Dicen que llegó temprano en la mañana. Había manejado por mas de 14 días, cruzando paisajes que parecían de una fiesta acabada hacía años, resaca de perversiones y borracheras tristes (una fiesta melancólica a la que llegas sabiendo que te arrepentirás). Le habían dicho que detrás de las montañas, y sí que las veía, pero por más que se acercaba nunca parecía alcanzarlas.
Pero el viajero supo que ya no podía regresar, que las palabras murmuradas por una vieja que vendía pepitas en un callejón del deéfe, detrás del mercado de La Merced, llévelas mi bien, llévelas, una vez fueron perlas, pero todo se desvanece, sabe usted? Todo, la calle esa que llaman de los placeres, ya no esta aquí, ya no, solo queda por allá, detrás de las montañas , ese que llaman territorio. Fue la primera vez que escucho sobre ese lugar, para algunos fantasía y para otros realidad muerta.
Y entonces estos días parecían meses sin posibilidad de retorno. Sin siquiera pensarlo, supo que no le importaba morir en el intento por rasguñar una realidad escurridiza, efímera (en fin, inexistente).
Una mañana, un sol morado se elevó por detrás de un relieve ondulado, imperfecto, infinito. Fue entonces cuando el viajero se vio ante lo que llamaban Territorio.
Los horizontes revelaban inauditas geografías corpóreas, no tanto en la homologación de la anatomía humana con los accidentes geográficos (que también la había), sino en el efecto erótico y sensual de paisajes y recorridos. Descartó esas metáforas simples de tetas y colinas, de sexos, penínsulas y golfos, pensó en los mitos paralelos de la Pachamama o la madre Juno, en la arquitectura parlante de la Revolución Francesa, en extrañas cosmogonías previas a la Historia, en aquellos lugares de la ciudad donde según Bataille se concentra la disipación de la energía excedente, en el Van Gogh de Kurosawa perdiéndose entre trigales. Con asombro, con inquietud, sintió que tal experiencia superaba cualquiera de esos conceptos.
Muchos, antes que el, fueron atrapados por el Territorio, y muchos lo fueron después, pero (y esta es uno de los atributos del Territorio) el sintió hasta el final que solo eran suyas esa inocencia aparente de la percepción, esa visión permanente de primera vez.
Cada cuerpo era un nuevo espacio por explorar. Los mapas se multiplicaban con cada descubrimiento de una nueva zona de placer. Cuerpos de todos colores: húmedos, que creaban relieves multicolores, otros secos por el viento que venía del norte, cuando crecían las aguas, una materia laxa y fluida como esperma cayendo entre el vello y la piel, piernas cerrándose crispadas sobre espaldas en movimiento, manos que acomodaban nalgas en coitos furtivos.
Todo convertía a la cartografía en una de las ciencias más importantes: el orden riguroso de los mapas era imprescindible (si había quienes se perdían por semanas en un cuerpo, en un rostro, en un grito…). Muchedumbres recurrían a las mapotecas, donde quedaban embelesados con nuevos mapas, y volvían a perderse en otros territorios. Era una verdad no escrita, pero no había salida.
No había diferencias entre relieves de cuerpos y cerros, tal era asi que en las grandes tolvaneras volaba grava, y cuerpos que continuaban sus revolcones sobre la tierra en el aire, y se confundían con las nubes que también se confundían en abrazos.
Decían que más de un viajero había muerto entonces en Extasis.
Las leyes de migración eran benignas, aceptaban extranjeros de todas las regiones, y así las migraciones eran cosa de todos los días, había quienes decidían quedarse a vivir en los territorios a los que llegaban, y formaban burgos, y luego ciudades.
Los movimientos del cuerpo eran suaves, nada parecidos a terremotos de otros mundos, aunque algunas veces se movían con desesperación y placer y los nuevos habitantes eran expulsados a otros cuerpos, los más fieles regresaban y se acomodaban en los valles, cerca de ríos y de humedales.
Las carreteras unían un territorio con el otro, una ciudad con otra, un éxtasis con otro, un narrador con otro. Las carreteras eran los lugares mas poblados, lugares de intercambio, de diseño de nuevos itinerarios. De encuentros, de cambio de compañeros de viaje. Impulsaban vectores, que creaban nuevas carreteras.
Había otros vectores, en cambio, que unían cuerpos y partes de cuerpos en configuraciones variables de acuerdo a la distancia entre los sujetos y a las partes conectadas (vectores cruzados entre la cabeza de un hombre y el sexo de una muchacha a 5.000 kilómetros de distancia, dos pares de ojos a 50 metros, unos pies y una cabeza a 3 metros, y así en todas las formas y combinaciones imaginables, sin olvidar el color variable de los vectores, que indicaba deseo, nostalgia, ternura, malicia, etc., e incluso con variaciones en el tiempo entre distancias, colores y sujetos).
El tránsito era el estado normal de esta vida. La circulación en carreteras, cuerpos, ríos.
Las reglas de edificación eran otro tema: estaban prohibidos los edificios de altura en ciertos sectores de la ciudad. Un sociólogo había hecho una investigación a pedido del Ayuntamiento libre de una de las ciudades, y había llegado a esta conclusión: que mientras las residencias de una planta invitaban a la observación, creaban una comunicación fácil entre el afuera y el adentro (yendo incluso más allá de los conceptos de Barragán), los edificios de altura invitaban, incitaban, a la intervención, a la invasión, a introducirse en los espacios que mezclaban las oscuridades, las tinieblas, los diferentes planos de encubrimiento, las siluetas en movimiento. Eran además los mas caros.
Las escaleras mecánicas eran las propulsoras del deseo, un auténtico sistema de poleas desparramado por todo el territorio. El problema era cuando algunas de las escaleras se descomponía y más de uno quedaba atorado en un evento orgásmico. Las ambulancias no daban abasto y eran mas los que perdían el sentido del oído por la cantidad de sirenas que rayaban los cielos, los vacíos, una ocupación desmesurada de los espacios sonoros.
El transporte público era uno de los pocos servicios rigurosamente reglamentados, no tanto para ordenarlo como, por el contrario, para permitir la más anárquica variedad imaginable de movimientos y retornos.
El diseño de las casas, no importa fueran de trabajadores como de literatos e intelectuales, seguía en todos los casos las mismas pautas, lo cual convertía al placer en un bien democráticamente distribuido entre los habitantes, tanto nativos, como nuevos migrantes al lugar.
En el Forum de Barcelona del 2004, la Conferencia sobre Migraciones contó con una videoconferencia del Dr. Lucretius (Secretario de Cultura, Urbanismo y Salud del Territorio), que expuso los principios y mecanismos que garantizan la distribución igualitaria del placer:
“Se que parecerá grosero – dijo – hablar de igualdad y de enorgullecernos de vivir en un territorio donde garantizamos a cada minuto su porción de placer a cada uno de nuestros habitantes. Nuestro territorio es de puertas abiertas, todos son aceptados y todos reciben el mismo tipo de tratamiento como ciudadano. Claro, es difícil encontrar el Territorio en los mapas que circulan en bibliotecas, mapotecas y librerías. Pero ustedes no saben lo que significa para nosotros, habitantes del Territorio, caminar por las calles entre experiencias banales, sublimes, peligrosas, excitantes, calientes. El Erotismo asoma y gobierna en cada gesto de la vida cotidiana. No hay sueños, la gente no sueña. O como sostienen algunos, no hay despertar del deseo y de su concreción permanente.
No hay parques, por ejemplo: cada pubis se transforma en parque ante el deseo de los amantes, la gente chinga en el pasto y quedan con la piel picante, luego de acabar se lavan entre ellos y ríen como niños. Los primeros amores de los adolescentes ocurren en las calles, a la manera de los cínicos de la Edad Clásica. Los perversos mantienen su castidad hasta bien entrada su madurez, y limitan su sensualidad a la que permiten los largos recorridos y promenades por las recovas de la ciudad central, los restos de la muralla, los restaurants que bordean el puerto y el estadio frente a la favela.
Los libros son experiencias holograficas, que se crean por la distribución y posición de cuerpos, sonidos, gestos en las calles y lugares cerrados. Esto ha permitido eliminar el analfabetismo en todo el territorio.
¿que clase de sabios e intelectuales orgánicos hay en el territorio? Hay desde quienes diseñan sistemas de autoayuda (como las mil y una rutas para facilitar la locura de los amantes), hasta juegos estadísticos que exploran el máximo numero de combinaciones en el quitado de ropas en una primera cita de cincuentones, sin olvidar los tratados de epistemología que relacionan el avance de un cuerpo sobre otro con la experiencia mística de la suspensión del tiempo.
Quienes proponen, en este contexto, la construcción de una biblioteca tradicional, solo pretenden retrasar la evolución del deseo en el territorio. Si bien la propuesta ha sido presentada al Consejo de la ciudad con la supuesta intención de incentivar la lectura en los habitantes, su aprobación no significaría mas que un despilfarro del dinero del contribuyente. Además, tendrá que competir con otras necesidades mas urgentes, como la apertura de un lavadero automático y de una gallera, que ya están previstos en el presupuesto del próximo año.
El diario local, no tiene periodistas, estos han sido reemplazados por ciudadanos que se reúnen en sus salones para comentar las novedades del día, y hasta dicen que hay quien va a ligar o a conseguir marido. El propio concepto de noticia está en crisis, porque como todos saben no hay pasado ni futuro, en realidad hay quienes piensan que es la habladuría fácil de una prostituta de Amsterdam, que cuenta estas historias para engatusar a los clientes. Le han preguntado la edad, y ella rie: ¡Ay corazón, si te dijera creerías que todo lo que te dije es una mentira y es la puritita verdad mientras que así te quedará al menos la duda!”.
Llegado a este punto la transmisión se cortó misteriosamente. El organizador de la conferencia fue despedido, y la versión más creíble supuso una falsa transmisión, organizada por hackers enfrentados al gobierno del Territorio (o tal vez una maniobra distractiva de una facción interna). El Ayuntamiento pensó en quejarse discretamente ante el Consulado, hasta que el encargado de relaciones internacionales advirtió que el Territorio carecía de representación diplomática en Europa.
El mes pasado visité Amsterdam y conseguí los datos de la puta. Los dineros de la Fundación G. sirvieron para hacerla entrar en confianza, y una buena cena en uno de esos restaurants indonesios sobre los canales hizo el resto.
La insolencia de mis avances se topó con la insolencia de la mujer, que no dejaba de manipular los cubiertos como extremidades. Sabia que cada una de mis miradas eran la excusa para que la mujer hiciera sus cálculos de cuanto quería saber y cuanto mas dinero podría sacarme.
Según la mujer, el error de los investigadores es suponer un carácter antropomórfico del paisaje (aunque repito, algo de eso hay), o su efecto afrodisíaco. El verdadero secreto es la voluntad de las gentes que lo recorren por experimentar un goce erótico del territorio. Los movimientos y fluires no son más que un estado de conciencia, incompleto y vacilante, propia de la experiencia sexual, trasladada a la fruición topográfica.
Viví en mi infancia en una ciudad surcada por acequias arboladas: un tío de visita me habló del equilibrio entre las acequias (cóncavas, vaginales, húmedas) y la exhaltación fálica de los árboles. Mientras escuchaba a la mujer, recordé esas teorías de mi tío, y también las zonas mentales donde se perdían los personajes de Solaris, pero más que nada, disfruté del nasi gorency el buen Brunello de Montalcino. Pronto se hizo de noche y regresamos al hotel. Escribí a la mañana siguiente un informe a la Fundación, donde relativicé las palabras de mi informante, y les aseguré que solo quedaba seguir la pista mexicana, la de la calle de los placeres, y pedí nuevos fondos.
Pensé en el movimiento de los pechos de las Marías azotando maíz para hacer las tortillas del mercado de La Merced, recordé la mirada de mi amiga al deslizar sus dedos por la espalda cobriza del oficinista a la salida del metro en la estación Zócalo, en los cuerpos, constantes, con desenfado, avanzando por la calle de Moneda, en los olores de las horchatas, las fresas suspendidas en el movimiento de las aguas de frutas. Si, quizás allí estaba la entrada al territorio.
VR y CR
Veronika Ruíz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenaghe. Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política (ver su nota sobre Roma en el número 3 de café de las ciudades, y su paradigma de la almeja en el número 6). En los próximos días lanzarán un emprendimiento digital, del que solo nos han adelantado que estará destinado a “la construcción y el perfeccionamiento del deseo“. y que el texto que publicamos constituye una primera aproximación. Los interesados en explorar ese “territorio” pueden comunicarse con los autores por correo electrónico a café de las ciudades, que además avisará oportunamente a sus lectores de la apertura del sitio.