de las ideologías neoliberales y de la crisis financiera internacional.
Concretamente, quiero referirme a las visiones de David Harvey y de Jordi Borja (contenidas en la cuarta parte del libro) acerca de cuáles serían las vías de salida a la crisis de la ciudad. Si bien ellos se refieren a la ciudad europea, es interesante traer sus reflexiones a América Latina. En primer lugar, porque para ambos autores el derecho a la ciudad es un ingrediente central en esa salida; y este derecho se está discutiendo e impulsando también en nuestros países de la mano de los movimientos por la reforma urbana. En segundo lugar, porque la conceptualización o el alcance que ellos asignan a dicho derecho es diferente, como también es diferente el criterio sobre los sujetos que deben reclamarlo y las maneras de hacerlo, lo cual, indudablemente, enriquece el debate.
David Harvey muestra la relación entre las crisis macroeconómicas y el desarrollo urbano, sustentado en su tesis de que la urbanización ha sido históricamente una modalidad de absorción de capital (muchas veces sobreacumulado) y plusvalía laboral. En consecuencia, el derecho a la ciudad es o debería ser un ingrediente central en la lucha anticapitalista.Pero, para que esto ocurra, tal derecho debería ser reclamado por movimientos urbanos con potencial revolucionario, que reivindicarían tanto el derecho a la ciudad como la transformación de las relaciones sociales de producción.
¿Quiénes serían estos movimientos urbanos? ¿Cómo conceptualiza Harvey a estos movimientos urbanos? No serían como los que se teorizaron y estudiaron en los ´70 y en los ´80. Porque estos movimientos (cuyos teóricos fueron Castells y Borja entre otros) no fueron vistos como movimientos de clase o movimientos proletarios, sino como movimientos sociales cuyas luchas no nacían en la empresa ni tenían una base social única y reivindicaban por condiciones urbanas de vida (bienes de consumo colectivo, identidad cultural).
Pero tampoco los movimientos urbanos potencialmente revolucionarios estarían integrados por el proletariado industrial, porque los trabajadores de las fábricas no solamente han dejado de ser la vanguardia que lidera la lucha de clases, dice Harvey, sino que ni siquiera son la mayoría de los trabajadores: los puestos de trabajo tradicionales son apenas una fracción minoritaria en buena parte del mundo capitalista avanzado.
Harvey propone entonces cambiar el concepto de proletariado, reemplazando o desplazando el lugar de la producción (el que produce la plusvalía), desde la fábrica a la ciudad. Con esto, el proletariado no es ya el proletariado industrial sino el conjunto de los trabajadores que producen la ciudad: “las hordas desorganizadas de productores de urbanización” (Harvey, 2012:350). Acá quedan incluidos los trabajadores de la construcción y los que producen todos los bienes y mercancías que intervienen en la construcción, desde su origen hasta su destino final; los que transportan las mercancías; los que intervienen en el mantenimiento, reparación y reposición; los que participan en la cadena alimentaria; los que proveen energía y agua, entre tantos otros trabajadores que producen y sostienen la ciudad.
Pero, además, los que podrían reclamar el derecho a la ciudad también son los trabajadores que participan en la reproducción de la vida: “los cuidadores y los profesores, los alcantarilleros, y los que se ocupan del mantenimiento del metro, los fontaneros, los electricistas, el personal sanitario, los camioneros y conductores de autobuses y taxis, los empleados de los restaurantes y los artistas, los empleados de banca y los funcionarios municipales” (Ibid:355; “Con la modificación del entorno social en el cual tiene lugar la lucha”, dice Harvey, “se transforma el sentido y las aspiraciones de quienes podrían ser el proletariado. Esto supone una nueva lectura de las luchas laborales tradicionales. Supone recuperar la importancia de la organización alrededor del trabajo en la comunidad y no sólo en la fábrica; rescatar las distinciones basadas en género, raza, etnia y religión; y advertir que las cuestiones de la reproducción social juegan un rol importante (dominante) en la formación de la subjetividad y la conciencia política”).
De manera que los movimientos urbanos que perfila Harvey como los portavoces de un derecho a la ciudad inclusivo y con un contenido anticapitalista estarían integrados por aquellos cuyo trabajo está implicado en la producción de la ciudad y en la reproducción de la vida en la ciudad. Los productores urbanos son quienes deben sublevarse y reclamar el derecho a la ciudad que ellos mismos producen de forma colectiva (sostiene que para darle al lema derecho a la ciudad un contenido revolucionario hay que disputar el sentido que le han dado los poderes públicos existentes -ONGs e incluso el Banco Mundial, reunidas en el Foro Mundial de 2010).
Para terminar se pregunta: ¿Cómo se organiza una ciudad? Dice que esta pregunta es fundamental para renovar la lucha anticapitalista. Si bien no se explaya demasiado al respecto, dice que hay varias formas de encontrar la unión de los trabajadores dentro de una increíble diversidad de espacios sociales fragmentados: desde los centros y asambleas regionales de trabajadores, hasta las confederaciones y los congresos de trabajadores excluidos
Borja alude al fin de lo que llama la anticiudad posmodernista. Dice que la salida de la crisis (o la ciudad futura) dependerá de cómo se confronten las dinámicas negativas y positivas que están implícitas en el desarrollo urbano y que analiza en detalle en su capítulo. Pero que lo que va a incidir de modo determinante en el resultado de esa confrontación son los actores de las políticas públicas y la fuerza de las demandas ciudadanas. Es decir que los sujetos de la transformación urbana no son sólo los movimientos urbanos sino también el estado.
El derecho a la ciudad es para Borja un ingrediente clave en el desarrollo de una democracia real ciudadana. Este conceptoincluye un conjunto de derechos urbanos, es decir, derechos a disponer de los elementos básicos para la vida en el entorno urbano (vivienda, espacio público, equipamiento, centralidad, movilidad, integración al tejido urbano). Pero también derechos de naturaleza cultural, socioeconómica y política que hacen reales los anteriores: conocimiento de la lengua y cultura del lugar, empleo, salario mínimo o salario ciudadano, igualdad político-jurídica, etc. El derecho a la ciudad integra este conjunto de derechos en un todo; de lo contrario, dejan de ser derechos reales.
Así definido, el derecho a la ciudad es para Borja un concepto analítico que permite evaluar la evolución de las políticas urbanas. Pero es también un concepto político para promover políticas alternativas. ¿Cómo surgen y en qué consisten estas alternativas?
Sostiene que las propuestas no saldrán de un laboratorio de investigación ni de una asamblea vecinal. Pero sí a través de un proceso de movilización social y de reflexión intelectual, en el que deben participar tanto los ciudadanos motivados como los intelectuales (colectivos de expertos). A los intelectuales les plantea el desafío de contribuir a entender lo ocurrido: la crisis, los mecanismos que la provocaron, los responsables que la promovieron, sus conductores y beneficiarios, y sus efectos en territorios y poblaciones; propone impulsar programas de investigación crítica que contribuyan a denunciar los procesos en marcha, los efectos perversos de las dinámicas del crecimiento actual; dice que para eso hay que concentrarse en indagar las contradicciones y los conflictos que generan los procesos actuales. Esto implica analizar el comportamiento de los actores y las reacciones o movimientos sociales que suscitan. Reclama la construcción de nuevos paradigmas interpretativos para este cambio de época y ante las nuevas orientaciones del desarrollo urbano).
Con respecto al contenido, menciona una cantidad de propuestas. En el plano urbanístico se destacan tres:
a) el control público del suelo (urbanizable y urbano) para evitar la especulación y reducir drásticamente el costo de la vivienda;
b) la nacionalización de la banca o por lo menos la creación de una banca pública que garantice la financiación de vivienda;
c) una legislación urbanística que impida los desarrollo urbanos dispersos y priorice la ciudad compacta, o sea hacer ciudad sobre la ciudad.
En suma, David Harvey reclama el derecho a la ciudad para la lucha anticapitalista. Jordi Borja lo hace para lograr una democracia ciudadana. Cabe notar sin embargo que, aunque parte de un postulado inicial reformista, Borja llega también a unas propuestas revolucionarias. Como dice Harvey, en el escenario urbano suele ser difícil distinguir entre iniciativas radicales y reformistas: hace falta examinar a fondo las iniciativas que se proponen y sus posibilidades más profundas.
BC
La autora es Investigadora y Directora del Centro de Estudios Urbanos y Regionales, CEUR- CONICET.
Ciudades, una ecuación imposible, Mireia Belil, Jordi Borja, Marcelo Corti. 1a ed. Buenos Aires. café de las ciudades, 2012. 372 p.: il. ; 23×15 cm. ISBN 978-987-25706-5-1
Sobre David Harvey, ver también en café de las ciudades:
Número 39 | Economía de las ciudades
Capital financiero, propiedad inmobiliaria y cultura | David Harvey y Neil Smith explican la ciudad de la renta monopólica. | Marcelo Corti
De y sobre Jordi Borja, ver también en café de las ciudades:
Número 2 | Tendencias
Jordi Borja: La Ciudad Conquistada | “La ciudad es el desafío a los dioses, la torre de Babel, la mezcla de lenguas y culturas, de oficios y de ideas. Sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia”. | Jordi Borja
Número 15 | Política
“Tendencia no es destino” | Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja. | Marcelo Corti
Número 21 | Política
Barcelona y su urbanismo | Exitos pasados, desafíos presentes, oportunidades futuras. | Jordi Borja
Número 31 | Tendencias
La Revolución Urbana (I) | Las ciudades ante la globalización: entre la sumisión y la resistencia. | Por Jordi Borja
Número 32 | Tendencias
La Revolución Urbana (II) | De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades, peligros y abusos. | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades (I)
“El circulo vicioso de la marginación” | Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París. | Jordi Borja
Número 42 | Política de las ciudades (I)
Espacio público, condición de la ciudad democrática | La creación de un lugar de intercambio. | Jordi Borja|
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La izquierda errante en busca de la ciudad futura | Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes | Jordi Borja|
Número 81 | Cultura de las ciudades (I)
François Ascher | Pensamiento crítico y acción en la sociedad hipermoderna | Jordi Borja
Número 87 | Política de las Ciudades (I)
Siete líneas para la reflexión y la acción | Después de la “burbuja” inmobiliaria en Barcelona | Jordi Borja
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja
Número 108 | Urbanidad contemporánea
Ciudades del mañana | Derecho a la ciudad y democracia real | Jordi Borja
Número 115 | Política de las ciudades (I)
¡Devuélvannos lo que es de ustedes! | Repsol y la expropiación de YPF en Argentina | Jordi Borja|