En ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no? Breve manual de las ideas de izquierda para pensar el futuro, Alejandro Galliano advierte:
Ya pasamos demasiado tiempo hablando de utopías. Durante años el liberalismo estuvo culpándolas de todos nuestros males, desde el nazismo hasta la Unión Soviética. Y un día nos despertamos y es el capitalismo el que suena con ellas: los proyectos de Elon Musk para colonizar Marte, el plan de Ray Kurzweil de subir su mente a una computadora que le garantice inmortalidad, o WeWork, el falansterio 2.0 que quería fundir nuestra casa y nuestra vida con el trabajo de oficina.
Muy pocos años pasaron desde entonces. Mientras tanto Musk destruyó Twitter y asumió un liderazgo global de la extrema derecha en camino a la plutocracia universal, con fieles aliados como nuestro pintoresco presidente argentino y su coalición libertaria-pro-radical-postperonista in progress. Paralelamente, otro personaje se ha ido consolidando en la facho-billionosfera.
Balaji Srinivasan es un empresario e inversor estadounidense. Fue cofundador de Counsyl, director de tecnología de Coinbase y socio general de la firma de capital riesgo Andreessen Horowitz. El año pasado apostó y perdió que el precio del Bitcoin llegaría a un millón de dólares en el mes de junio; fundamentó la apuesta en su intención de alertar sobre la hiperinflación que prevé para la economía estadounidense.
Muy pocos años pasaron desde entonces. Mientras tanto Musk destruyó Twitter y asumió un liderazgo global de la extrema derecha en camino a la plutocracia universal, con fieles aliados como nuestro pintoresco presidente argentino
Balaji sostiene también dos ideas políticas, en el fondo contrapuestas. Una, el proyecto Network State que anunció en noviembre pasado; una hipereficiente comunidad en línea con capacidad para la acción colectiva, que financia la cooptación de territorios a lo largo del mundo y que aspira a obtener reconocimiento por los Estados ya existentes (una especie de criptoEstado). Su libro The Network State: How to Start a New Country describe cómo los multimillonarios tecnológicos pueden hacerse con más poder económico y político estableciendo nuevos territorios soberanos bajo su control.
La otra idea es denunciada en el blog paralell mirror por el periodista californiano Gil Duran y es el intento de realizar en un solo país (o en una sola ciudad) la utopía del Estado Red. Según Duran, Balaji traza en un podcast reciente la hoja de ruta para un futuro autoritario en el que los políticos tradicionales de San Francisco (los “azules”, color que identifica al Partido Demócrata) y los pobres tendrían prohibido el acceso a partes enteras de la ciudad. En contrapartida, los leales a la tecnología de avanzada usarán camisetas grises (color que, dicho sea de paso, identificaba al Sur en la Guerra de Secesión), llevarán tarjetas de identificación grises para ingresar a los sectores grises de la ciudad y marcharán en “desfiles del orgullo gris” con drones volando en formación.
Balaji culpa a los Azules por arruinar la ciudad y les contrapone la nueva facción política financiada por la tecnología, los Grises, que harán conspicua su identidad usando ropa de ese color y saludando a quienes vean así vestidos por la calle.
Los Azules son lo que los libertarios argentinos (en irónica apropiación del primer lenguaje podemita en España) denominan “casta”: “multimillonarios políticos” que controlan grandes cantidades de dinero y poder. Gastan en un año más que lo que los pobres tecnobillonarios disponen en toda su vida. Los Grises deben arrebatarle este dinero y poder a los Azules. Para eso deben presentarse en las elecciones locales y cooptar la policía con banquetes, prebendas financieras y beneficios para las familias de los agentes que adscriban el nuevo orden. El resto, los policías azules, sería tentado con retiros anticipados y jubilaciones de privilegio.
Una vez que los Grises dominen el Departamento de Policía de San Francisco, comenzará el verdadero trabajo. “Sólo los miembros oficiales de la tribu Gris podrán acceder a las áreas controladas por los Grises. A las personas pobres y sin hogar no se les permitirá ingresar a las zonas grises. Tampoco lo harán los azules, quienes serán excluidos como parte de un sistema de apartheid destinado a castigarlos por sus crímenes políticos”, sostiene Duran. Los Rojos (no los comunistas sino los miembros del Partido Republicano al que el sistema político estadounidense identifica con ese color) serán compañeros de ruta del orden gris, al menos en sus comienzos. Obviamente, las calles y barrios grises serán privatizados. Los nombres de las calles serán cambiados por los de multimillonarios tecnológicos, a quienes también homenajearán la estatuaria y el arte urbano.
Los Azules son lo que los libertarios argentinos (en irónica apropiación del primer lenguaje podemita en España) denominan “casta”: “multimillonarios políticos” que controlan grandes cantidades de dinero y poder.
Esto parece el proyecto delirante de un loco (tal como hace unos pocos años o unos cuantos meses parecía cierta candidatura presidencial argentina…) o de un villano de Batman; de hecho, la lectura de las noticias sobre Balaji siempre dejan la sospecha de que nos estamos “tragando” una invención distópica literaria o un relato generado con Inteligencia Artificial. Ya Galliano señalaba en su libro: “Hace mucho tiempo que los capitalistas abrigan y financian fantasías como si quisieran escapar de este mundo, mucho más violento y desigual de lo que se esperaba hace veinte años. […] El error fue dejar de soñar nosotros, regalarle el futuro a un puñado de millonarios dementes por vergüenza a sonar ingenuos o totalitarios”.
CR
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I), El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.), Turín y la Mole, Elefante Blanco, Sídney, lo mejor de ambos mundos, Clásico y Pompidou (c/Carola Inés Posic), México ´70, Roma, Quevedo y Piranesi, La amistad ferroviaria, Entente Cordiale, La ilusión cartográfica y Geográfica y geométrica. Es uno de los autores de Cien Cafés.
En nuestro número 184 publicamos “Recuperemos alguna idea de futuro o alguien lo hará por nosotros”, introducción de ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, de Alejandro Galliano
Sobre uto-distopías de billonarios para cooptar territorios, ver también ¿Urbanización por enclaves exentos de soberanía y derechos?, la propuesta de Paul Romer para una “Ciudad Modelo” en Honduras, por Raúl Fernández Wagner en nuestro número 103.